Por más recomendaciones que se formulen, la población mexicana permanece en actitud rebelde, sin el mínimo respeto a las elementales reglas en relación con el drama que nos aqueja.
Sin más, se amotinan, actúan al margen de la disciplina; para ellos no existe el mal; consideran que es una mentira; hay incluso quienes aseguran que el Coronavirus se inventó para incomodar y hasta se dice que es parte de una conspiración.
En buena medida esta situación se presenta porque el Jefe del Ejecutivo ha sido marginal y hasta irónico de tan preocupante asunto. A inicios de la pandemia en México, al mostrar una estampita para decirle al pueblo que era su amuleto y que con eso estaba protegido; y sería suficiente para no contraer el virus; comprendemos que las decenas de millones de votos que obtuvo en el proceso electoral pasado, lo aplaudieron sin reflexión alguna; tiene fascinados a quienes han creído en él. La mayoría de sus votantes no contemplaron los mortales riesgos de la pandemia.
López Obrador tiene historia y experiencia, por tanto es consciente de sus actos. La prudencia y el buen juicio, son cualidades indispensables de un gobernante responsable y en ese mismo renglón, sus colaboradores deben estar a la altura del severo conflicto que implica el Coronavirus.
Lamentablemente el daño es para todos y los que tenemos “tres dedos de frente”, entendemos que vamos hacia un abismo, donde si no se cambia de estrategia, seremos cómplices de un genocidio, el cual consiste en la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.
Todo se ha tomado con descuido e irresponsabilidad; aún a estas alturas carecemos de métodos apropiados. Así, aparece una persona cantinflesca, que se dice erudito, cuando lo único que demuestra, es ser un audaz que vocifera sandeces sobre lo que hoy por hoy genera angustia y miedo en el planeta.
Urge cambiar el rumbo; abrigamos la esperanza de que por lo menos el discernimiento en las denominadas “mañaneras”, se utilice para marginar actos protagónicos y se de paso a la formulación de un plan serio y por fin evitar las decenas de miles de muertos que por una política equivocada se presentan.
Es necesario que las medidas que se tomen con un sentido formal, en coincidencia con las encomendadas por la Organización Mundial de la Salud y de grandes médicos que tenemos, los cuales han sido despreciados. En casos como estos no debemos estar atenidos a la opinión de un solo hombre, pues hace de los galimatías su oratoria.
En relación a los centros que permiten la asistencia y estancia excesiva de consumidores, de una vez por todas tendrán que tomarse acciones drásticas, no solo para quienes infrinjan las reglas, sino para quienes promueven su violación. Tal es el caso de reuniones tumularias, sistemáticas en el país, fiestas y fiestas, siempre pensando en ser la excepción. A esto, de manera ejemplar se debe combatir con clausuras, multas verdaderamente importantes y hasta decomisos si es necesario, pero aún más, se les debe responsabilizar de tentativa de homicidio, ante la claridad jurídica del caso, esto por el inminente riesgo de perder la vida ante un contagio que bien puede evitarse.
Por otro lado, razonemos que el mundo va cambiando y en forma absoluta se nos exige tomar conductas correctas y aspectos que van de la mano con una diversa legislación, donde obligadamente, aunque nos cuesta aceptar, lo grato del pasado, como partidos de futbol, espectáculos artísticos y en general reuniones altamente socorridas, no volverán.
Dentro de éste aspecto tan delicado, las escuelas juegan un papel esencial. Se tendrá que trabajar con empeño para impulsar nuevos hábitos y conductas que estén a la altura de la formación de una sociedad distinta, con avances ultra dimensionales, donde la responsabilidad, el manejo prudente de los bienes culturales y sociales, preparen para el nuevo mundo a sus habitantes.
México demanda un régimen responsable, deseamos que se logre esa anhelada metamorfosis de los que vendrán.
En síntesis, quienes promuevan las reuniones masivas son responsables de actos genocidas; los asistentes, en el mejor de los casos infractores perniciosos, pero en ambas circunstancias los correctivos deben ser drásticos y tajantes; no utilizar cubre bocas e ignorar la sana distancia también deberá ser motivo de un castigo severo. La responsabilidad es para beneficio de todos. La legislación actual no será la excepción para ser adaptada a la nueva realidad.
Los hombres del poder deben estar listos para aprovechar las áreas de oportunidad que actualmente se presentan y así superar el reto como paladines, de lo contrario pasarán a la historia como los homicidas de su propia gente.
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