Este jueves 26 de noviembre, en Estados Unidos como epicentro, se celebró el Thanksgiving Day “Día de Acción de Gracias” bajo una tormenta política, producto de la negativa abierta de Donald Trump en reconocer la derrota en las elecciones del pasado 3 de noviembre. Pero también un sufrimiento “prolongado” este año bajo la afectación sanitaria, consecuencia de la pandemia COVID-19, y más recientemente la emergencia climática producto del huracán “Eta”, mismo que provocó estragos en algunas partes del territorio norteamericano.
En un principio, dar gracias forma parte de nuestra cotidianidad en tanto es un reconocimiento de agradecimiento a algo o alguien sobre un evento contingente determinado. Me parece que tiene que ver con el fortalecimiento de los lazos de fraternidad que debe haber en nuestra construcción de humanidad. Es un tiempo para el perdón, parecido al Yom Kipur o “Día de Expiación” judío, en donde Dios posibilita la expiación de las faltas de la comunidad hebrea.
Bajo mi punto de vista, las adversidades que enfrentamos como sociedades pueden ser gestionadas más eficientemente cuando reconocemos la interculturalidad como una “realidad” necesaria y consolidada en nuestro tiempo por las vibrantes interconexiones interétnicas.
No cabe duda de que, así como hay una mayor y creciente empatía en el establecimiento de vínculos sociales, afloran paralelamente en nuestras comunidades sentimientos xenofóbicos debido a la “presión” sociolaboral ejercida en algunos países más que otros. Ahí tenemos como ejemplo emblemático, en el contexto europeo, los esfuerzos secesionistas de Cataluña para establecerse como nación independiente y moverse diplomáticamente como tal.
Ahora bien, este contexto y efemérides nos convoca, entonces, a autoevaluarnos y cuestionarnos en torno a cómo hemos sido en el año que pasa, lo cual evidentemente debe dejarnos como aprendizaje que, no hay una auténtica acción de gracias ahí donde se patentiza la hipocresía, la injusticia y la falta de solidaridad.
Ciertamente la conmemoración de festividades como éstas debe impulsarnos a ser mejores en relación a nuestros comportamientos fraternos con “el otro”. Y, es que, pensándolo bien, nos debemos a “el otro” (desde nuestras diversas profesiones y oficios), siempre hay alguien que consume nuestros productos, por lo tanto, es a alguien a quien debemos dar gracias.
Me parece que el hecho de dar gracias contribuye a generar un mundo menos caótico (porque tenemos un acercamiento emotivo con el prójimo con el cual nos relacionamos cotidianamente).
Ya lo ha señalado el pensador Félix Guattari, de que nuestra humanidad se mueve bajo el “paraguas” de las tres ecologías (mental, medioambiental y social). Interrelacionadas, producto de la evolución de las “necesidades” que tenemos uno u otro en el planeta.
En definitiva, dar gracias es producto de una “necesidad” de reconocer a alguien u algo que nos facilita las cosas (bajo lógica particulares que se manifiestan en los diversos entornos sociales).
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