ser humano

Cerrando ciclos

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El caminante espiritual. si bien sabe que la vida es un sendero que se disfruta mientras se recorre, también reconoce que su existencia es como una cadena que se va formando con los eslabones que corresponden a los diferentes eventos, situaciones y ciclos que experimenta.

Toda cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. Por ello, es fundamental cuidar de cerrar bien cada uno de los eslabones; sin apegos, por formidables que hayan sido las personas y los momentos pasados y sin aversiones por justificados que estén esos sentimientos para construir una personalidad sólida, satisfactoria, plena y abierta para hacer de nuestra existencia una experiencia valga la pena ser vivida.

Cada uno de los eslabones que conforman la subsistencia, son parte irrenunciable de la historia de cada persona, que necesitan ser bien cerrados para poder engarzar los siguientes y hacer funcional su ser. No hay eslabones buenos ni malos, sólo son. Aun cuando se les puede clasificar como afortunados o desafortunados, ninguno de ellos es absoluto ni eterno y a todos se les puede encontrar orientaciones positivas de la misma manera que todos tienen aspectos oscuros.

cerrar un ciclo
Imagen: Brian Rea.

En efecto, todo evento, por dramático, difícil o doloroso que haya sido, tiene particularidades luminosas que empujan la vida a más y mejor. Encontrar su luz y caminar por los senderos que alumbran enriquece y fortalece la vida. De igual forma, toda situación por bella, satisfactoria o gozosa que se haya experimentado tiene matices oscuros que atrapan e impiden continuar el camino.

Reconocer las representaciones positivas de los acontecimientos experimentados como dolorosos y las perspectivas negativas de los eventos placenteros son un primer paso para fortalecer la cadena de la vida, el segundo es dejarlos donde se encuentran, en el pasado.

Cerrar cada evento implica aceptar la participación personal en el mismo, reconocer la trascendencia que tuvo en la propia vida, saber agradecer, aceptar la necesidad de perdonar y soltar para seguir el camino ligero de equipaje.

cerrar ciclos
Imagen: Sam Nagel.

Cerrar implica abrir el corazón y la propia vida a lo novedoso, con la experiencia que ha dejado el pasado, con la certeza de las propias habilidades desarrolladas, con la esperanza que cada naciente día es una nueva oportunidad para experimentar la profundidad del devenir.

Estamos al inicio del último mes del año, un año atípico para el mundo entero, que ha presentado retos, pérdidas y adaptaciones. Un año que ha sacado a la luz la verdad oculta de todos nosotros: los miedos, la rigidez, la indiferencia, la solidaridad, las fortalezas, la creatividad, el ingenio y la voluntad de persistir. Un año difícil en todos los sentidos que ha exigido de un esfuerzo mayor y que literalmente nos ha robado el aire. Pero también ha sido un año que ha permitido sacar habilidades y fortalezas ocultas en las profundidades de nuestras personas, cualidades que descansaban tranquilamente pues sus servicios no habían sido necesarios. Las hemos visto, las hemos reconocido y ahora sabemos que podemos hacer uso de ellas para continuar nuestro sendero.

Es tiempo de recapitular y asumir lo ocurrido para cerrar el eslabón del 2020 y con mayor consciencia disponernos a enfrentar el futuro que se nos avecina con la certeza y la confianza de que todo lo que necesitamos para seguir ya lo tenemos, en todo caso, sólo nos hace falta buscarlo y sacarlo a flote para continuar.


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Condena interplanetaria

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Desde hace 40 años, nuestro objetivo superior ha sido erradicar toda forma de vida humana en este planeta. Los animales, que no tienen culpa alguna, son dejados libres de reproducir el ciclo natural, comiéndose los unos a los otros. No es un trabajo fácil el de exterminar a toda una especie por completo, y menos aún cuando ésta se reproduce a la velocidad de la luz. Son como conejos. En realidad, muchos científicos argumentan que esta intervención interplanetaria no era precisa, ya que los mismos humanos, con el tiempo, acabarían matándose entre ellos sin intervención alguna. Y conociendo la brutalidad con la que estos seres actúan, hasta el punto de echarse armas nucleares los unos a los otros en aras del predominio planetario, es posible que, en efecto, los habitantes de la tierra acabasen organizando una tercera guerra mundial.

