La pantalla infinita

¿Cuándo arranca la nueva era de la T.V. en México?

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Aunque a algunos no les guste, Televisa sigue siendo un primer referente en materia de producción televisiva en México. Es cierto que con acentuados problemas de credibilidad y anacronismo frente a la dinámica del mundo audiovisual actual. También es cierto que, si el daño no ha sido fulminante, se debe en parte a las indefiniciones, reacomodos y falta de convicción contundente de las contrapartes en su mercado doméstico: TV Azteca e Imagen Televisión. Por rigor de análisis, hay que señalarlo.

El pasado 5 de marzo se hizo oficial el relevo en la antigua vicepresidencia de producción de San Ángel, luego Vicepresidencia Corporativa de Contenidos, y ahora con el rótulo de presidencia de Televisa Estudios. El colombiano Patricio Wills es el nuevo jefe al timón; las únicas áreas (de contenidos) que no entraron en su competencia son noticieros y deportes. Es el tercer movimiento en esa posición desde el último semestre de 2016.

Tres días después, la compañía oficializaba al mexicano Juan Carlos Rodríguez, presidente de Univisión Deportes, también como el responsable de la misma área de Chapultepec. Recordemos que antes, en enero del 2017, Televisa nombró al colombiano Isaac Lee, entonces VP de noticieros de Univisión, para que asumiera paralelamente las funciones de la antigua presidencia de televisión y contenidos de la empresa más grande de medios en español. Su cargo ahora es Chief Content Officer de Televisa y Univisión.

Wills es un experimentado productor y ejecutivo de la televisión latinoamericana. Ha cosechado éxitos como Pasión de Gavilanes, el remake de la brasileña El Clon, y quizá su mayor trofeo hasta el momento es La reina del sur (2011): un parteaguas con el que Telemundo por fin puso entre las cuerdas a la otrora imbatible Univisión en los Estados Unidos. En México, pese a programarse en una cadena de menor relevancia (Galavisión), lograba duplicar la sintonía del noticiero estelar de Joaquín López-Dóriga en el Canal de las Estrellas. Ha declarado a la agencia Produ que, llegar al cargo de Televisa, tras la encomienda de Univisión con W Studios, es su “tesis de grado”.

México y su peso geopolítico

Pero México no es Miami ni Colombia. Es la cuarta economía del continente, la número uno de los países hispanos (según el FMI) y también la nación con la mayor demografía de hispanófonos del mundo. La mayor urbe en este idioma es la Ciudad de México; la segunda, Los Ángeles, con una población mayoritariamente de ascendencia mexicana.

Entre mexicanos de ambos lados del río Bravo, hablamos de unos 170 millones. Sin contar su influencia, ciertamente mancillada, en América Latina. Esta condición geopolítica resulta clave en el boyante mercado latino de Estados Unidos, donde Televisa (o lo que representa todavía), sigue siendo un centro motor de generación de contenidos, enclavado en un contexto inseparable que otorga a lo mexicano una preponderancia que sigue demandando un alto volumen de producción y, ahora también (dado el nuevo entorno), de valor creativo e inversión en calidad para nuevas audiencias.

Televisa Mexico

Las olas de los cambios

Las designaciones en cuestión han desatado toda suerte de inquietudes en la industria. Una de ellas es si los nuevos liderazgos dispondrán sus talentos a una necesaria cercanía contextual para entender y atender con eficacia al mercado doméstico, sobre todo ante sus nuevas demandas. Algo que, hay que decirlo, varios de los que permanecen, hace mucho que no dan muestras fehacientes de interesarse por ello. Ahí están los números.

Para que el buque que ahora comanda Wills pueda surcar con éxito el nuevo oleaje de los mares lejanos que alguna vez conquistó, primero tendría que modernizar el astillero y consolidar el territorio de origen para apalancar sus emprendimientos. Ello requiere atreverse a hacer lo que sus antecesores evadieron: abrir el círculo en serio.

