Q.D.E.P

El juez de plaza

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En días pasados lamentamos el paseíllo a la Gloria de Jorge Ramos, quien por varios años ocupó en los festejos taurinos de La México, el palco de la autoridad y con quien compartí muchas charlas, pues era una persona que proponía y escuchaba argumentos nacidos del punto de vista particular, sobre lo acontecido en el ruedo.

Con él recordé varias veces a un juez que dejó gratos recuerdos en las plazas, el contador público Jesús Dávila –quien en sus años mozos intentó ser novillero e incluso llegó a alternar con mi señor padre José Luis en algún festejo de La Morena–, y que alguna vez me dijo: “tengo dos madres, la de la casa y la de la plaza y a ésta última muchas veces la recuerdan no de muy grata manera”. Eso último entre otras cosas, significa atreverse a ocupar un puesto que conlleva el compromiso de ejercer justicia en un espectáculo que por su naturaleza, es subjetivo.

El juez de plaza en México (en España le llaman presidente), es nombrado por la autoridad del gobierno, en el caso de nuestra ciudad de México; así ocurrió hace algunos años con los jueces que hoy contamos, uno de ellos fue Jorge, quien por lo tanto se convierte en su delegado, en tanto a lo que concierne a la celebración de festejos taurinos.

juez de plaza
Jorge Ramos en el palco de autoridad en La México (Fotografía: Super Channel 12).

Es una posición compleja porque es mediador entre los profesionales y el público, a quién también representa, y su deber es el interpretar la voluntad popular –de ahí las discusiones– con base en el reglamento taurino en vigor, pues recordemos por ejemplo que el primer trofeo se concede con base en la opinión del cónclave y también que en la ciudad de México las protestas populares pueden influir en la devolución de alguno de los astados a los corrales.

El lenguaje del juez se comunica por toques de clarín y los pañuelos –en contadas ocasiones por el sonido local– mientras que el público cuenta con los últimos; los cojines y los gritos que a veces se vuelven iracundos, contra una decisión que toma el juez que es entonces cuando Jesús Dávila recomendaba acudir a la mamá de la plaza para no cegarse

Por eso se ha insistido en que el toreo sin público, pierde uno de sus elementos más importantes y su presencia es parte integral del espectáculo al convertirse en juzgador y calificador de lo que ocurre en el ruedo y no siempre sustentado en conocimiento profundo sino en el arrebato del momento, que provoca lo que está percibiendo para bien o para mal de lo que acontece en la arena.

La labor del juez empieza días antes de la corrida con la recepción de los toros y su aprobación concluyendo hasta que hacen su reporte cuando cierra el festejo, muchas horas, decisiones y presiones no aptas para cualquiera.

placa jesus davila
Fotografía: WikiCommons.

Cuando mi hermano Luis Alonso me comentó que lo nombraban juez en Baja California –dónde estuvo varios años antes de su partida a la Gloria– le dije que era muy osado al emprender una tarea tan compleja, sin embargo lo disfrutó a pesar de muchas situaciones particulares que vivió en el palco de las plazas fronterizas.

En la ciudad de México, no pasan de cuarenta las personas como Jorge Ramos o Jesús Dávila que son o hayan sido jueces de plaza, y aunque solamente he mencionado a dos, todos nos merecen nuestro reconocimiento y respeto a pesar de no siempre coincidir con sus decisiones que muchas veces son controvertidas.

Lo escribo recordando a todos aquellos que en la Gloria residen y a los que Jorge alcanzó hace unos días para dolor de sus familiares y amigos, allá se encontrará con aquellos que han desempeñado ese honroso puesto, algunos que fueron matadores de toros como Pepe Luis Vázquez, Jesús Córdoba y Ricardo Balderas.

Su afición desmedida a todos los llevó a ocupar un palco que conlleva una gran responsabilidad, los reconocemos y extrañamos, no cabe duda que no es fácil ser juez de plaza. Hoy con cariño lo recordamos.


