Razones y Costumbres

8M: El corolario de una lucha que continúa

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Este lunes, como cada año, miles de personas –en su mayoría mujeres– salieron a las calles de las grandes ciudades del mundo a exigir un trato igualitario entre los géneros, al tiempo que exigen que cese la constante de violencia que se ejerce en contra de ellas. En nuestro país, se suma una exigencia adicional: la exigencia de protección en contra de la violencia feminicida y de las incesantes desapariciones de mujeres a lo largo del territorio nacional.

En los últimos años, pese a las descalificaciones y los esfuerzos comunicativos de las instituciones gubernamentales, lo cierto es que la violencia contra las mujeres ha escalado de forma considerable; más allá de la guerra de cifras. Según varias personas expertas en el tema, la violencia ha incrementado no sólo en número sino en intensidad, debido a que existe más conciencia y menos complacencia de quienes son víctimas de estas situaciones, por tanto, la respuesta machista e inhumana es, aumentar la agresión, violencia y su contundencia.

violencia feminicida
Imagen: Camila de la Fuente.

Como lo comenté en las colaboraciones anteriores, el funesto pacto patriarcal, esa complicidad silenciosa e irresponsable de la sociedad por tolerar e ignorar la violencia de género, producto de una desviación de valores que –a su vez– formó una cadena interminable prejuicios, convencionalismos y e imposición de roles, ha gestado de un caldo de cultivo propicio para que prolifere, de forma por demás grotesca y cínica en las estructuras sociales y culturales de las sociedades, un incremento considerable de actos de violencia que van desde la agresión psicológica, emocional y económica, hasta la más funesta de todas: la feminicida.

Ese silencio cómplice, ese “voltear hacia otro lado” ante situaciones que “se resuelven en casa”, han hecho que los agresores continúen utilizando el miedo como instrumento de control sobre otro ser humano, en especial contra las mujeres. Y no hablo sólo de aquellos que cometen el delito de Trata de Personas, sino también de esos familiares que, recluidos bajo la protección de los hogares, de forma constante y permanente, agreden a las mujeres, adolescentes y niñas que ahí habitan, las someten a través del temor, el menosprecio y el abandono. Ese pernicioso terrorismo familiar que, lamentablemente, forma parte del paisaje de las sociedades desde hace siglos y que las instituciones de gobierno jamás han observado ni atendido de fondo.

La protesta sirve de mucho para visualizar un problema, pero no basta la simple denuncia ni la visualización. Hace mucha falta hacer conciencia, sororizar, solidarizarse y, sobre todo, educar en valores de respeto, equidad y –aunque pareciera idílico–fraternidad.

violencia feminicida
Imagen: Público.

La humanidad está en un punto de quiebre que requiere evolucionar. Dejar atrás el egoísmo primitivo, la cosificación de las personas y la deshumanización, para abrir paso a una nueva era en la que entendamos que la equidad es el primer paso para alcanzar una justicia que, a la sombra de pactos perniciosos, tabúes y convencionalismos verdaderamente anacrónicos, nos condena a la irracionalidad y a la pérdida de la esencia humana.

Reencausémonos en la racionalización y alcancemos la máxima democrática de libertad, igualdad y fraternidad que, hace más de tres siglos nos propusimos como parte del perfeccionamiento de las personas.


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El funesto pacto patriarcal

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En las últimas semanas, un tema lamentable y deplorable se ha apoderado de nuestra sociedad: la protección cultural a los excesos cometidos por los varones en contra de las mujeres que, evidentemente, las degrada en su condición de persona, me refiero al llamado “Pacto Patriarcal”.

La candidatura del Senador Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero por el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), a quien se ha señalado de haber cometido abusos y hasta violaciones; así como las acusaciones de acoso en contra del catedrático y escritor Andrés Roemer, han hecho que colectivos feministas, activistas, agrupaciones defensoras de derechos humanos, exijan el cese de estas terribles prácticas que, en mucho, han sido motivo del incremento en la violencia de género e intrafamiliar en las sociedades modernas.

pacto patriarcal
Imagen: Sofia Weidner.

