Innovación, Tecnología y Sociedad

Del analfabetismo digital al pensamiento complejo

Lectura: 4 minutos

La muy conocida expresión: “ver en cada cosa, las dos caras de la moneda”, tiene un origen mucho más lejano de lo que solemos imaginar.

Los romanos quisieron rendir culto a uno de sus dioses más preciados, representándolo en sus monedas.

El dios recibía el nombre de Jano y tenía bajo su tutela los comienzos, las transiciones y los finales.

Conscientes de ello, es que los romanos decidieron representar a Jano como una figura bifronte. Es decir, con dos caras.

En este contexto, hablar de brechas digitales implica que la nueva era plantea problemáticas inéditas.

Jano
Imagen: Pinterest.

La más preocupante, quizá, hoy por hoy, es el número de personas que se rezagan día con día de los avances que la expansión de lo digital trae consigo.

Por otro lado, dirigir la mirada hacia las competencias que habrá de requerir el mundo que se abre paso, es enfilar la atención en buena medida sobre quien ya está dentro de este mundo digital.

 Colocarse entre aquellos que buscan avizorar cómo será ese tiempo por venir, y, sobre todo, qué demandará de quien pretenda representar un aporte importante en el mundo laboral.

Así, por una parte tenemos que, según las estadísticas con que se cuenta, de los 617 millones de habitantes de América Latina, 322 millones tienen acceso a Internet, un 52.2%.

Pero que esta cantidad representa sólo el 10.6% de los usuarios que a nivel mundial usan Internet.

Está solo un punto por arriba de África, cuyas cifras son dramáticas en todos los aspectos.

Menos de la cuarta parte de los africanos puede conectarse a Internet, y su participación a nivel mundial llega apenas al 9%.

Digitalización.
Imagen: Pinterest.

El porcentaje de latinoamericanos conectados es significativamente menor que el de los europeos; y no se diga respecto a los norteamericanos. Y se halla por debajo de los ciudadanos de la zona de Oceanía.

En el caso de Europa la cobertura de Internet rebasa el 70% de los habitantes, mientras que en Oceanía llega al 72%.

La cifra más alta la tiene, desde luego, Estados Unidos y Canadá, en cuyos territorios prácticamente el 87% de sus ciudadanos accede a Internet sin ningún problema.  

Este modelo, claramente desigual, se repite a su manera. Como si fuera un espejo macabro, cada nación, por bajo que sea su índice de acceso a Internet.

Por otro lado, la manera en que se han modificado apenas en un puñado de años las competencias da cuenta una era caracterizada por un presente reducido a una fracción de vida hacia otro presente que emerge tan rápido como de nuevo es suplido por otro presente.

De acuerdo con el World Economic Forum, en 2015, las diez competencias o habilidades laborales y personales que tenían mayor valor social y laboral, que eran las más apreciadas era:

  • 1. Resolución de problemas;
  • 2. Coordinación con los demás;
  • 3. Gestión de personas;
  • 4. Pensamiento crítico;
  • 5. Negociación;
  • 6. Control de calidad;
  • 7. Orientación a servicio;
  • 8. Toma de decisiones;
  • 9. Escucha activa; y,
  • 10. Creatividad.

Media década después, algunas de estas habilidades o competencias han cambiado de lugar y otras han dejado su lugar a las necesidades de un mundo que se desplaza incesantemente.

Competencias.
Imagen: Cegos.

Para este 2020, el mismo World Economic Forum presenta las siguientes modificaciones con respecto al de 2015:

  • 1.Como habilidad número más preciada se mantiene la Resolución de problemas;
  • 2. La Coordinación con los demás, segunda en 2015, pasa la 5ª posición, para 2020;
  • 3. Gestión de personas cae del tercero al cuarto sitio;
  • 4. Pensamiento crítico pasa del cuarto lugar al segundo;
  • 5. Negociación cae del quinto al noveno puesto;
  • 6. Control de calidad desaparece, y emerge una nueva categoría: inteligencia emocional;
  • 7. Orientación cae del séptimo al octavo sitio;
  • 8. Toma de decisiones sube del octavo al séptimo lugar;
  • 9. Escucha Activa; desaparece y aparece una categoría nombrada flexibilidad cognitiva.
  • 10. En el cambio que representa el mayor y más radical cambio de concepción, se presentará: Creatividad, que en 2015 fue colocada en el lugar décimo.

De modo pues que Creatividad, cinco años después, se halla solo por debajo de resolución de problemas y pensamiento crítico.

Hoy, está claro, carecer de conectividad es no solo faltar a un derecho humano elemental, sino colocar a las y los individuos en una situación de vulnerabilidad personal y social que perpetuará sus condiciones de pobreza.

Redes.
Ilustración: C. Manuel.

Mas, está claro también, que la conectividad es una condición indispensable, pero no suficiente.

No hay ninguna duda, pues, de la centralidad de los dos ejes sobre los que trabaja AlfabetizaDigital: inclusión y fomento de las creatividades digitales.

Constituyen el detonador que ha de acompañar a la conectividad hacia una nueva agenda tecnológica que sirva a mejorar las condiciones de vida, material y cultural, de las personas.

Sólo así, Resolución de problemas, Pensamiento crítico y Creatividad, las tres habilidades para el mundo de un futuro que ya está aquí, serán una realidad para los más amplios sectores de toda sociedad.

Seamos capaces, pues de sembrar y navegar bajo la mirada al futuro de aquel Jano, sin desentendernos del pasado.

El niño que vio demasiado

Lectura: 8 minutosEl fotógrafo conocido como EnriqueEl NiñoMetinides, fue uno de los más importantes pioneros de la nota roja en México. Su quehacer fotográfico revolucionó la manera de cubrir la noticia policíaca e influenció por más de sesenta años la llamada nota roja, además de haber sido el creador de las claves que utilizan –todavía hoy– los paramédicos en la Cruz Roja para comunicarse.

