Innovación, Tecnología y Sociedad

Memoria, exceso y carencia en la era digital

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Treinta números de teléfono. Era eso lo que podía guardar. Su capacidad de memoria, diríamos en la actualidad. Todo un prodigio para esos años. Salió a la venta en 1983, Motorola lo había presentado como el DynaTAC 800x. Fue el primer teléfono portátil en ser comercializado de forma masiva.

Con su casi un kilo, y a las puertas del primer celular con un Tera de memoria, hoy, aquel mítico “ladrillo”, da la idea de ser parte de los restos de un tiempo muy lejano.

Tecnología y sociedad se explican mutuamente. De ida y vuelta. Toman préstamo elementos de una y otra para describirse. Comparten en ese afán palabras iguales, aunque éstas designen cosas que son distintas.

Máquinas que tienen “inteligencia”, operadas por personas que hablan de “reprogramar” sus emociones. Lo tecnológico toma de lo social ciertos términos y los adapta. De la misma manera que desde lo social se hace lo propio.

La palabra “Memoria” es un caso ejemplar. En un sentido y otro. La “memoria”, mayor o menor, de un celular es una variable clave que para determinar sus capacidades y, claro, su precio. Al tiempo que no es infrecuente que alguna persona hable de su “disco duro” para referirse a sus propias habilidades para retener información.

Reprogramar emociones.
Imagen: El Deber.

Hace ya años que Manuel Castells dejó en claro su advertencia. La tecnología no es buena ni mala, pero tampoco neutral. Depende cómo y para qué se use. Semejante principio puede aplicarse a las palabras.

Emparentados por ser huellas de su tiempo, artefactos y lenguaje atestiguan la historia de las sociedades. Cada época se condensa en las cosas que usa y las palabras en las que se ve reflejada.

La memoria, el término “memoria”, pulula por doquier en nuestro agitado tiempo. O bien, porque nos aterran las enfermedades que la destruyen, o porque la enaltecemos en discursos sinfín o ya porque asignamos a los dispositivos sus cualidades que nos salvarán de nuestros propios olvidos.

Quizá, a la manera de Funes, el memorioso, personaje que inventó Borges, y que no podía olvidar nada, aparezca un celular con una memoria de mayor capacidad, incluso con el total de cosas y recuerdos en el mundo para ser almacenados.

En lo que ello ocurre, la sensación de una memoria ilimitada, que corresponde a los aparatos, cabalga a la par de las cada vez más menguadas fuerzas y ánimo de las personas para recordar por sí y para sí mismas.

Capacidad de la memoria.
Imagen: Los Tiempos.

Todo es confiado al almacén memorístico de los artefactos. Y como esta capacidad parece no tener fin, las personas se sienten no sólo liberadas de tener que recordar por sí mismas, sino aun de seleccionar qué es lo que vale la pena ser recordado en verdad.

Así, se guardan miles de fotografías que nunca se han visto, cientos de videos para los que no alcanzaría la vida, documentos y más cosas en ese haber infinito al que rara vez su propietario habrá de asomarse.

El olvido de recordar, el olvido de seleccionar, el olvido de regresar a lo que ha quedado guardado. “El olvido de sí”, lo ha llamado acertadamente el escritor y pensador contemporáneo Pablo d´Ors. Un olvidarse de la memoria propia, para trasladar esa función, la del resguardo de las huellas de las emociones y los momentos, a los artefactos.

Frente a este olvido, la memoria excesiva. Los dos extremos que se trenzan y confunden.  Ausencia de memoria propia, exceso de memoria puesta en el artefacto, se corresponden social y tecnológicamente en una era caracterizada por los continuos desplazamientos entre lo que es humano, en sentido estricto, y lo que no lo es.

Aparatos que aparecieron, justamente, porque el mundo de las ideas y los comportamientos los precedió. Ideas y comportamientos que se modifican en la medida en que ciertos artefactos, con determinadas cualidades, se extienden por el mundo.

Memoria inteligente.
Imagen: Selecciones.

Entre el uso y el abuso, se escenifica la lucha por ejercer plena y libremente la memoria, señalará Paul Ricoeur, uno de sus grandes estudiosos. Entre lo individual y lo colectivo, poner a salvo la memoria tanto de su manipulación como de su convocatoria abusiva, insistirá el gran filósofo francés, particularmente en los trabajos de sus últimos años.

Donde hay exceso, hay carencia. Pareciera querer decirnos para este tiempo, Ricoeur. La memoria impedida, como él le llama, es también esa memoria convocada, descontextualizada, simplificada abusivamente.

Una memoria en la que, bajo el signo cívico-conmemorativa que la trae una y otra vez al plano del presente, se suplanta la construcción genuina del pasado y sus procesos complejos, ofreciendo en su lugar una cauda de adjetivos que el discurso le provee y la coyuntura le exige.

Quien todo olvida es un inconsciente. Quien nada puede olvidar, alguien que sufre sin consuelo, sin salida. El primero, se priva del resguardo de las alegrías del tiempo vivido. Al segundo, lo consume un encono incurable.

Los retos de la memoria, apuntó alguna vez Tzvetan Todorov, son tan grandes como para confiarlos al entusiasmo o a la cólera.

Claro debería quedarnos que tanto a la tecnología, solo a la tecnología, como a la coyuntura, solo a la coyuntura, tampoco.

La primavera digital y los otoños que le acechan

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¿Qué cambió? Es la pregunta, simple y, a la vez, casi inabarcable. La cuestión central y, de modo simultáneo, la que parece más evidente de responder. Qué fue lo que se modificó, de manera tan radical, que hoy se habla, sin que se ponga en duda, de una nueva era.

