COVID-19, fin de julio, 2020

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Los políticos

Más de cuatro meses confinado. Ni siquiera mis padres me habían aplicado castigos tan pesados de soportar. Aquí en Colombia los políticos tomaron decisiones basados en sus expertos, sin que sepamos quiénes son sus expertos y me consta que un experto, el Doctor Patarroyo, dejó de serlo, porque aparentemente remaba contra la corriente. No dudo que oscuros intereses empujan a los políticos a la toma de decisiones incorrectas o incompatibles con el bien del pueblo.

El 19 de mayo escribí al alcalde, con relación al proyecto de prolongar el aislamiento hasta el 7 de junio: No alarguen el aislamiento. De continuarlo sería una absoluta muestra de falta de consideración y respeto por parte de quienes gobiernan el país. La medida no nos protege, nos mata.

A continuación, también escribí: Lo primero que se hace es trabajar sobre la educación de las personas, a mantener distancia, a usar tapabocas y por supuesto, aplicar vigilancia al cumplimiento. No saliendo de mi casa desde el 16 de marzo, estoy inhabilitado para opinar si se cumple esa básica medida.

covid 19 julio
Fotografía: Joy Malone -Reuters.

No se educó a nadie, hoy mismo, mientras espero el ascensor, sale una vecina sin el tapabocas y al emitir una protesta se ríe y cuando la interpela el vigilante del edificio, igualmente. En esa fecha la situación local aún era buena, aunque se notaba un incremento de los enfermos en los barrios vulnerables, como se denomina hoy a los barrios pobres, carentes de todo. No recibí respuesta, volví a escribir el 28 de mayo porque se hablaba de prolongar el confinamiento hasta el 31 de agosto y comenté: Sin duda la prolongación del confinamiento hasta el 31 de agosto no me favorece y por supuesto incrementa otros peligros y, entre todos, el más importante, la pérdida absoluta de confianza en los dirigentes, tal como dice la nota: Según el profesor, “el verdadero virus fue el virus del pánico” –del que fueron presa líderes mundiales por razones que no le “quedaron claras”–, a lo que se unió “una gran falta de debate”.

En una interesante nota del New York Times agregué al final datos de mi zona de residencia, que califican o más bien descalifican a las autoridades: la población de Atlántico es aproximadamente 2.6 millones, un 5% o un poco más de la población del país. 33.7 de un total de 150 casos confirmados, significa más del 22.5%, y en cuanto a muertos, 1,868 sobre 5,307, representa más del 35%. Sin duda Barranquilla es la zona roja. En lo personal, considero que la responsabilidad es de las autoridades que no prestaron atención al desarrollo de la enfermedad y a la falta de disciplina de la población, que en parte surge de la pobreza.

Para finalizar con este punto, una nota de la televisión alemana del día de hoy plantea “¿A quién creer? A los políticos o a los médicos”. Lo mejor, sigo sosteniendo, es aplicar normas razonables de higiene, utilizar tapabocas y mantener distancia. No creería que sea un pecado que me siente a conversar con un amigo, a un metro de distancia, llevando un cubrebocas.

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Fotografía: Francis Mascarenhas – Reuters.

Mi COVID-19

Mi propia experiencia es aleccionadora porque todo lo que había escuchado durante estos meses sobre el gran negocio de la pandemia que llegó incluso a las funerarias, lo he vivido en carne propia y eso descalifica a los servicios de salud. Que sea claro, yo no pagué nada por el siguiente relato, pero sin duda la EPS (Entidad Promotora de Salud, empresas dentro del Sistema de Salud en Colombia) ha pagado por los servicios que me han brindado y por lo tanto me temo que detrás de todo eso hay una negociación.  Pongo fechas para poner las cosas en proporción, incluso posiblemente, mi propia histeria.

El domingo 28 de junio tuve un dolor de garganta que estimé provenía de haber tomado una bebida sumamente fría, al aire libre, después de la lluvia. De dos a tres días estuve con remedios caseros que no ayudaron, fuimos a la EPS el 2 de julio y nos atendió un médico vestido como un astronauta al que no le vi la cara. Diagnosticó faringitis aguda y me recetó antibiótico y otro medicamento. No hubo mejora y al tener serias dificultades para tragar, volvimos el día 4 donde otro médico diagnosticó amigdalitis aguda y cambió la medicina. Ambos médicos manifestaron que no tengo COVID-19. El 5 de julio en la tarde tuve fiebre, estimo ahora que estuve deshidratado por la falta de bebida y por recomendación fuimos a urgencias de la EPS. Desde el comienzo, aun antes de los análisis, me trataron como si tuviera COVID-19, estuve un día en observación y como ahí no hay internación, me derivaron al hospital que construyeron para atender COVID-19. Al llegar allí solicité retirarme bajo mi responsabilidad hasta que entregaran el resultado del análisis. El resultado tardó 10 días, fue negativo, luego me hice otra prueba para verificar que no me contagié estando en tratamiento con enfermos del virus. Negativo también.

