¿Sabes qué comes cuando comes?

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Uno de los principales motivos del etiquetado nutricional es el aumento de la prevalencia de las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta, ya que puede tratarse de un instrumento eficaz para ayudar a los consumidores a elegir alimentos saludables.
(http://www.fao.org/food-labelling/es/ ).

Hace ya varios años que las autoridades en México obligaron a las empresas de tabaco a advertir sobre los riesgos de fumar en las etiquetas de sus cajetillas. Imágenes de dientes podridos, bebés muertos o gargantas perforadas, entre muchas otras, tanto o más espeluznantes, nos indican muy claramente que fumar podría no ser tan buena idea.

Nuestras autoridades no han tenido el mismo cuidado al normar el etiquetado de alimentos y bebidas. Por tanto, consumimos inadvertidamente venenos que pueden ser tan peligrosos como el tabaco (el azúcar y el sodio, por citar sólo un par de ejemplos relacionados con enfermedades graves y frecuentes entre los mexicanos).

No contamos, en este caso, con información semejante a la que nos previene sobre los riesgos de fumar.  La Alianza por la Salud Alimentaria ha respondido a esta situación con una iniciativa para exigir etiquetados claros (http://etiquetadosclaros.org/). Su información nos alerta sobre el contenido de los alimentos procesados y nos ayuda a escoger alimentos más saludables.

Las etiquetas de alimentos y bebidas no sólo son poco claras, sino que llegan a ser engañosas. Por ejemplo, la caja de cereal que tengo en la despensa me advierte: “una porción de 30 gramos aporta 48 Cal de azúcares totales, 13% de los nutrimentos diarios”. ¿Cómo se supone que debo interpretar este mensaje? La campaña explica cómo este tipo de información es inexacta y puede inducirnos a consumir cantidades de azúcar peligrosas para nuestra salud (http://etiquetadosclaros.org/etiquetados-enganosos-en-mexico/).

Los consumidores no solemos poner en la mesa básculas y tazas de medir para contar cuántos gramos o mililitros nos servimos, ni calculadoras para estimar cómo esas cantidades se traducen en porcentajes de la cuota diaria recomendada para cada sustancia. Tampoco entendemos los riesgos de rebasar esas cuotas o si esos riesgos persisten aun por debajo de las cuotas. En ese sentido, las normas de etiquetado para alimentos y bebidas están muy lejos de ayudarnos a entender qué sustancias ingerimos y en qué riesgos incurrimos cuando consumimos un producto.

Información nutricional.
Imagen: Nueva Tribuna.

Esta falta de información precisa es grave y difícil de comprender cuando las enfermedades relacionadas con nuestra manera de comer, como la diabetes y el sobrepeso, tienen una prevalencia tan elevada en nuestro país. En este contexto, el trabajo de la Alianza por la Salud Alimentaria para construir nuestro derecho a entender lo que comemos es de enorme importancia y merece una respuesta contundente por parte de las autoridades responsables de prevenir los riesgos sanitarios (¿dónde está la Cofepris?).

Para promover todavía mejor el derecho de los consumidores a tomar decisiones de compra bien informadas, sería excelente que las etiquetas declararan no sólo el impacto de los productos en nuestra salud, sino también en el medio ambiente y en el bienestar de otros seres vivos involucrados en el proceso. Ojalá que los consumidores podamos sumarnos a esta iniciativa y exijamos la información necesaria para tomar decisiones favorables para nuestra persona y nuestro entorno.

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