Hay varias versiones del porqué se les dice nota roja a los artículos periodísticos que relatan crímenes, tragedias o desastres, y que a partir de finales del siglo XIX tuvieron en México mucha aceptación, sobre todo entre las clases populares. La más aceptable es la que dice que viene de tiempos de la Inquisición en México: cuando esta “festiva” institución decidía hacer de sus castigos un ejemplo, los hacía en público atronadoramente, para que la gente viera cómo les iba a los “herejijos” que la desobedecían. Días antes de las ejecuciones se ponían anuncios en calles y plazas, carteles que la gente sabía estaban autorizados por Iglesia porque llevaban un sello rojo impreso, de ahí nota roja.

Enrique Metinide
Fotografía: Enrique Metinides.

Con los avances tecnológicos a principios del siglo XX en materia de impresión y fotografía, los periódicos mexicanos comenzaron a incluir imágenes de todo tipo en sus publicaciones, desde las de personajes y sucesos relevantes, hasta las del aplaudido bodoque recién nacido. El estallido de la Revolución atrajo a muchos grandes fotógrafos que iniciaron un fotoperiodismo más formal en nuestro país, como el alemán Hugo Breheme, quien fotografió a varios líderes revolucionarios, como Zapata, además de ser el primero en ofrecer una importante colección de vistas de ciudades mexicanas, que más tarde publicó en su libro México Pintoresco (1923). Breheme influenció a fotógrafos de la talla de Manuel Álvarez Bravo.

Por supuesto las fotografías de corte impactante sensacionalista, fenómeno esencialmente citadino, no tardaron en acaparar la atención de la gente. De alguna manera estos cromos eran testigos de la cruda realidad que acompañaba, se quisiera o no, a la urbe y su gente en su cotidianeidad. Pero sobre todo la fotografía de nota roja pasó a ser no sólo un documento indiscutible que acompañaba la noticia dándole validez y credibilidad al hecho, sino a ser una imagen que traspasaba identidades: el observador podía verse reflejado en la víctima, ella, él, tú o yo podían ser los de la foto: la tragedia, pan nuestro de cada día, podía alcanzarnos en cualquier momento.

Enrique Metinides
Fotografía: Enrique Metinides.

Jaralambos Enrique Metinides Tsironides nació en la Ciudad de México, en 1934. Sus padres, ambos de Atenas, Grecia, llegaron a Veracruz de paso, pues iban a Houston a su luna de miel; allá vivía un hermano que querían visitar desde hace años. Desgraciadamente me los jarochearon en el puerto, dejándolos con una mano adelante y otra atrás. Sin maletas, papeles ni dinero no podían hacer nada. Entonces, como siempre, la mujer tuvo que salvar la situación: inteligentemente y a la voz de ¡no contaban con mi astucia!, la recién casada, previniendo infortunios, había cosido a su vestido una cadena de oro, regalo de la abuela.

Vendida la joya pudieron viajar a la capital, donde se conectaron con la pequeña pero amigable comunidad griega (no llegaban ni a cincuenta) que los ayudó a echarse a andar. Y cuando estaban listos para regresar a la querida patria de la hermosa Helena y el olivo, ¡oh, salchichas!: se desata la Primera Guerra Mundial y los Metinides se tuvieron que quedar para siempre en la tierra del tamal y el chile bravo. Así fue como nacieron en el centro de la capital Enrique y sus hermanos.

Enrique Metinide
Fotografía: Enrique Metinides.

El padre puso un negocio de artículos fotográficos en Avenida Juárez, junto al Hotel Regis, el mismo que en 1985, Enrique fotografiaría derrumbado, derrotado. El negocio duró algunos años, hasta que tuvieron que desalojar el edificio. Don Metinides se quedó con algo de equipo que no pudo vender y le regaló a Enrique, de nueve años, su primera cámara, una Brownie Junior, alemana, que el papá le enseñó a manejar.

El chico no tardó en salir a la calle a tomar fotos de cosas que le hicieran sentir que estaba en una de sus películas de gánsteres, que amaba. Él quería captar balaceras, accidentes, persecuciones, incendios y todo lo que fuera acción: Con esa cámara empecé a tomar fotos de coches que chocaban. En la esquina de casa compraba el periódico, veía en ellos si había algún choque, apuntaba la dirección y me iba ahí en camión. Llegué a tener muchísimos choques en la calle, porque en ese tiempo no se los llevaba la grúa si no estorbaban, y yo llegaba y siempre había un policía vigilando un carro. Posaban para mí, cuenta el mismo Enrique Metinides.

Choques.
Fotografía: Enrique Metinides.

Tiempo después, el padre abrió un restaurante de comida griega cerca de una delegación, en Santa María la Ribera. Asistía mucha gente del Ministerio Público (MP) y al niño le gustaba mostrar sus fotos a los clientes, hasta que uno de ellos le llamó la atención y lo invitó a la delegación a tomar fotos de detenidos y rijosos.

Fue así como a los once años Enrique fotografió su primer muerto: un pobre diablo, quizás borracho, se había dormido en la vía del tren que cruzaba Nonoalco. Cuando Enrique entró a la delegación vio el cuerpo decapitado y a un encargado sosteniendo la cabeza. El niño sacó su Brownie y… ¡click!, despegó la carrera del fotógrafo que captaría por más de sesenta años la poética brutal y no refinada de millones de accidentes.

Enrique Metinides
Enrique Metinides, fotografo mexicano (Fotografía: News week).

No tardó mucho en que una de las fotografías del chico llamara la atención de un veterano fotógrafo de La Prensa, Antonio “El Indio” Velázquez:

Me dio sus datos, lo fui a ver y le gustaron mucho mis fotos. Y me dijo: ‘oye, ¿quieres irte a trabajar conmigo?, ¿cuántos años tienes?’, yo le respondí que iba a cumplir once y me respondió: ‘pues pide permiso en tu casa’. Pero yo nunca pedí permiso, mis papás pensaban que estaba yo en la escuela o jugando, y en realidad estaba tomando fotos de choques y muertos”, vuelve a comentar don Enrique, quien además dice, que por su edad, desde entonces le apodaron “El Niño”: “Déjame decirte que fui el primer fotógrafo de toda la República Mexicana en estar de planta en la Cruz Roja y para poder subirme a la ambulancia me capacitaron y me dieron mi credencial de socorrista.

