El altruismo ha sido a través de la historia una constante en la lucha por conservar “viva” la esperanza en la construcción de mejores comunidades en donde el diálogo intercultural es una premisa fundamental para generar una convivencia sostenida que posibilite “evadir” los cercos de la exclusión y propiciar la integración sin importar los credos y las cosmovisiones particulares. De esto entiende muy bien el colega y literato mexicano Carlos José Pérez Sámano, quien con sus diversas manifestaciones de solidaridad, abordaje interpersonal e interés en la escucha de “el otro”, se ha “sumergido” en los escenarios de vida de poblaciones desde África hasta América.
Pienso que ésta es una cualidad personal invaluable que nos hace “soñar”, pero trabajar al mismo tiempo en la consecución de un futuro común, aun con sus falencias e imperfecciones puede ser modificable en la construcción de igualdades en la medida de nuestras capacidades humanas. Es una característica esencial en la búsqueda de condiciones respetuosas de la dignidad humana. Creo que, además de una actividad con ética y responsabilidad para generar una base propicia de derechos humanos, es una oportunidad de demostrar que el desapego de nuestras propias autosatisfacciones abre “el cerrojo” que evita el goce de oportunidades a personas que han sido relegadas por el sistema y la gestión del mismo.
Ya lo ha mencionado como una frase célebre Tenzin Gyatso, el decimocuarto Dalai Lama –líder y político tibetano; Nobel de la Paz en 1989–, que “nuestro propósito primordial en la vida es el de ayudar a los demás. Si no puedes ayudarlos, por lo menos no les causes sufrimiento”. Ello implica una especie de autoevaluación sobre lo que estamos haciendo, lo cual requiere entonces de nosotros una comunicación intrapersonal o meditación que nos permita sopesar la validez de nuestras propias acciones y en qué forma podemos afectar la vida de los demás.
Me cuestiono ahora si esto del altruismo es una oportunidad de vida para demostrar nuestra valía humana cuando nos acercamos de manera desinteresada y como un impulso de apoyo a “el otro”, o en su defecto es una acción realizada comúnmente por aquellas personas que buscan dividendos propios para canalizar intereses de diversa índole. Lo que sí es cierto es que éste se convierte en una necesidad ahí donde hay incomprensión, pobreza material, desesperanza, violencia, etcétera.
Desde mi punto de vista, la posibilidad de avanzar de manera sustantiva hacia la mejora en la calidad de vida de las personas en nuestros países, pasa por la necesidad de hacer ajustes en nuestros espacios rutinarios, con el pensamiento como una máxima en la promoción y consecución del bien común, lo cual a la postre permitirá que el altruismo, que de una u otra forma hayamos tenido con los excluidos del sistema de bienestar, pueda conducir al empoderamiento de estos y les haga avanzar en la consecución de sus sueños, los cuales muchas veces son incomprendidos.
En definitiva, el altruismo es la necesidad de empatizar con el dolor ajeno con la posibilidad de que el altruista sirva como mediador entre un ser sintiente del dolor y el trabajo de erradicar el mismo.
P.D. El escritor mexicano Carlos José Pérez Sámano, radicado en Filadelfia, Estados Unidos, demuestra a granel su espíritu de cercanía a “el otro”. Desde hace tres años se ha dedicado a la tarea de “ayudar a vencer el miedo” a niños migrantes, a través de la búsqueda de experiencias de los infantes relativo a los entornos migratorios. Mediante talleres de Escritura Creativa, busca incentivar la inventiva de los pequeños migrantes para que estos puedan ser reproducidos en sus imaginarios a través de poemas y cuentos.