De todo y de nada

Incertidumbre

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#Incertidumbre

Han pasado casi tres meses desde mi última colaboración en El Semanario, y debo contarles que dicha pausa en mi escritura se debió a mi necesidad de observar el acontecer nacional e internacional. Me explico. En estos últimos meses he querido entender lo que está sucediendo en México y en el mundo. Sin embargo, les confieso que hoy me encuentro con una falta de claridad en lo que viene en adelante. Creo que la definición perfecta, en una sola palabra, es incertidumbre.

Desde que inicié mi columna #DeTodoYDeNada en mayo del 2016, mi intención siempre ha sido que se invite al lector a pensar y reflexionar sobre diversos temas y que, de alguna manera, sirva, genere valor y nos empuje a ir mas allá de nuestras creencias y convicciones. No me gusta escribir de lo malo que pasa en el país sino, por el contrario, de lo bueno que hay; como dije desde el principio, mi columna es (o trata de ser) siempre una columna positiva. Tengo que agregar que siempre escribo de forma abierta, honesta y desde el corazón. No había escrito porque no sabía claramente sobre lo que quería escribir. Para mí, la escritura va más allá de un ejercicio mecánico de cumplir con la tarea de llenar una columna, aunque no transmitas nada y el cúmulo de palabras y oraciones no se sientan, sean huecas o lleven a los lugares comunes. A veces, creo, lo mejor es no escribir hasta que tengas claro qué es lo que te motiva. Al final, como también le dije al lector desde mi primer artículo, uno escribe para uno mismo, para encontrarse en ese maravilloso mundo de las letras y sentirse enamorado de lo que se está escribiendo.

Hoy regreso porque ya me quedó claro de lo que no quiero escribir, pero sobre todo, de lo que sí.

Incertidumbre hoy es el nombre del juego. No es algo con lo que los mexicanos nos sintamos ajenos. Toda mi vida, desde los años setenta, cuando nací, y hasta el día de hoy, siempre he vivido con la noción de que en México todo el tiempo se dan cambios, nada es seguro y, por ende, no hay certeza de lo que va a pasar. Pero claramente la estabilidad (buena o mala), con esos cambios, no se veía trastocada de forma muy significativa o por lo menos no para mí. Tenía claras las reglas del juego y, si éstas cambiaban, sabía qué hacer. Fui de los llamados “hijos de las crisis recurrentes”. Desde que nací, hasta el error de diciembre de 1994, siempre hubo crisis financieras y había que reinventar al país una y otra vez; pero también, siempre había ese sentimiento de que en este país no pasaba nada, y que cuando pasaba, tampoco pasaba nada. De esa manera la incertidumbre era menor.

Hoy, no sé qué vaya a pasar. Siento una absoluta incertidumbre, esa falta de certeza a la que la Real Academia Española define como “el conocimiento seguro y claro de algo”. ¿Esto es negativo? Absolutamente no lo creo así. Creo que lo importante es entenderlo y hacer lo más que podamos para eliminar, en la medida de nuestros alcances y posibilidades, los niveles de incertidumbre que se puedan tener. Este decálogo, que a continuación enlisto, es lo que pienso hacer yo y que comparto con ustedes, mis queridos lectores, por si a alguien le sirve alguno de ellos:

1.- Identificar y trabajar con lo que tengo a mi cargo. Les tengo noticias, lo único que tenemos nosotros, 100% a nuestro cargo, es a nosotros mismos. Hagamos entonces, con esa persona con quien invariablemente dormimos y despertamos todos los días, con quien estamos 24 horas al día y con quien (ahí sí) hay la certidumbre absoluta que estaremos durante toda nuestra vida, la mejor versión de esa persona.

2.- Hacer con esa persona (uno mismo) una vida de aprendizaje, compasión, compañerismo, productividad, generosidad, honestidad, abundancia y trabajo que trascienda no sólo en uno mismo, sino en los demás. No quiero yo una sociedad de egoísmo, pero sólo puedo trabajar con el que tengo a mi cargo (si no quedó claro a quién tenemos a nuestro cargo, regresar al punto 1).

3.- Amar todo lo que haga y, con ese amor, ser ejemplo para otros. Eso incluye hasta lo que no me gusta hacer pero que por alguna razón debo hacer.

4.- Criticar positivamente lo que no me gusta, aquello en lo que no esté de acuerdo, lo que vea mal y ofrecer mis soluciones, opiniones y criterios de una forma constructiva y que genere valor. Eso, en todos los ámbitos de mi vida.

5.- Ser empático con los demás, no polarizar, saber escuchar, perdonar y pedir perdón, también es algo que puedo controlar al 100%, así que me propongo hacerlo.