Precisamente Antonio “El Indio” Velázquez fue de los fundadores del tabloide de nota roja más popular en el país por muchos años, La Alarma, que en su época de oro llegó a tirar 500,000 ejemplares semanales y era conocido por llevar encabezados sensacionalistas que se convirtieron en famosas muletillas, como “¡Raptola, violola y matola con una pistola!”.

Enrique Metinides, fotógrafo mexicano
Fotografía: Enrique Metinides.

Metinides también colaboró en el Alarma y otros impresos amarillistas, pero fue en La Prensa donde “El Niño” se curtió e hizo escuela. Publicado desde 1928, La Prensa siempre fue un periódico de corte popular. En él Metinides retrataba y documentaba de treinta a cuarenta accidentes diarios. Jamás llevó un horario normal, porque si estaba estipulado que entraba a las 10 a.m., le podían llamar a las 3 a.m. para ir a tomar fotos de alguna tragedia hasta casa de la tía Chencha: Casi no dormía, comía mal, te pagaban mal, y aparte había mucha envidia de algunos compañeros por mis fotos… horrible, dice.

Carlos Monsiváis escribió: Sus fotos (de Metinides) son el resultado del azar, de lo no previsto, donde el accidente es el centro de una obra monumental y admirable, donde a la fotografía le toca el papel de primer y último testigo.

Enrique Metinides, fotógrafo mexicano
La más famosa de su acervo fotográfico, en la que retrata a la periodista Adela Legarreta, prensada contra un poste luego del choque de dos autos (Fotografía: Enrique Metinides).

Pareciera que la paciencia es la clave de este rudo oficio para captar el segundo correcto e inmortalizarlo. Pero no, hacer de la muerte un paisaje no es cosa sencilla. Se necesita una gran agudeza de ojo y composición, que ambicione captar un panorama más grande que el que encierra el mero sensacionalismo amarillista del típico cadáver machacado tras el volante. Metinides encontró la fórmula alejándose lo más posible de la sangre y el dolor, sus historias alcanzaban una narrativa más luminosa, amplia y humana:

Sin demasiada sangre, sin apenas dolor, un pie o una carta podían ser suficientes. La historia brotaba por sí sola: viudas que perdían la vista en un infinito oscuro, curiosos cuyo rostro reflejaban las llamas de un incendio, policías henchidos de orgullo, perros que se arrastraban por la escena del crimen. A diferencia de sus colegas evitaba el primer plano. A veces le bastaba con una solitaria madre llevando un pequeño ataúd en brazos; otras, con la vista cenital de un suicida estrellado contra el suelo, pero con decenas de mirones, ahí abajo, girando sus cabezas hacia la cámara, hacia el fotógrafo, hacia el lector, comenta el periodista Jean Martínez Ahrens, quien entrevistó al fotógrafo para el El País en su cumpleaños número ochenta y dos.

Enrique Metinides
Fotografía: Enrique Metinides.

“El Niño” no fue ajeno a las tragedias que fotografiaba: “Siempre evité lo macabro, lo truculento. A mí me interesaba el drama de la vida, no la sangre. Por eso tuve respeto por las víctimas”, comenta. Tampoco estuvo ajeno a convertirse él mismo en tema de sus propias fotografías, pues padeció diecinueve accidentes que casi le cuestan la vida: Tengo un infarto, me estuve muriendo. Tengo siete costillas rotas porque me atropellaron dos veces. Me caí a barrancos dos veces, me volqué en ambulancias, en carros, en choques, porque nos íbamos a barrancos tomando fotos.

Haber sido pionero de una profesión tan difícil y uno de los fotógrafos más publicados en la historia del periodismo mundial, no significó más que su forma de ganarse honradamente la vida, pues durante su carrera jamás obtuvo reconocimiento, siempre fue mal pagado y causó mucha envidia entre sus colegas. Me hubiera gustado hacer dinero, comprarme una vivienda más grande que ésta, en mera avenida de la Revolución, haber alcanzado la fama antes y no tener tantas cicatrices.

El reconocimiento llegó tarde, pero llegó: hoy en día su obra se cotiza bien a nivel mundial y ha expuesto en muchos países del viejo y nuevo continente, además de recibir destacados premios, como el Premio Espejo de Luz, el más importante que se da a los fotógrafos en México.

Enrique Metinides
Fotografías: Infobae.com.

Anteriormente mencionamos que una de las grandes satisfacciones de don Enrique fue crear las claves que continúan en uso por los paramédicos de la Cruz Roja para comunicarse, un lenguaje creado para que los familiares de un paciente no entiendan las crudas conversaciones de los socorristas: “La clave “R” está compuesta por 65 combinaciones de letras y números, por ejemplo, “5G” lo usaban para referirse a un paciente grave o “5 Metro” para nombrar a una persona mutilada”. Asimismo, Metinides creó la sala de prensa en los hospitales de la Cruz Roja.

Monsiváis remata a gol:

Cada imagen de Metinides representa la intrusión del destino en la vida cotidiana, la certeza de que nunca estaremos seguros. A él le tocó una revaloración, en este caso internacional, que prueba la esencia del accidente: todos, en cualquier país, estamos a expensas de lo imprevisto (…).

Ya lo decía una barda a las afueras de un cementerio en un pueblo de provincia: “Aquí te espero pasajero”.

Vale mucho la pena ver:

El documental El hombre que vio demasiado (2015), dirigido por Trisha Ziff, quien ganó el Premio Ariel a mejor Largometraje Documental en el 2016, donde expone el mundo y las fotografías de nota roja en México y donde Enrique “El Niño” Metinides es pieza principal:

https://www.youtube.com/watch?v=MkmIsI0_GdM&feature=youtu.be

La era digital en una metáfora: la colmena

Lectura: 4 minutosNinguna era tiene fecha de inauguración cual si fuese un supermercado. Pero sí fulgores que anunciaron su advenimiento.

Resulta notable que Descartes se valga, justamente, de una metáfora, la del árbol. Por supuesto, para resumir su noción del nuevo tiempo, “el árbol del conocimiento” le llama.

Más allá del orden que el árbol de Descartes da a las ciencias para anunciar a la filosofía como el punto más alto, el ramaje frondoso de ese árbol, presenciamos en tal momento la fijación de una imagen, una metáfora, que acompañará toda una era.

