Religión

Esperanza cristiana para los creyentes como virtud teologal

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La espiritualidad como hemos visto con anterioridad es la energía que nos permite manifestarnos, misma que conviene coordinar con pensamientos correctos para reconocer los recursos internos con los cuales ya contamos, examinar las posibilidades que nos ofrece el entorno y establecer las estrategias pertinentes para lograr nuestro objetivo.

En el artículo anterior mencionaba la conveniencia de apoyarse en la propia creencia religiosa o espiritual para enfrentar la cuarentena. En este texto quiero hacer referencia específicamente a un aspecto fundamental de la fe cristiana: la esperanza.

La esperanza es una forma adaptativa presente en los humanos proveniente de la tristeza. La tristeza es una de las cinco emociones primaria que sirven como registros fisiológicos de supervivencia cuya función es identificar de manera precisa qué corresponde hacer frente a estímulos y fenómenos del entorno. En este sentido, no existen emociones positivas o negativas, éstas son simplemente funcionales, por ello, reconocerlas adecuadamente y fluir con aquello que indican, incrementan la calidad de vida en las personas.

esperanza cristiana
Ilustración: Sonya Korshenboym.

La tristeza indica la necesidad de retirarnos frente a situaciones de pérdida. En efecto, la vida no ha sido, ni es, ni será nunca exactamente como la deseamos. Constantemente nos enfrenta con circunstancias adversas, contrarias a las expectativas y nos reta a vivir en condiciones desagradables. Ante estas realidades la tristeza permite precisamente desprendernos y alejarnos de aquello que ya no es para poder contemplar las múltiples oportunidades que proporciona lo existente. Este proceso toma tiempo, el cual varía de acuerdo a las circunstancias específicas de los acontecimientos y de las habilidades propias de la persona misma. La esperanza se relaciona precisamente con esta espera, con este lapso de adaptación íntimamente ligado con la paciencia.

Como virtud teologal, la esperanza cristiana impulsa al creyente a sostener la tensión de su presente gracias a la promesa de felicidad, que si bien se identifica como plena y absoluta después de la muerte, durante su vida la encuentra en la confianza de que Dios tiene la capacidad de hacer nuevas todas las cosas y el fiel de percibirlo y llevarlo a cabo, es decir, en transformar una realidad adversa en un espacio de encuentro con el misterio divino que despierta nuevas posibilidades en su propio ser y le impulsa a elegir y guardar tesoros que los ladrones no hurtan, ni el tiempo corroe (cf. Mt 6,19-21).

La esperanza cristiana permite enfrentar la calamidad con la certeza que tiene fin y que mientras eso llega se está sostenido por Dios. Además, unida a otra de las virtudes teologales, la caridad, motiva a ver y reconocer las afectaciones y el sufrimiento de otros y a solidarizarse con ellos.

esperanza cristiana
Ilustración: Lou.

La esperanza cristiana se fortalece con la oración; con ese momento de intimidad en donde el creyente puede reconocer con toda libertad su limitación, experimentada como miedo, enojo, dolor, frustración, angustia, etcétera, lo pone en manos de su creador y al hacerlo encuentra consuelo en su incertidumbre, orientación y fortaleza para enfrentar el momento, confianza en sus habilidades y sobre todo paz interna para sobrellevar cualquier circunstancia.

La esperanza cristiana transforma el corazón y sostiene la vida a pesar de las adversidades; permite ilusionarse por la vida y descubrir en ella el misterio de amor que inunda la realidad entera y se manifiesta de forma concreta en hombres y mujeres que buscan consolar, sostener, animar y cuidar de otros.

La esperanza cristiana impulsa a la persona a descubrir nuevos horizontes y nuevas posibilidades allí donde se creída todo perdido. Lo impulsa a crear nuevos mundos, nuevas relaciones, nuevas oportunidades en donde amar amando y servir sirviendo a los demás.


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El niño Fidencio

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Cuando yo era pequeño, una de las leyendas en la casa de mi abuela materna era que el niño Fidencio había curado a mi bisabuelo, y en el altar familiar una fotografía de ese personaje era venerada con la misma devoción que San Martín de Porres y San Felipe Neri.