6.- Tener metas claras, de corto mediano y largo plazo, pero enfocando mi atención en el “aquí y el ahora” que es lo único real que tenemos. Hace poco escuché a un coach que decía “acabar lo que empiezas” sin duda es muy importante pero si en el camino me doy cuenta que lo que empecé no me sirve a mí o a los demás, no crea valor o al contrario, destruye valor, mejor lo dejo y empiezo otra cosa.

7.- No darle importancia al Gobierno. Si nos dedicáramos más a ver lo que nos toca hacer a cada uno en nuestra vida propia, en vez de ver lo que está haciendo el gobierno por nosotros, seríamos un país mas próspero. Por eso, estoy convencido de que es mucho más poderoso el individuo que coadyuva a tener una buena sociedad que cualquier gobierno.

8.- Estar sano. La salud da certidumbre, de eso no hay duda. En eso tengo que trabajar con todo porque, a veces, la doy por hecho; y aquí reculo sobre mi comentario inicial de que al único que controlamos al 100% es a uno mismo. En este tema no, pero sí estamos a cargo de tener un cuerpo sano, una mente sana y un espíritu sano para lograr la mejor calidad de vida que podamos, mientras que Dios se encarga de lo demás cuando quiera y como quiera (yo así lo creo).

9.- Hablar bien de México. Muchos pensarán… ¿Y eso qué tiene que ver con certidumbre? Mucho. Uno debe sentirse bien en su casa. Empezar hablando bien del país donde uno vive ayuda a que te sientas bien en él y trabajes mejor, estudies mejor y te relaciones mejor. Estoy claro que cuando hablo bien del país, normalmente veo las cosas positivas que hay en él y, por consecuencia, me resulta más positiva la vida, tienes mayor éxito en lo que haces y una más clara visión de hacia dónde vas. Tienes mayor certidumbre si ves las cosas en positivo y hacerlo del país suma mucho.

10.- Creer en mí, independientemente de las circunstancias en las que esté, independientemente de la situación del país, de cualquier acontecimiento externo, etcétera. Creer en uno mismo da certeza. Saber que a pesar de que pase cualquier cosa, lo que sea, siempre saldrás adelante, es un aliciente para ir por todo lo que se pueda y no flaquear nunca. La vida hay que considerarla una amiga a la que debemos tomar con aprecio y confianza, con gratitud y alegría y, si creo en mí, la vida se torna plena y llena de posibilidades.

Aquí está pues, mi decálogo. Vale la pena el ejercicio y más en este año que termina y en vísperas de un año donde la palabra que más resalta es la de incertidumbre.

A todos mis lectores les deseo una muy feliz Navidad y un 2019 lleno de certeza, en lo personal, y de confianza en ustedes mismos.

A un año del 19S

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#A1AñoDel19S

El 19 de septiembre era ya, de por sí, emblemático por el trágico terremoto de 1985; y hace un año la tragedia, como en tono de burla, volvió a azotar al pueblo mexicano. El año pasado, como en el 85, los mexicanos nos solidarizamos unos con otros, fuimos compasivos, olvidamos cualquier tipo de diferencia y nos volcamos a apoyar al prójimo de una manera absolutamente desinteresada y comprometida.

Ya se fue un año. ¡¡¡Y qué año!!!

¡Qué rápido se nos olvidaron las cosas que nos unen! Tuvimos unas campañas políticas plagadas de propuestas vagas o vacías y, desafortunadamente, las recordamos más bien por los ataques que los candidatos lanzaban, en cualquier oportunidad, para denostar a sus contrincantes. Después, fuimos partícipes de una elección en paz y un cambio de régimen que, a la vez que trae esperanza para millones de mexicanos, también trae incertidumbre. Las cosas importantes parecen estar en su lugar y por eso no ha habido sobresaltos, ni económicos ni sociales. Por lo pronto no, por ahora.

Un año en una historia parece muy poco, pero pasan miles de cosas. En mi historia personal hubo muchos cambios, y en la del país también. Como que no fue un año típico. Hay muchas cosas que quedarán para la historia. Como muestra, a continuación, enumero dos de ellas:

Uno. Por primera vez, la configuración de la fuerza política pone a quienes históricamente habían estado en las minorías… en las mayorías (y de forma abrumadora); y quienes siempre se encontraban repartiendo el pastel político y dejando las migajas para los chiquitos, ahora son quienes recogen las migajas. El sistema político mexicano cambió y nunca más volverá a ser como se veía antes de estas elecciones.