Si lo hace, el vigor de la dramaturgia y el talento mexicano (que otrora generaron sus mayores glorias), subestimados y desmoralizados por las taras de la industria, lo podrían adoptar como propio para cimentar una nueva era. No sería la primera vez. De lo contrario, podría verse absorbido por las inercias intestinas de unas guardias tradicionales sin descendencia profesional y rebasadas por audiencias cuyas mayorías no superan los 35 años y que entienden el mundo de otra manera.

El productor moderno y el valor creativo del contenido

Ya hemos hablado de la pérdida de territorios de la telenovela mexicana. Ahora, demos foco a las plataformas de videos bajo demanda, celosas de sus números de visionado. No obstante, El País publicó en octubre pasado un Top 10 del consumo de series en Netflix, con las reservas debidas, ya que las enlistadas son de su producción original.

Si bien, en el Top de México aparecen tres series de factura nacional (en primer sitio Club de Cuervos), la novedad es que en los de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú ni rastro de nuestra producción, como tampoco de otros países latinos. La salvedad fue que los peruanos le dieron a El Chapo la novena posición.

https://elpais.com/cultura/2017/10/17/television/1508257674_718603.html

Si ahora añadimos la nulidad del cine nacional en las taquillas de exhibición de aquellos mercados con proximidad geográfica y afinidad cultural, en los que el cine de la Época de Oro y luego la telenovela alguna vez tendieron caminos, algo pasa ahí que en la industria mexicana ni se ve ni se entiende ni se atiende. Subrayemos que el asunto no es exclusivo de televisora, plataforma o productora alguna.

Pedro Infante Cine
Foto: Archivo.

Uno de esos focos rojos, además del perfil vocacional de ejecutivos, conduce a examinar la figura del productor tradicional en México porque ha sido rebasada. Formada en una televisión unidireccional que privilegió lo administrativo sobre el valor creativo, confronta un entorno que ahora lo pondera enfáticamente. Hoy, la experiencia empieza con el contenido y se potencia con la plataforma, pero ya no termina ahí.

El realizador contemporáneo debe comunicarse bidireccionalmente con audiencias heterogéneas que no sólo eligen qué, cómo y cuándo ver, sino que someten el contenido a diferentes relecturas, creando incluso comunidades y subculturas derivadas del mismo, trascendiendo de lo comercial y lo financiero.

Aparte del tema presupuestario, referido semanas atrás, aquí en La pantalla infinita, la nueva realidad pone a la variable autoral como un factor ineludible y diferencial de la ecuación del juego actual. Claro, si se busca jugar en serio con fichas de peso, nuevas reglas y frente a un tablero con grandes y diversos jugadores (y la partida ya comenzada), cualquier televisión que no acierte a comprender el fenómeno, por mucha tradición y redes de telecomunicación que posea, corre el riesgo de verse incompleta o, peor aún, convertirse en una entelequia.

Más información:

Producción: https://daniel-laresmunoz.blogspot.mx/2017/02/por-que-la-crisis-de-la-telenovela_14.html

Cuando el futuro nos alcanzó

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Oportunidades para la Televisión Mexicana

Al visionar Bridges of Love, telenovela filipina nominada al Emmy Internacional en 2016, Personal Taste de Corea del Sur, el éxito indio Saras y Kumud o cualquier serial turco, es posible advertir, en todas, la influencia del modelo mexicano. Para cuando Los ricos también lloran (1979) o Marimar (1994) llegaron a  esos territorios, aquellos países sólo eran importadores o acaso incipientes productores de ficción televisiva. Ahora hay que verlos, ya sea como teleseries, K-Dramas o Mousalsalets (telenovelas egipcias).

No sólo emularon el modelo, lo contextualizaron, adoptaron, abrieron sus referentes creativos y gracias a la accesibilidad tecnológica, les está permitiendo acercarse a la calidad de la siempre vanguardista industria anglosajona. Mientras que la industria mexicana se entregó a las recurrencias que la alejan de liderazgos a largo plazo.

Hoy, los turcos o los indios, e incluso los brasileños, pueden invertir por episodio hasta cinco veces más que los mexicanos, y eso se evidencia en pantallas cada vez de mayor definición. En lo comercial, están conquistando posiciones del prime time internacional en otrora bastiones mexicanos. Hoy, los sudcoreanos pueden ofrecer innovaciones en lo visual porque, además, son fabricantes de tecnología (recordemos que son sede de marcas como LG o Samsung), a diferencia de nosotros, siempre importadores. Es un asunto de presupuesto, pero no nada más de presupuesto.

