Por Roberto Abraham Pérez González.[1]
Son un alma de fuerza y amor.
Himno del Edomex.
El Estado de México es una cosa rara, no es un Estado “normal” como Jalisco o Chiapas. Me explico, si uno piensa en Quintana Roo, por ejemplo, es inevitable mencionar a Cancún y la Riviera Maya, Chiapas es el Cañón del Sumidero y San Cristóbal de las Casas, Jalisco es el tequila, el mariachi y tal vez las Chivas.
Pero ¿el Estado de México? Para el resto del país es sólo Cuautitlán y Ecatepec, con una identidad diluida en las torres de Satélite, algo así como las “delegaciones perdidas” de la CDMX o el vecino incómodo. Esto es un poco injusto para un Estado que tiene la diversidad e historia de un pequeño país.
Los mexiquenses no tienen una fuerte identidad que presuman en todo el país, pueden pasar la vida sin conocer otras ciudades de su propio Estado. ¿Cuántos habitantes de Chalco conocerán Atlacomulco? ¿Cuántos vecinos de Lomas Verdes habrán ido a Tejupilco? ¿Sabrán que existe Tejupilco?
No tendrían por qué, la vida diaria de un mexiquense de Naucalpan o Tlalnepantla tiene mucho más en común con el resto del Valle de México que con algún lejano municipio, llámese Tejupilco o Acambay. “El Estado de México es como el Bronx” dicen en el sur de la Ciudad, “lo único que hay es cemento”. Circulan memes del Edomex como el de Lisa Simpson diciendo “No soy un estado, soy un monstruo”.
Toluca, la flamante capital del Estado, no corre con mejor suerte, a diferencia de otras capitales como Guadalajara y Monterrey, Toluca vive eternamente a la sombra de la Ciudad de México, a pesar de ser la quinta zona metropolitana del país y alguna vez haber sido llamada “Toluca la Bella” por su arquitectura colonial. Tal vez sea la cercanía con la capital del país, que está a punto de absorberla, pero lo cierto es que la capital mexiquense no tiene una fuerte identidad a nivel nacional más allá de las tortas de chorizo.
El Edomex aporta el 10% del PIB nacional, sólo por detrás de la Ciudad de México, tiene 42 parques industriales y 17 pueblos mágicos, pero a pesar de ser uno de los Estados más importantes del país, tal vez el más importante, no cuenta con una identidad homogénea, el gran orgullo mexiquense simplemente no existe.
No debería ser así.
El Estado de México es mucho más que una torta de chorizo. Es la Ciudad Sagrada de Teotihuacán que nos contempla desde hace 2000 años, es la laguna de Valle de Bravo y la arquitectura virreinal de Tepotzotlán.
No se puede decir que se conoce a este Estado si no se han caminado las calles empedradas de Malinalco, si no se ha ido al pueblito minero de El Oro o subido a la cima del Xinantécatl, todos lugares dignos de conocerse y, aun así, sólo es parte de la identidad de esta región del país. La grandeza de esta tierra es en realidad su gente.
El Estado de México es el maestro José María Velasco haciendo un paisaje del Valle de México, es un hombre saliendo de una fábrica en Atizapán, un artesano haciendo un árbol de la vida en Metepec o un par de amigas desayunando en Interlomas, es un festival de música en Toluca con Beck y Bomba Estéreo, es Fernando Platas ganando una medalla olímpica, es el Deportivo Toluca celebrando sus 100 años de historia jugando contra el Atlético de Madrid, es la voz de Isidro Fabela denunciando ante el mundo la ocupación de Austria por la Alemania Nazi en 1938. Son los doctores y doctoras luchando todos los días contra un virus desconocido en 2020.
Éste es el extraño caso del Estado de México, un Estado con lugares magníficos, personajes ilustres y una historia grandiosa, pero del que extrañamente pocos parecen estar orgullosos. Tal vez por sus problemas, que parecen igual de grandes: la inseguridad y la contaminación, la nula planeación urbana, la corrupción y las carencias en transporte público.
Puede ser abrumador, al día de hoy el Edomex encabeza las listas de fallecidos por Covid-19 en México, son momentos difíciles particularmente para nuestro país y para ese Estado, pero no podemos perder el optimismo, por cada asalto en el transporte público hay miles de mexiquenses honestos que salen a trabajar cada día, hay nuevos proyectos de desarrollo públicos y privados, nuevas ciclovías, fundaciones mexiquenses que ayudan a los más necesitados, la esperanza de un tren interurbano que puede reordenar el transporte público.
Podemos creer que nuestros hijos podrán tener aquí más oportunidades que las que tuvieron nuestros abuelos. Isidro Fabela una vez dijo: Somos una nación joven que lucha por la conquista de grandes principios, no tenemos sed de sangre, tenemos ansias de libertad.
Si eres mexiquense puedes entonces sentirte orgulloso, si no, no te preocupes, siempre serás bienvenido en esta tierra que no, no es “el Bronx”, y no, tampoco es la periferia de la ciudad.
Es el alma misma de México.
Notas:
[1] Roberto Abraham Pérez González es consultor de Estrategia y Operaciones, Emprendedor, MBA por IPADE Business School (Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa).
Twitter: @robertoabraham