El árbol es esa metáfora, fiel y constante, que ha acompañado, que ha hablado en silencio, como dijera el poeta polaco Czesław Miłosz, a lo largo de un camino que se prolongó por cinco siglos.

Hoy mismo, nuestro tiempo vive un periodo que bien podría ser nombrado un mundo de entremundos, al modo que proponía el filósofo alemán Ernst Bloch para los periodos en los que se sobrepone lo que aún no ha terminado de irse con aquello que no se generaliza por completo todavía.

Árbol del conocimiento.
Imagen: Shutterstock.

Si nos permitimos tomar como punto de partida, al menos como uno de los puntos de partida, la metáfora del árbol del conocimiento planteada por Descartes, podríamos preguntarnos hoy: ¿existe una nueva metáfora para la nueva era?

Por supuesto. Y no necesito ser yo quien la enuncie. Todos ustedes la conocen, la usan, la vivimos cotidianamente.

Nos hemos apropiado tanto de ella que terminará por apropiarse de todo: la red.

Así, la red para nuestra época. Así, el árbol lo fue para la época que precedió a nuestro todavía incierto presente.

Antes que la descripción de los procesos en los que los servidores se interconectan, antes que dar cuenta de un mapa de millones de delgadísimas líneas que salen de Facebook hacia todos los rincones del planeta, la red es una metáfora que anuncia lo que ya es, como ya actuamos, como ya nos concebimos.

No es casual, por ejemplo, que el estudio del cerebro, de las redes (ahí está la metáfora) neuronales y sus todavía no descubiertos del todo mecanismos y explicaciones, nos resulte tan particularmente fascinante.

Metáfora de colmena.
Imagen: Neuways.

O que bajo la idea de una red, la cual por su propia naturaleza carece de centros inamovibles, pues el centro se desplaza conforme la red crece.

O que hoy hablemos de las difusas fronteras de las disciplinas o reconozcamos fronteras que se desplazan, del mismo modo que una red lo hace al expandirse o contraerse.

En los años 90 del siglo pasado, las ciencias sociales estuvieron permeadas por lo que en ese entonces identificamos como el pensamiento posmoderno.

Llamado también postestructuralismo, Gilles Deleuze resultó ser uno de sus más prolíficos y originales representantes.

Deleuze se vale de una denominación traída del orden vegetal y, como el árbol, la coloca como representación visual de lo que considera “el mundo que asoma”. Atina.

Rizoma son la papa, el jengibre, el lirio, el pasto.

Gilles Deleuze.
Caricatura del filósofo francés Gilles Deleuze.

Una red, una estructura que se expande, no a la manera del árbol que no tiene centro, que no comienza en ninguna raíz ni acaba en ningún fruto, y que, a diferencia de la mítica imagen de la semilla de la que el árbol y todo lo demás brota, el rizoma ha de poder ser cortado en cualquier parte y reimplantado en otro lugar para que desde ahí crezca, se expanda.

El rizoma de Deleuze cede su paso, me parece, a la emergencia de una metáfora que de alguna manera es la evolución de ese planteamiento original.

Si Deleuze habló en los 90 del mundo como rizoma, toca hoy, sostengo, hablar del mundo y nuestra existencia en él, como colmena.

Red también, la colmena es hábitat que cuidar, refugio contra los fundamentalismos que fortalecer, espacio para producir de modo distinto que promover, comunidad y comunidades que restaurar.

Cual si pensáramos en un árbol al que lo fue cubriendo una enredadera hasta que, vivo pero por debajo de ella, lo que hay a la vista es cada vez más la enredadera misma. Así, nuestro salto de era.

El humanismo es ese árbol que hoy se ha tornado colmena. Colmena de lo humano y para lo humano integrado, extendido en, sobre, a través, dentro del entorno de lo natural donde nada nos es ajeno, ni nada está desvinculado.

Colmena social.
Imagen: Co-op News.

Repensar el humanismo es el llamado, sobre todo a los más jóvenes, a no cejar en edificar esa colmena que sea y represente, en el poder de lo que las metáforas instauran, representación y reflejo de un mundo humano y natural signado por lo colectivo, lo horizontal, lo colaborativo. La gran palanca, lo digital.

Siempre y cuando comprendamos cabalmente que lo digital no son ni los aparatos, ni las antenas, ni los cables.

Lo digital es la posibilidad de construir, colectiva y horizontalmente, a modo de colmena, una experiencia de lo humano en que el centro de la tecnología esté al servicio de las personas, de sus emociones y de su capacidad para comprender con empatía y solidaridad a los demás.

Tal es el desafío.

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Una versión más extensa de este texto, fue leída por el autor el pasado 21 de octubre, como Conferencia Magistral en la Universidad Autónoma de Chihuahua.

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Digitalización a lomo de caballo

Lectura: 4 minutosSi hacia finales del siglo XX la pésima calidad del aire resultaba alarmante para las grandes urbes del planeta, cien años antes, lo irrespirable de su aire, entre hedores y bacterias, ya las distinguía; la causa: los caballos.

Se calcula, por ejemplo, que en los años previos a 1900, sólo en Nueva York, el número de caballos pudo rondar los 200 mil animales. Y así en todas y cada una de las ciudades que apuntaban, desde entonces, para ser las grandes urbes del siglo por venir.

El problema, claro, no eran los caballos en sí mismos. Aun y con las dificultades que su temperamento causaba, ataques de miedo, colapsos en la vía pública, lo verdaderamente incontrolable resultó qué hacer con sus excrementos.

Un sólo caballo puede producir, más o menos, entre 10 y 15 kilos de excremento al día. Si hace un cálculo rápido, como invita en una columna que dedica a esta historia, Águeda García de Durango, cada día los neoyorquinos del entre siglo debieron hacerse cargo de algo así como “entre uno y dos millones de kilos de excrementos equinos diarios, más un litro de orina de cada animal, por lo menos”.

Frente a este escenario dantesco de calles inundadas de excremento y fetidez, con atropellamientos por doquier y un caos incontrolable, la solución, por paradójico que parezca, fueron los automotores.

Caballo siglo XIX.
Imagen: Pinterest.