Pero también es cierto que los terrestres estaban obteniendo cada vez mayores conocimientos sobre los viajes en el espacio y ya habían comenzado a colonizar planetas aledaños como Marte. Eso, en sí mismo, no representa ninguna amenaza para la Liga de los Planetas por la Paz. Llevamos siglos observándolos y, de hecho, hace 150 años nos reíamos de lo ufanos y orgullosos que estaban cuando mandaban a sus primeros hombres al espacio. Su actitud era similar a cuando uno de nuestros hijos empieza a volar con sus propias alas. No le importa tropezarse y caer en pleno vuelo, el simple hecho de elevarse un par de palmos los pone muy orgullosos. Por supuesto, sus viajes en esas tortugas andantes no son rival para nuestras naves capaces de recorrer años luz en minutos. Sin embargo, hay que reconocerlo, son una especie perseverante y cada cierto tiempo nacen unas mentes preclaras capaces de revolucionar sus conocimientos científicos y artísticos.

condena interplanetaria
Ilustración: Fred Augis.

Han avanzado y, hasta cierto punto, duele tener que exterminar a toda una especie que has visto crecer desde que eran mentalmente pequeñitos. Es como matar a tu propio hijo. Y, además, lo que más me fastidia son los argumentos empleados por los jueces pro exterminio. Según ellos, los humanos han alcanzado ya un conocimiento considerable y, puesto que son como cucarachas, como atestiguan sus 11 mil millones de habitantes, pronto no les va a bastar el planeta Marte e irán en búsqueda de un nuevo sitio, y si llegan a uno de nuestros planetas habitados, no dudarán en atacarnos o, si están en inferioridad, pedirán mansamente ayuda, para luego tendernos una trampa y empezar nuestro propio exterminio.

Tienen pánico de todo lo que es diferente a ellos mismos e incluso son capaces de odiar a otro ser humano tan sólo por tener una piel más oscura o de color cobrizo. Son tan groseros que, si llegasen a cohabitar con nosotros y ver nuestras costumbres, acabarían diciendo que somos unos salvajes por el hecho de comer y beber nuestras propias heces y orinas para nuestra alimentación; como si nosotros pudiéramos elegir. ¿Qué culpa tenemos si nuestros cuerpos son tan delicados que no aceptan otra comida? Además, este método de autoalimentación es bastante higiénico y ecológico.

Ése fue otro de los argumentos empleados por los jueces y, en eso, no me queda otro remedio que darles toda la razón. Adonde van estos seres salvajes acaban ensuciándolo todo, cambiando el paisaje natural por enormes bloques de concreto en el que se apiñan miles de personas todos los días como ratas, durante unas cuantas horas, para luego retirarse a sus domicilios. Lo curioso es que, cuando llega la noche, dejan esos bloques para irse a otros más pequeños que comparten con sus parejas y crías y en el que también viven hacinados. El caso es que tienen pánico, salvo excepciones, de dormir al raso, y eso que, en los últimos 100 años, dado el calentamiento global que ellos mismos han producido, la temperatura es tan cálida que se puede dormir todo el año en el campo.

En fin, ya he reflexionado bastante. Ahora toca cumplir mi cometido.

—Que me traigan al último ser humano para su ejecución.