Dos. La burocracia, como la conocemos, dejará de existir. La austeridad planteada traerá muchos desajustes en el corto plazo: la salida de talentos que no estarán dispuestos a ganar menos, cuando en el mercado pueden cotizarse mejor; y la movilidad de muchos funcionarios de la Ciudad de México que se verá mermada con la descentralización de las Secretarías y dependencias, traerá una diáspora de funcionarios. Veremos entonces emerger una nueva generación de funcionarios públicos, más austeros, de más ciudades del país y, después de un tiempo, ésta será la nueva realidad de la burocracia mexicana. Puede ser mejor o no, eso sólo el tiempo lo dirá; lo que sí es un hecho, y es lo que quiero destacar, es que será diferente a lo que habíamos visto en nuestra historia reciente, por lo menos del siglo XX después de la Revolución y hasta estos días.

Lo que a mí me preocupa más, sin embargo, son aquellas cosas que hoy no vislumbro que vayan a cambiar (y ojalá me equivoque) y aquí las dos que siento, son las más importantes:

Una es la violencia y la inseguridad. Ahí no sé ustedes mis lectores, pero yo nomás no oigo propuestas, no veo claridad de nada y estoy en absoluta expectativa (eso sí, con mucha esperanza) de lo que vaya a suceder. Ese tema es el que considero más preocupante porque aparte de no avanzar, cada día las cosas están más mal.

El otro tema es la educación. No hay nada que, hasta el momento, me dé un poquito de luz para entender qué se quiere hacer en materia educativa. La reforma constitucional, como ya lo he dicho, no tendría por qué modificarse; y, sin embargo, las voces de las nuevas legislaturas hablan con insistencia de reformar lo reformado. Creo que esa pasión desbordada obedece más a posiciones políticas que realmente a criterios técnicos y de eficiencia, que en esta materia creo que estos últimos serían los que deberían prevalecer para lograr una educación de calidad.

Al final, espero equivocarme con este diagnóstico, porque si las dos cosas que apunto como ejemplo de cambio pasan o no, creo que no tiene mayor trascendencia para el país; pero si en los dos temas que destaqué –seguridad y educación– no pasa nada, entonces sí, un año va a ser muchísimo tiempo.

Veamos esos dos rubros dentro de un año y esperemos que se estén dando los procesos en el sentido de bajar lo más posible la inseguridad a lo largo y ancho de nuestro país, y simultáneamente se esté construyendo la base para tener una educación cuya calidad sea similar al nivel de los países más avanzados del mundo, abarcando al mayor número de personas.

A un año del terremoto se sacudieron muchas cosas. Hay una transformación política que no va a servir de nada si los pilares fundamentales de desarrollo –que para mí son la seguridad y la educación– no se remueven y mejoran de forma rápida y sustancial.

Ojalá así sea.

Educación con equidad y calidad

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 #Educación #Equidad #Calidad

Yo tengo tres hijos en edades escolares, uno en la prepa, otro en la secundaria y otra en la primaria. A todos los tengo en escuelas privadas porque, en el sistema de educación pública, no he encontrado la calidad educativa que hoy tiene la educación privada, sobre todo en los niveles de educación básica y media. Todos los días me pregunto: Si México es de los países que más invierte en educación, ¿por qué somos un país con tan baja calidad educativa?

Ahora tenemos un gobierno saliente que impulsó una reforma educativa –que no tuvo ni tiempo de madurar para ver si servía o no– misma que, según dice el gobierno entrante, se echará para atrás. Este último hará una consulta nacional para lograr lo que llaman “Un Acuerdo Nacional sobre Educación”. ¿Eso será bueno o malo? No lo sé. Si uno lee la convocatoria (que se puede consultar en http://porunacuerdoeducativo.com), hace sentido.

“Ante el compromiso de construir una verdadera transformación educativa, es necesaria la participación de la sociedad; para escuchar ideas y propuestas para mejorar la educación y fortalecer su carácter laico, gratuito y plural.” dice la convocatoria en su parte inicial.

“Se busca avanzar en la construcción de consensos que permitan una educación que supere los rezagos de la pobreza, la marginación y la exclusión; y afronte con equidad y calidad los retos del futuro”, dice en otros de sus párrafos. Yo aquí me detengo para destacar dos palabras fundamentales para el desarrollo educativo de nuestro país: equidad y calidad. Si para mejorar la educación en nuestro país nos enfocamos en esas dos palabritas, nos podemos olvidar de tanto rollo y de verdad aspiraríamos a mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.

Yo soy de los que afirmo que, el trasfondo de cualquier problema que tiene el país, es educativo. Si me pidieran identificar el elemento o ingrediente más importante para el desarrollo de un país, sin duda diría que es la educación; y si tuviera que identificar tres, serían: educación, educación y educación.