Han cambiado los objetos. Eso salta a la vista. Los gadgets de hoy son enteramente distintos a los que existían hace dos décadas y media. Mas, tan claro como eso es la imposibilidad de plantear una historia de la tecnología, sin considerar las prácticas sociales mediante las cuales un tiempo determinado se apropia de esos objetos.

El mundo social, que es y siempre será el universo de ideas que una sociedad tiene sobre su presente y sobre sí misma, es ese mundo dentro del cual se produce, circula y tiene éxito o no, determinados objetos, ha enseñado puntualmente Roger Chartier y su entendimiento de la historia cultural.

Roger Chartier.
Roger Chartier.

La tecnología, en este caso los objetos asociados particularmente a la tecnología digital, celulares inteligentes, computadoras, tablets, consolas de video juegos, entre otros gadgets, forman parte, pues, de la circulación de bienes que una sociedad produce, tanto como de las maneras en que los miembros de esa época se apropian y hacen uso de esos bienes.

La era digital es lo que es porque sus objetos más representativos son únicos, sí; pero sobre todo, porque las maneras de producción de sentido del mundo, de auto representación de quienes los utilizan y el modo en que estas herramientas atraviesa la sociedad entera, no tiene similitud con el mundo anterior.

¿Lo que cambió entonces no fueron los objetos? Los objetos, los artefactos, cambiaron; y lo seguirán haciendo. De modo tan acelerado como hasta ahora, o más. Pero ello no es causa, sino efecto.

La psicoanalista argentina Sonia Abadi ha propuesto el término “Pensamiento en red”, para definir los nuevos modos de proceder y nociones, también inéditas, que estarían asociadas a un genuino cambio de época.

Sonia Abadi.
Sonia Abadi.

Luego entonces, lo que se ha removido, lo que continúa removiéndose se halla en el interior de los individuos, y no en los aparatos con los que realizan ciertas tareas. Está más cerca del modo como piensan y, derivado de ello, entienden, juzgan y actúan sobre qué tan amplia es la memoria de su celular.

Dicho por lógica contraria, póngase como ejemplo una persona que, sin importar la edad, cuenta con una pléyade envidiable de los últimos artefactos, y un sinfín de herramientas que la época ha producido y, sin embargo, procede en el mundo a través de un pensamiento binario.

¿Qué significa proceder de un modo binario? Pensar el mundo como dos esferas. El bien y el mal. Los puros y los traidores. El lado correcto y el lado incorrecto. Una representación que por irreductible termina por ser la artificiosa reducción de la complejidad del mundo y de la vida.

No importa cuántos gadgets digitales pueda tener, ese sujeto, seguirá anclado al mundo de las dicotomías, un mundo que sigue ahí, entrelíneas de lo digital, un mundo que se disfraza de contemporáneo aunque en realidad represente el otoño de la uniformidad.

“La verdadera revolución”, ha escrito Sonia Abadi, “la que puede llegar a marcar un diferenciador en nuestro modo de vivir y trabajar, es la transformación de los procesos de pensamiento, que son el origen y el motor de la creatividad y la innovación”.

Modo binario.
Fuente: klitimg.pw.

La tentación del asilamiento cobra factura a quien, desde el mundo anterior, resiste a un mundo que no comprende refugiándose en verdades de púlpito y razonamientos de callejón sin salida. Antes que una construcción de ingeniería en sistemas, la Red es una metáfora de una nueva forma de pensamiento.

Y al ser una nueva forma de pensamiento, supone también y, ante todo, una nueva manera de representar al otro, al distinto, y de concebir la relación de cada cual no con los suyos sino con los que son distintos, piensan distinto, hablan distinto, aman distinto, actúan distinto.

Dice Abadi: “¿Cómo navegar por el mundo virtual y por el mundo real? ¿Qué hacer para no ser arrasados por el exceso y la velocidad? ¿Cómo resistir a la peligrosa tentación de aislarse para protegerse? Estamos viviendo una transición, en la que necesitamos encontrar un modo nuevo de armonizar nuestros talentos y valores. Son tiempos de creación de espacios intermedios entre los esquemas tradicionales y los nuevos paradigmas”.

La simplificación de la realidad, la laxitud en el uso de los conceptos, la degradación de las argumentaciones, así, no sólo la traicionan, sino que imponen la uniformidad en lo confuso como lo que parece una condena insalvable.

Lo digital, en cambio, se erige como espacio vital, del hacer/pensar, no binario, vertical ni uniformador. Lo digital es esa experiencia; no el objeto.

El tránsito, para muchos, no habrá de ser sencillo. Tener celular no es suficiente. Habrán de ser capaces de traer a este siglo XXI, a esa alma suya, otoñal, que vive en el XX; o aun antes.

Veremos si lo logran; veremos incluso si están siquiera interesados en intentarlo.

El siglo de la movilidad

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Hace una década no llegaban ni al 5%. Habían crecido alrededor de uno por ciento de un año a otro. Importante, sí, pero nada para en ese momento imaginar lo que se vendría. Su valor en mercado no llegaba, en 2009, ni siquiera a 4 millones de pesos. Mas, la participación de teléfonos inteligentes en las líneas móviles apenas si comenzaba.

El año en que México celebró el Bicentenario de su Independencia, 2010, fue decisivo. El porcentaje de smartphones se duplicó y más, al pasar del 4 a casi el 9%. La carrera, frenética, de crecimiento y expansión estaba en plena marcha. No habría vuelta atrás.

