Ahora que la educación es un proceso que se extiende a lo largo de toda nuestra vida, la educación mediada por tecnologías adquiere una relevancia muy especial. Y dentro de estas tecnologías, aquella que permite estudiar sin tener que desplazarse entre barrios, ciudades o países es una de las más importantes.
Hace apenas unos cientos de años que la comunicación remota posibilitó intercambiar contenidos de información. Este intercambio acercó a quienes se encuentran en lugares distantes, a veces inaccesibles, y posibilitó entrar en contacto con educadores y expertos ubicados en una localidad distinta a la del que quiere aprender.
Es hasta hace pocos años que la aparición de Internet permitió a los estudiantes acceder a experiencias educativas que se generan y despliegan en lugares remotos y en la que no hay interacción frente a frente. La primera condición que emergió, como motivo de preocupación y análisis de los especialistas de esta modalidad, fue el de la calidad de tales experiencias sin tener frente a frente a un docente o un especialista. Otra condición que surgió frente a la aparición de esta modalidad fue el de la certeza que quienes cursaban y acreditaban una formación mediada a distancia con una tecnología. Se parte de tal temor a la suplantación que son establecidos estrictos mecanismos de control, exigiendo a estudiantes y maestros contar con credenciales que demuestren fehacientemente su identidad al inscribirse y desarrollar los cursos a distancia.
El principio de la década (2010-2012) marca el inicio y la proliferación de las plataformas para los cursos masivos en línea que materializó el viejo sueño de acceder a los cursos de las universidades de manera pública y sin la necesidad de desplazarse de su lugar de habitación.
Decenas de universidades públicas y privadas, recién creadas o de enorme y añejo prestigio, iniciaron un proceso imparable de publicación de cursos masivos en línea. La posibilidad de aprender con los mejores maestros, adquirir competencias profesionales relevantes, construir conocimientos nuevos sin importar cuán avanzada sea la edad, se ha vuelto parte de la vida profesional.
En 2008 y junto con académicos universitarios de cinco países, tuve la suerte de participar en un proyecto ganador de la beca Microsoft LACCIR para el desarrollo de un prototipo de recuperación de contenidos educativos en plataformas SCORM. Este estándar permite que los contenidos dispuestos en una plataforma de educación a distancia sean exportados y compartidos por otra plataforma en una institución educativa distinta. La recuperación y reuso de contenidos educativos (cursos, vídeos educativos, archivos) marcados con una etiqueta digital abrió, en mi opinión, las puertas a la construcción de un trayecto “escolar” que se constituye con contenidos originados en diversas instituciones y tradiciones académicas.
Como siempre, el obstáculo emergente es cómo certificar un trayecto de múltiples orígenes académicos, incrustado en una sola plataforma, y cómo otorgar una credencial a quien logra acreditar el desarrollo de competencias o la construcción de ciertos aprendizajes.
Hace pocos años también, emergió una tecnología digital que sirve esencialmente para autentificar el origen y la propiedad de activos. Las famosas criptomonedas que circulan por la red, requieren del control de la transferencia de la propiedad en una transacción. A ese efecto, se desarrolló una técnica denominada “blockchain” que da seguimiento a la transferencia de la propiedad de un activo digital. La “cadena de bloques” constituye una forma técnica de mantener, mediante un código oculto o encriptado, quién es el propietario de un activo que circula por la red, y si es debidamente protegido permite transacciones seguras entre particulares.
Es este tipo de tecnología un elemento esencial para asegurar en una acreditación de estudios el origen legítimo de la credencial, diploma o título. Ligada al origen de cada elemento de la formación (digamos un curso, vídeo, tarea) puede certificarse que el estudiante ha participado y aprobado actividades académicas construidas y distribuidas por múltiples instituciones de educación. Un buen ejemplo sería que una persona obtenga una múltiple certificación que le dota de competencias profesionales a partir de actividades académicas diseñadas, distribuidas y certificadas por tres o cuatro universidades muy prestigiadas por su nivel académico. En este ejemplo, la persona que así realice estudios puede obtener una credencial que puede ser verificada gracias a una certificación generada mediante la técnica de blockchain.
En mi caso personal he obtenido certificación en cuatro diplomados y una especialización en gestión de la educación a distancia. Pero es recientemente que aprobé cursos sobre inteligencia artificial y filosofía de la tecnología de Deloitte University y de Twente University en Holanda. Para un hombre de mi edad y situación personal eso hubiera sido imposible, digamos, hace diez años. Pero gracias a la educación a distancia, a los cursos masivos, a protocolos como el SCORM y al blockchain puedo acceder a una educación que no se limita al espacio y al tiempo aúlico.
En 2012, en medio de un panel con universitarios, un funcionario cuestionó el derecho que teníamos a cuestionar el valor de los cursos masivos de educación a distancia. Argüía que si no habíamos tomado nunca un curso de esta naturaleza no podíamos objetar su relevancia. Por pudor profesional no le cuestionamos, pues desde 2001 habíamos ya acreditado tres diplomados y un curso de especialización. Sabíamos de su importancia y era gracias a las credenciales y acreditaciones obtenidas que podíamos participar en foros internacionales de especialistas. En esos días no existían aún las certificaciones de naturaleza digital, no existía el blockchain. No podíamos demostrarle que no sólo habíamos cursado y aprobado los estudios, sino que además habíamos participado en proyectos de corporaciones universitarias becados por una transnacional dedicada a la tecnología.
A diferencia de los tiempos en los que estudié la licenciatura y el posgrado, hoy puedo publicar en un sitio dedicado al contacto profesional, una credencial que es validada digitalmente y demuestra que he cumplido con el programa y actividades de una competencia profesional determinada. Esta nueva forma técnica de dar valor a nuestro esfuerzo por mantenernos actualizados, hace posible que tecnologías de todo el mundo de las finanzas o fintech (como el blockchain) se transformen en elementos de cambio en el modelo educativo contemporáneo.