Para Xavier y Mónica.
El fin de la pandemia está a la vista. La comunidad científica de todos los puntos cardinales se ha dado a la tarea de encontrar la vacuna que prevenga la enfermedad y los remedios para combatirla, así como de definir la duración de la inmunidad que provoca entre los contagiados y las explicaciones genéticas que permitan conocer la predisposición de algunos para contraerla o para enfrentarla. En cualquier momento las autoridades sanitarias de los países líderes en esta carrera, autorizarán las fórmulas diseñadas con esos propósitos, luego de haber comprobado en lo posible que no causan efectos secundarios más graves que la propia enfermedad, así como los resultados de sus investigaciones que brindarán la tranquilidad que todos necesitamos, que nos permita volver a nuestras rutinas de antes de la pandemia.
Cuando eso ocurra, el concierto de las naciones tendrá que persuadir a los laboratorios públicos o privados que hayan conseguido los avances más notables en esta carrera, a compartir sus hallazgos con las instituciones públicas y privada de todos los países del mundo, moderando sus pretensiones económicas, a la luz de las necesidades de la humanidad en su conjunto, y se pondrá nuevamente a prueba a todos y cada uno de los gobernantes, en relación con el manejo logístico para la producción, distribución y aplicación de las vacunas y medicamentos en forma eficiente y con la compartición efectiva de dichos descubrimientos científicos.
Ahora que todos enfrentamos pérdidas de todo tipo, la tragedia de tener que abandonar a nuestros parientes y amigos más entrañables por temor a contagiarlos o a que nos contagien, causando que tengan que enfrentar la enfermedad y la muerte a solas, las pérdidas de empleos o de ingresos y aún del valor de los ahorros de toda la vida, así como la interrupción de muchas de nuestras rutinas, incluso aquellas tan íntimas como las de acudir a los templos religiosos, necesitamos urgentemente volver a ver nuestro futuro inmediato con claridad.
Que no quepa duda, más pronto que tarde, la humanidad abandonará la detestable “nueva normalidad” y abrazaremos a nuestros padres, besaremos a nuestros hijos y nietos, compartiremos el pan y la sal y hasta daremos a probar de nuestras copas a nuestros amigos, tal y como lo solíamos hacer antes del COVID-19. En unos cuantos años recordaremos con nostalgia algunas de nuestras prácticas tan comunes hoy en día, como acudir con cubrebocas y careta a cualquier acto social, o saludarnos con los codos, y lavarnos frenéticamente las manos cada vez que tocamos una manija o recibimos un paquete.
Estamos a punto de que esta catástrofe mundial se desatore y se detonen las más importantes oportunidades que a nuestras generaciones jamás se hayan presentado. Tendremos que reabastecer la tierra entera con nuestros productos y servicios, nos tocará volver a empezar en la creación de un mundo mejor para todos, para lo cual deberemos utilizar las enseñanzas de nuestra reclusión involuntaria, tales como la importancia de ser amables, tolerantes y compasivos con el prójimo, la certeza de la relatividad del valor del dinero que no permite comprar cosas tan valiosas como la salud o la compañía, la importancia de dedicarle tiempo a la familia y a los amigos, y el valor irremplazable de la presencia y del contacto físico, entre muchas otras. Añoraremos nuevas prácticas a las que nos hemos acostumbrado como estar más cerca de los que están más lejos, a través de las videoconferencias, y contar con tiempo para estar con uno mismo o disfrutar de un rato de ocio.
El final de toda esta pesadilla nos da la oportunidad, seguramente única en nuestra historia, de principiar todo nuevamente. Zumban en nuestros oídos, más que nunca, las certeras palabras de la Encíclica Populorum Progressio del Papa Paulo VI: Cuando tantos pueblos tienen hambre, cuando tantos hogares sufren la miseria, cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia, cuando aún quedan por construir tantas, escuelas, hospitales, viviendas dignas de este nombre, todo derroche público o privado, todo gasto de ostentación nacional o personal, se convierte en un escándalo intolerable. Nos vemos obligados a denunciarlo. Quieran los responsables oírnos antes de que sea demasiado tarde.
Hoy todos somos responsables de crear ese nuevo mundo que ponga en el centro al ser humano y su dignidad. La promesa del alba es nuestro designio.
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Esperemos esto suceda pronto pero no se nos olviden igual de pronto los aprendizajes de esta rara experiencia. Felicidades por el artículo! muy esperanzador…. así sera!
Antonio tienes el don de la palabra no cabe duda
Lo único que me cuesta es no decirte cómo cuando éramos niños
Toñito Prida el más listo de la clase haha
Es una realidad de que saldemos próximamente, que vemos la luz del fin del camino, pero tenemos que cuidarnos pues no ha concluido y los riegos de Infectarnos aun son muchos, viene la vacuna y ya hay tratamientos pero de nosotros depende de que la necesitemos o no. Es mas importante aprender de lo que nos ha dejado para ser mejores, como personas, como familias como empresarios, y como seres humanos no desaprovechemos esta oportunidad de la vida y el mundo nos esta dando. Animo y adelante!!!!
Excelente y optimista tu artículo que nos lleva a un elevado plano, de conciencia en lo que es la vida.
Un abrazo
Muy importantes reflexiones, con una óptica muy positiva.
Saludos
GRACIAS TOÑO
CIERTO, ES UNA NUEVA OPORTUNIDAD PARA PODER SER Y HACER LO QUE SIEMPRE HEMOS PODIDO SER Y HACER,
SALUDOS.
Muy positiva manera de tomar esta tragedia , pensamientos q se agradecen en estos tiempos tan dificiles
Muy cierto Toño!!