Para 2015, sólo un lustro después, los celulares con capacidades extendidas reportaban un índice superior al 70%. Dos años más tarde, 2017, superarían el 80, y su valor en mercado estaría por encima de los cien millones de pesos.

Una moda, afirmará tajante todo aquel para quien el mundo binario sigue en pie y goza, en su imaginario, de cabal salud.

“Un gusto consumista”, completará otro tratando de congraciarse con la ilusión de que basta que uno mismo se quede fijado al lugar donde está parado, para que la Tierra deje de girar alrededor del Sol.

Foto: segundoasegundo.com.

Y, sin embargo, no sólo la Tierra se mueve… la movilidad, la posibilidad de ir de un lugar a otro, el ensueño de desplazarse, de vivir sin ataduras, ha acompañado a lo humano quizá desde que los antiquísimos parientes primates lograron ponerse en dos pies y, erguidos, emprender la marcha, en un sentido metafórico y literal.

Salir del feudo. Abandonar la aldea. Dejar atrás la plantación de algodón en la Luisiana esclavista. Moverse. No como acción obligada. No como un desplazado de guerra. No como un desalojado de su propia tierra o país. No. Moverse como acto de libertad. Salir al mundo. Elegir el horizonte y andar el camino.

El desplazamiento como condición elegida es una de las señas de identidad más hondas de nuestro tiempo. Si la noción de tiempo, y con ella la de velocidad, se ha modificado radicalmente. La del espacio le acompaña, en tanto un mundo interconectado y abierto; en tanto, la posibilidad cierta de moverse de aquí para allá.

Movilidad, pues, es testigo y resorte de época. Costará trabajo a quienes nacen por estos días, sonreirán condescendientes cuando les contemos cómo los auriculares contaban con un cable en forma de oruga y cómo nos las ingeniábamos para que los teléfonos pudieran llegar lo más lejos posible, de la sala a una recámara, por ejemplo.

Los celulares más vendidos del s. XXI. Imagen: NeoStuff.

Quizá, ya puestos en nuestro vertiginoso tiempo de cambios incesantes, todo comenzó, por decirlo de alguna manera, con el walk man. Caminar por la calle, abstraído de todo, con la música, sin hilos, y por dentro. Ensoñar que se pone pie sobre un espacio tan amplio y dúctil como los mismos compases van marcando.

Quizá fue ése el punto de no retorno para idear que alguna vez iríamos de un continente a otro con la música, la brújula, el álbum de fotos, la cámara de video y, por supuesto, el teléfono. Todo acomodado, condensando, puesto, literalmente, en el bolsillo. En el infaltable aparato en el que mundo y vida se condensan.

Los datos de The CIU, la prestigiada consultora en temas de telecomunicaciones a cargo del no menos respetado Ernesto Piedras, muestran lo que no ha pasado, en siglos, con ningún otro artefacto. Porque no se trata sólo del crecimiento del valor de las ventas y la penetración de ese artefacto que reconocemos como Smartphone.

Data Center Post.
Imagen: Data Center Post.

El auge sin parangón de los teléfonos inteligentes es apenas la punta del iceberg. Son ellos, esos aparatos cada vez más livianos, más potentes y más al alcance de más, el pivote de todo una industria pujante y plantada sobre el horizonte de futuro, como ninguna otra.

Así, es claro que no sólo se ha disparado la participación de los smartphones sobre el total de líneas móviles en México, sino que el crecimiento de éstas se halla a su vez asociado a todo cuanto son capaces de ofrecer estos aparatos que llegaron antes que los coches voladores que el futuro nos había prometido.

La misma The CIU lo deja ver de esta manera al dar cuenta del salto cuantitativo asociado al binomio smartphones-líneas móviles. En 2008 había en México menos de 78 millones de líneas móviles contratadas. Esto representaba el 72.8% sobre la población mexicana. Una década más tarde, en 2018 se reportaron 121.5 millones de líneas móviles. Lo que significa un 96.5% de la población.

El siglo XXI está llamado a ser, ya lo es en buena medida, el siglo de la movilidad. Lejos está cada smartphone de ser sólo un aparato para comunicarse. Como lejos está el mundo de ser ese escenario binario, escenario de disyuntivas permanentes entre esto y aquello que el pensamiento anquilosado insiste en pregonar.

Foto: Pinterest.

 

En cada celular con capacidades extendidas va la vida (extendida) de cada uno, de cada una. En movimiento, sobre una línea pero sin hilos, móvil, incluso cuando no se mueve. Lo digital encuentra en estos artefactos un propulsor, pero es la experiencia lo que significa verdaderamente el cambio de época. Lo digital es la experiencia.

Poder cambiar de sitio, lograr moverse sin dejar absolutamente todo atrás, lejos, inalcanzable. Ésa es la experiencia. Moverse pudiendo paliar el desprendimiento irreversible. En compañía, se dijera. No de un objeto, sino más bien, de un tiempo y un espacio.

Metáfora realizada del anhelo de no quedarse pasmado, estático. Anhelo del andar, de pasar, al igual que el romero del poema de León Felipe, por todo, suave y ligero.

Ligero, siempre ligero.

Mujeres, ciencia y tecnología: el latido estelar

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A mis estudiantes mujeres, por supuesto.

Murió en 1921. Cuatro años después, ya fallecida, vino la idea de nominarla. No sucedió. Era tarde. Como tantas otras veces con casos así. Un reconocimiento tardío. Y por tardío, injusto; diríase que casi inútil. Un premio que no llegó. Un Nobel que no sería; uno más. ¿La razón? Ser mujer.