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¡Hondo y profundo!… Recordando a Paco Malgesto

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Hace unos días, el 22 de junio, recién recordé que en esa misma fecha, en 1978, se nos adelantó en el paseíllo de la vida Francisco Rubiales Calvo, quien en su exitosa carrera en los medios de comunicación fue muy famoso por el nombre de Paco Malgesto, marca con la que ejerció en diarios, cine, radio, televisión y teatro.

El apellido algunos comentan que lo tomó de un español muy aficionado a los toros, y en los cuarenta del siglo pasado inició sus transmisiones taurinas desde el callejón de la plaza de toros de El Toreo de la Condesa –hoy El Palacio de Hierro de la calle de Durango en nuestra capital– y que cerró sus puertas en 1946, mismo año en que se inauguró La México – y que, por cierto, están a punto de cumplir ambos sucesos los 75 años el próximo año; ya veremos cómo será posible conmemorarlo–.

Antes de la radio, Paco publicó sus comentarios en la revista Multitudes que, como El Redondel, reflejaban la gran afición al toreo que prevalecía por aquellos años bohemios y ahora nostálgicos de nuestro país, cuando el espectáculo preferido en todos los estratos sociales era lo que hoy algunos juzgan y enjuician tan a la ligera; y como prueba fehaciente, así lo refleja gran parte del cine de antaño.

paco malgesto corrida de toros
Paco Malgesto durante una corrida en al Plaza México (Fotografía: Mediateca INAH).

De niño tuve la oportunidad de conocerlo y disfrutar de su bonhomía porque mi papá José Luis Carazo Vega “Arenero”, compartió en el burladero en La México durante muchos festejos, el burladero de la crónica con Paco y Carlos Albert, otro titán de la locución de México, con la función de asesorar –principalmente al segundo– en detalles de la lidia y sus protagonistas.

Desde niño iba a los toros y mi padre se trasladaba a su sitio y me dejaba sólo o con alguno de mis hermanos en los tendidos de sombra, y desde ahí veíamos las corridas y novilladas, ocho con ocho.

Al finalizar el festejo, Don Carlos trasladaba al exterior de la plaza a Paco, a mi papá y a nosotros, más Pepe Alameda, y Rubén Zepeda Novelo o Jorge Zúñiga en un recorrido corto pero lento, pues el salir eran rodeados del cariño popular que les obligaba detenerse, bajar la ventanilla y a saludar a personas de todas las condiciones sociales y edades.

Hace poco los alcanzó en La Gloria; la gran voz de Zúñiga hacia la publicidad para Moctezuma en la televisión, al igual que Rubén, y en la radio era Corona la patrocinadora y de la voz de Albert –cuando era cronista–. La voz comercial de la transmisión venía de Nacho Hernández Lumbrera. Nacho cerraba el anuncio con el cliché: “Nada con exceso, todo con medida”.

Ahora que lo visualizo, imagínese la riqueza de ir como sardina en aquel carro después de un festejo casi siempre en las piernas de “Arenero”, escuchando algunos comentarios de Paco o Pepe, por ejemplo, sobre una corrida o novillada de la época inicial de Manolo Martínez –entonces en plena competencia con Joselito Huerta, Manuel Capetillo o El Ranchero, por nombrar algunos– en los sesenta.

Muchas veces Don Carlos nos invitaba a su nevería que tenía en Polanco y eran domingos muy especiales al lado de mi papá y de mis hermanos cuando disfrutábamos, después de los toros, de helados deliciosos.

Pepe, académico, Paco, popular, sabían hacer de la crónica taurina hablada, un género único.

En la televisión, Paco fue un as en los programas de variedades musicales de la época y es considerado el precursor en la televisión de las entrevistas a figuras de la farándula, mediante su programa llamado “Visitando a las estrellas”, en el cual acudía al hogar de estos artistas, con cámara y equipo técnico de apoyo, entrevistas que muchas de ellas son recordadas.