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Frívolos y tercos

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Vivimos tiempos políticamente correctos, tiempos plagados de frivolidad y terquedad.  Hace unas semanas HBO respondió a los vientos y tempestades de las redes sociales censurando y des-censurando en unos pocos días a “Lo que el viento se llevó”; salomónicamente zanjó su contradicción con una explicación que intenta dejar a todos felices: “un drama épico de 1939 que debe verse en su forma original, contextualizarse y debatirse”. Tiempo después, intelectuales del mundo redactan la carta sobre “justicia y debate abierto” en la que hacen un llamado a la tolerancia; se trata de un ejercicio de igual impacto que el de un Papa orando por la paz en la Plaza de San Pedro. Todo esto mientras diversos movimientos de iluminados asolan estatuas y monumentos por el mundo, gritando y cantando mantras de igualitarismo, justicia y dignidad; declarando, simultáneamente, que hoy es tiempo de revancha y reivindicación. 

La lógica de este nuevo puritanismo es sencilla: si no se puede con la historia se derriba sus símbolos. Si no se está dispuesto a dialogar, ni mucho menos a confrontar posiciones, se denuesta al adversario, se le convierte en enemigo, se le estigmatiza y se le enviste con todos los atributos que la masa considere políticamente incorrectos. Todo esto, desde luego, en nombre de la inclusión y la democracia. 

tiempos frivolos y tercos
Ilustración: Augusto Zambonato.

En 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Karl Popper en La paradoja de la tolerancia ya nos lo advertía: para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia. 

No se trata aquí de defender al racismo o la brutalidad policial, la defensa de los derechos humanos no tiene matices. Pero así también, la democracia liberal tiene el deber de mantener el orden público e institucional y debe siempre protegerse de todo totalitarismo. La mejor forma para ello es aprender con memoria; no olvidar es la única forma de evitar caer en los mismos errores y horrores que nuestras sociedades han cometido en el pasado. 

La historia no se puede cambiar, pero se puede estudiar, analizar, interpretar y comprender. Desde luego, ello no se hace en un quirófano aséptico, muy por el contrario, los hechos se enfrentan con ideología y argumentos, con posturas claras puestas sobre la mesa, arriesgado incomodar y hasta provocar. 

nacionalismo
Ilustración: Alexandra España.

Vivimos tiempos de frivolidad y de banalización de la política; tiempos de terquedad y oscurantismo reflexivo. En nombre de la tolerancia hemos ido transando diálogo y rigor intelectual, permitiendo que se instale entre nosotros el temor y su silencio cómplice. Decimos cada vez con más cuidado lo que en verdad pensamos, medimos palabra e intención y transamos, en nombre de la corrección social transamos, acumulando, al mismo tiempo, cada vez más cansancio, desconfianza y frustración. De ese ensimismamiento al encandilamiento por un discurso populista hay un mínimo paso.

El estalinismo y el nazismo, disfrazados de ideas de inclusión, tolerancia y buenismo nos soplan en las orejas; nosotros, mientras tanto, asentimos y callamos. 

Memoria e historia corren por caminos distintos, pero inevitablemente paralelos, entrecruzando siempre ecos de un lado a otro. Como ya se dijo, el olvido es el gran enemigo del aprendizaje. 


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Es momento de Re-Humanizarnos

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Nos hemos encargado de buscar la respuesta a nuestras preguntas en el exterior, cuando todas las respuestas vienen de nuestro interior. Nos hemos “Des-Humanizado”.

No nos damos cuenta de que las situaciones que están acabando con la humanidad han sido creadas por nosotros en la búsqueda de la felicidad por el apego a las cosas, personas y experiencias del ego. Hemos perdido la brújula consciente de nuestra evolución hasta el punto en que estamos acabando con todo lo que nos da vida en este planeta.

El ser humano, a lo largo de su experiencia en la sociedad, ha sido autor principal de grandes cambios en la historia: económicos, políticos, sociales, educativos y tecnológicos. En estas circunstancias ha dejado a un lado su humanidad hacia él mismo y hacia los demás, originando una sociedad donde priman intereses personales mas no colectivos. El objetivo del ser humano se volvió egoísta, buscando sólo el bienestar individual.

des humanizacion
Ilustración: Jim Pavlidis.