Se llamó Henrietta Leavitt. Había nacido en 1868, el mismo día que se celebra la independencia de Estados Unidos, su país. Estudió en un colegio para mujeres asociado a la Universidad de Harvard. Eso explica que hallara empleo, más o menos rápido, en la propia universidad. Eso, y su indiscutible talento.

A los 24 años, sorda como consecuencia de una enfermedad, se incorporó al Observatorio de Harvard como “calculadora”. La forma en que se le denominaba a quien, como ella, se dedicaban a estudiar placas de estrellas para con ellas hacer cálculos. Labor que era lo más a lo que podía aspirar una mujer por entonces.

Las cefeidas.
La astrónoma Henrietta Swan Leavitt descubrió las estrellas cefeidas y pudo calcular la distancia a estrellas lejanas y a las galaxias (Fuente: diariocordoba.com).

La fama de Leavitt, que vendría muchos años después, quedaría asociada a su capacidad para encontrar ciertos patrones de luminosidad y pulsar en las estrellas conocidas como Cefeidas. Los descubrimientos de esta pionera en la astronomía norteamericana fueron en un principio atribuidos a sus superiores, invariablemente varones, desde luego.

Así enaltece Bill Bryson, en Una breve historia de casi todo, a Leavitt: “Su mérito fue darse cuenta de que, comparando las magnitudes relativas de cefeidas en puntos distintos del cielo, se podía determinar dónde estaban unas respecto a otras… El método sólo aportaba distancias relativas, no distancias absolutas, pero, a pesar de eso, era la primera vez que alguien había propuesto una forma viable de medir el universo a gran escala”.

Y, sin embargo, hasta no hace mucho el principio sobre el cual se organizaba el mundo del conocimiento científico y técnico en el que Leavitt vivió, seguía presente en relación con la labor de las mujeres: se les pagaba para trabajar no para pensar.

Henrietta Swan Leavitt.
Henrietta Swan Leavitt (1868–1921) (Fuente: Pinterest).

En la actualidad, se calcula que existen siete millones de personas que se dedican a la ciencia. Lo que significa un promedio de mil científicas o científicos por cada millón de habitantes. México, apenas rebasa los 400.

El Banco Mundial es menos optimista aun, al reportar un descenso desde esa cifra, que se habría alcanzado en 2005, a 244 para 2013. El dato se vuelve más catastrófico todavía, si se compara con los un poco más de 4 mil científicos por cada millón de habitantes que reportó Francia en 2015.

Es cierto, en las últimas décadas ha crecido considerablemente el número de mujeres que se dedican a la ciencia, la tecnología y la innovación. De los 27 mil científicos que el Conacyt dice que hay en México, el 35% son mujeres. El número crece; mas, la disparidad se mantiene.

El lastre que ha significado que en la historia de la ciencia en México las primeras científicas en las áreas de física y matemáticas se hayan graduado apenas al despuntar la década de los 70 del siglo pasado, sigue latente.

Mujeres en la ciencia.
Mujeres en la ciencia.

Ana Karen Ramírez y Daniela González, fundadoras de Epic Queen, una ONG que trabaja para alentar que las niñas y jóvenes opten por la carrera científica, son enfáticas al señalar: “De las 100 empresas más grandes a nivel mundial, sólo seis están lideradas por mujeres. Menos del 20% de quienes trabajan en el ámbito de las Tecnologías de la Información (TIC) son mujeres. Porcentaje aún menor en el caso de nuestro país”.

Por otro lado, dicen Ramírez y González: “Las mexicanas que se dedican a  la ciencia ganan aproximadamente 20% menos que los hombres y, aunque prácticamente la mitad de los universitarios son mujeres, sólo el 15% de ellas estudian una carrera de ingeniería”.

Los prejuicios sociales, aunados a la ausencia de políticas públicas produce que quienes siendo niñas vislumbran una vida dedicada a la ciencia y la tecnología, extravíen o silencien ese interés en alguna parte de su camino vital y educativo.

La elección es individual, pero la responsabilidad de alentar esas vocaciones es social. En última instancia, y he ahí la clave: debería formar parte de una visión integral desde el Estado para conformar una base más amplia de investigadoras.

Mujeres que se integren a esa nueva historia que el mundo forja y en la que, citando a Marcos Moshinsky, el papel de los países no estará más normado por su extensión o sus riquezas naturales, sino por su capacidad para crear y aprovechar la ciencia.

Marcos Moshinsky
Marcos Moshinsky (Fuente: UNAM Morelos).

De modo por demás dramático, Leavitt vivió en un silencio que se expandió desde su propia sordera hasta la indiferencia de su sociedad en relación con sus hallazgos y el justo reconocimiento que estos merecían. Sorda y silenciada. Invisibilizada, arrojada al olvido.

La historia, empero, a veces atina, y tenía para Leavitt un destino distinto. Su nombre figura en la actualidad como la pionera que fue. Valiente y decidida, Leavitt siguió su camino.

A ella debe nuestra época el saber que las cefeidas, además de servir para calcular la distancias en el orden interestelar, palpitan a un ritmo regular en una suerte de latido del universo.

astrónoma estadounidense
Fuente: Pinterest.

 

Poco conocidas en general, las cefeidas tienen, no obstante, a una representante por demás famosa: la Estrella Polar, referencia de navegantes y elemento de cientos de historias fantásticas.

Extraña, luminosa, palpitante, quizá algún día alguien tenga a bien llamar a esa cefeida que es la Estrella Polar: Henrietta Leavitt, la astrónoma cefeida que, en su sordera incurable, guardó para nosotros el eco inmemorial del latido estelar.

