La crisis política y humanitaria en Venezuela ha escalado a niveles lamentables, lo que puede generar consecuencias catastróficas y ha reavivado el temor de muchos mexicanos sobre la posibilidad de que con el gobierno de López Obrador, en un futuro no lejano, México será como Venezuela.
La proclamación de Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela fue el inicio de una nueva hoja en la historia del pueblo venezolano que en sus páginas anteriores narra capítulos que atestiguan el desarrollo de una crisis generalizada que derivó en el mayor desafío para Nicolás Maduro.
Con una Venezuela “con dos presidentes”, el panorama se recrudece y alimenta riesgos de una crisis escalonada a niveles geopolíticos que mantienen en vilo el futuro de la República Bolivariana, pero su situación dista mucho de ser un reflejo de lo que México podría enfrentar y para respaldar esta afirmación basta con entender la evolución de la crisis venezolana.
La palabra “golpista” se ha repetido una y otra vez en los discursos de Nicolás Maduro contra la imagen de Juan Guaidó, levantada de manera fulgurante con la “bendición” de la Casa Blanca y el respaldo de numerosos gobiernos de América Latina. Pero es el mismo pueblo venezolano que se ha manifestado en contra de Maduro y lo responsabiliza de la crisis económica, humanitaria y de desabasto que ha escalado a niveles insostenibles y que mantienen al país en suma pobreza e incertidumbre.
Venezuela; el origen de la crisis
Dejando de lado el poco carisma que posee Nicolás Maduro en comparación al que tenía su predecesor Hugo Chávez y los conflictos políticos entre la izquierda radical y la derecha, la crisis de Venezuela tiene su verdadero origen en el ámbito estructural. Han sido una serie de políticas respaldadas por un modelo centralista adoptado por el gobierno que, a pesar de que pudieron haber sido bien intencionadas en un inicio, han hecho de la economía su principal víctima.
En el afán de mantener el control general de los procesos productivos y los precios, Venezuela ha caído en el error de desperdiciar sus recursos y ha hecho mal uso de los mismos, generando una mala coordinación en la distribución de los bienes y servicios.
Con una economía centralizada Venezuela buscó que toda su población tuviera acceso a la compra de bienes y servicios; sin embargo, a pesar de que esto no fue una mala idea, la decisión de fijar un precio al dólar y a los productos de mayor demanda generó un proceso inflacionario exorbitante que obligó al gobierno a tomar medidas “parche” que en lugar de dar solución, agudizaron la crisis.
La inversión en políticas sociales fue otro factor determinante para la crisis. El gobierno venezolano cayó en un desbalance en su gasto ya que el ingreso que percibía por impuestos y la venta de petróleo no fue suficiente y, para mantener “contenta” a la población más desfavorecida pero con alto poder electoral, decidió sostener sus políticas populistas con un aumento en el circulante, factor que agudizó aún más el proceso inflacionario ya que se tenían el mismo nivel de bienes y servicios en oferta.
Dado que los precios de los productos estaban fijos en el mercado, la repercusión en contra de los productores fue inminente. Para las empresas productoras de artículos, principalmente agropecuarios, mantener precios bajos con una alta inflación fue insostenible, además del efecto de ausentismo que causo el incremento de programas sociales, lo que hizo inevitable la quiebra.
Fue en cuestión de pocos años que la producción privada de Venezuela se vino abajo, pocos empresarios permanecieron en el país y fue entonces que el gobierno se encargó de nacionalizar buena parte de las empresas para garantizar la producción.
El problema vino cuando el gobierno se vio imposibilitado para coordinar la producción al no contar con personal especializado, ni el suficiente criterio para tomar decisiones ante el desligue de los costos de producción y los precios.
La burocracia tomó el control de todo. El gobierno centralizado marcó los protocolos con los que buscó controlar no sólo el precio y los procesos productivos, sino también las importaciones de alimentos y la distribución de bienes, generando así el desabasto.
Siendo el gobierno el único con poder de distribuir, comprar y vender dólares (bajo un largo proceso burocrático), se alimentó al monstruo del mercado negro. La gente con dólares se convirtieron en los zares, no sólo con el poder de adquirir bienes, sino de vender sus billetes verdes a precios superiores a los fijados por el gobierno, teniendo como principales clientes a los empresarios necesitados de productos de importación.
La crisis de desabasto fue consecuencia de la falta de coordinación y exceso de control del gobierno. Con largos procesos burocráticos para adquirir dólares y suministrar insumos de importación, las empresas estatales alentaron sus procesos y se registró una caída de hasta el 60 por ciento en su nivel de producción.
