Mark Twain, uno de los grandes escritores norteamericanos de la historia, dijo que el coraje es la resistencia y el control del miedo, no su ausencia. Durante muchos años ya, México ha sido un país que ha vivido en el miedo más absoluto por un sinfín de razones.
La inmediata es la inseguridad, en las últimas cuatro décadas el sistema de procuración de justicia fue abandonado a su suerte y sustituido por la corrupción y la impunidad para quien, arriba o abajo, decidiera cometer un crimen como forma de vida.
El desarrollo del crimen en todas sus variantes sólo podía suceder a partir de la desigualdad social y económica, que siempre trae falta de oportunidades e incentivos para la ilegalidad. No ayudó que la política tradicional, esa que tanto daño ha hecho a cada una de las esferas ciudadanas, girara en torno al debilitamiento de las instituciones y de las corporaciones policíacas.
Además, fortalecimos entre todos una nueva escala de principios en la que importaba el resultado y no la manera en que éste se consiguiera. Hace unos días, luego de que un delincuente relevante fuera detenido en un lujoso complejo de departamentos, uno de sus vecinos trataba de convencerme de que era imposible saber las actividades del criminal porque vestía ropa “de marca”, manejaba autos de alto costo, y, en resumen, “se veía de dinero”.
Cómo enchuecar las cosas en ocasiones parece más sencillo que hacerlas bien desde un principio, alimentamos problemas que luego se voltearon en contra nuestra. Cada sexenio postergamos los cambios, las reformas y los ajustes que construyeran un Estado de Derecho y consolidaran un mercado interno que sigue ahí, con 125 millones de mexicanas y mexicanos, según la medición más reciente del INEGI.
Pero lo mismo nos ocurrió con la salud pública, la educación, la protección civil y hasta la economía. Aplazamos las soluciones por medidas de emergencia que nada más favorecieron a ciertos intereses que veían en cada crisis nacional una oportunidad de aprovecharse de los recursos públicos y naturales.
Desde hace más de dos años, nuestro principal socio comercial ha decidido desconocer ese carácter y convertirnos en su enemigo favorito. El gobierno anterior trató de llegar a acuerdos con quien no los quería, y eso precipitó su salida del poder. A su favor quedaba la firma de un nuevo tratado de libre comercio que suplía al primero que fue la joya de la corona del intercambio económico entre ambas naciones.
Hoy, estamos a las puertas de un nuevo episodio de conflicto comercial por la amenaza de tarifas a todos los productos mexicanos que se exportan a Estados Unidos. Para dimensionar el tamaño del problema, este miércoles acuden a la reunión los secretarios de Relaciones Exteriores, de Hacienda, de Economía, de la Defensa Nacional, de la Marina e incluso el presidente del Consejo Coordinador Empresarial. Es decir, seguramente se pondrán en la mesa todos los ángulos de la relación bilateral más importante que tienen los dos países y los riesgos que implica una sanción tarifaria como la que se anunció para el próximo lunes.
Pero en el fondo, lo que está en juego es la posición que tendrá cada nación a partir de ahora. Estados Unidos, sus empresarios y sus ciudadanos, no pueden seguir por el camino del provocador que los encabeza sólo por un tema de reelección presidencial y México debe dejar claro, de una vez y por todas, que tampoco es la piñata del vecino y menos su patio trasero.
Ésta es la hora de que todos, como sociedad, mostremos liderazgo y dignidad. Es irrelevante la preferencia política en estos momentos, se trata de la unidad y el apoyo que le debemos al país y a las autoridades que lo encabezan. Dialogar no significa debilidad, negociar no es igual a sometimiento, pero el respeto en el trato debe ser la máxima exigencia.
Estimado Luis: a lo ancho de los medios de comunicación hay una campaña enorme de denostación del trabajo del Gobierno.
Me da tanto gusto leer su artículo, hoy es contra corriente.
Participo con un grupo de amigos en el objetivo de balancear la información en México, donde sin abandonar un enfoque crítico, también estemos hablando del intento de reconstrucción del País que debería interesarnos a todos.
Pensamos que la mente nacional, sin ser proclive a leer o informarse, sujeta como está a la campaña de descrédito, puede terminar por concluir que el presidente actual nos llevará a una debacle. Por la propiedad de la mente de generar profecías autocumplidas, sería lo más desafortunado que ocurriera eso.
El balance lo establecerá la Historia, pero nos decidimos a hacer algo en este renglón. Nuestro proyecto es levantar una voz para informar de manera más equilibrada la mente pública.
Por ejemplo, vemos claramente una lucha gradual pero definida contra la corrupción. Justo ayer leía a una joven diciendo en una red: AMLO prometió que acabaría con la corrupción desde el primer día, y no lo ha cumplido, por eso yo no creo en él. Tristemente, así de susceptible es la mente desinformada, sobre todo en un entorno en el que casi todos los medios enfocan las medidas de gobierno como malas noticias.
Hay muchos datos no difundidos sobre la pertinencia de algunas medidas tomadas (sin abandonar el análisis de las mismas). De otras medidas, los comunicadores mismos no saben lo suficiente (al mismo Astillero como que de repente le faltan datos duros sobre temas como el aeropuerto).
Mucha gente no sabe que el tren maya está trazado en una alta proporción junto a la carretera que ya existe. Por esto no se desmontará selva en enormes proporciones, pero la gente no lo sabe —y los medios atizan el fuego sin que haya un contrapeso.
¿Le gustaría a usted ser parte? Amamos la información, los datos y su difusión. También hacer grupo y despertar en lo posible una consciencia personal y social.
¿Me permite saludarlo personalmente y hablar 5 minutos al teléfono? Hoy no tengo una filiación política aunque me inclino, como lo sugiere su artículo, a apoyar moralmente al gobierno porque todos los mexicanos estamos en el mismo barco y a todas luces nos conviene salir adelante. Mis antecedentes personales están en el área de capacitación para el trabajo, tuve una empresa dedicada a eso.