Vinos nuevos cual nuevas formas de promover la lectura

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Los siglos cuentan. El tiempo y sus significaciones se imponen. Pasar de una centuria a otra, se quiera o no, está llena de alcances.

Cuando además lo que emerge como novedoso implica un cambio de época, el horizonte de transformaciones se expande prácticamente a todos los ámbitos de la vida.

No se puede actuar sobre un mundo que se comprende, ha dejado en claro el enorme Paul Ricoeur. O, al menos, no se puede actuar con asertividad.

Comprender, en cambio, el mundo que se habita es actuar en él para colocar los saldos y dilemas del ayer sobre el horizonte del mañana.

Tal condición alumbra el actuar de José Vasconcelos. Nacido en el XIX, marcado por la traza de ese siglo, Vasconcelos es capaz, sin embargo, de colocar su inteligencia, sensibilidad y pasión sobre la ruta de los caminos que el siglo XX abría.

José Vasconcelos.
José Vasconcelos (Fuente: portalacademico.cch.unam.mx).

Desafío mayúsculo para la América hispana, México incluido, desde luego, fue enfrentar y acaso tratar de resolver la dicotomía resumida magistralmente en el título del libro más célebre de Domingo Sarmiento: Civilización o Barbarie.

Vasconcelos retoma la cuestión, que lo es del XIX, pero la encara con una visión del XX: crea instituciones educativo/culturales y promueve la lectura, como palancas definitivas para vencer, por fin, la sombra de la barbarie.

Lo común, lo visto y comprobado, no obstante, es que el arrojo de Vasconcelos, su ejemplar legado de imaginación y creatividad pública sea excepcional. Habitual, en cambio, es su opuesto.

Enfrentar los desafíos del mañana desde la mirada y prácticas del ayer. Problemas, dilemas, saldos del siglo anterior que se intentan encarar (y aun más: resolver) con instrumentos y visiones (también) del siglo pasado.

Del primer Secretario de Educación hasta el último de los gobiernos del siglo XX mexicano, no hubo uno que no promoviera la lectura con libros baratos.

Hoy, se emprende un nuevo esfuerzo. Básicamente bajo los mismos principios y estrategias similares.

Nadie puede estar en contra de que se promueva el acceso de bienes públicos, como son los libros de la editorial del Estado, a sectores cada vez más amplios de la ciudadanía. Quien además ha pagado ya esa producción editorial a través de sus impuestos.

Libros contra tablets
Fuente: kidsandteensonline.com.

Esa misma ciudadanía que, de acuerdo con datos recientes del INEGI, lee un promedio de 3.8 libros al año por persona. Pero de los que, nada más el 20% de las personas comprende totalmente lo que leyó.

Sólo después de los libros de texto y de los periódicos, los mexicanos leen páginas, foros o blogs digitales. Reportándose un número creciente de lectores que consultan información de tipo general a través de enciclopedias en línea.

Enigmático resulta por eso, que se insista sobre el papel como vehículo único, y la ausencia absoluta de siquiera una mención a las herramientas que marcan nuestra era: las plataformas digitales y sus inmensas posibilidades.

En el mundo de los viejos odres, efectivamente, la lectura tiene un solo soporte: el papel, un solo instrumento: el libro, y una sola forma: lo visual.

En el mundo de lo digital, las posibilidades, como el mundo mismo, se expanden, se multiplican, se diversifican. La portabilidad y la ampliación de formatos no meramente son más efectivos en amplios sectores de la población, sino además resultan significativamente más baratos en su producción y distribución.

De acuerdo con Leisdy del Carmen Gutiérrez Olmos, investigadora de la UAEM, quien retoma datos de la UNESCO, el costo de la conectividad de datos necesaria para leer un libro electrónico de acceso abierto, roda los dos o tres centavos de dólar. Mientras que el precio de un libro impreso, aun con el abaratamiento que ofrece el Estado mexicano en su campaña actual, va de los 2.50 a los 10 dólares, si no es que más.

El libro físico, sostiene la investigadora, es entre 300 y 500 veces más caro que el digital. Sin contar que los costos de distribución y almacenamiento también son mayores en el ámbito físico.

Libro digital y libros impresos
Fuente: Dinero.com (Libro digital 123RF).

No se trata, empero, sólo de una cuestión de costos. Están las prácticas, los hábitos y las condiciones de vida.

El año pasado, un porcentaje superior al 60% de los mexicanos tuvo acceso a Internet. Tendencia que crece de modo sostenido.

Y si bien, el 83% de los usuarios reporta como actividad principal las redes sociales, leer contenidos relevantes se sitúa en un nada despreciable 57%, apenas debajo de “buscar información”.

Dos elementos más deberían servir para enmendar lo que parece una deuda de imaginación y creatividad pública en el diseño de la estrategia actual de fomento a la lectura.

Por una parte, los muy prolongados tiempos de desplazamiento de las personas que viven en ciudades grandes. Por el otro, en el caso particular de la capital del país.

No se entiende, así, que se estimule la instalación de Wifi gratuito en redes como la del Metro, y al mismo tiempo se deje a la ciudadanía a merced de contenidos digitales chatarra.

Libros electrónicos, audiolibros, podcasts, lecturas interactivas, forman parte de un repertorio vasto capaz de constituir un puente para estimular imaginación, creatividad, lenguaje, juicio, y otras habilidades cognitivas, antes asociadas únicamente al sentido tradicional de la lectura.

Es difícil obtener resultados distintos si se actúa de la misma manera (esta idea suele atribuírsele a Einstein). Comprender que el advenimiento del nuevo siglo, y con él de una nueva era, permitirá vislumbrar que el centro de lo digital no es en lugar de… sino además de

Vinos nuevos, cual formas nuevas de leer tiempos que debieran también de serlo.

