TIEMPO DE LÍDERES

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Parece que el trabajo de operación política y diálogo, al mismo tiempo que surgen medidas de compensación tributaria para el sector productivo del país, algunos recortes presupuestales y salariales, así como más medidas de austeridad, empiezan a causar algunos efectos, aunque sean modestos en el giro y tono de las manifestaciones sociales ocasionadas por las medidas de incrementos a los precios de los hidrocarburos, mejor conocido como el “gasolinazo”.

La confianza es un bien preciadísimo en la vida, pero imprescindible en la vida política; no tiene un producto sucedáneo que lo supla, y su pérdida conlleva costosas consecuencias y una larga secuela de males. La congruencia que exige la sociedad a sus líderes, regularmente se ve reflejada en la manera de vivir y convivir conforme a los ingresos; hay que pregonar con el ejemplo, actuar conforme a lo comprometido y cumplir la palabra empeñada. Por ello, es importante que siempre se genere confianza, congruencia y liderazgo ante los embates ‒internos y externos‒ que todo gobierno, gobernante y demás representantes populares enfrentan diariamente, para generar estabilidad política, paz social y seguridad pública.

El liderazgo no va aparejado al cargo público. A eso, en todo caso, se le llama ejercicio de atribuciones, responsabilidades y competencias jurídicamente reconocidas; por otra parte, el efecto que un liderazgo puede causar en la sociedad, reúne un poder considerable, que pudiera ir más allá de cualquier marco jurídico. El liderazgo está armado de argumentos, convence, seduce, encabeza, incluye, garantiza, persuade a los grupos sociales y a la sociedad en su conjunto. Es un instrumento, es un acicate, es complemento sustancial del poder.

En las democracias, el liderazgo hay que cuidarlo, prestigiarlo, enriquecerlo, manifestarlo constantemente; pero tiene serios detractores en cada esquina, críticos y auditores de largos colmillos, desestabilizadores y enemigos reales. Con ellos se dialoga, se acuerda, se hacen amarres, se procura estabilidad, entendimiento, para poder ejercer un liderazgo real. Estamos en tiempos en los que el liderazgo se cuestiona, pero también se defiende y se ejerce.

El desencanto social da al traste con cualquier tipo de liderazgo. Y sólo se llega hasta ahí con sucesos recurrentes de errores y decisiones equivocadas, negociaciones fracasadas, débiles amarres, alianzas insostenibles, ausencia de acuerdos, apertura innecesaria de frentes ante enemigos; falta de inclusión, de visión, prevención. Visto así, percibimos un panorama desolador, un páramo yermo, una sequía prolongada, una ruta sin retorno. Cuando esto sucede se desencadenan males inenarrables.

La sociedad reacciona como el peor elemento de la turba en una especie de efecto dominó. Se desactivan los instrumentos legales y tradicionales de control social. Es entonces cuando surgen fallas serias en el sistema de operación de una ciudad, de una región o de un país entero. La sociedad se lamenta, se cuestiona, se manifiesta insubordinadamente, sin coordinación alguna. El rumor se vuelve más poderoso que nunca y la desinformación empieza a ganar terreno.

En un escenario como esos, la sociedad inicia ‒sin quizá pretenderlo‒ la búsqueda de un líder carismático, un mago, un brujo, un chamán, un perfil disparatado; con discursos polarizados y plagados de retórica y promesas, condensando frustraciones y manipulando el sentir popular para ocasionar enfrentamientos y rompimiento institucional. Eso podría llegar a enfrentar a un pueblo. Esos liderazgos ven el caos como su elemento, y sólo en la confusión social pueden consolidar su poder, pero jamás el desarrollo de su pueblo.

Hace ya varios años la sociedad ecuatoriana cansada y desilusionada, viendo cómo la unidad nacional se hundía, optó por encumbrar a un perfil justamente surgido del hartazgo. El desenlace lo conocemos. Muchos vimos por la televisión a un presidente ecuatoriano fuera de sí, declarado por el congreso de ese país hermano, mentalmente incapaz de controlar sus impulsos y, por supuesto, también incapaz para gobernar; aquel presidente estaba muy por debajo de las expectativas que el pueblo de Ecuador esperaba. El haber elegido un perfil como ese fue un error descomunal, pero la democracia actuó y el pueblo se había cegado ante el hartazgo.

En México es tiempo de líderes, de aquellos que conocen a su pueblo y pueden predecir o definir los caminos de la política, no sólo ejerciendo las atribuciones, responsabilidades que la ley les ha asignado, sino también haciendo valer su poder de convocatoria, generando propuesta, cuajando acuerdos sólidos, prestigiando las fórmulas, tripulando procesos, protegiendo los pactos y trascendiendo por sus hechos.

El Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar, firmado hace algunos días, es muestra de que se ejerce liderazgo y se asumen responsabilidades y atribuciones. En una democracia se permite tener diferencias y hacerlas valer, pero también es absolutamente válido procurar nuevas incorporaciones, enriquecer los conceptos y sumar propuestas supervenientes. Se trata de gobernar las circunstancias y los elementos que las generan. Es ante todo una muestra de gobernabilidad, de gestión política y de ratificación de unidad nacional.

Con esta inercia, habrá que recuperar el Pacto por México, pero quizá en otros temas, aquellos que son de importancia general y urgentes; además porque trascienden a un período de gobierno federal y porque se percibe en el horizonte un embate atentatorio a la dignidad nacional y a los valores básicos de la buena vecindad. Si estos difíciles frentes se yerguen, los mexicanos y sus liderazgos deberán estar a la altura de las  circunstancias. Anteponer los altos intereses de México y gestar frentes de solidaridad con nuestro país.

Responder a bote pronto a esos embates gestados desde una posición de poder ubicado en el extranjero, es una temeridad. Debemos tener el argumento sólido, planificado, sincronizado. Aliados importantes sumándose a nuestras propuestas, esgrimiendo razones poderosas, profesionalmente concebidas y sólidamente formuladas. México tiene amigos que son producto del esfuerzo de una cultura de buena política exterior, echemos mano de ellos, porque hoy soplan vientos difíciles y porque ahora es tiempo de líderes.

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Un post muy interesante, profundas opiniones y muy fundamentadas.

Estoy estudiando un máster en liderazgo y me ha gustado mucho tu punto de vista para los puntos comentados

gracias

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