El mercado laboral es uno más que no funciona con el llamado “libre mercado”, en el que oferentes y demandantes establecen el precio. Eso se regula, al menos para el caso de México, desde la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos y, por primera vez, dicho mercado cambia de visión tras 27 años, esto debido a la salida de Basilio González Núñez; en ese sentido, se espera un “cambio radical” en le política salarial.
Entrecomillo “cambio radical” porque no se usa como instrumento macroeconómico; el aumento del salario impacta en la esfera productiva, dando liquidez y fomentando tanto el consumo como la inversión, cuidando que no denote en inflación; sin embargo, debemos seguir dando señales positivas a los inversionistas, debemos seguir garantizando el pago de los intereses de la deuda pública, por lo que aumentar un poco (el salario) está bien. Diría el Coneval, ya estamos en la línea (en su parte baja) de bienestar.
Lo que sí es cierto es que por algo se empieza, y se está dejando atrás esa visión miope de que un aumento del ingreso deriva en inflación; dicho aumento incentiva el consumo y, en algunos casos a la inversión, eso es lo que se debe fomentar al meterle mano al mercado laboral.
Ahora, no sólo se habla de un aumento del salario, sino de un cambio en las Áreas Geográficas (la zona fronteriza del norte). Hasta 2011 se contaba con tres áreas geográficas (salariales) en el país, para después ser solo dos (2012-2014), ya para 2015 a la fecha era una “única área geográfica”, por lo que nuevo no es; lo que sí es nuevo es el porcentaje que aumentó en términos relativos (o que va aumentar) el salario, al pasar de 88.36 a 102.68 pesos diarios, representando el 16.2 %; aunque el mayor aumento se dio en aquel trágico 1995, al ser de 32%; la crisis económica pedía a gritos ese ajuste.
En términos reales, y contemplando el efecto de la inflación en los últimos años, hay varios estudios que mencionan que el salario debería estar cerca de los 400 pesos diarios. Eso demuestra el aumento marginal que se dio; y también lo mucho que se debe trabajar, no para estar en ratios de la línea del bienestar; sino para permanecer en ella constantemente. Es un buen inicio, como mencionaba antes, y ojalá sea un primer paso en la tarea de acabar con la polarización del ingreso.
Sin embargo, el problema se agrava si metemos la variable tipo de cambio, 21 pesos por dólar, eso y la política salarial del vecino del norte, provoca que sea una necesidad el emigrar para muchos connacionales; aunado a la ola de violencia que azota al país. Es cuando entiendes que la migración no se hace por gusto, sino que se vuelve una necesidad. En ese sentido, no es de sorprender que la propuesta de salario en la frontera sea de 176.72 pesos por día; eso ayuda a fomentar la economía de la frontera y da opciones de mayor competitividad, y puede frenar la migración.
La desigualdad económica no se determina por el área geográfica que se ocupa en la economía del mundo, o que fuimos una colonia, o que estamos insertos en la cadena de valor sólo como ensambladores. La desigualdad viene de las políticas macroeconómicas que se implementan. De ahí que el margen de actuación, dentro del llamado libre mercado, es muy amplio, hay muchas cosas por hacer en términos de avanzar dentro de los datos macroeconómicos. De inicio podríamos proponernos dejar de ser el país con los salarios más bajos de la OCDE, pero no será el mercado quien decida si jugaremos ese rol o no. Serán las decisiones políticas y nuevos acuerdos sociales quienes lo determinen.
Es conocido que la inversión en infraestructura incentiva a la economía y genera empleos, no debemos dejar de lado el fomento a la ciencia y tecnología, y la formación de mano de obra altamente capacitada. Hay muchos casos de éxito en este camino, sólo restaría iniciar el nuestro. Esperemos que el 2019 traiga mucho este tipo de debates y no que se desgasten los actores políticos en discutir si quieren o no ganar menos que el presidente. El debate nacional debe centrarse en lo que debemos hacer y lo que realmente queremos como nación.
Este incipiente cambio en la política salarial, aunque marginal, no deja de ser positivo, y en verdad espero que vaya encaminado en lograr recuperar el poder adquisitivo del salario; vaya nostalgia provoca el siempre, decir o pensar que antes las cosas estaban mejor; el pensar cómo le hacían nuestros padres sin grandes trabajos para mantener a sus hijos. Eso se llama poder adquisitivo del salario, eso es lo que se ha perdido, y se debe de recuperar, esperemos que éste sea el camino.
Las decisiones políticas son las que toman mano sobre el salario mínimo en México. ¿es justificable incrementar el salario mínimo sin un aumento en la producción? Sin duda el tema siempre derivara en debate sobre la inflación. En mi opinión quizás errada, existirá un impacto negativo (sobre todo en la zona fronteriza del país) mismo que repercutirá sobre todo a las pequeñas y medianas empresas que, al estar obligadas a pagar un salario mínimo del doble de un día para otro, subirán el precio de sus productos o servicios, esto con la idea de mantener por parte del contratante, al menos la misma utilidad que en años anteriores.