Lo que en Madrid llamaron los autotaxis, comenzaron a circular –a modo de prueba– en marzo de 1909; mientras que la misma Nueva York y Buenos Aires, en América, se habían adelantado construyendo los primeros sistemas de Metro en el continente.

En el caso de México, se tiene registro de la huelga de tranviarios de 1916, lo que dio lugar a que viejos modelos Ford, llamados por entonces, fontingos, hicieran las veces de los primeros taxis, y a la vez colectivos, en la historia de la urbe.

Y si bien el primer auto llegó desde 1903, y la ciudad contaba con un reglamento de tránsito en forma desde 1830, no sería sino hasta 1910, que Porfirio Díaz expidió la primera normatividad teniendo al automotor en mente.

En 1919, mientras tanto, en Madrid había aún 5,000 cocheros que defendían la denominación de su oficio, frente a la emergencia de los conductores de autos, llamados chauffeurs, a quienes vieron como sus enemigos y una competencia desleal intolerable.

El desplazamiento de los vehículos de tracción animal, por automotores, dio al traste con un oficio ejercido por generaciones y generaciones, el de cochero, y dio origen a un nuevo tipo de empleo: el chofer de auto, incluida la modalidad de taxista.

Nuevas ideas, nuevos objetos, nuevas prácticas sociales. Como ocurre siempre con el tiempo, la transformación fue inexorable y definitiva, como lo sabemos.

Autos Ford.
Fotografía: seriouswheels.com.

Justo un año antes de terminar la primera década del siglo XXI, una idea se materializaba en una empresa que tenía, como soporte principal, no la propiedad de los bienes sobre los que basaba su servicio, sino una modificación radical en las interacciones entre los participantes.

Convertida hoy en un emblema de los nuevos tiempos, Uber, y las empresas del mismo tipo que le siguieron, son la cara palpable del hondo cambio en las mentalidades que el advenimiento de lo digital ha traído consigo.

La historia la conocemos. Su expansión fue tan rápida y su adopción por parte de grandes sectores sociales, que a prácticamente todas las autoridades del mundo, las tomó por sorpresa.

Tres características convergen en los lugares donde la sacudida ha sido mayor: pésimo servicio; control corporativo de choferes; gobiernos que se sirven del control corporativo.

Al igual que los cocheros de caballos de los albores del siglo XX, los choferes de taxis de este siglo XXI, han culpado a la tecnología del alto pago que hoy les cobran los mismos usuarios que han maltratado por años.

Frente a los gobiernos locales, las corporaciones han ejercido presión y lo seguirán haciendo.

El deber de todo gobierno es regular, y hacerlo por el bien de la calidad de los servicios que recibe (y merece) la ciudadanía. En palabras de Vanberg, crear “un sistema complejo y estable de reglas generales que especifiquen las condiciones que debe satisfacer cualquiera que desempeñe una actividad”.

Modernización de transporte.
Imagen: Lafuente Abogados.

Lo contrario, es intervenir. Dictar de modo arbitrario órdenes y prohibiciones específicas para obstaculizar a unos y proteger a los afines.

Es cierto que mientras más politizada se halle la autoridad, mayor es el riesgo de que intente en contra del interés de los ciudadanos, una digitalización a lomo de caballo.

Difícil se mira, sin embargo, tal propósito. La transformación en las prácticas sociales son los verdaderos cambios de época. Las aplicaciones han llegado para quedarse; sin duda.

Y lo harán porque no es la tecnología que cada plataforma en sí representa, lo que las ha llevado al éxito, sino la manera en que representan la noción básica de ciudadanía: decidir.

Las plataformas, en ese sentido, antes que triunfos tecnológicos, constituyen representaciones de este nuevo universo de ideas y formas de estar del mundo.

Y en ese camino, así lo enseña la historia: no hay vuelta en U. Nunca.

Ciudadanía y transformación digital

Lectura: 4 minutosLa disolución en el mundo de las ideas respecto a la manera en que Occidente concibió el tiempo en tres porciones: pasado, presente y futuro, ha traído aparejado un profundo cambio en el campo de las prácticas sociales y su relación con los objetos.

Esta metamorfosis, de la que nada se salva, y que abarca por igual formas de pensar y actuar, tiene en el concepto de transformación digital la encarnación de su paradigma.

La transformación digital es, así, el nuevo paradigma, no del futuro, sino del presente.

Existe, sin embargo, una visión restringida del concepto y sus alcances. Aquella que la vincula únicamente al mundo de las empresas o, cuando más, al del gobierno y sus responsabilidades.

Future World
‘Future World’, ArtScience Museum, Singapur (Fotografía: @justarawbean).

Comprendida de manera estrecha, hay una tendencia a ubicar la transformación digital en el ámbito de la competitividad de las empresas, vinculada a la relación entre la tecnología, la cultura empresarial y la innovación centrada en los clientes.

En esa primera acepción se subraya la integración de procesos, así como la consiguiente modificación de sus modos de producción y sus formas de organización.

No obstante, cada vez con mayor vigor se pone en evidencia lo fundamental. El protagonismo en materia de transformación digital corresponde a la ciudadanía.

Bajo ese horizonte, no se trataría, pues, sólo de cambiar las computadoras o de ubicar formas obsoletas en las organizaciones o nuevos servicios en el gobierno.

No porque no sea importante impulsar la cultura de la innovación en las empresas, ni porque carezcan de valor fortalecer las capacidades de respuestas rápidas a entornos altamente cambiantes, sino porque los alcances de la transformación digital hallan su centro irradiador más potente en su capacidad para tocar lo lo ciudadano.

Computación.
Fotografía: @dabu.

De tal modo que el éxito de las organizaciones en sus procesos de transformación digital, no devendrá de sus esfuerzos particulares, sino como resultado de que sea en la sociedad en su conjunto donde ocurran las mutaciones profundas que en todos los órdenes supone el advenimiento de la Era digital.

Desde esta perspectiva, pensar en una transformación digital cuyo centro sean la ciudadanía, es deseable e imprescindible.

La tecnología al servicio de los ciudadanos. En sus proyectos personales, sí; pero, sobre todo, en proyectos en los que la ciudadanía se sepa partícipe de procesos colaborativos de beneficio colectivo.

