La carrera de Periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) celebra desde este lunes 10 hasta el 14 del presente, el quincuagésimo aniversario desde su fundación formal en 1970. Bajo el paraguas de diversas actividades desarrolladas –desde conferencias, conversatorios, reuniones con egresados, diálogos académicos, reconocimiento a la labor desarrollada por los directores a lo largo del programa, además del cierre con un atractivo programa de fomento y encuentro con el arte nacional– se busca rescatar los principios éticos y valores esenciales del periodismo, sacudido por los vaivenes del mercado de venta de la información en los últimos años, en donde normas esenciales en el ejercicio profesional han cedido a la vorágine de la polarización en la concepción de la democracia informativa y la pérdida del balance en la representación de la realidad han predominado en los procesos de producción y consumo de los contenidos del oficio-profesión.
Me parece que esta noble labor contribuye de manera muy especial y única en la construcción de imágenes y significados, en tanto la realidad debe ser gestionada por verdaderos discípulos en la construcción de modelos mentales que coadyuven a la puesta del “cimiento” –que del impulso a las ciudadanías propositivas y enmarcadas bajo parámetros éticos y criterios morales– nos permitan sopesar nuestra acción y responsabilidad y respeto por las audiencias.
En este punto me gustaría reflexionar sobre la deplorable iniciativa de dos rotativos mexicanos que, quiérase o no, –impulsados por el morbo y la indecencia– han faltado a comportamientos claves en nuestro ejercicio al publicar imágenes que van contra la solidaridad, la empatía y que “atentan” contra la posibilidad de que nuestro trabajo rutinario sirva (como una especie de hiladores) a transformar realidades que afectan las más elementales formas de convivencia de nuestra América.
Es así, que el vil feminicidio de Ingrid Escamilla en la hermana y admirada República Mexicana, a la vez que “sacude” los propios procesos de gestión de esta forma de comunicación pública por parte de los medios, nos obliga a repensar desde la academia sobre los “vacíos” existentes entre la recolección de datos informativos y cómo en el trayecto hacia las rotativas, sufren una contaminación perniciosa en la producción de la comunicación masiva. Por ejemplo, reflexionar sobre la filtración de las dantescas imágenes a los medios de comunicación.
De ahí que, en el contexto hondureño, la importancia de la conmemoración de esta efeméride también obligue a deconstruir constantemente la manera en que los principales soportes comunicativos median y generan visibilidad.
Ahora bien, me parece que los órganos representativos de nuestra profesión deben reinventarse en torno a la posibilidad de “autenticar” un diálogo genuino con los empresarios de los mass media, a fin de que la denominada “responsabilidad social” tenga también cabida en la proyección responsable y la humanización de los contenidos. Creo que como hablábamos en esta semana en uno de los conversatorios de la UNAH, esto es “periodismo de soluciones”, en tanto reflejamos la luz que muchas veces es invisibilizada en nuestras ejecutorias comunicativas, en tanto como periodistas, a veces cubrimos solamente lo que vemos.
En definitiva, la posibilidad de hacer un buen periodismo y bajo un enfoque transversal de derechos humanos, tiene que ver con principios de respeto a la intimidad, el honor y el respeto a las audiencias, que bajo una avalancha de información en nuestra era y la contaminación visual, tienden a requerir de nosotros la necesidad de comunicar bajo los nuevos paradigmas latentes entre la posibilidad del “saber comunicar” –que esta última acción se convierta a la vez en reproductora de conciencias tendientes a una suerte de alfabetización mediática–, y como activo intangible para el bien común.
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