Era un rostro fuerte de ojos hundidos y mirada atemperada por un mechón de cabellos negros y tiesos, con una boca grande de labios entreabiertos que disimulaban dos hileras de dientes torcidos y afilados. En aquel entonces ya habían transcurrido casi veinte años desde su muerte, pero era como si viviera aún y cada marzo mis tías y primas organizaban un peregrinaje a Espinazo, en un lugar lejanísimo llamado Nuevo León, para que la abuela remojara sus males en “el charquito” al lado de la tumba del hombre santo, al cuidado de los “cajitas”.

nino fidencio curando a una mujer

Hoy recuerdo, entre divertido e incrédulo, cómo en el caso de una enfermedad primero se ponía una veladora al niño Fidencio antes que llamar al médico. ¡Una noche que me empaché me tuvieron dando vueltas a la mesa y rezando padrenuestros con invocaciones al niño hasta que la sabia madre naturaleza me mandó una convulsión emética que me salvó la vida! Ése era el tamaño de la fe en una familia rural pobre y numerosa.

José Fidencio Constantino Cíntora, el niño Fidencio, fue uno de 25 hijos de un ranchero de Irámuco, Guanajuato. Murió hace 80 años, a los 40 de edad, el 19 de octubre de 1938, y en vida fue adorado como un elegido de Dios y un iluminado, pero también fue acusado de charlatán y denunciado como emisario y acólito de Satanás.

santo fidencio

Si el niño Fidencio fue santo o si poseía poderes sobrenaturales son asuntos espinosos que yo, simple pecador estándar, no puedo aclarar. Hay testimonios de personas a quienes la ciencia médica había desahuciado y que fueron curadas por este hombre-niño de voz tipluda, lampiño, que se vestía como infante, tenía una personalidad juguetona y lloraba con frecuencia.

En el museo de Mina, poblado al norte de Monterrey, hay una exposición fotográfica que registra algunas de sus curaciones. De entre muchas, una dice, en tosca letra sobre la impresión:

“La sra Florencia Puente. 21 años. Sufrio de un tumor canseroso en la espalda.
La opero el niño Fidencio y en 4 dias esta aliviada.
Esp. N.L. 10/1/24”.

El niño está a la izquierda de la foto, tocado con un gorro blanco y con la mano derecha apunta un bisturí a una espalda femenina en donde se aprecia una enorme herida suturada. Varios curiosos rodean al curandero y a la paciente. En otra, el joven opera las cataratas a un anciano a mitad de un patio entre una muchedumbre, en el calor y polvo del mediodía.

No se sabe bien a bien cómo fue que llegó a Espinazo, hoy en día centro de un culto que cada año convoca a miles de peregrinos. Dicen las crónicas que apareció en la región hacia 1921. Por esas fechas, el rico hacendado Teodoro von Wernich, quien sufría de várices y estaba desahuciado por los médicos, hizo caso de los rumores que hablaban de un joven de la hacienda que realizaba sanaciones milagrosas, y para su sorpresa, el muchacho lo curó.

santo

La fama del niño Fidencio se extendió como lumbre en pradera seca. De todo el país y del extranjero llegaban a Espinazo mujeres y hombres en busca de alivio. El curandero lo mismo drenaba forúnculos como el que durante cuatro años sufrió en el brazo derecho don Ramón Sánchez, que extraía muelas sin que los pacientes sufrieran dolor alguno. El 8 de febrero de 1928 el presidente Plutarco Elías Calles fue a Espinazo, se puso una túnica y consultó al hombre santo. Bonito espectáculo habrá sido aquel: El Turco arrodillado ante un indígena con poderes divinos.

Hoy en día el “fidencismo” es un creciente movimiento religioso en el norte del país y el sur de Estados Unidos. Sus seguidores se llaman a sí mismos “cajitas”, pues se dicen receptores de la gracia del sanador, y las videntes que hacen contacto con su espíritu se llaman “materia”. El lema del niño Fidencio sigue siendo el mismo: “No son pobres los pobres. No son ricos los ricos. Sólo son pobres los que sufren de dolor”.

Si la fe puede mover montañas, éste debe ser un testimonio más de ello.

Juego de ojos.