Este esquema de mercado centralizado terminó así alimentando la corrupción. Agentes que manejan el mercado negro y otros que desde dentro del gobierno lo alimentan. Venezuela ha perdido más de 25 mil millones de dólares, derivado de la corrupción y no cuenta con una estrategia de combate a la misma, siendo la falta de claridad en las pasadas elecciones presidenciales un claro ejemplo de ello.
Mientras el gobierno venezolano no reconozca que sus políticas centralistas han derivado en una crisis generalizada y mantenga el discurso de que el país no sufre de desabasto, mismo que se contrapone a la realidad que se viven en las calles y en los almacenes, y niegue crisis humanitaria y violencia en contra de los derechos humanos, levantamientos como los registrados el 23 de enero seguirán siendo parte de su historia.
Crisis venezolana; error 404 para el esquema en México
Si bien López Obrador mantuvo un discurso populista que alimentó la incertidumbre y sumergió a la economía de México en turbulencias, la postura que ha mostrado su gobierno en el ámbito económico, arroja un error en la búsqueda de enlace con la situación de Venezuela.
El gran miedo de muchos mexicanos es que México se convierta en la nueva Venezuela. Sin embargo, las condiciones que el actual gobierno mexicano presenta no permiten respaldar esta idea.
Por un lado, están los programas sociales que el gobierno federal busca impulsar (ayuda a adultos mayores, becas, etc.). Estos están siendo cobijados bajo una política de austeridad y la postura de no generación de deuda, lo que ha obligado a una redistribución del presupuesto en las dependencias, además del recorte de puestos burocráticos y una redistribución de la planta de trabajadores de base.
La autonomía de Banxico es otro factor fundamental para el comparativo. Se podría poner en duda la autonomía del banco central y la intervención del Ejecutivo en la política monetaria con la llegada de dos de sus simpatizantes a la Junta de Gobierno de Banco de México; sin embargo, Alejandro Días de León mantiene su cargo hasta y 2021 y la postura que Jonathan Heath ha adoptado no es cien por ciento en beneplácito con AMLO.
Otro aspecto a considerar es al sector empresarial. Si bien hechos como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México mostró roces entre el gobierno y los empresarios, parece que las turbulencias están pasando. Las inversiones están regresando paulatinamente al país y el peso se está fortaleciendo frente al dólar, sin la necesidad de medidas salvavidas por parte de Banxico como ocurrió en 2017.
El combate a la corrupción es el estandarte del gobierno de Obrador. El primer mandatario se ha comprometido a limpiar el gobierno de este cáncer y, a pesar de que hay actos grandemente cuestionables en su estrategia, hechos como el desarme de la red de robo de combustibles estructurada y manipulada desde dentro de la misma empresa de Petróleos Mexicanos y bajo el consentimiento de altos mando del gobierno, permiten suponer que su lucha es auténtica.
¿Qué con el desabasto de gasolina?
El escenario de las largas filas de vehículos a las espera de gasolina que se vivió en las primeras semanas de enero de 2019 en México, evocaron al desabasto que se vive en Venezuela; sin embargo, los factores que lo derivaron son distintos.
Las fallas en la estrategia de la guerra contra el huachicoleo desataron una crisis de distribución de combustibles que derivó en el desabasto. La compra de carros sistema para la distribución de combustibles llegó tarde y generó un acumulado de buque tanques en los muelles; sin embargo, a pesar del costo que este almacenamiento genera para el gobierno, la importación de la misma cantidad de combustible, permitió a México contar con reservas adquiridas a un costo relativamente bajo por el precio internacional de la gasolina fijado al momento de la compra.
Jean Mayer, miembro de la Academia de Historia el autor de La Cristiada, Premio Nacional de las Ciencias y las Artes de México, miembro de la Academia mexicana de la Historia y ahora profesor emérito del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), desestima que López Obrador sea como Hugo Chávez y está comprometido con una amplia base de electorado al que no le puede fallar.
Con López Obrador no todo es miel sobre hojuelas; pero ,en esta comparación, la lección que Venezuela le puede dar es que las políticas sociales no están mal en sí mismas, sino en las medidas que se implementan para lograrse.
Esto es propaganda sucia. No tienen verguenza.Lopez Obrador nada que ver con esos regímenes!!!
Hola Armando Varela, te invitamos a que leas el artículo completo. Saludos
¡Gracias Adriana!… Pareciera que solo llegan a medio encabezado…
Maldita la hora en a que ganó AMLO