En México se hizo una reforma constitucional en el 2013. Esa reforma es consecuente con lo que señala la convocatoria emitida por el nuevo Gobierno. En ella se contemplan claramente los dos principios rectores de una buena educación: que sea de calidad y que sea para todos, es decir, equitativa.

De lo que se reformó en el 2013, destaca la fracción II del artículo 3º, en sus incisos c) y d) que a la letra dicen:

“II.  El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.

Además:…

  1. c) Contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos, y
  2. d) Será de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos;”

Claramente, el inciso c) habla de EQUIDAD y el inciso d) de CALIDAD.

En mi opinión, la Constitución quedó bien y no debería reformarse en materia de educación, sino únicamente las leyes reglamentarias, si así lo requirieran.

En cuanto a la consulta, se vale hacerla y reformar las leyes que lo requieran; pero estoy convencido que éstas (las consultas) sólo le sirven a quienes las diseñan, porque están hechas para provocar respuestas en el sentido buscado. No metamos la política en la educación, eso sí podría ser un verdadero desastre; y México, que ya de por sí trae un rezago importante, no se puede dar el lujo de quedarse atrás en materia educativa.

Si leemos la Constitución, que a todos invito a hacerlo, verán que trae todos los elementos que también persigue el nuevo gobierno. Revisen las leyes reglamentarias pero, por favor, no manoseemos a nuestra Constitución que, la verdad, sí fue bien reformada.

La magia del poder (a un año)

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#MagiaDelPoder

Hace un año escribí un artículo llamado “La magia del Poder” (aquí tienen el enlace para pronta referencia si lo quisieran releer: http://bit.ly/MagiaDelPoder). En él abordé la relación que tiene el ser humano con el poder y hablaba de que, quien lo detenta, lleva invariablemente aparejada una responsabilidad.

En México, a inicios de este mes, se definieron por medio de la votación libre y secreta, a las mujeres y hombres quienes –en algunos casos por los próximos tres años (diputados, congresos locales en los Estados y alcaldes) y en otros por seis años (presidente de la República, gobernadores y senadores)– detentarán el poder político. Estos personajes, todos los que resultaron ganadores en las elecciones, tendrán que entender que si el poder no es ejercido con responsabilidad, todo puede desmoronarse.

El partido que tendrá que ser el más responsable es Morena. Sin duda es el que ganó el mayor número de curules en el Congreso de la Unión, el mayor número de gubernaturas (de las que estuvieron en juego) y la Presidencia de la República. Estará a prueba la virtuosidad de sus actores. Esa que Thomas Macaulay refería en su frase La prueba suprema de virtud consiste en tener un poder ilimitado sin abusar de él. Qué prueba tan importante tiene el próximo presidente de México y todos los ganadores de su partido. Sin que efectivamente su poder sea “ilimitado”, la realidad es que hay muy pocos contrapesos y sí puede sentirse que el poder de nuestros nuevos gobernantes es casi absoluto.

Los absolutistas de la Francia del siglo XVIII dilapidaron su poder, ese sí ilimitado, y acabaron presos y ejecutados. Francia tuvo su revolución y se terminó la monarquía que le había servido al país como forma de gobierno por poco más de mil años. Abusaron de su poder y todo acabó muy mal para ellos, pero afortunadamente no para el país que allí se reinventó y nació la República que ahora vemos en versiones modernas por todo el planeta.

Dicen que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. En México, paradójicamente, el grupo que ganó el poder lo hizo pregonando que la corrupción era el mayor de los males que aquejaban al país y que si ellos llegaban al poder, terminarían de una vez por todas con este mal. Hoy los ganadores tienen un poder equivalente a aquellos de Francia en la Monarquía, pero en un mundo donde todo pasa muy rápido. Mientras que en aquellos tiempos cualquier persona podría saber de unas tres o cuatro noticias internacionales en toda su vida (cuando mucho), hoy tenemos millones de datos e información que, incluso, es imposible digerir. ¿A qué voy con todo esto? Que el poder que ejercerá el nuevo grupo gobernante tiene puestas las miradas y los oídos de millones de personas, no sólo en México sino también del resto del mundo; que hoy las expectativas que se tienen del nuevo gobierno son altísimas y la desilusión si no se cumplen también serán de la misma magnitud. Por eso la necesidad de ser responsables y virtuosos en el manejo del poder.

Hoy no habrá ningún pretexto que valga para no poder gobernar y hacer las cosas que se prometieron en campaña. El poder se concentró en el plano político, en una sola persona, en Andrés Manuel López Obrador, y el éxito debe estar en la generación de valor que logre para la mayoría de las personas. Tiene una responsabilidad enorme porque deja de ser oposición, deja de ser candidato y asume el mayor cargo político al que se puede aspirar en este país. No podemos más que desearle lo mejor y apoyar todos con nuestro granito de arena a que el país mejore día con día, a que sea un país más justo, más tolerante, más rico y próspero y que se refleje en todos los niveles socioeconómicos y en todas las latitudes de nuestra gran nación.