Crear o resolver problemas, enseñanzas de lo digital

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“La ineficiencia no es una virtud. A nadie se le contrata para que no haya problemas. Eso es verdad. Pero se espera, eso sí, que sea capaz de resolverlos.

Hace un par de años, de acuerdo con una encuesta entre las organizaciones privadas más grandes de Estados Unidos, el talento para resolver problemas fue calificado como la capacidad más valorada.

Se trata, sin duda, de un reconocimiento explícito a una circunstancia que combina lo humano con una condición que es consustancial a la naturaleza misma.

No hay manera, trátese de la profesión, oficio o responsabilidad de la que se trate, de que no existan dificultades.

El problema y el entorno eternamente cambiante, tienen en el tiempo a un nuevo y activo jugador de esta suerte de partida que juegan aptitud y adversidad.

El tiempo corre a su vez de dos modos distintos, pero convergentes, cuando se trata de poner a prueba el talento para resolver problemas.

Adicionalmente a ello, el tiempo como concepto abstracto y no cronológico, asoma la cara como variable determinante.

La habilidad que posee quien enfrenta un problema, resulta determinante, en la capacidad para combinar tres tiempos de manera (casi) simultánea: el origen, la coyuntura y las consecuencias.

La tentación de culpar al tiempo anterior pone de manifiesto, frente a un problema complejo, que quien lo enfrenta carece, justamente, de esa capacidad para identificar y, aún más, para comprender y encarar lo complejo.

Qué tan lejos en el tiempo (hacia atrás) pueda ir quien enfrenta un problema complejo, habrá de combinarse, paradójicamente, con la suficiente competencia para entender el presente en el que se está parado.

Leer el presente, comprender su dimensión y sustancia permitirá que la manera de obrar y las herramientas de las que se eche mano correspondan al tiempo que se habita.

Finalmente, en esta tercia de tiempos a los que se enfrenta quien encara dificultades que demanda competencias complejas, está el tiempo por venir. Las consecuencias de las decisiones tomadas.

Como se ve, lejos de parecer un asunto dominado por el azar –ya sea la buena o mala suerte–, compete más bien, al orden de la aptitud, de las habilidades y de la competencia.

Preparación para eso, y no para otra cosa, desde luego. No será cosa de suerte proponer y llevar adelante soluciones complejas a problemas complejos, en la medida en que se comprenda que el asunto está lejos de un esotérico humanismo o los ingenios de un comunicador eficaz.

Tres elementos vinculados a la era digital y sus posibilidades, el presente sobre el que surgen y deben ser resueltos los problemas del presente, destacan en la posibilidad de fortalecer esta competencia.

En primera instancia: la toma de decisiones, asignatura por completo ausente del currículo escolar en la inmensa mayoría de los países, resulta fundamental. A diario, jóvenes que se sumergen en los videojuegos toman cientos de decisiones entre un nivel y otro de su juego-desafío favorito. Si somos capaces de mantener, ampliar, trasladar esa capacidad y ese aprendizaje podremos tener en ella a un elemento que al momento de encarar profesionalmente una dificultad no se paralice, se sulfure o actúe con desatino.

En segundo lugar, asoman las nuevas formas del liderazgo, o de los muchos tipos de liderazgo que el mundo digital, colaborativo y horizontal ha abierto. Hoy un líder no es más un conductor de masas ni un faro que guía la navegación del resto de una organización o de un país.

Las formas del liderazgo de este tiempo –ha definido certeramente Sonia Abadi– implican comprender que el líder pasó de ser figura señera a un colaborador con influencia.

El liderazgo de este tiempo, pues, está por resquebrajar modelos autoritarios y personalistas, para expandirse como elemento fortalecedor de entornos signados por la horizontalidad.

En tercer y último lugar, se debe subrayar eso que podríamos llamar el inventario de recursos con que por analogía se cuenta ante una dificultad mayor o una crisis.

No porque quien sea más culto podrá, por ese simple hecho, resolver un problema, no. Sino porque en un sentido amplio y profundo de lo que entendemos por cultura, está la incorporación que se ha hecho de muchas situaciones no vividas y el aprendizaje de ellas por medio del poder de la analogía.

Tornar las posibilidades que da vivir en un mundo abierto e interconectado, en una suerte de amplitud de mundo interior, alimentará, sin duda, el sistema interno de recursos incorporados por analogía, por contraste, por comparación, por emulación o por apropiación.

Quien vive en el exterior y en el interior la amplitud de mundo, tendrá mayor posibilidad de que sus actos estén cruzados por dos convicciones centrales: Lo “otro” y lo “complejo”.

Primero, el otro no es aquel, no es el extraño y mucho menos el adversario amenazante; la otredad no está allá, sino aquí; en cada uno. Y, segundo, no hay manera, ninguna manera, de que problemas complejos tengan soluciones simples.

A menos, claro, que se esté frente a un ejercicio de demagogia. Pero esa, la demagogia, no sólo no resuelve problemas; los crea.”

Digital y cívica, la democracia difícil

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Maduran más lento. No de ahora. Es un fenómeno añejo. Consustancial a la propia naturaleza de cada dimensión, quizá.

Mientras una transformación tecnológica suele desatar una cascada de cambios, adaptaciones que, a su vez, precipitan nuevos cambios, el orden social y político se adapta de manera menos vertiginosa. Lo que es más, no es raro que presenten resistencia a las nuevas realidades.

