En el transcurso de 2020 hemos examinado en esta columna las profundas implicaciones de las tensiones y creciente “ruptura” (decoupling) entre las principales economías del mundo, desde 2018 abiertamente en los terrenos del comercio, la tecnología y las inversiones bilaterales. Ya a mediados de 2020 adelantábamos tensiones en el ámbito financiero que, ahora a finales de 2020, se ha concretado: la creciente ruptura financiera entre China y Estados Unidos.
El tema es de particular importancia considerando la rapidez con la que los capitales privados y públicos pudieran reaccionar ante las recientes medidas –y generando una generalizada incertidumbre global–, pero también con impacto en el largo plazo: los vínculos entre ambas economías en el sector financiero y en los flujos de capital –inversión extranjera directa, compra de bonos estadounidenses por parte de China, etc.– son enormes y con capacidad de desestabilizar a sus respectivas economías y a terceros vía el incremento de la tasa de interés y tipo de cambio, entre otras variables.
¿Qué ha cambiado a finales de 2020?
Apenas el 3 de diciembre de 2020, la Cámara baja de Estados Unidos (House of Representatives) aprobó la Ley de Responsabilidad de las Empresas Extranjeras (The Holding Foreign Companies Accountable Act); en mayo 20 ya lo había confirmado el Senado. En los dos casos la ley fue legislada unánimemente por ambos partidos. La nueva ley –con explícita posdata hacia las empresas chinas– exige que toda inversión extranjera en las Bolsas de Valores (IPO) debe permitir el irrestricto acceso a la información de las propias empresas a las autoridades estadounidenses (PCAOB, Public Company Accounting Oversight Board); la ley rige para las nuevas inversiones en forma inmediata y en un máximo de tres años para las inversiones ya existentes. La Ley de Valores de China, por otro lado, prohíbe proveer esta información a contrapartes extranjeras y ha permitido el intercambio en casos específicos, por lo que se prevé la inmediata cancelación del financiamiento de las empresas chinas en Estados Unidos; las Bolsas de Valores de Hong Kong y Europa –y particularmente las chinas como las de Shanghai y Shenzhen– bien pudieran canalizar estas transacciones en el futuro. Las contrapartes chinas (Comisión Reguladora de Valores en China en China Daily del 4 de diciembre de 2020) destacaron que estas medidas generarán “severos daños” para inversionistas globales y que la ley “claramente discrimina” en contra de empresas chinas. Por el momento no se han discutido públicamente contramedidas chinas, aunque no se descartan.
Las salidas de las empresas chinas a las Bolsas de Valores en Estados Unidos iniciaron en 2014 con Alibaba y han acumulado unos 37,000 millones de dólares en Nueva York y casi cuatro veces más en Hong Kong, convirtiéndose en una forma interesante de financiamiento para las empresas chinas, pero no significativa en comparación al financiamiento interno de las propias empresas; múltiples tenedores de acciones chinas y sobre todo los institucionales estadounidenses, es de preverse, también buscarán deshacerse de las acciones de empresas chinas; es muy probable que las propias empresas chinas compren sus propias acciones en aras de no desestabilizar sus cotizaciones.
Estas medidas financieras –adicionales a las tomadas en noviembre de 2020 por la administración Trump en contra de las empresas chinas incluidas en las listas con conexiones militares según el Departamento de Defensa de Estados Unidos–profundizarán la generalizada ruptura entre Estados Unidos y China: si bien no se esperan abruptas salidas de capital y por el momento tampoco contramedidas por parte de China en contra de las inversiones estadounidenses, al igual que resultado de las medidas tecnológicas en contra de China y sus “listados” de empresas –por ejemplo las estrictas medidas en contra de Huawei para su proveeduría de semiconductores excluyendo software e insumos para su fabricación–, justificarán una “sustitución de importaciones” y medidas para el fomento de las empresas chinas en China; Hong Kong y otras Bolsas de Valores internacionales bien pudieran verse beneficiadas.
Más allá del tema financiero, las medidas reflejan la profundización de la ruptura de largo plazo entre ambas potencias y que muy difícilmente podrá ser sobrellevada por la nueva administración de Biden, considerando que las medidas contaron con el explícito y mayoritario apoyo demócrata: empresas e inversionistas en China, Estados Unidos y terceros países deberán responder rápidamente ante sus potenciales costos.
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