A todos quienes llegaron al poder, es importante recordarles la frase de Séneca que apunté en mi artículo de hace un año y donde, creo yo, radica la magia del poder: El hombre más poderoso es aquel que es dueño de sí mismo.

Dejen atrás campañas, enconos y resentimientos y aduéñense de ustedes mismos, actúen con responsabilidad y sean virtuosos en el ejercicio del poder. Muchos millones que apostaron por este grupo para que gobernara y ejerciera el poder, querrán ver cumplidas sus expectativas, muchos millones más, estarán a la expectativa de ver si ejercen el poder de manera adecuada.

Los que ganaron, tienen la oportunidad de oro de ejercer el poder de tal forma que trascienda positivamente su actuar y tengamos un mejor país cuando acabe el sexenio.

La suerte está echada y el ejercicio del poder definido. Buen futuro para México.

Luna de miel

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#LunaDeMiel

Cuando dos personas se juran amor eterno, se comprometen entre ellas y se casan, acostumbran a irse de “luna de miel”.

Para entender el origen de la frase me encontré con diferentes fuentes que nos remiten a orígenes distintos, pero lo que todas tienen en común es que se basan en el ciclo lunar.

Para la cultura babilónica, en concreto, tras el enlace de los novios, el padre de la novia debía abastecer al novio de cerveza de miel durante una luna o mes.

En Roma, era la madre de la novia quien debía dejar, durante una luna, un tarro con miel en la habitación de la pareja. Esto se hacía para que tuviera un efecto reconstituyente en la pareja o para que se embelleciera la novia.

Hoy en día, cuando nos referimos a la “luna de miel”, se visualiza cordialidad, amor, respeto, felicidad y buenas intenciones. Así amanecimos el pasado lunes, 2 de julio, después de ver la civilidad con la que concluyó el proceso electoral y las acciones de los candidatos ganadores y perdedores de la contienda (excepto en el estado de Puebla que, estarán de acuerdo conmigo, es un berenjenal). El Presidente de la República salió a felicitar al nuevo presidente electo, e incluso ya lo tuvo en Palacio Nacional, caminando por sus largos pasillos. Todo es amor y paz, como pregonaba el vencedor desde su campaña. También todo es “amistoso y cordial” con el Presidente, según sus propias palabras; e incluso reconoce el respeto del otrora adversario directo. Lo reconoce como el único de los tres últimos mandatarios que no ha intervenido en el proceso electoral, y hasta lo elogia por la labor que su gobierno está haciendo en la renegociación del TLC.

Amor y concordia entre el Presidente que se va y el Presidente que llega; una auténtica luna de miel. No sé si en esta relación el padre será “el gobierno” quien, como en la Babilonia antigua, abastecerá de todo lo necesario (la cerveza de miel) al nuevo gobernante. O si la actitud del actual Jefe Supremo de la Fuerzas Armadas sea como la de una madre Romana y de forma legítima quiera “reconstituir” a la nación dándole al ganador el tarro con miel lleno de esperanza para millones de mexicanos quienes, convencidos que era necesario un cambio, se volcaron a las urnas para votar por el Tabasqueño. Lo que sí sé es que, como todas las cosas maravillosas, la luna de miel siempre es temporal y la realidad llega con ánimos de arrebato a poner todas las cosas en su lugar.

Hoy estamos felices de ver lo meloso de la transición. La aplaudimos desconcertados porque parece demasiado bueno para ser cierto. Con todo mi corazón deseo que efectivamente todas las cosas que estamos viendo sean verdaderas y, sobre todo, duraderas. Los dirigentes nos darían una lección de amor a México; de poner por encima de cualquier interés personal el interés de la nación y sus ciudadanos; de que el camino es el adecuado y se lograrán cosas maravillosas para México. Yo, como buen entusiasta que soy, como alguien que siempre busca lo positivo, que trata de ver la vida desde el lado iluminado y no obscuro, me voy a quedar con lo que estoy viendo y espero que esta serie de acontecimientos afortunados, se sigan encadenando a otros muchos más de forma continuada. Así, la luna de miel no sólo será con el Presidente, sino con toda la población. Una luna de miel permanente que nos envuelva en un estado de bienestar, paz, concordia y abundancia, que nos ponga a todos nosotros, los mexicanos, como el ejemplo a seguir en el resto del mundo.

Yo sueño con eso y, sí, hay veces que los sueños se vuelven realidad. Lo que sí tengo claro es que yo logro mi realidad entre más hago y menos sueño, así que los dejo con una pregunta ¿Qué realidad queremos para el futuro de nuestro país? Conjuguemos el verbo hacer, en lo que a cada quien nos toque.