Ese pacto patriarcal, que no es otra cosa que la impunidad consentida por el entorno social a las prácticas de violencia y sometimiento hacia las mujeres, ha sido valientemente exhibido a través de las redes sociales, medios de comunicación y manifestaciones en las plazas públicas, en donde se han alzado voces de denuncia e indignación. Sin embargo, y de forma por demás lamentable, no es hasta ahora que el cinismo pareciera apoderarse de la sociedad, que provoca más conciencia social, empatías y simpatías.

El abuso de cualquier condición de poder, sobre todo para tratar de sojuzgar y someter a una mujer para demostrar superioridad, someter o por el simple placer de hacerlo, es una condición inhumana, indigna de la razón o de cualquier consideración o justificación. No obstante —y muy lamentablemente para la raza humana— durante décadas el silencio cómplice e indolente, auspiciado por un machismo profundamente arraigado en las costumbres y rutinas sociales, no sólo toleró, sino que lo auspició e, incluso, para vergüenza de muchos, lo institucionalizó y reconoció como parte de la naturaleza humana.

Así pues, veíamos prácticas que, durante décadas mostraba cínicamente esta situación. La lectura de la epístola de Melchor Ocampo como parte del rito civil del matrimonio es muestra clara de ello. Ahí se ordenaba a la mujer a ser “abnegada, obediente, sumisa, necesariamente bella y agradable ante los ojos del varón, cual objeto de decoración, para servirle al marido con veneración”. Era —en pocas palabras— una condena de servicio al varón, como consecuencia de su papel de proveedor y protector. Como si ello lo sobre pusiera en mayor valía sobre la mujer.

machismo
Imagen: Dispara Mag.

Lo terrible de esto es que, lejos de ser una imposición, fue el reflejo del sentir y vivir de la sociedad que, centurias atrás, había condenado a la mujer a una situación de minusvalía con respecto al varón, que se le negaba la voz e —incluso— hasta la condición de persona, menos que esclavos.

Para fortuna de la razón y la justicia, esta condición ha ido cambiando. La igualdad, como parte la trilogía de valores fundamentales de la democracia, va ganando terreno sobre los prejuicios y los estereotipos de género, permitiendo la reivindicación. Empero, este proceso es más lento en la dinámica social, en donde el funesto pacto patriarcal ha arraigado sus reales en prácticas enquistadas como parte de la cotidianidad.

El gran reto es, precisamente, reconocerlo como tal y desterrarlo para siempre de nuestras vidas y de las generaciones por venir.


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Se acerca marzo

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Marzo está a la vuelta de la esquina y, en menos de quince días, se conmemorará un año de una de las manifestaciones más concurridas, estridentes y estremecedoras de las que México ha sabido: el estruendo de la calle seguida por el más sonoro de los silencios que provoca la ausencia de cientos de miles de mujeres que han muerto o desaparecido como consecuencia de una creciente violencia en su contra y que, lamentablemente, parece ser incontenible.

Cada año, el 8 de marzo, es una fecha en la que las tribunas públicas, las redes sociales y, en general, cualquier medio de comunicación, se colman con palabras y frases relacionadas con el tema de la violencia de género. Muchas groseramente condescendientes; otras denuncias vehementes aparejadas con cifras alarmantes de incrementos tanto en violencia como en cantidad, en tanto que pseudo dirigentes políticos —en grado de oportunistas— pretenden abanderar grupos y colectivos que legítimamente han dedicado vida y alma en erradicar ese terrible mal. En tanto que las instancias las gubernamentales dejan “para después” la articulación y ejecución de políticas públicas eficaces para prevenirlas, vigilar y sancionarlas, quedan en el olvido o —en el mejor de los casos— relegadas para un momento posterior.

violencia contra la mujer
Imagen: El País.

