La declinación
El ingeniero Francisco Amaya, un dedicado educador mexicano, me regaló Demencia digital,[1] un libro cuya lectura que me ha dejado una buena cantidad de temas sobre los cuales reflexionar. La comprensión de la función cerebral es clave en la tarea educativa y es importante analizar cómo se relaciona el uso de nuevos dispositivos digitales en el desarrollo de la actividad intelectual, en su desarrollo y en su declinación.
Es un mito muy difundido que, con la edad y el paso del tiempo, el cerebro pierde parte de su componente esencial: neuronas; y que éstas no se reemplazan.
Un estudio publicado en el libro mencionado me quitó esa idea errónea. Salvo en el caso de enfermedades crónico-degenerativas, el cerebro humano pierde alrededor de 1.3% de las neuronas con las que nace. Sin embargo, existe una actividad en el hipotálamo que prácticamente consiste en reemplazar las neuronas perdidas con neuronas nuevas. Sus características, sin embargo, son muy importantes. Estas células cerebrales nuevas nacen especializadas en las tareas que sus predecesoras habían aprendido (realizado). Esto significa que las neuronas nuevas no pueden “aprender” tareas nuevas, nacen “programadas” para realizar las tareas que realizaban sus “predecesoras”.
El tema esencial en este libro (y el que llamó más mi atención) tiene que ver con la declinación de las funciones cognitivas cuando nuestro cerebro se degrada por la edad o por alguna enfermedad crónico-degenerativa. La tesis del autor del libro, el neurocientífico alemán Manfred Spitzer, es que si el proceso de declinación se produce de manera gradual, la declinación comienza desde un estado en el que cerebro sano cuenta con un número determinado de neuronas. Esas neuronas han establecido un número determinado de sinapsis (conexiones) que tendrán una mayor densidad en la medida en la que se han especializado en un determinado proceso cognitivo. Mientras nuestras funciones mentales son más complejas, más diversas, más amplias, el cerebro se compone de una enorme red de conexiones y de neuronas especializadas. Esa “montaña” de neuronas y sus conexiones sinápticas son entonces el lugar desde el que, en caso de una declinación de las funciones cerebrales por enfermedades o envejecimiento, descenderá la cantidad disponible de esas células. Para decirlo en breve: a mayor cantidad de actividad intelectual, mayor masa de neuronas conectadas y más alta la “montaña” desde la que habrá descender nuestra actividad cerebral. Si los seres humanos dedicamos una parte de nuestra vida a desarrollar actividades que exijan un esfuerzo intelectual para realizarse, garantizamos que la declinación de nuestra existencia sea más lenta en las etapas tardías.
La tesis de Spitzer suena interesante porque al estudiar el efecto del uso de un andamiaje técnico para la realización de tareas intelectuales, llega a la conclusión que sustituir la actividad cognitiva con elementos externos (un exocerebro con GPS, libreta de contactos, recordatorios, mensajería instantánea, etcétera), limitamos la actividad del cerebro, disminuimos el tamaño de nuestra “montaña” de neuronas y sinapsis, y nos condenamos a una rápida declinación mental.
¿Tecnologías para pensar?
Sin embargo, el trabajo de Roger Bartra en su Antropología del cerebro[2] nos había remitido a las teorías de Wilson con relación al papel que pueden jugar las tecnologías digitales como andamiaje cognitivo.
El uso de tecnologías como los sistemas de posicionamiento global, las aplicaciones o programas mediante los cuales resolvemos la tarea de conseguir un taxi o acordar reuniones de trabajo, son hoy en día elementos indispensables para ser eficientes en nuestra vida profesional. Las “apps” se han convertido en un aliado indispensable de nuestras actividades. Fungen en combinación con dispositivos digitales como un exocerebro, como un andamio que soporta y apoya nuestra actividad intelectual, y libera el uso de nuestro cerebro para dedicarlo a otras actividades más importantes o más placenteras.
A diferencia de Spitzer, considero que el uso de elementos técnicos que sirven para realizar actividades intelectuales, está modificando nuestra plástica cerebral por el diferente tipo de actividad de las células del cerebro al que nuestros antepasados. Nuestro modelo cognitivo contemporáneo está siendo modificado por la interacción de nuestro cerebro con programas o “apps”. Estas apps nos brindan elementos de información o elementos para tomar decisiones que no teníamos hace apenas medio siglo. La interacción con tecnologías que almacenan, procesan y ofrecen información, transforma de manera radical la manera en la que realizamos tareas intelectuales. Transforma nuestra manera de aprender y conocer. En pocas palabras, la interacción con procesos intelectuales mediante tecnologías digitales cambia nuestro modelo cognitivo y genera las condiciones para un modo distinto de construir sinapsis entre nuestras células cerebrales.
Entiendo entonces que, si queremos detener o hacer más lento el proceso de declinación de nuestro cerebro, debemos favorecer procesos intelectuales de alta complejidad cognitiva que medien con tecnologías digitales. Es decir, repensar nuestra relación con las tecnologías digitales para analizar la mejor manera de aprender a aprender con mediación tecnológica. No conformarnos con las facilidades que nos brinden y potenciar la calidad de los procesos que mediamos con tecnologías digitales.
La aparición de la imprenta, las calculadoras electrónicas, las computadoras, Internet, etcétera, han transformado la manera en la que utilizamos nuestras facultades. Retarnos para emplearlas en la transformación de nuestros procesos intelectuales con el fin de contribuir a la especialización de nuestras células cerebrales, parece ser una tarea que debiéramos revisar los educadores.
[1] Spitzer, Manfred, Demencia digital. El peligro de las nuevas tecnologías, México, Penguin Random House Grupo Editorial, 2018.
[2] Bartra, R. Antropología del cerebro, México, FCE, 2007.
Muy buena reflexión, como todo las sope y tecnología son positivas y ayudan o estorban e inhiben dependiendo del uso y el fin para los que las usemos.
Excelente