Azar e incontinencia verbal gobiernan

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Para Bertha Gamarra y Fernando Gómez,
en el impulso vital de la inalterable
 amistad bogotana.

¿Qué tanto importa la verdad? ¿A quién?

Cada época, incluida la nuestra, impone su manera de responder a esta pregunta. Y con ello, quiera o no, marca tanto los caminos para llegar a ella como la importancia que a ésta se le conferirá.

Cada tiempo, en esta medida, moviliza lo involuntario y lo inconsciente de manera particular. Y al hacerlo, encuentra sus propias estructuras para revelarse en lo que oculta; y viceversa.

Procedimientos y herramientas que están ahí, cual trama invisible, espejo inapelable, del modo de querer, llamémosle así, de ese tiempo en específico al que denominamos época.

La Era digital ha traído consigo, como toda nueva época, herramientas que han impactado en la transformación de las ideas y el cambio de éstas ha empujado, a su vez, la alteración del modo de hacer y ser tanto de lo nimio como de lo trascendente.

El azar ordena todo.
Imagen: Pinterest.

Mas, ¿qué constituye en primera y última instancia aquello que sostiene, a la vez que da movimiento a este prisma formado entre herramientas, ideas y prácticas entre una época y otra?

A lo largo de menos de doscientas páginas, la pulsación asertiva del pensamiento de Gilles Deleuze, en el ensayo que dedica a Proust, establece a manera de sino para época, lo que el filósofo va a denominar: “el impulso espiritual”.

Cuando Deleuze escribe Proust y los signos, sin saberlo, o quizá sí, emprende un camino no sólo hacia la comprensión de la estructura que rige a En busca del tiempo perdido, sino al ímpetu que atraviesa la novela y que la ha convertido en un documento de identidad de toda una época.

La obra cumbre de Proust es lo que es, siguiendo la indagación de Deleuze, porque es capaz de tornarse búsqueda, investigación y espejo mismo del “impulso espiritual” que atravesaba su tiempo.

A contracorriente de lo que suele decirse sobre En busca…, el filósofo niega que la memoria sea el elemento que da unidad a la obra de Proust. Su catalizador, sostiene, es la búsqueda de la verdad, no del recuerdo.

Azar y tiempo.
Ilustración: Users content.

“La obra de Proust –sostiene Deleuze– está basada en el aprendizaje de los signos y no en la exposición de la memoria”. Son esos signos, cuya presencia configura el presente, lo que a final de cuentas configura lo central de la experiencia vital.

La mayor novela del siglo XIX, testimonio de una época que fenecía, afirmará entonces Deleuze, es antes que una búsqueda de lo ido, “una búsqueda de la verdad. Si se denomina búsqueda del tiempo perdido es sólo en la medida que la verdad tiene una relación esencial con el tiempo”.

Es, sin embargo, la verdad, su búsqueda, su indagación, y no el recuerdo, el “impulso vital” de época que En busca… consigue trasminar y que, por encima de la anécdota, asegura su trascendencia.

La relación entre signo y sentido, la manera en que éste se halla implicado en los signos exteriores de una época, se torna así en la clave para develar el “impulso espiritual” de un tiempo determinado.

De acuerdo con Deleuze, un mérito notable en el proceder proustiano en relación con la búsqueda de la verdad es que deja de lado el método (hijo dilecto de la filosofía) como procedimiento y coloca en su lugar una díada dinámica conformada por el azar y la coacción.

Mentes conectadas.
Ilustración: Pinterest.

No hay en el hombre que Proust describe una voluntad innata, empero, que lo empuje a la búsqueda de la verdad, si no está presente la coacción. “La verdad depende de un encuentro con algo que nos obligue a pensar y a buscar lo verdadero”, sentencia Deleuze.

Nos sorprende vivir en una época en la que de muchas maneras se muestra una suerte de menosprecio, cuando menos, un abierto desprecio por la verdad.

La acuñación del término posverdad supone, no obstante, la demonización de un síntoma más que la comprensión de un fenómeno de mucho mayor alcance, como lo es la relación que este tiempo guarda con el esfuerzo, la coacción, diría Deleuze, que implica(ría) la búsqueda de la verdad.

“El azar de los encuentros y la presión de las coacciones son los grandes temas de Proust”, concluye Deleuze y la hacerlo revela el “impulso espiritual” de una época cuyos dos referentes no lo son más en el tiempo actual.

Búsqueda.
Ilustración: geniomaligno.cc.

De estos dos elementos ha quedado el azar y si ha disuelto la tolerancia a la incordia que puede producir toda coacción.

La paradoja de la época es, empero, que en tanto mayor es el esfuerzo por ocultar la verdad, por proceder inverso, más al descubierto acaba ésta.

De ahí, sin duda, que en buena medida cada día las y los ciudadanos aguarden de las declaraciones de sus gobernantes algo que está más cerca de lo azaroso que de lo metódico.

Se celebra en encuestas y votaciones a quien gobierna haciendo colindar lo que dice con la provocación, lo burdo, lo impertinente. “Impulso espiritual” que, al tratar de ocultar, desnuda que se ha quedado en puro impulso.

Azar e incontinencia verbal gobiernan. Habla vacía.

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