Desgraciadamente, a cada minuto que pasa, una mujer es violentada en el seno de su hogar; es agredida física, económica o psicológicamente por su pareja; degradada por sus padres, hermanos o primos; invadida en su espacio en el transporte público; vilipendiada por compañeros; prejuzgada por sus familiares y conocidos pero, lo más lamentable, abandonada por la sociedad, bajo el manto de la indiferencia y la comodidad de la justificación en convencionalismos y costumbres sin orígenes ni justificaciones definidas, pero intensamente arraigados, casi como dogmas, pese a lo absurdo, injustificado e irracional que estos sean.

Hoy las cifras que nos arroja el Sistema Nacional de Seguridad Pública precisan que en 2020 tuvieron lugar 940 feminicidios, que es la expresión máxima de la violencia contra la mujer. En tanto que las denuncias de violencia doméstica aumentaron en un 3.4% para hacer un promedio de 20 mil denuncias promedio al mes, lo que significa que, aproximadamente, 664 hogares por día, es decir, 28 familias por hora, denunciaron un episodio de esta naturaleza, en donde la mayoría de las víctimas fueron mujeres.

violencia de genero
Imagen: Cuba News.

Estamos en la puerta de una nueva oleada de denuncias, cifras y discursos en los que se ensalzará el papel de la mujer, la indignación por la violencia y la referencia a las cifras. Se prometerá acabar con ella y se le exigirá al gobierno atender el problema como si se resolviera por decreto; mientras eso ocurre, varias mujeres serán asesinadas y desaparecidas por el hecho de serlo, otras serán violentadas por sus parejas y familiares; acosadas por sus jefes —muchos protegidos por la impunidad y el influyentismo— agredidas, vilipendiadas y abandonadas por todo y todos.

Hoy, más que discursos, se requieren acciones contundentes que manden un mensaje efectivo de proscripción de la violencia de género. Ser implacable con quienes la promuevan y la ejerzan. Excluir de la representación popular a quienes sean acusados de ejercerla; pero, sobre todo, incrustar en la sociedad la conciencia que cualquier tipo de violencia es la exclusión de la razón y, consecuentemente, de nuestra propia humanidad.


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Libertad de expresión y redes sociales

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Decía Voltaire “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. Esta frase se ha vuelto la máxima sobre la libertad de expresión que, en mucho, ha sido el vértice en el que se han sustentado los regímenes democráticos en el orbe. Y es relativamente sencillo asimilar: la libertad de decir, expresar o manifestar es la base de la convivencia social. La necesidad de comunicarse entre los seres humanos es inherente. Si no nos expresamos ni nos comunicamos dejamos de serlo para convertirnos en algo ajeno, aislado y —en casos extremos— hasta irracionales.

Desde la época de la Ilustración, la lucha por comunicar y difundir las ideas ha sido una constante; una exigencia de la gente para saber, interrelacionarse, crear comunidad y fortalecerse. En tanto, el poder y quienes lo ostentan, siempre lo han tratado de limitar el acceso a la información y al conocimiento o, de alguna manera, “regularla” a modo de dosificarla o controlarla. La razón es simple: mientras más información, interrelación y conocimiento tenga la gente, más difícil es su sojuzgamiento, sometimiento, sumisión y control. Es más fácil controlar a quienes no tienen herramientas para defenderse que a quienes saben como obtenerlas y usarlas.

control sobre la expresion
Imagen: Maravillas Delgado.

En esta lógica, mientras mayor y más fluida sea la comunicación en una familia, región o comunidad, más fácil se extiende el conocimiento sobre las facultades y obligaciones de quienes ostentan y ejercen el poder; se conoce —con mayor fluidez— las obligaciones de la autoridad para con el ciudadano y así como tener claridad en qué y cómo exigir su cumplimiento. De este modo, se ponen límites al control y se equilibran las balanzas.

Por ello, en los albores de las democracias modernas, con la difusión de las ideas liberales y el restablecimiento de las Repúblicas, las constituciones —como la norteamericana y la mexicana— precisaron como derecho inalienable del ser humano la libertad de expresión.

