Recuerdo haber leído en la adolescencia una novela de Martín Vigíl llamada cierto olor a podrido donde el autor ahonda sin contemplaciones en lo que sucede y encuentra que algo huele a podrido en nuestra sociedad; viene esto a mi memoria porque el olor se ha intensificado en las últimas semanas…, tantas mentiras juntas, tan obvias y de lugares tan importantes producen un fétido olor nauseabundo que por cierto elimina bien la brisa fresca de la honestidad de un niño.
Todos alguna vez hemos mentido, somos humanos y ya mintió el que lo niegue, pero tantos y al mismo tiempo y en tan trascendentales temas genera un malestar social, satura las capacidades y produce ese cierto olor a podrido que estamos hartos de padecer.
Es la mentira el mal del momento, la droga misma que atonta y atenta contra la sociedad.
Pareciera que el legendario Goebbels con sus célebres principios -una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil y mentir, mentir, mentir… algo siempre queda- ha dejado más huella de lo que habíamos pensado.
El asunto no es nuevo ya el Génesis, primer libro de la biblia, centra parte de su mensaje en una mentira, justo del diablo, padre de la mentira que miente a la hasta entonces feliz primera pareja del planeta.
Trescientos ochenta años antes de Cristo es Aristóteles escribió a Nicómaco: Cuando se miente por amor a los honores o por adquirir renombre, como lo hace el vanidoso, no es muy culpable; pero si, por lo contrario, lo hace directamente por el dinero o una cosa de este género, este se deshonra más gravemente. Cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia.
Quién miente no solo se daña a sí y a los que mancha con su mentira sino que en envenena a los jóvenes que saliendo de la limpia infancia, buena amiga de la verdad, se desilusionan pronto con el mundo mentiroso en que vivimos y se van pronto al desencanto, al desdén y a la depresión…, desconfianza en el mejor de los casos. Qué por qué los jóvenes no creen en su Padres, en la sociedad, en los políticos… la respuesta nos la dio hace años Nietzche: “Lo que me entristece no es que me hayas mentido, sino que ya nunca más podré confiar en ti.”
Federales que disparan a Diplomáticos, Bancos que ocultan transacciones, Policías que roban en la vía pública, proliferación de diablos en las calles, Jueces acusados de lavado de dinero, líderes sindicales millonarios y adictos al nepotismo, ex gobernadores perseguidos por la justicia, Voceros que mienten, Presidentes que callan, hackers profesionales, traficantes de información, violadores profesionales…
El problema no es nuevo, ya Masiel cantaba en los 60´s su ¡Aleluya! evocando un mundo que no funciona bien del todo, un mundo absurdo que no sabe a dónde va, afectado por el mal mismo que es la mentira, entre cuyas consecuencias enumera, cantando desde luego, las siguientes: una sangre derramada, 15 gritos que suplican, la mentira de un te quiero, una niña que pregunta, mil silencios y un olvido, unos pies que están clavados, la razón de la locura, una voz que no se oye, una vida que se acaba…
Aleluya finalmente por que son más –aun ahora- los que no mienten que los que lo hacen. Aun quedan muchos niños, algunos borrachos y un puñado importante de personas, en su mayoría ligados a Dios, que respetan y hasta veneran la vedad, ¿son acaso los más felices? Creemos que sí y aseguramos, sin duda alguna, que son los más libres.
Si es cierto que la verdad nos hará libres lo es también que la mentira nos hará esclavos.
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