En ese camino, hace unos meses, la Biblioteca Nacional de España se sumó a otras instituciones como la Biblioteca de Nueva York, el Museo Británico o el portal ciudadano de ciencia Zooinverse.

En todos los casos, se trata de iniciativas del tipo crowdsourcing, en las que se convoca a la ciudadanía a contribuir a la identificación de sitios, la identificación de fotografías o la catalogación de música del pasado.

Crowdsourcing.
Imagen: Pexels.

La idea no es nueva. En otros momentos la ciudadanía ha tomado un rol más protagónico contribuyendo en tareas colectivas.

Lo genuinamente relevante en cuanto al presente no es la novedad de la idea, es más bien la manera cómo ésta refleja la posibilidad de asentar, como pilares de un modo distinto de concebir lo público, las prácticas de Colaborar, Compartir, Comunicar (para) Crear Comunidad.

La importancia que reviste el impulso de plataformas colaborativas es, a la luz de lo planteado, que expresan y estimulan, a la vez, el afianzamiento de un nuevo orden social en donde el rol central lo juega la ciudadanía.

La Biblioteca Nacional de España ha puesto a disposición de los ciudadanos un vasto repertorio de herramientas para que, desde el disfrute o el interés profesional, o ambos, se hagan cargo de tareas que tradicionalmente estaban reservadas para especialistas.

Y no es que a estos especialistas se les vaya a desplazar. De lo que se trata es de entender que la naturaleza de las funciones puede cambiar cualitativamente en beneficio de ponderar aquellas labores en las que el especialista es indispensable, las de validación o formulación de nuevas líneas de trabajo, por ejemplo.

Pareciera entonces que la historia se las ha arreglado para colocar en el llamado a la participación de la ciudadanía una vara (una más) para medir en qué siglo se encuentra la mentalidad, ya sea empresarial o de gobierno.

Ciudadanía digital.
Fotografía: @jakobwens1

Llamar a los ciudadanos a salir a la calle, utilizarlos para distribuir prebendas o compensaciones asistencialistas, reservar al orden vertical de gobierno el monopolio de la acción y las iniciativas, pinta de cuerpo entero al sigo XX que permanece.

Alentar la organización de los ciudadanos, su contribución al margen del aparato gubernamental o de compensación, ninguna que no sea robustecer el sentido de bien común, da pistas sobre la naturaleza horizontal y colaborativa del siglo XXI.

Entre las radicales diferencias de un siglo y otro, aparece la transformación digital. Entendida como la puesta de la tecnología en manos de la ciudadanía, capaz de organizarse por sí misma, capaz de comprender el valor de aquello que siendo de todos, no es nadie.

En el orden de las mentalidades, la transformación digital encuentra su gran desafío, pero también, su asidero fundamental.

Es el siglo XXI actuante; el futuro vuelto presente.

Viajeros en la Era digital

Lectura: 4 minutosEl mundo se ha convertido en un no lugar. La facilidad con la que se puede ir de un lado a otro, ha provocado, por paradójico que parezca, que trasladarse de aquí para allá sea un volver a encontrarse con lo mismo.

Palabras más, palabras menos, tal es el paisaje que al respecto de los no peregrinos de los no lugares, como Byung-Chul Han llama a los turistas del siglo XXI, pinta el filósofo alemán de origen coreano, respecto al acto de viajar en nuestros tiempos.

Cual si coronara la irreprochable crítica que Chul Han hace al acto de viajar, hace unos pocos días se anunció la quiebra de Thomas Cook, la agencia de viajes más antigua del mundo.

Extraño, hasta contradictorio, pudiera decirse, el fenómeno de la quiebra de la legendaria agencia inglesa, justo cuando el planeta registra, en relación con toda la historia humana, el mayor número de viajeros que jamás pudo imaginar.

Mas así ha ocurrido.

Byung-Chul
Byung-Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano (Fotografía: Herder Editorial).

La movilidad, concepto clave en la configuración del imaginario digital de nuestra época, ha producido, en efecto, que el planeta se achique y que viajar se democratice.

Aerolíneas de bajo costo, incluyendo a la que la propia agencia, y cuyos 105 aviones hoy permanecen en tierra, grandes y funcionales aeropuertos en casi todo el orbe, globalización de los negocios y el turismo, han hecho del traslado una actividad tan común como frenética.

Empero, de la misma manera como la testaruda realidad ha obligado a Thomas Cook a cerrar, hubo un mundo, sin embargo, en el que a nadie se le hubiese podido ocurrir necesitar de una agencia de viajes para ir de un lugar a otro.

Fundada en 1841, la agencia Thomas Cook, lleva el nombre de su creador. Un empresario que pasó a la historia al fletar un tren, dando paso así al primer viaje organizado del que se tenga registro.

Cook encarna su tiempo. Con fama de visionario, entre sus hazañas está el memorable viaje organizado para más de 150 mil personas a la Exposición Mundial de Londres, de 1851.

Thomas Cook.
Panfleto de Thomas Cook, empresario británico (Imagen: Pinterest).

Lo fue, sin duda, sabiendo aprovechar las ventajas de los nuevos y más rápidos medios de transporte, particularmente el ferrocarril, pieza central de la reconfiguración del mundo ocurrida en el XIX.

Sin menos cabo de su intuición y arrojo empresarial, hay que decir, empero, que el éxito de Cook en mucho se debió a su capacidad para obtener grandes beneficios monopólicos, siendo el único autorizado a transportar personas en tren durante la guerra franco-prusiana.

Tras la quiebra, la agencia, que conservó su nombre como un emblema, no ha tardado en culpar a las plataformas de Internet de la quiebra y el consiguiente cese de sus 10 mil empleados.

Pero hay algo más de fondo que las herramientas mismas y su uso. De lo que somos testigos privilegiados es del desplazamiento de un mundo por otro, de una Era por otra.

Es decir, de la emergencia de nuevas herramientas, sí, pero sobre todo, de nuevas ideas, nuevas prácticas, nuevas representaciones.

Una nueva figura del mundo, que incluye el modo cómo los viajeros no sólo viajan, sino cómo conciben, cómo piensan el propio acto de viajar, se aviene con la expansión irrefrenable de lo digital.