Desde hace algunos años, la irrupción de las tecnologías digitales ha producido un inusitado impulso al ánimo deliberativo y el compromiso cívico. Dos expresiones en las que los protagonistas, antes que los políticos profesionales, son justamente quienes no hacen política de manera profesional. Amplios sectores de la sociedad participan, sin adscribirse de por vida, ni a liderazgos ni a ideologías inamovibles.

Reivindican, en los hechos, una forma de la democracia que tiene en lo deliberativo y lo cívico, sus dos pilares. No terminan de avenirse bien quienes desde el ámbito de la política les gustaría mirarse como sus depositarios únicos: la deliberación y el compromiso cívico.

Es una democracia civil y cívica en el más amplio sentido del término, que también halla en el debate permanente el motor de su impulso. Es cívica y civil, pues, por partida doble. Está constituida por la sociedad, variopinta y amorfa, tal cual es. Al tiempo que responde a los resortes, preocupaciones y sentir de quienes no tienen a la política como forma de vida.

Democracia en tecnología digital
Fuente: Freepicks.

 

Quedan a la vista, así, las dificultades y desconcierto que causa en quien ostentan el poder político, la pérdida del monopolio de la deliberación y de la representación de las causas ciudadanas.

La ciudadanía discute, crítica, propone (y en muchos casos, como se verá, implementa). La sociedad deliberativa y deliberando, desplaza el otrora omnipresente aparato político y sus usufructuarios, al dotarse de la capacidad para construirse espacios que la representan a sí misma.

Frente a la disciplina, lealtad, obediencia, sentido de jerarquía, entrega a la “causa” introyectado por los militantes y dirigentes de los partidos políticos. El escenario abierto y alentado por tecnologías digitales supone un horizonte donde “los individuos son agentes reflexivos”, dice Ernesto Ganuza, “cuyas preferencias, deseos y actitudes no están prefijados de antemano”.

Perdido el monopolio de la atención de la conflictividad social, roto el esquema binario de representados y representantes, resulta explicable, entonces, el desconcierto y respuestas fallidas, cuando no dislates, de los actores políticos tradicionales.

Diversidad y diferencia son los pivotes que impulsan estas nuevas formas de la deliberación y el compromiso cívico. Entorno plural poblado de iguales, siguiendo a Ganuza.

Ernesto Ganuza
Fuente: comtransmedia.com.

Una iniciativa ciudadana, una más, provocó hace unos días la respuesta airada de parte de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Intolerable, así debió haberse percibido. Con un énfasis que no se ve en las acciones para contener la creciente ola de violencia criminal, la autoridad política deslizó una amenaza velada a los promotores del #MeEstánLLevando, al anunciar que el gobierno capitalino citaría a las empresas que alquilaron sus marquesinas para hacer esta campaña.

Convencida de ello, o bajo el cálculo comunicacional de que lo mejor para su causa era plantearlo así, la autoridad se dijo víctima de una campaña de desprestigio. Sea como sea, a las estructuras de poder no les gusta verse rebasadas. Particularmente por aquellas formas del debate y el compromiso cívico que pone en evidencia su falta de pericia y la ineficiencia de las acciones gubernamentales.

Lo preocupante a la par es la exhibición, sin mediaciones, de una noción, anquilosada, en la que la autoridad asume que toda acción que se dé fuera de su control y los esquemas que ella misma fija, debilita su poder.

Dicho en otras palabras, que la única posibilidad que esa autoridad tiene para coordinar las acciones y respuestas frente a una crisis, pasan necesariamente por la restricción de las libertades individuales. Por eso, la reacción es no sólo inadecuada sino hasta desproporcionada, podría parecer, al amagar con acciones legales a ciudadanas y ciudadanos.

derechos digitales y democracia internet
Fuente: CC:BY-NC-SA; Alex Ingram (derechosdigitales.org).

¿Su afrenta? Idear una campaña (y llevarla a cabo) en la búsqueda de apelar a la solidaridad social y cívica para conseguir, con extrema urgencia, aquello en lo que, esa misma autoridad que se molesta, muestra graves falencias: proteger a las ciudadanas que son violentadas, en especial en el Metro de la Ciudad de México.

La autoridad hace foros, forma consejos, invita celebridades, abre espacios para la discusión; es lo que se dice. Se trata, empero, de formas de la deliberación acotadas, diseñadas y, a final de cuentas, controladas por la propia autoridad política.

De ahí que los esquemas dentro de los cuales la autoridad pretende encuadrar el debate, más parezca, o bien, ejercicios para convencer a quienes no piensan igual, o tramas para cubrir las formas, cuando no, de modo agravioso, tribunas para exhibir, defenestrar o intimidar a quien piensa o se organiza de un modo distinto.

Entre los resortes de la pujante democracia cívica y digital que hoy existe a la par de las formas del pasado del poder político establecido, implicaciones igualitarias de nuevo calado, de cara a éstas, la autoridad política tendrá que reconocer que es la deliberación amplia y efectiva, no simulada, el nuevo sustrato de las decisiones.

Reconocer, para comprender y asumir, que la geometría piramidal donde la autoridad se asume, de modo imperecedero, como encarnación de una voluntad (millones de votos, se dice) que le legitima para tomar cualquier decisión en cualquier momento sobre cualquier materia, no opera más de esa manera.

Mientras no sea así, la democracia cívica y digital seguirá siendo una asignatura difícil para quien gobierna.

