El próximo 25 de febrero la prestigiada abogada Claudia de Buen Unna tomará posesión como Presidenta de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, lo que significará un parteaguas en la vida de la institución gremial de los abogados más importante de México, que cuenta con alrededor de 7,500 agremiados, de los cuales solamente unas mil personas son mujeres. Cuando este acontecimiento ocurra, habrá un antes y un después en la vida de la Barra, pues nunca antes fue presidida por una mujer.
Se trata de una valiosa mujer, forjada por sí misma, y que ha tenido que enfrentar las típicas adversidades que desafortunadamente aún adolecen las mujeres en prácticamente todo el mundo para poder compaginar su vida de esposa y madre con la de mujer de trabajo. Claudia es hija del también muy prestigiado abogado Néstor de Buen Lozano, refugiado español ya fallecido, quien a pesar de haber sido conocido como un hombre de izquierdas no fue para nada feminista. Don Néstor no fue inicialmente admitido a la Barra por haber tenido una nacionalidad extranjera, a pesar de haber estudiado la carrera de derecho en México. Cuando la Barra permitió la incorporación de abogados mexicanos de nacionalidad extranjera, fue invitado y terminó por ingresar a la misma, aunque haciéndose un poco del rogar, con sobrada razón.
Cuando el padre de Claudia y los demás socios varones de su despacho ingresaron a la Barra, ella pidió permiso a su padre e ingresó contando con 35 años de edad y la advertencia de “allá tú”. La primera sesión en la que participó fue una exposición de Fernando Gómez Mont sobre los riesgos penales de los abogados litigantes, en la que participaron más de 40 personas, de las cuales sólo dos o tres eran mujeres. La Barra era un mundo de hombres. Cuando se decidió crear la Comisión de los Derechos de la Mujer, Claudia inicialmente no la consideró necesaria, pues ella misma había logrado concluir exitosamente tres especialidades sin la ayuda de nadie: derecho financiero y comercio internacional, amparo y derecho mercantil. En épocas recientes, Claudia ha ampliado sus especialidades, cursando diplomados de mediación, derecho colaborativo y negociación.
La próxima Presidenta de la Barra solía ir a trabajar al despacho con sus hijas bebés y en ocasiones trabajaba desde casa o incluso atendía clientes en el Club France donde acudía con sus hijas, todo lo cual le ocasionaba ser cuestionada por sus pares y le generaba ocasionalmente sentimientos de culpabilidad por no poder cumplir al cien por ciento sus obligaciones en el despacho, con sus hijas, con su esposo y con sus pares. Esta problemática se agravó, según Claudia fue aceptando mayores responsabilidades dentro de la propia Barra. Fue coordinadora del Comité de Familia, Secretaria de la Comisión de los Derechos de la Mujer, e incluso Consejera.
Cuando Emilio González de Castilla del Valle se perfilaba como Presidente de la Barra, Claudia y otras colegas mujeres tuvieron la osadía de plantearle la posibilidad de integrar una planilla integrada por mayoría de mujeres, con él a la cabeza, atrevimiento que generó gran escozor entre algunos consejeros de entonces, y en lugar de apoyar la idea de integrar dicha planilla, se prefirió abrirles espacios en las direcciones de comités y comisiones, lo cual fue valorado por ellas como un triunfo. Con el tiempo, Claudia vio con claridad la importancia de apoyar la Comisión de los Derechos de la Mujer e incluso gestionó para cambiar su denominación por el de igualdad de género, lo que también enfrentó grandes resistencias, pero finalmente se logró. En este campo de la apertura de la Barra a las mujeres, Claudia reconoce la gran labor de Claus von Wobeser y de Fabián Aguinaco, siendo este último quien la invitó a participar en el Consejo Directivo de la Barra.
Dentro de la trayectoria profesional de mi colega De Buen, hay que mencionar que durante dos años fue abogada general de su alma mater, la Universidad Autónoma Metropolitana, posición que motivó su exclusión como Consejera de la Barra, sin haber sido formalmente informada de ello. Fueron Ricardo Ríos Ferrer y José Mario de la Garza quienes la hicieron regresar, siendo este último quien abrió de plano las puertas del Consejo a las mujeres. Es así que Claudia, ya plenamente empoderada, decide contender por la segunda vicepresidencia de la Barra, pero luego de ser persuadida por importantes barristas, opta por contender, de una vez, por la primera vicepresidencia, votación que gana abrumadoramente.
El plan de trabajo de Claudia se centra en los siguientes 5 ejes principales: 1) la dignificación de la abogacía, mejorando su fama pública y luchando por la colegiación obligatoria, a efecto de que los incumplimientos al Código de Ética de la Barra generen sanciones; 2) lograr la integración de jóvenes abogados, transformando la Barra para hacerla más atractiva a ellos, con el propósito de darles un papel activo en la estructura de la misma; 3) abrir por completo la Barra a la participación activa de las abogadas mujeres; 4) intensificar las relaciones con agrupaciones y colegios de abogados internacionales y extranjeros, e intensificar la relación con el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México y la Asociación Nacional de Abogados de Empresa, robusteciendo el Consejo General de la Abogacía Mexicana; y 5) el aprovechamiento de la experiencia de los expresidentes de la Barra, poniendo en operación el Consejo Ampliado en el que participen consejeros, coordinadores, directores de los capítulos que operan en las diversas entidades federativas y desde luego los expresidentes.
Claudia de Buen se propone transformar el papel del Presidente de la Barra de un alto protagonismo al de una conducción de los esfuerzos grupales, y se propone que la Barra realice pronunciamientos de naturaleza jurídica más contundentes y no realizar aquellos de naturaleza política. También propugnará por una Barra generosa y agradecida con sus miembros y directivos. Para su titánica labor, Claudia cuenta ya con ocho mujeres en el Consejo y no cesará en hacer cumplir el compromiso asumido con la ONU conocido como “He for She”, lo que implica que nunca más podrá integrarse ningún presídium con tres o más personas, sin que haya al menos una mujer.
Debido a su capacidad y profesionalismo, a una vida de esfuerzo y a la reciedumbre de su carácter, estamos seguros de que la presidencia de Claudia de Buen Unna significará ese necesario cambio en la historia de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, que permitirá cosechar los importantes frutos del trabajo femenino y contribuirá a brindar igualdad de oportunidades entre las abogadas y los abogados miembros de esta noble institución.
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En hora buena a la Barra por su primera presidenta mujer , ya era hora