Fue autor de una biografía de Armillita y se recuerda que antes del debut de Manolete en México, el 9 de diciembre de 1945, tomó un vuelo que lo llevó a Cuba, y de ahí otro a la capital mexicana. En breve, también será el aniversario 75 de aquellos hechos.

En La Habana lo esperaban Paco MalgestoJosé Octavio Cano; el primero realizó un control remoto durante el vuelo del diestro a México para la estación Radio Mil. Minutos antes de despegar, el crítico del ESTO, José Octavio Cano, realizó una entrevista a la principal figura de la torería española que apareció en primera plana.

Es necesario un libro para realzar la trayectoria de Paco que abarcó, entre otros, el teatro donde actuaba “El Tenorio Cómico” en el Teatro Insurgentes y en el cine en diferentes películas. Su recuerdo imborrable es importante preservarlo.

Cierro usando su expresión inmortal –además de la que recurrí para titular esta colaboración–: “¡Oiga usted!”. Recordando con afecto y admiración a quien nació en el barrio capitalino de La Merced, en 1914, y que entiendo tuvo 4 hijos; a ellos los abrazo con afecto, no olvidando a quien supo brillar por su carisma y profesionalismo en los medios de comunicación hablados y escritos de los que fue, en su estilo, un maestro inolvidable.


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Murió Carlos Ruiz Zafón

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El pasado 19 de junio falleció en Los Ángeles, California, Carlos Ruiz Zafón. Él había nacido en Barcelona en 1964, Ruiz Zafón fue un escritor extraordinario, exitoso y diferente. El camino hasta llegar a ser el escritor admirado es heterodoxo. Después de estudiar en su ciudad natal con los jesuitas, se hizo profesionalmente publicista, tuvo éxito y llegó a ser director creativo de varias agencias publicitarias, entre ellas algunas internacionales. En 1993 escribió El príncipe de la niebla, con el que obtuvo un premio. Pero decidió emigrar a Estados Unidos, específicamente a Los Ángeles, donde se desempeñó con cierto renombre como guionista y musicalizador de películas, en tanto escribió El palacio de la medianoche (1994) y Las luces de septiembre (1995), que después fueron agrupadas como Trilogía de la niebla, y Marina (2000), todas fueron consideradas como de literatura infantil y juvenil. Pero en el año 2000 acabó La sombra del viento, la que presentó sin resultados al Premio Fernando Lara de Novela. A mucha insistencia de uno de los jurados, Terenci Moix, la obra fue publicada (2001) a regañadientes por Planeta y así de repente empezó a ser aceptada por los lectores, llegándose a vender 15 millones de ejemplares, siendo además traducida a muchos otros idiomas, y desde luego, una edición en catalán.

Rápidamente recibió múltiples ofertas para que la obra fuera llevada a la televisión o al cine, lo que nunca aceptó a pesar de su relación con el medio cinematográfico; siempre dijo que era mejor que el lector hiciera una película de cada una de sus obras. Para la segunda parte de la saga de El cementerio de los libros olvidados, El juego del ángel (2008), las cosas fueron diferentes y la editorial apostó fuerte y el primer tiraje de la primera edición tuvo un millón de ejemplares y obtuvo nuevamente un gran éxito entre los lectores, y ahora sí ya de la crítica.En 2011 apareció El prisionero del cielo y en 2011 El laberinto de los espíritus, las cuales también fueron ampliamente aceptadas por los lectores. Todas las obras de El cementerio de los libros olvidados tienen por personaje central a los libros y su guarda, y vemos transcurrir a sus guardianes, los Sampere, en diferentes generaciones, así como a Lain Coubert el guardián físico del cementerio en ese laberinto; el otro “personaje” es la misma ciudad de Barcelona, la que es descrita a la perfección y en diferentes épocas por Ruiz Zafón.