Buen fin.

El Estudiante

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#ElEstudiante

El 23 de mayo se celebra el Día Internacional del Estudiante. Ese que estudia, ese que “cursa estudios en un establecimiento de enseñanza”, como lo define la Real Academia Española (RAE). Es interesante ver que, ahora, el estudiante tenga su propio día para celebrarse. Tengo que confesar que no tenía la más peregrina idea de que se hubiera instaurado un día para celebrar al estudiante. Cuando me enteré, decidí darle más foco al tema; no porque sea o no relevante el que se “festeje” al estudiante en cierto día, sino por la colosal relevancia misma del estudiante, como lo explicaré más adelante.

La verdad es que no estoy muy atento a las celebraciones del calendario. Aquellas más arraigadas –el Día de la madre y del padre, por ejemplo– de repente se convierten en días de pleito familiar, en melancolías no buscadas o en pretexto para no volverse a ver hasta el siguiente año; total, ya vimos a la mamá o al papá ese día (como si eso nos hiciera mejores hijos). Luego, están los Días del niño, de los abuelos y no sé si haya del primo o del hermano o de la suegra, pero también tenemos aquellos días en que se celebran las diferentes profesiones: el Día del ingeniero, del médico, del abogado, del maestro y, más recientemente, del mercadólogo. Realmente cada día vemos más y más celebraciones que nos recuerdan que existimos y que nos dan una buena razón para reunirnos y hasta enfiestarnos. Pero… ¿el día del estudiante? Interesante, por decir lo menos. ¿Quién es un estudiante? ¿Cómo se define? ¿Qué alcance tiene esa palabra?

Si tomamos a la RAE, es muy simple su definición: “Aquel que cursa estudios en un establecimiento de enseñanza”. Por principio, el estudiante es receptor de conocimiento. Es vasija del conocimiento que se vierte en él, de esa luz que bien definen los Cabalistas. Pero, si el estudiante sólo se limita a recibir conocimiento o enseñanza, no puede definirse como tal. Para llegar a serlo, debe de estudiar todo lo que recibe. Eso significa cuestionar, investigar, revisar diversas fuentes de conocimiento, hacer análisis, desarrollar tesis y llegar a respuestas.

El estudiante no termina su función en las aulas, sigue abierto y hambriento a seguir aprendiendo nuevas cosas. A quien realmente debemos festejar como estudiante, es a quien, sin importar si tiene diez o noventa años, sigue estudiando.

John Eicher

Hoy le quise poner foco a esta celebración porque, sin lugar a duda, estoy seguro de que debería ser la celebración más importante del año. Sí, lo leyó bien querido lector; no es el día de la mamá, ni del papá, ni las celebraciones religiosas. Si analizamos lo que es un estudiante, en toda la extensión de la palabra, veríamos que es el fiel de la balanza entre un país desarrollado o no, entre un país tolerante o no, entre un país en paz o no, y lo más importante, entre un país educado o no.

Tremenda importancia le estoy dando al “estudiante”, pero tiene muchas razones de ser. Primero, porque me estoy refiriendo al estudiante de verdad. No al  que va a la escuela a calentar un asiento, o a repetir como loro lo que alguien “enseña” (y lo escribo entre comillas porque en ocasiones me cuestiono si quienes tienen esa gran responsabilidad de pararse frente a un grupo de estudiantes realmente están haciendo su parte en el proceso de enseñanza o sólo están repitiendo como loros lo que en su momento alguien les repitió a ellos como loros, y así sucesivamente). Tampoco me refiero a aquel que, por su soberbia, no escucha ni aprende de los demás porque cree que ya lo sabe todo; ni a aquel que no hace un mayor esfuerzo por escuchar con curiosidad, para aprender del de enfrente y obtener información que pueda utilizar, precisamente para estudiarla y sacar sus propias conclusiones.

Al estudiante que hay que celebrar es:

  • Al que todo el tiempo está revisando quién es (estudiándose profundamente) para ser una mejor persona.
  • Al que no se queda con lo que le dicen los demás y cuestiona (estudia) la información que recibe.
  • Al que se esfuerza por ser empático con las ideas y opiniones de los demás porque, una vez estudiados sus comentarios y comportamientos, y aunque no necesariamente coincidan con los suyos, puede discernir de una forma pacífica y educada.
  • Al que es estudioso de tantas cosas y de tantos temas; es decir, tanto quien estudia a las mariposas monarcas, como quien estudia las reacciones químicas o el comportamiento humano. En realidad, el tema no importa, mientras que el individuo sea un verdadero estudioso que constantemente trata de superarse y de buscar más y mejores respuestas que le sirvan a él y al mundo que lo rodea.

