SARS

De las vacunas. ¿Las vacunas salvación del mundo? 1ª Parte

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Resulta que el tema de la pandemia de coronavirus que estamos viviendo sigue dando temas para que podamos revisar juntos en esta columna. En esta ocasión hablaremos de vacunas porque éstas son uno de los dos caminos que los especialistas afirman que serán las formas de acabar, o por lo menos minimizar, los efectos de la COVID-19 en el mundo. Como mencioné, uno de los caminos será la vacuna, el otro, que se puedan encontrar medicamentos que mitiguen o curen los efectos del virus en los pacientes infectados. Tenemos experiencia previa en el manejo de virus, ya sea con virus como el de la influenza para el que se ha desarrollado vacuna, o como en el caso del VIH en el que, a pesar de que no hay vacuna, se han encontrado medicamentos que permiten que el padecimiento sea crónico en lugar de letal. Hoy, es muy posible que un contagiado de VIH muera por una causa distinta a la manifestación de este virus, el SIDA.

Ahora bien, hablar de vacunas es muy común, en esta generación la mayoría de personas han sido vacunadas. Existen cartillas de vacunación para niños, adolescentes y adultos mayores. No es, por lo tanto, un tema que nos resulte extraño. Por ejemplo, se estima que en 2018 alrededor del 85% de la población mundial estaba vacunada para la poliomielitis, sarampión y hepatitis B. En ese año se administraron tres dosis de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP3) al 86% de los niños de todo el mundo y 129 países habían alcanzado por lo menos el 90% de cobertura con esta vacuna. Estas cifras resultan muy esperanzadoras para el control, incluso erradicación de estos padecimientos. Sobre todo si se refuerza la necesidad de consistencia y apego a los programas de vacunación. Es importante destacar esto porque, a pesar de la cantidad de vacunas aplicadas en 2019, se han vuelto a tener brotes de sarampión en lugares del mundo en los que se consideraba controlado, México entre éstos.

Entonces, el reto es ver qué vamos a hacer para vencer y/o domar al coronavirus SARS-Cov-2 –nombre completo del virus–. Históricamente, los seres humanos hemos intentado encontrar protección real contra las enfermedades infecciosas que terminaban con pueblos enteros. Así es que, de manera formal, la historia de la vacunación registra su inicio en 1796. Fue entonces que Edward Jenner, considerado el padre de las vacunas, inoculó con el virus vaccinia –que es el de la viruela bovina– a un niño de 13 años.

vacuna Edward Jenner
Edward Jenner, pionero en el desarrollo de la vacuna contra la viruela.

Con este procedimiento demostró que se podía proteger a las personas contra la viruela humana. Jenner se decidió a hacer el experimento porque su observación de que las personas que ordeñaban las vacas contraían viruela bovina que es menos grave y que, haberla padecido, los hacía inmunes al contagio de la viruela humana. A partir de esta observación y experimentación–que no es más que la aplicación del método científico–, Jenner publicó en 1798 el libro Variolae Vaccinae que es el tratado de la vacunación versus la viruela humana. 

Los cambios en la comunidad médica pueden llevarse su tiempo, fue así que para que se usara el nombre “vacuna” de forma cotidiana fueron necesarios casi 100 años. Es así que en 1860 se incorpora por primera vez en el diccionario francés el término “vacuna”.

Este camino de surgimiento de las vacunas en Occidente se dio de forma distinta en Oriente. De hecho, ahí se ha detectado que desde el siglo VII los monjes budistas tenían ya una práctica de inmunización contra las mordeduras de serpiente. Para que el veneno de serpiente no provocara la muerte de estos monjes, ellos se lo tomaban en pequeñas dosis para tener inmunidad ante el ataque de estos animales.

Además, hay evidencia de que, desde alrededor del año 1000, los chinos se vacunaban contra la viruela. Se estima que esta enfermedad tiene más de 3,000 años de existencia y que mató a millones de personas. Ante esta situación, los chinos practicaban la variolización. Ésta consistía en hacerse un pequeño corte en la piel y colocar en éste una pequeña cantidad del virus o, en insertar pequeñas costras o polvo de la viruela en la nariz de las personas para que así tuvieran una leve viruela y quedaran inmunizadas. De China, la práctica migró a África y, posteriormente, a Europa y América.

vacuna lady mary wortley
Lady Mary Wortley Montagu con su hijo, en una pintura realizada por Jean Baptiste Van Mour (1717).

De hecho, hay una historia oficial que cuenta cómo fue que a través de una familia acomodada inglesa, la práctica de inmunización llegó a Europa. Esta anécdota nos presenta a una madre que, decidida a curar a sus hijos, optó por seguir una práctica local en Turquía. Ella era Mary Wortley Montagu, que en 1700 estaba en Turquía en su calidad de esposa del embajador de Inglaterra. Cuando sus hijos se contagiaron de viruela, Mary decidió que se les aplicara la variolización con el propósito de salvarles la vida. No sólo Mary consiguió su objetivo sino que sus hijos se recuperaron rápidamente.