México ha respondido tardía y erráticamente, como un navío oxidado que debe surcar nuevos mares tras el cambio climático, con factores añadidos como televisoras resentidas por el descrédito de su dinámica política local, y andamiajes anacrónicos que no ceden a la necesidad del cambio (real), pese a discursos que intentan proclamar lo contrario.

Propiedad intelectual y el valor creativo

Imagine el lector a dos gigantes mexicanos como Cemex o Bimbo produciendo sólo con fórmulas o licencias de marcas extranjeras y sin patentes propias (o anacrónicas). Pues así vive la TV mexicana de hoy: de viejas glorias, de su tradicional capacidad para maquilar volumen y del peso inherente del factor mexicano en la geopolítica panregional.

Set grabación tele

De la ficción nacional al aire, sólo en la TV abierta: Sin tu mirada, Hijas de la luna, Tenías que ser tú, Por amar sin ley, Educando a Nina y Tres milagros, ninguna es una historia original. ¿Alguna crea merchandising (productos derivados) o valor de marca para sus emisoras y el país? Se pierden activos en Derechos de Autor, salvo los remanentes de obra derivada (adaptaciones), prerrogativas primigenias con múltiples implicaciones.

Ninguna genera opinión o trendy fuera de sus nichos y medios habituales ni construye nuevas audiencias. La guerra del mundo audiovisual es, en parte, de formatos. Las exportaciones en Oriente, como de Turquía, Corea, Japón y China, así lo refieren.

Las pocas historias originales de emisión reciente se han constreñido, o a fórmulas efímeras (como “bioseries”) o a unas que se venden como “originales” pero que exhiben todos los anacronismos que a las redes sociales les encanta acribillar. Creativamente, están capadas. Y, por más esfuerzos que realicen los equipos de marketing, resultan productos de la “oferta 9.99” del supermercado. Las audiencias, cada vez más avispadas, se las huelen desde el primer episodio. Ahí están los ratings para demostrarlo.

Competir en la nueva televisión: el contenido original… de verdad

Como expusimos en esta columna la semana pasada, México no puede competir en presupuestos con los grandes jugadores, no en el plazo inmediato; un factor fundamental en el tablero de hoy. El camino nos conduce a elevar con eficiencia la inversión por episodio a través de diversos esquemas, como alianzas estratégicas y reconversión del modelo de negocios. Los mexicanos somos buenos para trabajar con menos ante la adversidad. Evoquemos la viral respuesta en redes de Guillermo del Toro: “(because) I’m mexican”. Pero, ello sólo atiende la forma.

El fondo de la nueva era nos lleva al gran cuestionamiento de cómo renovar y distinguir nuestra oferta de contenido, lo que ineludiblemente conduce al valor creativo: ahí está la génesis de las oportunidades. ¿Quién está apostando por sorprender a las audiencias a través de títulos propios (posibles franquicias) de alta calidad?

Coco, la exitosísima animación de Disney-Pixar sobre la celebración mexicana del Día de Muertos, fue una dura bofetada para la industria nacional. Cautivó a estadounidenses como a chinos en los cines del mundo; amén de convertirse en el mejor estreno de los cines en la historia del país. Forbes reportó que, durante el primer fin de semana en el gigante asiático, el filme pasó de 29 mil a 56 mil pantallas. Considérese que el total de pantallas que existen en México es de 6,633, según reporta el Anuario 2017 de IMCINE.

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Según Variety, ha sido el mejor estreno de Pixar en China de toda la historia y la tercera película animada de Disney con más éxito, detrás de Zootopia y Grandes héroes, con un puntaje de 9.1 sobre 10 en el referente web de críticas de china Douban. Para febrero de este año, había rebasado los 700 millones de dólares de recaudación mundial, sin mencionar los premios de los que ha sido objeto. ¿No podríamos ser capaces de lograr conquistas creativas y comerciales que reclamen una rebanada de ese pastel?