Si celebramos estos tipos de estudiantes, que podemos ser todos, es porque una nación ya se volvió grande, porque sus ciudadanos razonan, porque es una sociedad educada y, por lo mismo, una sociedad próspera.

Estudiantes

No podemos pensar que el estudiante es sólo aquel que va a las aulas y recibe conocimiento, únicamente como consecuencia de haber asistido a sus cursos. Entonces, ni perdamos tiempo en celebrar este día.

Hay que pensar mejor en aquel estudiante que pone el estudio por encima de todo, como una base para desarrollarse, educarse, analizar, entender la vida, informarse, tomar decisiones acertadas y transformarse a sí mismo y a los demás. Ese, que al conocer, analiza, piensa, cuestiona, construye y propone. Al que no va por la vida sólo siguiendo a los demás, sino que se toma el tiempo de estudiar los escenarios, las creencias, los dogmas, etc.

Si empoderamos al estudiante y le damos el justo valor que tiene en el desarrollo de la sociedad, tendremos un México mucho más educado y, sin duda, mucho más próspero. Yo estoy convencido de que todos los problemas que tiene este país, más tarde que temprano, apuntan a un mismo origen: un gravísimo problema de educación. Así que celebremos la grandeza del que estudia, se prepara, y no lo deja de hacer; sino que es siempre parte de su vida. Enseñemos con el ejemplo, desempolvándonos nosotros mismos y estudiando nuevas cosas. Entre más personas nos sintamos identificadas con “el día del estudiante” será porque estamos contribuyendo a que nuestro país mejore.

Hagamos de este festejo el más importante de todos, por el bien de México.

El quinto partido

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#ElQuintoPartido

Cuando vemos un país como México, que es un crisol donde se mezclan tradiciones, culturas, creencias y pasiones del más variado origen, entendemos por qué hay decepción, angustia y una falta absoluta de confianza, por un lado, y por el otro, un optimismo exacerbado.

—Ahora sí es el momento de México—dicen unos.

—Por fin, es el momento que todos estábamos esperando—dicen otros.

—Nadie cree en que pueda ocurrir un milagro—replican otros.

Y hay quienes, de plano, dicen:

—Será lo mismo de siempre.

Cuatro sólidos partidos (los que realmente se ven en todo el país), nos han llenado de ilusión y esperanza —algunos más que otros, y algunos siempre gustan más.

A lo largo de la historia, los cuatro partidos han tenido momentos de gloria y de desilusión. Cada uno de ellos será meticulosamente revisado en todo momento y posteriormente, dependiendo el resultado que se dé en esta contienda, serán criticados por los expertos que siempre saben lo que dicen.

México merece partidos alegres, llenos de energía y que de verdad representen lo mejor de nuestro pueblo; un pueblo que hoy luce desencantado, pero a la vez esperanzado por quienes puedan representarnos, y por el futuro próximo. El desenlace está a la vuelta de la esquina. Los cuatro partidos tienen sus complejidades. Unos son más duros y cerrados que los otros, pero sin duda, todos llaman la atención del ciudadano, que de pie critica, observa, apoya y abuchea, según el desempeño del partido.

Con la tecnología y las telecomunicaciones actuales, los mexicanos —y casi todo el mundo—  nos enteramos de todo mucho más rápido. Alguna vez  escuché que hace 200 años, un ciudadano se enteraba de 4 o 5 noticias globales en toda su vida. Hoy, un gran chef puede estornudar en el platillo que estaba preparando en Tokio y, en menos de 10 segundos, dicho suceso –con todo y video incluido– puede estar dándole la vuelta al mundo, con su fama por los suelos en una hora y el restaurante cerrado, o por lo menos destrozado, en las redes sociales en las próximas 24 horas. Por eso, ahora, el desarrollo de los partidos se ve en todas partes y a toda hora. Por eso, ahora todos somos expertos en criticarlos, y no reparamos al momento de destruir reputaciones o hacer héroes, dependiendo de su desempeño en el partido que, en particular, estemos siguiendo.

Este año, cada partido cuenta con una estrategia bien definida. No todos pueden ser iguales porque las características del momento hacen que cada uno opere diferente. Sin duda, hay partidos que se parecen, hay incluso quien dice que en México todos los partidos son iguales y que es hasta que sales a otros países que te das cuenta de que, allende las fronteras, los partidos son muy distintos a los de México. Éstos son de mejor calidad, sin tanto golpeteo y, los protagonistas, gente más preparada y talentosa.