ruiz zafon

El gran premio del autor fue obtener una cantidad desmesurada de lectores, quienes compraban los libros impresos cuando se hablaba de la caída de la publicación física. Ruiz Zafón obtuvo reconocimientos en otros países, Noruega, Portugal, Italia, pero en España sólo obtuvo reconocimientos por “El libro más vendido” –¡faltaba más!–. Pero nunca fue plenamanete aceptado por el “mundillo literario” o establishment, no aparecía mucho en tertulias ni programas literarios, aunque de vez en cuando era mencionado en la prensa como un personaje muy vendedor de libros. Quizá también contribuía el que –decían– era tímido y retraído, aunque las pocas veces que yo lo vi en vivo y en televisión, era un personaje cordial, jovial, sencillo, y yo diría que muy simpático; gran defensor de su obra y su ciudad.

Sin embargo, los grandes vendedores de libros (best sellers) nunca son muy bien aceptados en el ámbito literario. La única explicación racional de un miembro destacado del establishment es que se convirtió en un escritor muy bueno y reconocido, de los que publican una obra destacada cada tres o cuatro años y que en la primera edición imprimen de 5 a 10 mil ejemplares, y van consiguiendo nuevas ediciones cada tanto; y, claro, resulta indispensable que las editoriales tengan escritores de grandes tirajes, porque de lo contrario no podrían publicarle a los demás autores.

En un “Día de San Jorge” cuando en Barcelona se celebra el “Día del libro”, Ruiz Zafón nos regaló Rosa de fuego (2012), un relato corto en el que nos cuenta el origen de la fantasía del laberinto del cementerio de los libros olvidados; se publicó en un periódico y en una revista, no se consigue en papel, pero se tiene libre acceso en la red. Es una pena que, entre otras muchas cosas, Ruiz Zafón haya fallecido tan joven, porque seguramente nos hubiera dado a leer más obras, producto de su maestría literaria, aunque su técnica fuera diferente, rompedora, nueva e innovadora.

Al leer las notas sobre Ruiz Zafón, me enteré que Ildefonso Falcones también está muy enfermo. Falcones es también un escritor a contracorriente del mundo literario, no sé si ambos piensan que éste tiene más de mundillo que de literario como decía Carlos Monsiváis. Pero ha tenido un éxito enorme en un género más difícil y competido que el de Ruiz Zafón –como fue el de la imaginación y la ficción–, ya que el de Falcones es la novela histórica, que tiene muchos competidores y buenos, actualmente, y por los que diversas editoriales apuestan fuertemente. Falcones dice que siempre quiso ser escritor pero al quedarse huérfano a los 17 años tuvo que cambiar sus planes y estudiar una carrera más convencional; estudió derecho, al mismo tiempo que era un deportista destacado en equitación y hockey sobre pasto –¿habrá algo más inaceptable para el establishment literario?–.

Ildefonso Falcones
Ildefonso María Falcones de Sierra, abogado y escritor español.

Falcones alcanzó una carrera destacada como letrado –así le llaman en España a los abogados–,  pero decidió buscar su metas literarias y en 2006 publicó La catedral del Mar que rápidamente fue publicada por Grijalbo y alcanzó récords de ventas y fue traducida a varios idiomas, y por supuesto con ediciones en catalán; es una obra grandiosa, perfectamente estructurada con personajes y situaciones creíbles y entrañables, todo alrededor de la Barcelona del siglo XII y la construcción de una de sus catedrales. Su segunda obra (2009), La mano de Fátima, a mí me parece incluso mejor lograda y trata de la dificil integración de musulmanes, judíos y católicos en la España del final de la Edad Media. En 2013 aparece La reina descalza y en 2016 Los herederos de la tierra, que es una continuación de La catedral del mar, de cómo las catedrales tardaban tanto en construirse; ésta se sitúa muchos años después. Para 2019 publicó El pintor de almas, que no he leído por esto de no poder ir a las librerías.