De este modo, la prensa, escudada en este derecho, se convierte en una herramienta socialmente útil, pues a través de su ejercicio responsable se denuncia, fiscaliza, crítica y exige al poder y a los poderosos el cumplimiento de sus obligaciones y se exhibe a quienes no lo hacen o hacen mal uso de él.

libertad de expresion redes sociales
Imagen: El Orden Mundial.

En estos días en los que la modernidad y las tecnologías han mejorado los medios y mecanismos de comunicación, ciertamente se ha hecho más patente el derecho a la libre expresión de las ideas. La internet y las redes sociales permiten que la información se difunda de forma exponencial. Hoy es posible que, en tiempo real, se conozcan sucesos ocurridos en el otro extremo del orbe con entera libertad y prácticamente sin restricción. Incluso se presume que los últimos movimientos sociales —en particular los antisistema— las han usado para difundir información y organizarse.

Por todo lo anterior, es que la mayoría de los gobiernos y factores reales de poder están interesados en contar con mecanismos de regulación y control de estos medios con el pretexto de garantizar la paz y la estabilidad social; sin embargo, la historia ha demostrado que la libertad de expresión es incontenible y que, pese a cualquier intento de control o censura, la capacidad de las personas de intercambiar ideas, pensamientos o mensajes prevalecerá mientras exista la voluntad de hacerlo.


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El juego que viene

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Hemos iniciado el año 2021 y, con él, también se ha dado el banderazo de salida a una contienda electoral cuya complejidad y trascendencia habrá de marcar lo que resta del presente sexenio y, quizá, del rumbo general de la República.

La autollamada “Cuarta Transformación” (4T) se enfrentará, en una lucha fratricida, contra todas las expresiones políticas que se han manifestado como su oposición, quienes han decidido crear una coalición que, sin importar identidades, principios, ideas, ideologías y valores contradictorios e incongruentes, habrán de disputarle el poder al presidente Andrés Manuel López Obrador y sus partidos aliados, en ánimo de sumar a todos los que disienten del gobierno, visión y política.

Las fuerzas políticas que pretenden disputar el control de la Cámara de Diputados de la Federación, los congresos de los estados, las gubernaturas y presidencias municipales, apuestan a explotar una situación que, de suyo, es francamente lamentable para un mundo que se presume de civilizado, moderno y racional: la polarización y resentimiento fustigados tanto del púlpito del poder como de las ondas y profundas heridas que la propia interacción humana han generado a lo largo de los siglos.

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Imagen: Asociación de Comunicación Política.

La diferencias creadas por estires y aflojes que han surgido desde que los seres humanos se organizaron en sociedad, han servido de base para que las disputas políticas polaricen y dividan, lo que —paradójicamente— es una forma ideal para generar mecanismos de control y dominación, ya que siempre habrá quienes, tanto de un lado como de otro, puedan liderar movimientos reivindicatorios que prometan someter tanto a unos como otros lo que, al final, siempre será una forma de detentar el poder político, controlar a las personas y saciar sus apetitos. Hoy, en México y en otros países del orbe, esta situación es más cínica y burda que nunca.

En breve comenzaremos a ver mensajes publicitarios dirigidos a generar empatías y, desgraciadamente, a agudizar las heridas que polarizan, todo con el único fin de sumar adeptos a su causa y, consecuentemente, votos que los sustenten en las posiciones de poder a las que aspiran y que, en ambos extremos, habrán de conseguir.

Ambos extremos se enfrentarán en una lucha devastadora en la que desgraciadamente la gente será sólo el instrumento para preservar o acceder al poder, en tanto que las legítimas exigencias y necesidades pasarán, lamentablemente, a un segundo o hasta tercer término.

contienda electoral, democracia
Imagen: El Periódico.

Desgraciadamente, por las circunstancias actuales, ni la 4T o la alianza opositora, son una garantía de beneficio social, pues ambos han dejado claro que su interés principal es el control político de las instituciones gubernamentales y no la instauración de un programa de acción definido que beneficie a la gente.

Cada vez más, la finalidad y origen de la República Mexicana, queda más alejado de lo que ordena el artículo 39 de la Constitución: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”.

@AndresAguileraM