Vivimos en una sociedad inconsciente a la que se le dificulta discernir entre lo bueno o lo malo. Las personas únicamente actúan sin pensar y cuando toman conciencia del daño, ya es demasiado tarde. Es ahí donde la educación tiene un papel fundamental en esta carrera contra el tiempo y la humanidad. Desde este punto de vista debemos descubrir nuestra capacidad de estar conscientes de la realidad que se vive, sus causas y consecuencias.

Hoy el ser humano se enfrenta a una crisis de valores. Afrontar esta crisis de valores es centrar nuestra reflexión sobre la persona humana en la cual se encuentra la raíz fundamental de esta degradación moral. Es imprescindible que todos los valores adquieran un rostro humano. En la persona y, particularmente en su conciencia, se asume su verdadera dimensión ética y moral. Fuera de esto, no tiene ningún sentido hablar de desarrollo social, político, económico, jurídico y educativo.

Es momento de no perder más la brújula humana. Empezar a educar de forma diferente a las nuevas generaciones, usar la tecnología para humanizar en vez de des-humanizar y crear nuevos liderazgos que puedan llevar este reto humano a otro nivel de consciencia, nos permitirá Re-Humanizarnos.

¿Qué vamos a hacer en el momento en que nos alcance por completo la Inteligencia Artificial y desvalorice aún más a un gran porcentaje de personas? ¿Hay alguien creando industria de trabajo o educación para los humanos? ¿Estamos realmente atentos a los retos que esto traerá consigo aunado a todo lo que hoy vivimos?

re-humanizarnos
Ilustración: Comfama.

El futurista Gerd Leonhard nos dice que: Es momento de transcender a la tecnología, no a la humanidad. Por eso la educación del futuro debe incluir el desarrollo de mejores humanos, más allá del conocimiento como base para la creación y aprovechamiento de la ciencia y la tecnología que seguirá evolucionando constantemente.

Podemos atender las situaciones que hoy enfrentamos a nivel social, económico y político. Será muy importante que en esta nueva década construyamos el futuro que permita Re-Humanizarnos y, por lo tanto, obtener una sociedad que colabore por el sostenimiento de la raza humana y los seres vivos que habitan con nosotros.

No es machismo ni feminismo; es humanismo. Si no nos vemos todos incluidos, no habrá forma de resolver lo que hoy tenemos enfrente y lo que viene mañana. La oportunidad está en recuperar la confianza en nosotros mismos. Darnos cuenta de que hacerlo separados sólo nos pone a competir sin permitirnos llegar a todos al mismo sitio. Si no lo hacemos conscientes esto acabará, por mucho, con la calidad de vida en nuestra sociedad, haciendo evidente que cada día se encuentra más separada.

Como seres humanos, nadie es más importante que otro, ninguno tiene más que otro. Sólo tenemos que quitarnos las máscaras que hemos acumulado para navegar por la vida, para encontrar el verdadero propósito dentro de nosotros. El único rol que tenemos es el de “ser humanos”, y eso se logra siendo libres del ego que nos separa de todo y de todos. Es momento de observarnos en autoreferencia para descubrir que detrás de cada uno de nuestros pensamientos y de lo que creemos que somos, hay un ser humano que espera vivir al máximo siendo parte del entorno y de quienes lo rodean. ¿No quieres al menos intentarlo?


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El mundo es más que solo la esfera terrestre

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El mundo es la suma total de nuestras posibilidades vitales.
José Ortega y Gasset.

Desde el punto de vista etimológico, la palabra “mundo”, proviene del latín mundus; que significa: Orbis terrarum sphaera. “Esfera terrestre”. / Summa copia, quantitas. “Abundancia de una cosa”. / Cunctus orbis. “Todo el mundo”. Que, en mi opinión, se puede interpretar como todo lo que contiene la esfera terrestre.