Así, Ildefonso Falcones es otro escritor de formación heterodoxa pero sumamente exitoso, porque además de dominar su técnica literaria tiene una gran imaginación, una amplia cultura y una seguridad que le permiten acceder a los más destacados niveles. Ojalá que Falcones supere su problema de salud y nos pueda brindar más obras de su autoría. Falcones sí acepto que su Catedral del mar tuviera una versión televisiva, que al parecer también ha alcanzado gran aceptación, aunque no tanta como la versión literaria. Con motivo de esta nota la vi y Ruiz Zafón tenía razón, “la versión cinematográfica que yo filmé en mi imaginación es mejor que la consiguió TV3 española”, a pesar que no se puede negar que es entrañable, que tiene una fotografía con una luz grandiosa, y muchos de los personajes están logrados muy cercanamente.

Leer es uno de los grandes placeres de la vida y hacerlo en libros de papel tiene un disfrute aún mayor. Recientemente escuché a un experto literario que mencionaba que los libros conseguirán reproducir las obras que ya no puedan ser leídas por haber sido hechas en versiones electrónicas, que para entonces resulten obsoletas.


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Manuel Felguérez. In memoriam

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Perteneció a una generación de artistas que se hermanó en torno a lo que consideraba moderno. Dando la espalda a la enunciación artística que privilegiaba la figuración y la búsqueda de identidad, Felguérez optó por otro camino. La geometría, la textura y el color pronto se le revelaron como los vocablos fundamentales para articular una poética visual que sentó precedentes. Como explicó alguna vez Jorge Alberto Manrique con una claridad meridiana, la Ruptura nunca constituyó, de suyo, un movimiento, pero historiográficamente se han construido preocupaciones similares que han agrupado a diversos artistas en el cultivo de un arte que, como pedía José Luis Cuevas, viera más allá de una cortina de nopal.

Con Felguérez se abre una senda compuesta de muchas búsquedas individuales. Una senda que trató de perseguir la luz que independizaba la pintura de las figuraciones que adoctrinaban, que se podían vincular con programas políticos y con teleologías mal compuestas, como lo fue, en sus inicios, el muralismo. En ese desbrozar, Felguérez alzó la voz echando mano de armas como la pintura y la escultura, para continuar explorando con nuevas tecnologías. Resultado de esto es La máquina estética.

Desde lo profundo de su región y heredero de convulsos hitos históricos en México, Felguérez abrazó lenguajes que no correspondían con sus primeros imaginarios. Cuando contaba pocos años, viajó con su familia a la Ciudad de México y se compenetró con el movimiento Scout, en donde trabó una estrecha amistad con Jorge Ibargüengoitia.

Con él realizó un viaje a Europa: su relación no era desde lo artístico, era desde el interés del descubrimiento de nuevas experiencias. Ambos vieron una Europa recién salida de la Segunda Guerra Mundial, viajaron en trenes de carga, visitaron lugares en donde había quien los alojara y, estando provisionalmente en el Discovery, un barco aportado en el Támesis, los jóvenes vieron nacer una vocación pictórica cuando Felguérez hizo un dibujo y proclamó que ya era artista. Lo que comenzó como una locura y una provocación, se convirtió en el inicio de una fructífera carrera que no careció de estudios y sacrificios. Después de tres meses en la Academia de San Carlos, la formación le pareció insuficiente. “En tres meses, dibujé un carrito”, manifestó en entrevista el año pasado, y decidió irse a estudiar a Europa.

Una vez allá, un escultor ruso que se dedicaba al cubismo lo tomó por alumno en 1949. Problemas familiares impidieron que se quedara por largo tiempo, pero el germen ya estaba sembrado y realizó una exposición de terracotas a su vuelta a México. Comenzó a buscarse como escultor, pues sabía taxidermia por una inquietud juvenil: los animales lo conectaron con la anatomía, con la geometría de los cuerpos, con la idea del volumen.

