Durante las últimas semanas hemos sido testigos de cómo la contingencia sanitaria del COVID-19 ha puesto sobre la lona a más de un sector empresarial, no sólo en México, sino también a nivel internacional. Todo ello, sin siquiera haber entrado en la crisis económica que viene justo detrás de esta pandemia.
Son innumerables las iniciativas que agentes públicos y privados, de manera individual y en conjunto, han puesto en marcha para intentar minimizar los efectos de ambas contingencias. Aunque en estos momentos cualquier iniciativa es bienvenida, es cierto que tenemos que ser selectivos, afinar bien el lápiz y trazar correctamente la ruta que debemos seguir, sólo si, queremos salir de la mejor forma posible de esta situación.
Es evidente que esta hoja de ruta debe considerar a los sectores estratégicos, no únicamente por su peso económico, sino por su efecto tractor, tanto en términos económicos como sociales. Este efecto nos permitiría generar nuevos encadenamientos, potenciando con ello el fortalecimiento del tejido empresarial y posibilitando de mejor manera la recuperación económica y social provocada por el COVID-19.
Sin embargo, los sectores estratégicos son seguramente los más exigentes, situación que muchas de las veces complica la generación de relaciones entre organizaciones, así como su evolución y consolidación en el tiempo. Si esta situación ya es compleja en tiempos de calma, imaginémonos lo compleja que puede llegar a ser en tiempos de incertidumbre y crisis, aunque, hay quienes creemos, que los tiempos de crisis son tiempos de oportunidad.
Dentro del amplio abanico de acciones, necesitamos identificar aquellas que busquen la participación de distintos agentes, su compenetración y el desarrollo de acciones que resulten estratégicas para estos y su región, características que reducen las opciones, y que ponen a la cabeza de la lista a la innovación abierta como medio de respuesta al escenario actual.
Para Henry Chesbrough, padre de la innovación abierta y catedrático de la Universidad de Berkeley (California), la innovación abierta debe ser entendida como una estrategia bajo la cual las organizaciones son capaces de incorporar conocimiento externo dentro de su proceso interno de innovación, mediante la cooperación con agentes externos a la misma, con el objetivo de sacar adelante iniciativas estratégicas.
Está comprobado que las organizaciones que integran estrategias de innovación abierta se distinguen, entre otras cosas, por cooperar y colaborar con agentes externos para facilitar la investigación, el desarrollo y la transferencia tecnológica, formar y capacitar al personal, elevando su capacidad técnica y formando perfiles profesionales capaces de adaptarse a las necesidades y exigencias de los clientes y, por ende, favorecer su internacionalización, aprovechando la cooperación con otros agentes y buscando nuevas ventajas competitivas.
En este sentido, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la promoción de una cultura basada en la innovación abierta en estos momentos de incertidumbre, además de ser una base importante para el futuro, representa un buen mecanismo para encadenar sectores que no se encontraban alineados, facilitando con ello la definición de políticas públicas que impacten de forma integral al tejido económico y social de una región.
Por último, estas condiciones también nos permitirán dar un salto cualitativo en la adquisición y generación de conocimientos estratégicos, fomentando el desarrollo y especialización de nuestros tejidos empresariales a través de la cooperación y la colaboración a todos los niveles. Sólo así conseguiremos crear una industria robusta y cohesionada, que aguante las embestidas de las contingencias sanitarias y económica, de manera sostenible, hacia un escenario aún desconocido pero repleto de oportunidades.
Levantemos la cabeza y miremos al futuro pensando en todo lo que necesitamos para ser y seguir siendo competitivos.
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