Obviamente el relato debería ser más detallado, pero mi intención es denunciar la calidad de los protocolos y la existencia de intereses ajenos al bienestar público.

En la urgencia me pusieron antibiótico vía intravenosa y eso estimo me quitó el dolor y me curó.

Los vínculos

Me acompaña la sensación que hay un alejamiento de todos los vínculos, la intensidad de los contactos se fue diluyendo con el tiempo. La falta de novedades limita los temas a conversar y si tomamos en cuenta que la mayoría de las personas no suelen compartir detalles de su intimidad, nos queda solamente comentar el color del tapaboca utilizado ese día. En estos 4 meses nadie me comentó su situación personal, su trabajo, su economía. ¿Puedo sentirme mal por eso? En realidad, yo tampoco he contado nada de mí.

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Fotografía: Ricardo Maldonado Rozo – EFE.

Puedo manifestar que con mi esposa llevamos una rutina saludable y nos manejamos con buenas ondas. Económicamente al no tener que trabajar, precisamente gastamos menos, ya que no visitamos restaurantes, no invertimos en combustible del carro y también comemos mucho menos para evitar engordar. Personalmente bajé varios kilos, por lo menos 6-7, y no puedo decir más porque, sinceramente, negaba mi peso real.

Los datos

No se puede escribir una nota sobre el virus sin mencionar datos actualizados. Prefiero relacionarme a la cantidad de muertos por cada millón de habitantes. Sin duda alguna las noticias suelen atemorizar más que la novedad y nuevamente encuentro en eso oscuros intereses. Como he manifestado en el pasado, desde un comienzo el COVID-19 se perfiló como un virus que no es el más agresivo, no es el más mortal y que la mayoría de las personas pueden enfermarse como de una gripe, pero no morirse.

Desde un comienzo también era claro que la población más expuesta es la población que sufre de enfermedades crónicas, y emergente de eso queda preguntar por qué recientemente, cuatro meses después del confinamiento universal y obligatorio, limitan en Bogotá el movimiento de las personas que sufren diabetes, presión arterial y obesidad. Nuevamente un error de los políticos. Yo me cuido desde antes del decreto presidencial porque en el pasado he fumado y no sé cuánto dañé mis pulmones. La comparación con la fiebre española que liquidó entre 50-60 millones de personas tiene un solo objetivo, influir miedo, y como la gente no les cree a los políticos vemos que muchos no respetan las órdenes de confinamiento.

Al día de hoy fallecieron 657,520 personas en el mundo y hay 66,553 internados en situación crítica. Brasil con 413 muertos por cada millón y México con 341 están lejos detrás de Bélgica con 847 y UK con 674 por cada millón. Los países en los que suelo concentrar mis lecturas, Argentina, Colombia e Israel, tienen por cada millón de habitantes 68, 172 y 52 muertos, respectivamente. Por supuesto, todo depende de los datos oficiales y yo no soy responsable de ellos.

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Fotografía: SWI Info.

Economía

¿Qué pasará con la economía? Realmente no sé y desconozco si alguien sabe realmente. Los intereses mencionados por mí como confusos, son demasiados, y en esta cruel lucha es difícil saber quién va a ganar. De los titulares de hoy: una empresa productora de desodorantes informó que las ventas bajaron muchísimo en este período. Realmente tampoco nosotros lo estamos usando. Moderna, un laboratorio que desarrolla la vacuna contra el COVID-19, recibió 472 millones de dólares adicionales para la investigación. ¿Y las demás empresas? Será que es necesario un sistema de relaciones públicas. En la red podemos encontrar decenas de notas que hablan del enriquecimiento de los ricos desde el 18 de marzo. No sólo en Estados Unidos, también en nuestra América Latina (BBC): En Colombia, el procurador general investiga informes que más de 100 donantes de campañas políticas recibieron contratos lucrativos para proporcionar suministros de emergencia durante la pandemia.

Sin entrar a juzgar a los distintos países, las políticas y protocolos que adoptaron para superar la crisis, ayudar a las clases vulnerables, mejorar la capacidad de la salud pública, me pregunto de dónde se obtienen los ingentes fondos necesarios para financiar esta situación. No he visto mucha información al respecto. Para muchas personas la normalidad futura será otra cosa a la que estábamos acostumbrados.

Solidaridad

Los mensajes pagados por los gobiernos nos hablan de solidaridad, que juntos podemos superar la crisis. Yo no creo. La única prueba de solidaridad será la aplicación de impuestos “solidarios” a los más ricos y, por supuesto, finalizar con la impunidad de la corrupción. La nota de la BBC es interesante porque plantea las diversas posibilidades.


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Margarito hdz barraza

La verdad los que hisieron este fraude lo sabían muibien y nuestros presidentes lo sabían pero y haloecho pecho después la hinlleksion y ya todo arreglado Q no

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