El valor del contenido: romper el círculo de la inercia

Por qué seguirse negando a acudir a nuestra propia y riquísima base cultural, persistiendo en la inutilidad de lo mismo. Se insiste en importar formatos con realizaciones mediocres que sólo apuestan si acaso a la rentabilidad inmediata y a llenar programación pero que no atienden la necesidad de reconstruir la íntima relación con las audiencias.

México se niega la oportunidad de sorprenderse de la capacidad inventiva de sus escritores-autores y en la práctica les confina al lugar de un obrero de maquiladora de artículos para baratilleros. Es cierto que ello se explica en parte al sobre-énfasis administrativo de la figura del productor tradicional en México en una industria creativa.

Frente al rezago, se hace imprescindible voltear a las experiencias del mundo actual. Una de esas refiere a la figura del “showrunner”, que en mercados cercanos como el español ya ha tomado preponderancia con sus contextos de rigor. La televisión mexicana posee carreteras y una tradición que pocas industrias ahora boyantes tienen, además de una condición geopolítica excepcional. Ante ello, ¿gatopardismo” o transformación?

Si el lector desea profundizar sobre las dificultades de la inventiva creativa en la industria mexicana, invitamos a consultar dos enlaces a artículos de este autor en la materia:

Dramaturgia: https://daniel-laresmunoz.blogspot.mx/2017/02/por-que-la-crisis-de-la-telenovela_7.html

Creatividad: https://daniel-laresmunoz.blogspot.mx/2017/02/por-que-la-crisis-de-la-telenovela_27.html

La ficción de México y la industria de la T.V. mundial

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Para el último cuarto del siglo XX, México pudo presumir de una de las televisiones con mayor capacidad de producción del mundo. Esa televisión ineludiblemente era Televisa con un producto estrella por delante: la telenovela, el único formato de ficción inventado por los latinoamericanos. Heredera de los vestigios de la época de oro del cine nacional y emergida en paralelo con un régimen que, con relativa estabilidad política, le permitió consolidar una industria sin parangón, que hoy ha extraviado el rumbo.

Las nuevas corrientes del océano y la brújula perdida

Con cada incesante estreno de serie o telenovela en el mundo, se va difuminando el brillo de aquella gloria. El diario ABC reportaba para 2016 tan sólo en Estados Unidos, 42 series de estreno en sus canales abiertos, 157 en total con los canales de paga, que suman 445 con los lanzamientos de las plataformas OTT (Over The Top), y las que ya estaban en emisión. Quien piense que la telenovela está extinta, es porque habla desde su burbuja.

Aquel viejo orgullo mexicano es vapuleado sin remedio por cada innovación tecnológica, frente a un país que sólo la asimila en la forma; con los mayores alcances de producción (incluso de nuevos jugadores), versus el abaratamiento absurdo de la pantalla nacional; la extraordinaria diversidad temática frente a la cansina reiteración; la audacia dramatúrgica frente a una industria que desprecia sistemáticamente la invención creativa y permitió que el volumen maquilador la devorara; así como de un alcance artístico de la otrora “caja idiota” que ahora rivaliza sin desdoro con el cine. Si algo ha demostrado la nueva era, es que la televisión puede ser inteligente pero en México algunos todavía no se enteran.

Cuando los mexicanos hicieron del video tape el soporte tecnológico de la telenovela (frente al costoso estándar del serial prime de Estados Unidos), atinaron visionariamente a dotarle de identidad propia como producto cultural de consumo y abrieron un mercado alterno a la oferta hollywoodense, ganando una posición relevante en el tablero internacional. El modelo mexicano fue digno de emularse.

Para los primeros dosmiles, Variety reportaba las exportaciones (sólo) de Televisa en 350 millones de dólares (mdd) frente a los 2 mil de Disney. Era el síntoma de los levantones de ceja de los vecinos del norte. Presúmase el costo de un capítulo allá frente a la factura mexicana y, por ende, sus márgenes de utilidad. Ello matiza las diferencias globales.

