#Incertidumbre
Han pasado casi tres meses desde mi última colaboración en El Semanario, y debo contarles que dicha pausa en mi escritura se debió a mi necesidad de observar el acontecer nacional e internacional. Me explico. En estos últimos meses he querido entender lo que está sucediendo en México y en el mundo. Sin embargo, les confieso que hoy me encuentro con una falta de claridad en lo que viene en adelante. Creo que la definición perfecta, en una sola palabra, es incertidumbre.
Desde que inicié mi columna #DeTodoYDeNada en mayo del 2016, mi intención siempre ha sido que se invite al lector a pensar y reflexionar sobre diversos temas y que, de alguna manera, sirva, genere valor y nos empuje a ir mas allá de nuestras creencias y convicciones. No me gusta escribir de lo malo que pasa en el país sino, por el contrario, de lo bueno que hay; como dije desde el principio, mi columna es (o trata de ser) siempre una columna positiva. Tengo que agregar que siempre escribo de forma abierta, honesta y desde el corazón. No había escrito porque no sabía claramente sobre lo que quería escribir. Para mí, la escritura va más allá de un ejercicio mecánico de cumplir con la tarea de llenar una columna, aunque no transmitas nada y el cúmulo de palabras y oraciones no se sientan, sean huecas o lleven a los lugares comunes. A veces, creo, lo mejor es no escribir hasta que tengas claro qué es lo que te motiva. Al final, como también le dije al lector desde mi primer artículo, uno escribe para uno mismo, para encontrarse en ese maravilloso mundo de las letras y sentirse enamorado de lo que se está escribiendo.
Hoy regreso porque ya me quedó claro de lo que no quiero escribir, pero sobre todo, de lo que sí.
Incertidumbre hoy es el nombre del juego. No es algo con lo que los mexicanos nos sintamos ajenos. Toda mi vida, desde los años setenta, cuando nací, y hasta el día de hoy, siempre he vivido con la noción de que en México todo el tiempo se dan cambios, nada es seguro y, por ende, no hay certeza de lo que va a pasar. Pero claramente la estabilidad (buena o mala), con esos cambios, no se veía trastocada de forma muy significativa o por lo menos no para mí. Tenía claras las reglas del juego y, si éstas cambiaban, sabía qué hacer. Fui de los llamados “hijos de las crisis recurrentes”. Desde que nací, hasta el error de diciembre de 1994, siempre hubo crisis financieras y había que reinventar al país una y otra vez; pero también, siempre había ese sentimiento de que en este país no pasaba nada, y que cuando pasaba, tampoco pasaba nada. De esa manera la incertidumbre era menor.
Hoy, no sé qué vaya a pasar. Siento una absoluta incertidumbre, esa falta de certeza a la que la Real Academia Española define como “el conocimiento seguro y claro de algo”. ¿Esto es negativo? Absolutamente no lo creo así. Creo que lo importante es entenderlo y hacer lo más que podamos para eliminar, en la medida de nuestros alcances y posibilidades, los niveles de incertidumbre que se puedan tener. Este decálogo, que a continuación enlisto, es lo que pienso hacer yo y que comparto con ustedes, mis queridos lectores, por si a alguien le sirve alguno de ellos:
1.- Identificar y trabajar con lo que tengo a mi cargo. Les tengo noticias, lo único que tenemos nosotros, 100% a nuestro cargo, es a nosotros mismos. Hagamos entonces, con esa persona con quien invariablemente dormimos y despertamos todos los días, con quien estamos 24 horas al día y con quien (ahí sí) hay la certidumbre absoluta que estaremos durante toda nuestra vida, la mejor versión de esa persona.
2.- Hacer con esa persona (uno mismo) una vida de aprendizaje, compasión, compañerismo, productividad, generosidad, honestidad, abundancia y trabajo que trascienda no sólo en uno mismo, sino en los demás. No quiero yo una sociedad de egoísmo, pero sólo puedo trabajar con el que tengo a mi cargo (si no quedó claro a quién tenemos a nuestro cargo, regresar al punto 1).
3.- Amar todo lo que haga y, con ese amor, ser ejemplo para otros. Eso incluye hasta lo que no me gusta hacer pero que por alguna razón debo hacer.
4.- Criticar positivamente lo que no me gusta, aquello en lo que no esté de acuerdo, lo que vea mal y ofrecer mis soluciones, opiniones y criterios de una forma constructiva y que genere valor. Eso, en todos los ámbitos de mi vida.
5.- Ser empático con los demás, no polarizar, saber escuchar, perdonar y pedir perdón, también es algo que puedo controlar al 100%, así que me propongo hacerlo.
6.- Tener metas claras, de corto mediano y largo plazo, pero enfocando mi atención en el “aquí y el ahora” que es lo único real que tenemos. Hace poco escuché a un coach que decía “acabar lo que empiezas” sin duda es muy importante pero si en el camino me doy cuenta que lo que empecé no me sirve a mí o a los demás, no crea valor o al contrario, destruye valor, mejor lo dejo y empiezo otra cosa.
7.- No darle importancia al Gobierno. Si nos dedicáramos más a ver lo que nos toca hacer a cada uno en nuestra vida propia, en vez de ver lo que está haciendo el gobierno por nosotros, seríamos un país mas próspero. Por eso, estoy convencido de que es mucho más poderoso el individuo que coadyuva a tener una buena sociedad que cualquier gobierno.
8.- Estar sano. La salud da certidumbre, de eso no hay duda. En eso tengo que trabajar con todo porque, a veces, la doy por hecho; y aquí reculo sobre mi comentario inicial de que al único que controlamos al 100% es a uno mismo. En este tema no, pero sí estamos a cargo de tener un cuerpo sano, una mente sana y un espíritu sano para lograr la mejor calidad de vida que podamos, mientras que Dios se encarga de lo demás cuando quiera y como quiera (yo así lo creo).
9.- Hablar bien de México. Muchos pensarán… ¿Y eso qué tiene que ver con certidumbre? Mucho. Uno debe sentirse bien en su casa. Empezar hablando bien del país donde uno vive ayuda a que te sientas bien en él y trabajes mejor, estudies mejor y te relaciones mejor. Estoy claro que cuando hablo bien del país, normalmente veo las cosas positivas que hay en él y, por consecuencia, me resulta más positiva la vida, tienes mayor éxito en lo que haces y una más clara visión de hacia dónde vas. Tienes mayor certidumbre si ves las cosas en positivo y hacerlo del país suma mucho.
10.- Creer en mí, independientemente de las circunstancias en las que esté, independientemente de la situación del país, de cualquier acontecimiento externo, etcétera. Creer en uno mismo da certeza. Saber que a pesar de que pase cualquier cosa, lo que sea, siempre saldrás adelante, es un aliciente para ir por todo lo que se pueda y no flaquear nunca. La vida hay que considerarla una amiga a la que debemos tomar con aprecio y confianza, con gratitud y alegría y, si creo en mí, la vida se torna plena y llena de posibilidades.
Aquí está pues, mi decálogo. Vale la pena el ejercicio y más en este año que termina y en vísperas de un año donde la palabra que más resalta es la de incertidumbre.
A todos mis lectores les deseo una muy feliz Navidad y un 2019 lleno de certeza, en lo personal, y de confianza en ustedes mismos.