Ante esta experiencia personal y el aprendizaje que generó la esposa del embajador, cuando regresaron a Inglaterra probaron el esquema con criminales encarcelados. Cuando se consideró que el resultado fue positivo, la familia real se vacunó para demostrar a la población que la práctica era segura. En el camino se perdieron vidas, sin duda, sin embargo, la tasa de mortalidad disminuyó notablemente, por lo que el propósito se había conseguido. La vacuna cumplió con inmunizar a la mayoría exitosamente. Desde entonces, hasta nuestros días, la evolución de las vacunas ha sido algo maravilloso. En la siguiente entrega vamos a ver cómo, a partir de las épocas que revisamos hoy, la industria farmacológica a través de la investigación científica, pudo empezar a acotar muchísimos padecimientos gracias al desarrollo de las vacunas. Es inspirador.


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Coronavirus, latinus desastrosus

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#Coronavirus

Más de cien vidas y miles de infectados en China, así como más de cincuenta fuera de sus fronteras es, hasta ahora, el saldo que ha dejado el virus llamado “coronavirus” y que ataca principalmente a las vías respiratorias.

China, otra vez, es el epicentro de la noticia por una epidemia que ha puesto en cuarentena a millones de personas en la región de Wuhan. Poner en cuarentena a tantas personas en una época de mucha movilidad, como es el Año Nuevo chino, no debe ser nada fácil; y sólo en China, con un régimen político como el que tienen, es posible controlar a miles de personas en tan poco tiempo.

Este nuevo brote recuerda de forma preocupante al virus del SARS, que se expandió por varios países entre los años 2002-2003 y dejó más de 800 muertos a su paso.

El SARS es un tipo de coronavirus que fue contagiado de murciélagos a un gato, animales que se comen en el sur de China por ser considerado un delicatessen. Hoy, después de diecisiete años, hay quienes señalan que fue la ingesta de un murciélago lo que generó el contagio de esta nueva cepa de coronavirus al que le llaman “2019-nCoV”.

Hasta el momento, afortunadamente, en Latinoamérica no se ha presentado ningún caso, y fuera de China sólo se han detectado casos en 13 países: Japón, Vietnam, Malasia, Singapur, Corea del Sur, Tailandia, Taiwán y Nepal en Asia; Francia y Alemania en Europa; Australia en Oceanía; y, Estados Unidos y Canadá en Norteamérica. Destaco lo de Latinoamérica porque, cuando sucedió la crisis de salud por el SARS, tampoco se detectaron casos en esta zona del planeta. Asumo que es porque el latino viaja mucho menos a China. Los casos que se ven en otros países son derivados de que alguno de sus ciudadanos visitó China y se contagió. Sólo un caso en Japón, otro en Vietnam y ahora el de Alemania, corresponden a ciudadanos que no salieron de su país, pero fueron contagiados por un visitante chino.

No quiero ni pensar lo que pasaría en nuestros países, los latinos, si una epidemia de esta naturaleza naciera aquí. El título de mi artículo, con palabras inexistentes, revela el desastre que veríamos en este lado del planeta.

Puedo imaginar a Maduro diciendo que los yankees imperialistas sembraron el virus en su país para desequilibrar su régimen; a Bolsonaro en Brasil asegurando que fue una mujer la que portaba el virus y que, como en todas las crisis, ellas eran responsables del desastre; puedo también imaginar a Evo diciendo que el virus que se propagó en Bolivia fue porque lo desterraron y que por eso él necesita regresar a resolver esa enorme crisis de salud. A Fernández, en Argentina, lo imagino argumentando que la deuda que le dejó Macri hacía que fuera humanamente imposible atender la crisis de salud pública, y por eso el virus se expandía de forma desastrosa. La imaginación me invita a pensar que en Nicaragua asesinarían a los que tuvieran los primeros brotes y a todo aquel que se atreviera a portar el virus, mientras que Trump, posiblemente, aceleraría la construcción del muro para que no pasara el virus latino.

¿Y México? En este ejercicio de imaginar, creo que un brote de esta naturaleza, en estos momentos, sería como una tormenta perfecta. En una tormenta perfecta, todos los elementos naturales combinados agravan una situación. Es decir, las circunstancias se combinan para dar un resultado drásticamente adverso. Hoy estamos viendo una dura transición de un Seguro Popular a un INSABI que, hasta el momento, no ha tenido más que malos resultados; asimismo, hay un desabasto de medicamentos y hospitales que no están funcionando.

Me imagino que, si el brote de coronavirus se hubiera dado en este país, las autoridades de salud lo minimizarían, los líderes empresariales y los gobernadores aplaudirían las acciones del Gobierno Federal, el presidente diría que es producto de la corrupción y el pueblo de México exclamaría: ¡Sálvese quien pueda!


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