Existen dos dimensiones fundamentales en las que se puede encerrar la expresión de mundo, que sería:

1) Lo que existe en el planeta tierra en cuanto a la naturaleza y lo que de ella emana, que es lo exógeno, o lo que está fuera del ser humano;

2) Lo que es propio a la existencia de los seres humanos en cuanto surge desde su interior en un vínculo con lo sobrenatural que es lo endógeno.

Al mundo, entonces, dentro de estas dos grandes distinciones en la que interactúa el ser humano, se le puede situar en otros dos relieves: el interés científico y el interés espiritual.

mundo y ser
Ilustración: Luis Demano.

El científico se refiere a lo que se observa, lo que se indaga, es decir: de dónde, cómo, desde cuándo, por qué y para qué existen los diferentes componentes; a partir de ello, es cuando el homo sapiens que es el “sabio” o “capaz de conocer”, logra conclusiones sobre su existencia, aunque aún sin ser acabadas desde esa dimensión científica; desde ahí observa la naturaleza en la búsqueda de la verdad, provocada en principio por la simple curiosidad y, luego, la curiosidad científica para poder explicar lo que no puede explicarse a simple vista. El científico busca un sentido objetivo a la existencia desde una cosmovisión racional.

En el segundo caso, lo espiritual, implica un encuentro del ser humano con su dimensión natural como, por ejemplo, la conexión particular que puede tener con el arcoíris. Todo está hecho para el crecimiento suyo en medio de retos constantes para el disfrute de cuanto existe. Se crea un vínculo estrecho con el que, la comprensión del mundo no radica en lo que se toca sino en lo que se siente que es diferente. Es decir, no en la evidencia material sino en el alma reconfortada en una casi perfecta tonificación.

Ambas dimensiones llevan al mismo camino, que es el ser humano aprovechando la naturaleza en su camino para la perfección en su doble dimensión. Sin embargo, un gran sector piensa que es para servirse de ella, mientras que para otros, es al revés, servirle a ella.

Esta diferencia y falta de comprensión ha formulado desigualdades, desencuentros y despropósitos. Porque si bien lo científico es para interpretar la existencia desde lo objetivo, para explicar el sentido de la vida del ser humano y su entorno, lo espiritual es para equilibrar al ser humano consigo mismo, con su ambiente, dentro o fuera de la esfera terrestre a la que el ser humano no sólo debe admirar, sino respetar, cuidar, amar; el mundo que no cuidamos lo estamos destruyendo a partir del pensamiento que lleva a la acción.

El mundo que es la creación, la tierra, el planeta, todo el globo terráqueo, encierra la humanidad, y el mundo que cada quien lleva dentro de sí es la sociedad.

meditacion social
Ilustración: Rachel Levit.

La humanidad no deja de descomponerse. Sin embargo, con todo y los desastres e inclemencias del mundo, no ha sido aún aniquilada ni con bombas ni con los rayos del cielo. Requerimos cambiar de ruta con un gran giro de timón por parte de cada uno de nosotros.

La naturaleza, la humanidad, la vamos a ir desapareciendo si, quienes en franca inhumanidad, la van aniquilando con agravios, guerras, políticas vacilantes, hasta con actos y discursos demagogos.

Los congresos mundiales, los diferentes encuentros como los que frecuentan en la Organización de la Naciones Unidas (ONU), por ejemplo, van quedando en propósitos para cumplir en plazos interminables y agotadores. El mundo sigue un rumbo acelerado donde paradójicamente se elevan protestas, se censuran conductas, se señalan faltas; las órdenes religiosas y filosofías humanistas apelan a que los humanos cambiemos nuestras formas de pensar, ser, actuar; pero nada ha sido suficiente.

Debemos no únicamente “ver”, también “mirar” lo que ocurre; requerimos desprogramarnos de la programación inconsciente para el exterminio al que hemos sido sometidos con el lavado de cerebros. La humanidad es mucho más de lo que existe y se manifiesta dentro de la esfera terráquea, su potencial requiere despertar del letargo de la sensibilidad.

