Siempre estaremos a tiempo

Lectura: 3 minutos

El pasado miércoles 18 de enero, en la ciudad de Monterrey, aconteció uno de los sucesos más lamentables y alarmantes que, seguramente, marcarán por siempre no sólo a la sociedad regiomontana o nuevoleonesa, sino a la de todo un país que se pensaba lejos de contar entre sus tragedias una que manifestara la total descomposición que como sociedad estamos viviendo.

El suceso no merece mayor referencia ni representación para no caer en su apología. Simplemente, nos es obligado realizar una acuciosa reflexión acerca de las razones que provocan que un menor de 15 años cargue un arma a la escuela y la detone contra su maestra y compañeros para, posteriormente, con ella misma quitarse la vida, aparentemente sin mayor motivo más que realizar lo que creyó sería una proeza.

Seguramente la falta de atención de los padres fue definitoria para ese u otros peores y lamentables episodios de violencia realizados por niños y jóvenes. En eso tenemos que reflexionar y actuar antes de que sea demasiado tarde.

Pueden existir un sinfín de causas y de culpables los que provocan que un menor realice un acto tan irracional y desproporcionado a lo que pudiera haber sido una simple broma acorde a su edad; en este caso fue un terrible daño irreparable para las familias que perdieron un ser amado o que ahora se encuentran en un hospital en la espera de su recuperación.

¿Qué estamos haciendo mal como sociedad? ¿Qué estamos haciendo mal como padres? ¿Dónde quedó la buena guía de la religión? ¿Cómo está influyendo la formación escolar respecto de los valores que habrían de estar siendo reforzados en las escuelas?

Pareciera que hoy las horas completas de un reloj no son suficientes para realizar todo aquello que necesitamos y deseamos. Las excesivas horas de la jornada laboral, los compromisos sociales o la obligación de ir los más días posibles al gimnasio, restan vorazmente el tiempo que habríamos de dedicarle a nuestras familias y, sobre todo, a nuestros hijos. Definitivamente, el modelo económico que nos avasalla diariamente dicta las reglas de cómo hemos de relacionarnos social y familiarmente.

Es común que hoy padre y madre trabajen largas jornadas para poder conseguir un sueldo que mantenga sus compromisos económicos. El stress y los problemas de la oficina suelen llevarse a la casa, provocando discusiones y distanciamientos aún y dentro de las cuatro paredes y el techo que se comparten. La disfuncionalidad de las familias en nuestro país ha mutado de la separación de sus miembros al abandono en presencia.

Creemos que al remplazar el afecto y cariño con celulares y tabletas electrónicas o cualquier otro tipo de regalos, garantizaremos la felicidad de nuestros hijos o que al menos los mantendremos entretenidos para que no den molestias (aunque esas molestias sean la exigencia de nuestra atención hacia ellos) sin importarnos que ello implique una enajenación y adicción equiparable a la de una droga. Definitivamente, no es que estemos en contra del avance tecnológico y mucho menos que neguemos esas herramientas para el desarrollo académico de nuestros hijos, como el uso de la internet, pero requiere de límites y un acompañamiento responsable de parte de los padres.

Está probado que el uso excesivo de la tabletas electrónicas, celulares y videojuegos ocasiona en los niños y jóvenes ansiedades que muchas veces si no se tratan pueden derivar en adicciones y violencia.

Tenemos que empezar a comprender que la escuela es únicamente un apoyo en la formación de nuestros hijos y no dejar la responsabilidad de su educación en los maestros cuando la tarea de educarlos en principios y valores nos corresponden únicamente a los padres, quienes con el ejemplo contribuimos a que sean seres humanos útiles a la sociedad.

El tejido social de nuestro país se puede regenerar si ponemos énfasis en fomentar en nuestros hijos el respeto a los principios y valores básicos y ello sólo se puede a través del ejemplo.

Para lo anterior, son necesarias políticas públicas por aparte del gobierno que fomenten la convivencia familiar con espacios propicios y tiempos suficientes. Necesitamos que, en principio, la jornada MÁXIMA de 8 horas de trabajo se respete. Esto nos permitiría una mayor convivencia con nuestra familia, además de que, inclusive, sería muy bueno para la economía de nuestro país, puesto que al tener mayor tiempo libre habría mayor dinero circulando, pues todos acudiríamos a diversas actividades de distracción o sociales como el ir al cine, restaurantes, eventos artísticos o culturales, entre otros.

Se requiere, también, que las autoridades encargadas de la seguridad, en específico la policía cibernética, esté al tanto de la aparición de redes sociales o sitios de internet en los que se fomente la violencia y la delincuencia.

Por supuesto, requerimos dejar de lado la banalidad y el materialismo para hacernos responsables de nuestra paternidad y convivir más con nuestros hijos para predicarles con el ejemplo.  Es preciso que les brindemos atención de calidad, aunque por nuestros trabajos no lo podamos hacer en cantidad.

Asumamos la tarea de educar a nuestros hijos con bases firmes, que no puedan ser alteradas ni destruidas por el medio hostil en el que vivimos y que por el contrario los doten de herramientas para su desarrollo personal y profesional. Siempre estaremos a tiempo de salvar a nuestros hijos de cualquier situación de riesgo.

cruzvazquezmanuel@gmail.com

@marcialmanuel3

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x