Thomas Cook.
Imagen: Reporte Índigo.

El éxito de Cook tiene el mismo origen, aunque no idéntica circunstancia. Tocó en suerte al creador de la primera agencia de viajes, mirar (y aprovechar) la emergencia de una nueva idea: se podía viajar en grupo, con todo resuelto por un tercero, y ello representaba una gran ventaja, pues ese tercero sabía del viajar cosas que el resto no.

El presente digital, ése mismo que ha llevado a la bancarrota, como empresa y como idea, a la agencia Thomas Cook, parece ir más rápido, y ser más radical, que la capacidad de las organizaciones para transformarse.

Y ello aplica tanto para el ámbito de lo privado como de lo público. La transformación digital demanda de ellas, por sobre todas las cosas, su capacidad para colocarse de lleno en el siglo XXI.

En el esquema del siglo XX, reproducir los sitios para el turismo, facilitar los traslados, acarreó una paradoja de la que Thomas Cook no es más que una víctima fatal.

La idea es de Chul Han. Durante siglos y siglos, peregrinar estuvo ligado a la idea de que había lugares especiales. O simplemente, como cree el filósofo, lugares.

Holiday making

En el desenfreno de la ganancia, el siglo XX terminó por hacer parecerse entre sí a todos esos hoy no lugares, al arrancarles de tajo lo que los hacía serlo: su memoria, su historia, su identidad.

El valor en sí de desplazarse, ha aniquilado a una empresa señera en el negocio de guiar a quien se desplaza. No las plataformas; el cambio en los imaginarios, sí.

Es en ese orden, el de las ideas, en la capacidad para comprender, críticamente, como lo hace Chul Han, es donde radica el gran horizonte de una transformación digital generalizada de las organizaciones públicas y privadas, que resulta ineludible.

No hay tiempo para suspirar por el siglo XIX. No lo hay.

Tecnología, educación y mundo digital

Lectura: 4 minutosLa relación entre tecnología y educación no es nueva. La herramienta que por excelencia ha servido para educar, la escritura, es en sí misma expresión de un avance tecnológico.

De otra parte, la propia propagación de las ideas y realizaciones científicas que hay detrás de todo cambio tecnológico, no se hubiesen podido propagar sin el papel que la educación juega como gran difusora social del conocimiento.

Educar es formar. Formar es transmitir. Se comparte un mundo vivo, lleno de objetos, ideas y prácticas. Se transmite una explicación sobre cómo se ha llegado a este punto. Se avizora lo que puede venir, tanto en su forma de deseo como de advertencia.

La transmisión de una generación a otra de esa visión de la vida, de ese estar en el mundo, sus razones y (posibles) consecuencias, sería absolutamente imposible sin el soporte de herramientas, espacios y procedimientos asociados a los avances tecnológicos.

Escritura digital.
Imagen: AliCDN.

Tecnología y educación se entretejen en la capacidad que una y otra, unidas, tienen para transformar la realidad, ya sea la de los individuos en lo particular, ya sea la de los grandes grupos humanos, nombrados sociedades.

Así pues, de modo inevitable, y a lo largo de todo el extenso horizonte de la historia humana, educación y tecnología andan a la par sobre el entresurco de la historia humana.

Con la aparición de los medios electrónicos de comunicación masiva en el siglo XX, radio, primero, y televisión, después, fueron vistas como efectivas herramientas para llegar hasta sitios donde el acceso de los docentes o la construcción de infraestructura física presentaba dificultades.

De alguna forma, el advenimiento de Internet, tanto en su forma de acceso mediante las computadoras como en lo que corresponde a los celulares, ha pasado a ocupar el lugar que como herramientas en la expansión de la información y el conocimiento sin límites físicos, tuvieron la radio y la televisión durante buena parte del siglo XX.

Asumir que el papel que puede tener la conectividad digital se refiere solamente a (volver a) llevar la educación hasta los últimos rincones del planeta, no está errada, pero es evidente su carácter utilitarista y limitado.

Internet de las cosas.
Imagen: IOTforall.

No se trata de que, ahora, Internet sustituya a las teleaulas, como éstas, antes, sustituyeron a la radiolecciones para la educación inicial.

El asunto va más allá. Implica la oportunidad si no única, sí inaplazable para replantear de fondo la idea del espacio educativo como sitio de transmisión de información y abrir el cauce a lo que significa la construcción colectiva de pensamiento.

No resulta rara, en estos términos, la resistencia que suelen presentar quienes tienen las peores prácticas pedagógicas, es decir, aquellas centradas en el control autoritario y la dosificación de la información.

Hoy, tecnología y educación convergen bajo el escenario de un mundo, el digital, que supone, esencialmente, antes que el cambio de los aparatos, la transformación radical de las formas de construir pensamiento.

Se tengan o no pizarrones conectados a Internet, se permita o no el uso de celulares en el aula, se usen o no libros y soportes digitales, lo digital reside en la forma en que las y los jóvenes tienen acceso a la información libremente, la comparten, construyen redes de horizontalidad y procesan el mundo, y no sólo su mundo, en red.

Pizarrón inteligente.
Imagen: Freepik.

Dentro y fuera de cada aula, en cualquier lugar del planeta, el mundo, y la manera en que sus objetos, ideas y prácticas, funcionan, es ya digital, en otras palabras, es red. Y, aunque el docente no lo sea, el mundo es; tanto digital como en red.

En este contexto, la clave del éxito, antes que llenar de laptops los salones, descansa en una efectiva alfabetización digital que impulsa, a la par, inclusión y creatividades digitales.

Tal estrategia en el camino hacia el asentamiento y expansión de lo que hoy se entiende como pedagogía reversible, por más que suene extraño, no tiene vuelta atrás.

Basada en el hecho incontrovertible de que los estudiantes tienen muchas, muchísimas más maneras de obtener la información, la pedagogía reversible supone desplazar el papel de informante del docente, para convertirlo en un animador del debate.

Para la pedagogía reversible, apoyada en un proceso de alfabetización digital, el docente es un impulsor de la criticidad, antes que un dador de fechas y datos.

Didáctica.
Imagen: Freepik.

