El pasado martes 8 de octubre se publicó en el diario El País, una nota muy interesante que su autor, Elías Camhaji, tituló: “El cuello de botella de la carrera médica”. Resalto que la nota aparece en primera plana y posteriormente se desarrolla en la página 23. Hace unas semanas, Camhaji me contactó para decirme que tuvo interés por un artículo mío publicado en la Revista Médica del IMSS acerca del ENARM (Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas), y deseaba realizarme una entrevista para un artículo en el periódico; debo añadir que me parece que interpretó muy adecuadamente mis comentarios.
La nota se publica a sólo unos días después de haberse realizado el examen del ENARM, en éste se desarrolla la problemática que enfrentan los aspirantes ante la muy escasa posibilidad de verse seleccionados para iniciar sus estudios en alguna especialidad. En la nota de El País se destacan el desencanto, la frustración de varios sustentantes ante el fracaso y los caminos que han tenido que tomar ante la imposibilidad de continuar sus estudios. Es notable que un periódico español –en su versión mexicana–, haga notar la problemática que es ignorada por todos en México: tanto prensa, como autoridades educativas, autoridades gubernamentales y las instituciones formadoras de médicos, e incluso las agrupaciones médicas aceptan dicho fenómeno como natural, aun pareciendo que así habría que asumirlo.
En México se reúnen varias causas para explicar el fenómeno, quizá el primero es que durante muchos años el médico tuvo un gran prestigio social y en general una situación económica por arriba de la media –aunado a los grandes atractivos que la disciplina tiene por sí misma–, han conducido a que sea una carrera que, año con año, aumenta en su cantidad de aspirantes, lo cual ha generado el crecimiento de los planteles en los que se puede estudiar; ahora es posible cursar la carrera de medicina prácticamente en cualquier estado de la República, en estados como Tamaulipas, Veracruz y Jalisco, ofrecen una gran variedad de escuelas de medicina, además del área metropolitana de la Ciudad de México, que también cuenta con muchos centros educativos especializados en la materia.
El crecimiento en el número de escuelas ha sido apremiante, tanto en el sector público como el privado, pues cada año hay mayor número de sustentantes al ENARM que provienen de nuevas escuelas, y seguramente así seguirá siendo durante algún tiempo. Casi todas las escuelas participantes obtienen un RVOE (Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios) y un aval de la Asociación Mexicana de Facultades y Escuelas de Medicina, y la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior lo que, hasta ahora, no ha garantizado el éxito.
Una escuela profesional, y más aún, una universidad, tiene claramente tres responsabilidades –y no las menciono por orden jerárquico–:
- La investigación,
- La difusión cultural –y, quizá como motivación primaria–,
- La formación de profesionistas.
En esta última, se tiene una doble responsabilidad, puesto que la institución formadora debería emitir garantías en dos vertientes: una de cara a la sociedad en la que asegure profesionistas de buen nivel, y una segunda, sobre sus egresados, en que su egreso les permita desenvolverse en la profesión de la que se han graduado y con ello llevar una vida, si bien de servicio, que le garantice vivir dignamente de ella. En este aspecto las escuelas de medicina mexicanas fallan, ya que un porcentaje muy alto no puede trabajar como médico a pesar de tener un título y cédula profesional.
Otro problema que se ha venido generando con el modelo de atención determinado desde hace muchos años, fue que a finales de los años sesenta, el IMSS decidió que su primer nivel de atención debía ser atendido por médicos especialistas, para lo que fue generando la formación de Médicos Familiares para cubrir sus grandes necesidades; sin embargo, con el pasar de los años, aunque se tiene cubierto este primer nivel con médicos familiares, no se ha logrado la meta deseada a plenitud, añadiendo que las demás Instituciones de Salud se fueron sumando a este modelo, y lo han podido cubrir de diferente manera; sin duda la Secretaría de Salud está lejos de conseguirlo.
En México, la formación de especialistas tiene una larga historia en la que han participado de manera conjunta tanto las instituciones de salud, como las instituciones educativas, pues a partir de 1968 egresan de los hospitales públicos y privados especialistas con título universitario. Desde entonces, la demanda de especialistas, aunque lejos de ser plenamente cubierta, ha sido atendida gracias a los esfuerzos conjuntos institucionales y universitarios. El IMSS ha realizado un esfuerzo particularmente destacable al incrementar considerablemente las plazas y sitios de enseñanza-aprendizaje para médicos especialistas en formación. De manera rápida, destaco que las instituciones hospitalarias que tienen cursos de formación de especialistas se ven beneficiados al incrementarse la calidad de la atención de sus pacientes.
El problema es que el Médico General no tiene cabida oficial en el Sistema de Salud ni público ni privado, el IMSS no ofrece plazas de trabajo para ellos, tampoco el ISSSTE, y la SS los contrata o subcontrata de manera irregular. Por décadas el Médico General se fue acomodando a circunstancias propias de nuestro país, pero en los últimos años ha tenido menos cabida y existen ya muchos subocupados o desocupados.
Hace tiempo se creó la CIFRHS (Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud), inicialmente para coordinar a las Instituciones Educativas y las de la Salud en la formación de los recursos humanos que se requieren. Es una de las contadas Comisiones que engloba a dos Secretarías de Estado, la de Salud y la de Educación, sin embargo, su papel se fue reduciendo a realizar anualmente el examen del ENARM –que lo ha hecho de manera muy destacada–, y aunque en sus lineamientos siguen escritos las obligaciones que tienen para estudiar y coordinar el tipo y la cantidad de profesionales de la salud que se requieren, este papel se ha mostrado poco notable.
De tal manera, observamos que el número total de médicos con que cuenta México está por debajo de los ideales señalados, y al mismo tiempo tenemos una cantidad enorme de médicos desocupados o subcontratados y un primer nivel de atención no adecuadamente cubierto.
Desde luego, esto no es un problema reciente, pero sí creciente que requiere la participación del Estado y acciones concretas de parte de éste, especialmente de las Instituciones de Salud, las Instituciones Educativas y la Sociedad Civil.
Me parece que el Médico General puede ser perfectamente aprovechado para cubrir las necesidades de atención del primer nivel, siempre y cuando sea contratado de manera segura y adecuada.
Por supuesto, estamos ante un problema de Seguridad Nacional en el que no cubrimos una gran parte de las necesidades de atención y paradójicamente creamos año con año un gran número de médicos sin trabajo y sin futuro.