Yo sólo pienso que hemos criticado tanto el tema de “los cuatro partidos” que me pregunto ¿qué pasaría en México si hubiera un quinto partido? Yo sueño con que haya un quinto partido. Estoy seguro de que, por lo menos, estaríamos más emocionados al no tener que conformarnos con los cuatro partidos de siempre. Sin duda, estaríamos mucho más atentos a lo que pasara en ese quinto partido y, si todo saliera bien, saltaríamos de regocijo y olvidaríamos por un rato las campañas políticas, las encuestas y los dimes y diretes entre los candidatos.

¿O qué? ¿Pensaron que hablaba de política? Sin duda estoy hablando de fútbol, de romper con esa aparente maldición de no llegar al quinto partido. Tenemos la gran oportunidad en Rusia. México y todos nosotros estaríamos de pie y orgullosos de nuestra selección. ¡Podríamos aspirar a un sexto y séptimo partido, e incluso a tener la oportunidad de levantar la copa del mundo!

Mundial futbol 2018

Cualquiera de los que rompen con la barrera del quinto partido pueden aspirar a ganar la copa. Ojalá le toque a México.

Que tengan una buena jornada futbolera, y que vean los mejores partidos.

El cuento del Mercado

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#ElCuentoDelMercado

Había una vez un mercado que era famoso por la calidad y variedad de productos que ahí se vendían.

Se veían frutas y verduras de la mayor calidad. Los cárnicos y los quesos que se mostraban en las vitrinas refrigeradas eran variados, abundantes y de excepcional calidad. Las marchantas presumían el color de sus limones y el sabor de sus aguacates. Los pasillos, repletos de puestos, eran recorridos por un sinnúmero de personas, todos los días.

La “seño” Genoveva era una cliente asidua del mercado. Ahí siempre encontraba todo lo que buscaba. Una vez por semana, los lunes, iba al mercado y compraba lo que necesitaría para la semana. Le daba orgullo llegar ahí y ver todos los productos que podía comprar. Ya tenía a sus marchantas consentidas, con las que llegaba y compraba la misma calidad que en otros puestos, pero a mejor precio. De repente compraba en otros puestos que estaban de oferta, y sus marchantas de cabecera veían cómo le hacían para mejorar los precios de sus productos cada semana.

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Había una señora, la marchanta María, que siempre complacía a la seño Genoveva.

—Pásele, señito —le decía María— hoy sí le tengo sus aguacates al precio que le compró la semana pasada a mi comadre Perlita. Ya sé que usté siempre anda buscando mejor precio, y yo se lo consigo, jefecita.

A la seño Genoveva le encantaba ese gesto de María. Igual le pasaba con don Jacobo, que le vendía la carne; y con la señora de las flores quien, para colmo, se llamaba Azucena. Todos siempre andaban buscando a los mejores proveedores para ofrecer mejores productos y a muy buenos precios.

La limpieza del mercado era de notarse. Una compañía independiente era la que limpiaba los pasillos y baños, y acomodaban los puestos en las noches cuando cerraba ese galerón.

Mercado México

Un día, doña Genoveva llegó al mercado y lo notó más sucio que otras veces. Encontró a su marchanta Azucena y se lo comentó. La señora de las flores le contestó que ya no estaban pagando el servicio de limpieza, por lo que ahora a cada puesto le correspondía limpiar su pedazo.

Unas semanas más tarde, a la seño Genoveva le extrañó ver que el puesto refrigerado de don Jacobo estaba cerrado y con los refrigeradores apagados, por lo que tuvo que comprar su carne en otro puesto de menor calidad. El problema es que unas semanas después, ya muchos de los puestos se habían quitado. Cada vez había menos puestos, e incluso los de frutas y verduras se fueron cerrando. Unos antes y otros después.

A la marchanta María, a quien antes se le veía optimista, siempre buscando vender sus productos con calidad y oportunidad, ahora se le veía triste, sin brillo; como si le hubieran quitado algo. Ya sus productos no eran tan buenos, pero doña Genoveva se los compraba a ella porque la realidad era que, en todo el mercado, los productos habían tenido una baja en su calidad.

Unas semanas mas tarde, cuando la seño Genoveva llegó al mercado, lo vio cerrado, y se encontró a unos muchachos que sacaban algunos materiales del lugar, se acercó a ellos y les preguntó:

–¿Qué ha pasado? ¿Por qué está cerrado el mercado?

Los muchachos se miraron entre sí y no supieron qué decir. Ya se estaban yendo cuando uno de ellos volteó a ver a doña Genoveva y le dijo:

–Yo no entiendo mucho seño, pero mi jefe me dijo que el mercado se cerró porque alguien tuvo la ocurrencia de fijar los precios.

Y colorín colorado, este cuento del Mercado se ha acabado.