El Eros electrónico o la llama doble del amor digital

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Una cosa y dos. Dos y una sola. Llama doble. La nombra así Octavio Paz. A eso que, siendo una sola cosa, no deja nunca de ser dos. Y, sin embargo, se mantiene, unida, como una sola. Revelador y lúcido, es el largo ensayo del Nobel mexicano en que establece esta naturaleza de la unidad y lo dual: La llama doble, amor y erotismo. Lecciones de esa particular inteligencia sensible, sensitiva claridad, con que fue dotado al poeta.

¿Naturaleza? Sí. ¿Instinto? Instinto es. El amor es un instinto. Mas, es su manifestación como actos, objetos y prácticas lo que lo vuelve comprensible y propio a ojos de cada época.

Decíamos antes ya que en su condición doble es uno con el erotismo, y es dos, en tanto se distinguen uno y otro. No menos ocurre, pues, en cuanto a la circunstancia que marca que, siendo instinto es, ante todo, idea.

Y si ese instinto sólo puede ser en el mundo de las acciones humanas siendo idea, querrá decir entonces que tiene una historia. Toda idea la tiene. Toda idea es su historia. Y toda historia es constatación de lo que existe ajeno a lo inmutable. Lo que muta. Lo que se transforma.

La llama doble
La llama doble. Amor y erotismo de Octavio Paz (Portada: Seix-Barral).

Así, de seguir acuciosamente la pista de la historia del amor en Occidente, como lo hace Octavio Paz, se llegará de la mano del poeta al punto de amor cortesano. Al igual que, de poner el empeño de un profesional del discurrir histórico, se identificarán, también, a partir de entonces, cada una de sus mutaciones determinantes.

El advenimiento de la Era Digital es, sin duda, la más significativa de los últimos tiempos. El amor es igual pero distinto. Radicalmente distinto.

El amor es igual en su manifestación instintiva, en su anhelo de sentirse y saberse acompañado, en su impulso por recobrar un sentido de unidad que a los seres humanos, bien apuntaba hace tiempo Georges Bataille, nos es arrebatado desde el nacimiento mismo.

El amor es igual, pero la irrupción de las formas de lo digital ha hecho que la experiencia amorosa, con todas sus implicaciones, no se parezca a nada conocido anteriormente.

Eros electrónico y amor digital
Fuente: Pinterest.

 

El Eros electrónico, como lo llama Román Gubern, es este sujeto, hombre o mujer que, sobre el horizonte de las tecnologías digitales, construye (y constituye) nuevas rutas para expresar su afectividad.

Porque siendo una manifestación radicalmente individual, el amor toma forma en el inventario de los fenómenos sociales, es una expresión social; y como cada hombre y cada mujer, espejo de la sociedad de su tiempo.

Sobre tres planos coloca Gubern las modificaciones provocadas por lo digital: el plano físico, el plano intelectual y el plano emocional. En la intersección de estas tres dimensiones, la práctica del amor como ideal y del erotismo como encuentro con el otro.

Así, el papel que alguna vez tuvo la televisión como escaparate de los deseos, la frase es de Gubern, se ha trasladado, primero, a la pantalla de las computadoras de escritorio, luego a las laptops y, en los años más recientes al minúsculo, e inacabable, a la vez, rectángulo de los smartphones.

Ahí, suceden, si es que se puede decir así, las tribulaciones amorosas, los deseos más radiantes y lo más recónditos, de ese eros electrónico que se entrega a la imagen digital como nave la fantasía.

Román Gubern
El escritor e historiador catalán Román Gubern (1934).

Los datos que presenta The Competitive Intelligence Unit (The CIU), en su encuesta anual sobre prácticas amorosas son contundentes.  Uno de cada tres usuarios de celular en México ha descargado una aplicación para “ligar”. Alrededor de 32 millones de cibernautas se han sumado al ensueño digital de conocer, seducir, intimar con otra persona que, esto es lo notable, su condición de desconocido le torna en una suerte de horizonte de “todo lo posible”.

No extrañe, entonces, que en un porcentaje que crece año con año, más de una tercera parte de los internautas encuestados por The CIU ha manifestado haber establecido algún tipo de relación o encuentro amoroso con una persona que conocieron a través de las redes sociales.

Relaciones de diverso tipo, duración y profundidad. Encuentros que se dieron en medio de lo acelerado, inmediato, lacónico y equívoco que pueden ser las redes sociales, o precisamente gracias a ello.

Empero, no todo es fantasía, cumplida o esbozada. Ciertamente más del 60% de los usuarios mexicanos afirma que las redes han beneficiado sus relaciones amorosas.

Al mismo tiempo, paradójicamente, 7 de cada 10 cibernautas reconocen haber revisado sin permiso las redes de sus parejas en busca de evidencia de alguna infidelidad.

Eros electrónico
El Eros electrónico de Román Gubern (Portada: Ediciones Taurus).

 

“37.6% de los internautas ocultan su situación sentimental actual en redes sociales para mostrarse disponibles”, escribe Ernesto Piedras, Director general de The CIU, “y 13.2% confesó que ha sido infiel a su pareja con alguien que conoció en alguna red social”.

Compartir nuestras vidas en las redes sociales, como bien señala Piedras, está generando una dinámica de construcción de identidades digitales que se expresan en lo amoroso y en lo erótico, y que comprenden sus propias características, contradicciones, paradojas, libertades y encadenamientos.

En todo caso, queda la vigencia del llamado que hace Gubern para no olvidar que, bajo toda circunstancia, “el destino cardinal del ser humano es el de interactuar emocionalmente con el mundo viviente que lo rodea. No con los fantasmas que habitan dentro de su cabeza”.

Aburrimiento y soledad, llama doble fantasmal, calamidad multiplicada de este tiempo.