En 2012 la revista publicaba que los ingresos de la mexicana por contenido eran de 550 mdd aunque la suerte cambiaría. Las fechas coinciden con el surgimiento de la nueva Telemundo, ya como brazo de NBC-Universal, y que a base de pruebas e inversiones sustanciosas, es hoy el fuerte rival de Univisión, en plena fusión de facto con Televisa.

http://variety.com/2012/tv/news/televisa-sets-sights-on-u-s-market-1118057436/

La telenovela resultó un dramático atractivamente rentable para televisiones de naciones en desarrollo; en lo programático, dio relativa certidumbre en ratings y volumen de producción; en lo cultural, un producto más cercano para países hispanófonos al tiempo que exótico allende el continente americano. Su estilo visual y su formato de producción crearon “LA fórmula” como modelo industrial. Uno que debía evolucionar pero que tras la bonanza exportadora y una supremacía local aparentemente asegurada (en el contexto de un monopolio), se estancó deliberadamente. Y el futuro nos rebasó.

El valor creativo y la reconversión del modelo

La gran variable que sacude el statu quo de la comunicación y el entretenimiento mundial es el internet, como antes lo fue la televisión abierta para la prensa escrita, la radio y el cine. El nuevo paradigma obliga a los tradicionales jugadores a competir en un escenario para el cual (al menos en México) no se prepararon realmente como el detonado por las plataformas OTT, que si bien exige tecnología y volumen en el contenido, es el valor creativo y la calidad, lo que resignifica el contenido original en la dinámica.

La repercusión de la oferta en un mercado feroz, exige inversiones transnacionales otrora impensables que colisionan con economías internas como la de México, de márgenes de crecimiento mediocres que no catalizan aumentos significativos en su inversión publicitaria (condición sine qua non de la producción de ficción), en medio de una oferta que fragmenta cada vez más tanto la inversión como la atención de las audiencias.

Si una productora global con la tradición, la capacidad y el portafolio de marcas como Disney, tiene que robustecer su maquinaria adquiriendo la artillería de los Estudios Fox para competir en solitario con el poder insólito de Netflix en el streaming, implica entonces un desafío para marcas como Televisa, TV Azteca o la incipiente Imagen TV.

entretenimiento

¿Qué tanto jugamos en el mercado internacional?

En febrero pasado, Televisa ponderaba en prensa su inversión de 150 mdd en contenido que incluye el Mundial de Fútbol Rusia 2018 y las elecciones de julio. Si consideramos que Dopamine, la nueva filial de TV Azteca lanzada en octubre de 2017 (separada con especial énfasis de su dirección de contenidos), arranca con 200 mdd para series Premium de corta duración, el brillo de la empresa más grande medios en español no lustra como promete. Suponemos que será diferente con TAO (Televisa Alternative Originals), la nueva alianza con Amazon, intentando dejar atrás los resabios de Blim.

Las industrias culturales y de contenido de la actualidad en un entorno globalizador no sólo son receptoras o emisoras; influencian y son influenciadas. La Casa Blanca de Obama les llamaba “el softpower”. De su organización y visión depende si aprovechan asumir la vanguardia de la dinámica. Por lo pronto la nuestra, va en rezago.

Aun sumando las inversiones de las tres cadenas más importantes de México, consideremos que para contenido original durante 2018, Amazon invertirá unos 4,500 mdd; Hulu, 2,500 mdd; Netflix, la punta de lanza actual, lo hará por más de 7 mil mdd. Todas con estrategias de producción y distribución panregionales y globales, por ende, con influencia directa en nuestro mercado. Eso lo cambia todo. ¿Jugamos?

Hay salidas, pero dependen de una abierta, profunda y correcta relectura histórica de la industria nacional tanto como de su contexto geopolítico para apuntalar liderazgos con altura de miras de gran energía y con vocación de reconocer en la práctica la imperiosa necesidad de abrir el círculo (verdaderamente) para reinventarse. Quien sea capaz de adoptar valores hasta hoy subestimados y generar contextos propicios, se permitirá sembrar en tierra nueva para desechar la tóxica y árida que persiste.

Adelantemos dos de esos valores: la propiedad intelectual (derechos de autor) y el inseparable valor creativo que propongo para la siguiente edición.