Ésta que ya ha arrastrado a una conducta gélida, tanto de quienes con sus propias manos aniquilan el mundo como de aquellos que se cruzan de brazos tras discursos lisonjeros.  


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La espiritualidad en la vida del ser humano*

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A los seres humanos nos es complicado existir y encontrar paz. Frecuentemente estamos inquietos, insatisfechos, preocupados, frustrados y doloridos. Somos personas bajo presión, siempre obsesionadas por algo o por alguien, enfermas de manera congénita, con una constante insatisfacción y una múltiple presencia de deseos que nos llevan a descubrir que la complacencia de uno abre la puerta a la aparición de más.

Los deseos nunca paran pues su función primigenia es llevarnos a reconocer aquello que necesitamos para seguir existiendo, son poderosos para evitar que la apatía domine y nos lleve a la inactividad autodestructora. Su fuerza domina o asusta, pero ni la represión ni darle rienda suelta a su regocijo consiguen contener del todo la ansiedad que generan.

paz y espiritualidad
Imagen: Getty Images.

Ciertamente los deseos nos mueven a la vida y nos mantienen en ella; sin embargo, el reto humano consiste en aprender a coexistir con ellos, regular creativamente su satisfacción y, sobre todo, encontrar una paz que sea más honda que su demanda.

Todas las corrientes espirituales de todos los tiempos llevan en el fondo la propuesta de un camino que apacigüe los deseos, domine la incertidumbre de la vida y proporcione un bienestar razonable que serene la angustia existencial. En todas ellas se puede encontrar algo creativo, verdadero y eficaz, como también pueden contener aspectos oscuros, intereses ocultos y/o amenazas latentes que pasan desapercibidas cuando la necesidad controla o cuando se carece de argumentos suficientes para hacer una valoración crítica razonable.

La espiritualidad no es algo exótico, esotérico ni exclusivo de unos cuantos, sino algo que forma parte fundamental de la vida cotidiana, común y corriente que se encuentra en el centro mismo de la vida personal. Es una fuerza que humaniza o pervierte, que vincula o separa, que crea o destruye. La espiritualidad es independiente de Dios, aunque siempre se le haya asociado a las religiones.

espiritualidad
Imagen: Joya Life.

La espiritualidad está estrechamente vinculada con el impulso de eros, es decir, este estímulo innato que nos lleva todo el tiempo a la vida. Así, la manera concreta como canalizamos esta fuerza le da forma a nuestras acciones y es uno de los aspectos que conforma nuestra identidad.

La espiritualidad del ser humano no es ajena a su cuerpo ni a su mente, como tampoco lo está al contexto espacio-temporal en el que se encuentra. Por el contrario, está íntima e irrenunciablemente vinculada tanto a la totalidad de la persona como a su entorno, al margen de la integración, fragmentación o rechazo que opere.

La espiritualidad se orienta y perfecciona con disciplinas y hábitos, con la forma cómo nos relacionamos con los otros, con el entorno, con el universo, con la divinidad –si se cree en alguna o algunas– y cuyo resultado integra o desintegra nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro espíritu, nuestras relaciones, nuestra manera de ser y de estar en el mundo.

Eros con flauta
Eros, en la mitología griega dios del amor y la fertilidad.

Si bien la espiritualidad es parte de la existencia humana, se puede pasar por la vida sin preguntarse por ella como también obsesionarse con el tema.

Esta columna en El Semanario, Espiritualidad Sin Fronteras, pretende ser más que un medio de difusión de un aspecto específico de la realidad humana, es una invitación abierta a preguntar para aclarar dudas, expresar respetuosamente los propios puntos de vista y contribuir para que este tiempo que compartimos sea beneficioso para todos y promueva una vida que valga la pena ser vivida.