En 1956, una galería mexicana lo aceptó, junto con Lilia Carrillo, como artista legitimado y se asumió como tal. La suma de sus talentos lo llevó a publicar, incluso, ciencia ficción. Como es habitual, hubo temporadas en las que tuvo que hacerse de trabajos fuera del mundo del arte para poder vivir.

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Fotografía: La Silla Rota.

Protagonista fundador del Salón Independiente, Felguérez se irguió como una figura prominente de la abstracción a finales de los 60. Después de hacer artesanías para sobrevivir, su búsqueda plástica despuntó hacia el descubrimiento de sí mismo, es decir, de esa vocación que surgió casi veinte años atrás, pero desde un horizonte mucho más reflexivo y crítico. Se definió como un hombre con una suerte extraordinaria. El mural de 3 x 9 m que pintó para las Naciones Unidas en Nueva York lo enorgullecía muchísimo. Su vida, su carrera y su obra, son un ejemplo de cómo el arte, la apertura a las vivencias y la educación artística formal e informal conducen a cambios significativos.

Felguérez fue un enunciado de los muchos que se pronunciaron por un arte al margen de la “escuela mexicana de pintura”. Péndulos, palancas, trozos de hierro, vidrio o cobre, lo mismo que madera laqueada y trabajada delicadamente, se articularon en su obra con el color y con la luz. El pasado 8 de junio, Manuel Felguérez dejó este mundo y se inscribió en el libro de los nombres de quienes han dejado un gran legado para la historia del arte mexicano y mundial.


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Cuando un amigo se va, adiós Gerardo Vergara

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Hace ya más de 30 años que a José Luis Carazo “Arenero”, mi señor padre, junto a un grupo de novilleros y matadores de toros en retiro –nada de ex que suena horrible– se reunieron y conformaron la Hermandad Taurina con el propósito de chanelar –en cristiano significa hablar de toros– y, desde luego, de sus recuerdos.

También tenían como asignatura en los aniversarios luctuosos, asistir a donde descansaban sus restos, y con la familia –a veces sin ella– para recordar sus hazañas con el entusiasmo de cuando les vieron actuar en los ruedos.

Era un grupo muy compacto que fue creciendo en el que hacía cabeza “Arenero” y su segundo de a bordo siempre lo fue Gerardo Vergara, quien era el equilibrio de nobleza y bonhomía, entre el carácter explosivo de sumo apasionado de Gerardo, cuando de pronto parecían salirse del cauce generoso que propició el grupo –entre los de la legua y las figuras del toreo–, metía el capote y los dejaba quietos, para una lidia más tersa, para que los demás intervinieran y regresara la cordura.

Entre muchas de ellas, recuerdo una reunión en casa de mi hermano José Luis con la presencia de Luis Castro “El Soldado” y Manuel Capetillo, por mencionar a dos que entendiendo la filosofía del grupo, compartieron pan y sal y, desde luego, algunos vinillos, sin poner por delante logros taurinos ni jerarquías taurinas, eso sí,  con el respeto propio de quienes han portado el traje de luces, lo mismo en una plaza de trancas que en una monumental.

el soldado
Luis Castro Sandoval, torero mexicano (Fotografía: Al Toro México).

Finalmente eran hermanos en la profesión y eso les convocaba, reitero, con el liderazgo de Carazo, pero con la gran mano izquierda de Gerardo Vergara, a quien cuando salió la gran serie de Juncal, les llegamos a comparar en su relación a mi padre con el torero retirado y a mi querido Gerardo con Búfalo, uno de los personajes más entrañables que se hayan tejido en la imaginación de un escritor, en este caso Jaime de Armiñan.