Se trata, de ese modo, de toda una operación de desmontaje de una de las ideas clave del mundo anterior, en el que la posesión de la información estaba equiparada al principio de autoridad, tal como lo concibió el mundo anterior.

Construir una pedagogía reversible supone, en estos términos, por un lado, de una amplia capacidad de apropiación tecnológica, tan grande o mayor que la de los estudiantes.

Por el otro, implica que el antiguo informante de fechas y batallas pase a ser un animador del pensamiento, un convocante al debate y un participante (influyente, sí, pero no absoluto) de un pensar colectivo, crítico, creativo, comunicacional y colaborativo.

Ahí radica lo digital; no en el hecho de escribir en una Tablet. De ahí, justamente, su carácter inaplazable.

El mundo está en eso.

Economía débil y sociedad desigual

Lectura: 4 minutosEl verdadero desastre frente a los desastres

Es cierto que los desastres naturales, como huracanes, terremotos o inundaciones, no se pueden prever del todo.

Pero no menos cierto que una adecuada gestión integral de los riesgos derivados de fenómenos naturales no sólo es posible, sino una obligación de la autoridad.

La negligencia, corrupción e inoperancia se suman catastróficamente al embate de la naturaleza, al colocar, de antemano, a amplios sectores de la población en condiciones de peligro, en las que no deberían estar.

Asentamientos irregulares que representan enormes caudales de votos en los procesos electorales, desarrollismo que construye hoteles, refinerías y toda clase de infraestructura en zonas de contención, son cotidianas.

Corrupción turística.
Imagen: Animal Político.

Constituyen, al mismo tiempo, parte de la explicación del porqué la devastación natural tiene siempre en las economías débiles mayores víctimas y consecuencias a más largo plazo.

Es un hecho que los desastres naturales seguirán ocurriendo en el futuro cercano de América Latina y el Caribe.

Lejos de disminuir, la tendencia histórica nos indica que tanto los desastres marítimos como los desastres geológicos seguirán cobrando vidas en la región.

De acuerdo con datos de Naciones Unidas, sólo entre 1970 y 2001, los desastres naturales provocaron en América Latina casi 250 mil muertes.

Adicionalmente, en esas tres décadas, estos fenómenos afectaron de diversas maneras a cerca de 145 millones de personas.

Es relevante insistir en que la mayoría tanto de las víctimas mortales como de quienes resultaron afectadas, se encontraban ya desde antes del fenómeno natural, en situación de vulnerabilidad social.

Desastre natural.
Fotografía: ExpokNews.

Asimismo, el Programa de las Naciones para el Medio Ambiente ha calculado los daños materiales en la región en prácticamente 70 mil millones de dólares.

En este contexto, investigadores como Ricardo Zapata han insistido en la necesidad de una visión integral que se centre en la gestión del riesgo y adaptación, en relación con las consecuencias que el cambio climático ha traído consigo.

Daños, pérdidas y costos deben, así, ser vistas en su fase preventiva y no sólo reconstructiva, reconociendo la transformación socioeconómica y cultural como resortes de este cambio.

El círculo vicioso de los desastres y de la vulnerabilidad social ya existente, suma mayor pobreza y marginalidad. De ahí que sea imprescindible llevar la experiencia de los daños anteriores, a un cambio en la gestión de los desastres que pueda mitigar la ocurrencia de los que puedan venir en el futuro.

Además de las pérdidas humanas, cada desastre para cada nación latinoamericana representa un retroceso en la posibilidad de generar mejores condiciones de vida para su población.

Los desastres naturales para toda América Latina representan un impacto negativo en su necesidad (urgente) de generar un crecimiento duradero, que además sea sostenible, equitativo, competitivo y participativo.

Economía y cambio climático.
Imagen: El País.

Esta concepción del desarrollo que proponen muchos investigadores, entre ellos Ricardo Zapata, incorpora lo político, humano, social, físico, financiero y natural.

En lo que denomina “Una visión sistemática integral del desarrollo”, Zapata sostiene que sólo así podrán mitigarse los efectos de los desastres naturales por venir en Latinoamérica y el Caribe.

En lo político, destacan tres aspectos a consolidar en cada una de las naciones de la región: gobernabilidad, transparencia y participación e inclusión.

En el desarrollo humano, es necesario el acceso universal a la salud y la educación, así como el fomento a los procesos de construcción de las identidades culturales.

En lo social, se hace énfasis en el fortalecimiento de redes y sistemas de seguridad, solidaridad, microeconomía, etcétera.

Lo social involucra también el fortalecimiento de los lazos familiares y de familia ampliada, a trabajar sobre los temas de violencia y seguridad, y, finalmente, atender la migración.

En cuanto a lo físico, Zapata señala: tipo y calidad de los asentamientos y vivienda; infraestructura de comunicaciones y transportes; y, calidad del resto de la infraestructura pública.

En lo financiero, se llama a observar el acceso al crédito; el establecimiento de mecanismos efectivos de compensación y ampliar cultura y posibilidades del aseguramiento.

Desastre financiero.
Ilustración: Juan Serrudo.

Finalmente, en lo natural, se subraya el acceso universal al agua potable; el derecho al aire limpio, el cuidado de la biodiversidad y microclimas, representados por la integridad de los ecosistemas, así como el uso y acceso a recursos naturales no renovables.

No evitaremos los desastres naturales, pero una relación de responsabilidad frente al cambio climático, sí nos permitirá salvar vidas.

Del mismo modo que una gestión integral y sistémica de la gestión de riesgos, aminorará los daños sobre los que menos tienen. Al tiempo que posibilitará preparar mejor a las economías latinoamericanas, ya de por sí frágiles históricamente.

Lejos de una visión asistencialista que transfiere dinero en efectivo a quien vive sobre un lecho de un río seco que recobrará su cauce con las lluvias, o sobre minas que cederán en el próximo terremoto, la visión debe ser integral, se requieren miras de futuro.

La posibilidad de un desarrollo integral pasa, necesariamente, antes que por la próxima elección y su necesidad de votantes, por políticas de Estado que incorporen la tecnología y la planeación. En resumen, una visión responsable de Estado que tenga en el centro: gobernabilidad, transparencia y participación e inclusión.

No se ve cerca.