*Agradezco la inspiración del texto de Ronald Rohlheiser, En busca de la espiritualidad. Lineamientos para una espiritualidad cristiana del siglo XXI, Lumen, Buenos Aires, 2003, que sirvió de inspiración para este artículo.


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Vivir en zoociedad

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En el mundo animal las reglas morales no existen, no existen entonces valores que presumiblemente deberían dominar el mundo humano. Un león, jamás se va a cuestionar sobre las consecuencias de sus actos, a él (o a ellas, porque son las leonas las principales proveedoras) no le importa si al matar una cebra ésta se encontraba alimentando a su cachorro. Sus actos son instintivos. De hecho está documentado cómo, cuando se impone un nuevo león alfa o dominante, el viejo león es desterrado y el nuevo líder mata a las crías que existan, algo le dice que no tienen su linaje, que no son sus hijos y por ello (aparentemente) los mata sin compasión e incluso se los come.

De estos actos “salvajes” no hay consecuencias morales, igual podríamos hablar de hienas o de orcas, son animales que al igual que los leones (o las leonas) tienen una sofisticada inteligencia y es por ello que atacan en grupo, lo que les da mejores oportunidades de éxito.

Insisto, podríamos hablar de múltiples depredadores animales llegando incluso a los buitres carroñeros, quienes al no poseer un sistema de valores morales, no se cuestionan sus actos. Así, los buitres no se sienten mal por ser carroñeros, por alimentarse de lo que los demás dejan, ellos sólo se alimentan y con ello subsisten, lo que a su vez les permite reproducirse y seguir existiendo en el mundo.

Buitre.
Imagen: Flickr.

De hecho hay infinidad de especies que viven en sociedad, nuevamente los leones o los elefantes son un buen ejemplo de cómo cohabitan entre ellos bajo ciertas normas “sociales”.

Pero en realidad la intención de este artículo no es hablar del llamado “reino animal” sino del ser humano en sociedad, o mejor aún, del ser humano en zoociedad.

Me apena escribir esto, pero creo que hace mucho que ya no vivimos en sociedad, ahora vivimos en una zoociedad, y esto lo digo con el debido respeto al resto de los animales con quienes compartimos este mundo.

Percibo una polarización y una pérdida de valores fundamentales tal, que no podemos decir que vivimos en sociedad. El comportamiento de muchos de mis conciudadanos es tan salvaje y bestial que no me queda más que concluir que hace mucho quedó atrás la vida en sociedad para dar paso a la vida en zoociedad.

En principio leo en las noticias actos tan atroces que no suceden ni siquiera en el mundo zoo, en el mundo animal. Personas que son colgadas, hombres y mujeres no sólo asesinados sino incluso desmembrados como medio de mensaje entre bandas delincuenciales o entre éstas para con las autoridades. Estos actos son de barbarie pero los hemos ido naturalizando, los medios incluso contribuyen a su banalización.

zoociedad
Imagen: Pinterest.

Cuando era pequeño existían ciertos periódicos o pseudoperiódicos dedicados a la nota roja, hoy cualquier medio parecería ante esos ojos de hace 40 años, un medio de nota roja. Recuerdo entre otros El Alacrán y El Alarma.

Esos periódicos, si bien se vendían abiertamente en los kioscos de la época, eran básicamente para adultos, hoy el propio internet es un medio de fácil, muy fácil acceso a ese tipo de noticias brutales.

Pero no sólo son las grandes noticias del narco, en la vida cotidiana también vivimos en zoociedad. Baste pararse en un crucero y ver con qué ligereza una cantidad impresionante de conciudadanos son capaces de pasarse en rojo. Al menos en mi ciudad (Monterrey) somos la mayoría de los regios unos cafres, unos depredadores del asfalto. Jóvenes y viejos, mujeres y hombres, vivimos en un mundo casi zoológico, en el que nada ni nadie nos importa.