Para describirla, mi hermano Luis Alonso, que habita ahora con ellos en La Gloria, en alguna reunión en el cortijo de Carlos Arce presentó una poesía que describe lo que significó la Hermandad Taurina, y mejor de cómo hubieran podido expresarlo alguno de ellos:

Toreros de Romanza

Toreros de Romanza

¿Qué pasa, matador como has estado?
¿Figura, que es de tu menda?
no, manito yo ya con 7 nietos
¡Uhhh! Pues ya ando malo, ¿pero dejar a mis hermanos?
sí, el tiempo ha volado y ya no más:
oye artista a la 10 en el Venus ¡Eh!
¿Mejor entrenamos en la Ford no?
pos yo los veo en la tarde en el Tupinamba
sí, el tiempo voló o más bien ellos fueron los que volaron
por qué el tiempo es el mismo y nosotros seguimos caminando.

Y así es como ahora en los 80 casi casi los 90
se vuelven a juntar los toreros de los 30, los 40 y los 50
y en verdad que veo que los años no acaban
acabaran el pelo, las figuras y las caras
pero de verdad que lo de adentro, sí, lo de adentro eso,
eso no se acaba.

Sí, señores se han juntado otra vez, los Toreros de Romanza,
y no se juntan como amigos, como cuates de parranda
no, se han juntado otra vez como hermanos de crianza,
unos fueron grandes, otros menos, pero eso sí,
todos aunque sea le pegaban sus pases a los bueyes de chonadas
todos estos chavos tuvieron ilusiones en sus andanzas
admiraron a los grandes y por ellos forjaron sus ansias.

¡Ah! qué bellos recuerdos, Toreros de Añoranza,
sí, señores se han junta’o otra vez, los Toreros de Romanza,
los que vivieron la época de Dondifi, Malgesto y
Esperanza, aquellos de la Ford, la Morena y Tlanepantla,
esos que se zumbaban lo que las figuras dejaban
pa’ demostrar en la arena su arte, salero y gracia
lo mismo con capote, banderillas y estocadas
dejaban en los ruedos alma, vida y esperanza
y es que en verdad no había miedo que los parara.

¡Ah! quien no los recuerda Toreros de Añoranza
sí, señores aquí están de nuevo los Toreros de
Romanza.

Y a esta nueva cita se presentan sin tardanza
los Arce, Tapia y Cámara
y llega también Estrada, gran artista ¡Qué torero!
¡Qué pujanza!
y Carazo con micrófono quiere entrevistar hasta las
vacas y éstas le contestan venga diestro a calmar tus ansias,
el canijo Ciego mentando madres que espanta
y Procuna, El Callao figurones de alabanza que ahora
vienen a embriagarse solamente de nostalgia
y así uno a uno llegan a juntarse otra vez
pa’ recordar con sus hermanos todas sus vagancias
ah!, qué muchachos los Toreros de Añoranza
siguen pesando en el mundo los Toreros de Romanza.

Esos que en su silencio de almohada
siguen tejiendo tardes, tardes de gran comparsa
aquellos que disfrutaron de Silverio, El Soldado y Garza
y en punto y aparte tenían a Fermín el maestro que
arrasaba.

Esas calles de Bolívar, mudo testigo de sus chanzas
si pudieran quejarse, el infierno los esperará
aquí pues dejo a estos Toreros de Añoranza
aquellos que Dios permita gozar de su esperanza
a revivir de nuevo toreros, hermanos de Añoranza y señores a cuidarse,
aquí están de nuevo, los Toreros de Romanza.

toreo mexicano
Fuente: Guillermo Ernesto Padilla, Historia de la plaza EL TOREO. 1907-1968. México.

Hace unos días se nos adelantó Gerardo en el paseíllo de la vida; aficionado chipén, amigo generoso y  al que vamos a extrañar mucho por su bondad e integridad y que experimentaba la emoción del toreo, su estética y sus valores, creando una familia de la misma cepa, con base en sus principios de honradez a carta cabal.

Bien dirían los hermanos del Río:

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va
Y va dejando una huella que no se puede borrar.

Siempre lo vamos a recordar con su pasión y amor, por la más bella de todas las fiestas.


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