El yo subyugado: adicción, voluntad y autocontrol

Lectura: 6 minutos

En la década de los años 60, Walter Mischel, reconocido psicólogo especializado en la personalidad, desarrolló una prueba psicométrica conocida como “prueba del malvavisco” que evalúa si un infante preescolar puede resistir el antojo y no comerse un malvavisco que se colca a su alcance, con la oferta de comerse dos o más si espera un rato. Se conoce que los infantes que logran esperar ponen su atención en otra cosa que no sea el malvavisco o bloquean sus movimientos para coger el premio y llevárselo a la boca. Los estudios a lo largo de décadas de quienes pueden o no resistir la tentación del malvavisco han revelado una notable coherencia de origen cognitivo, conductual y económico en términos mesurables de autocontrol. Si bien la prueba del malvavisco provee de una medida de conflicto, no se han dilucidado las funciones cognitivas y emocionales que subyacen esta conducta aparentemente sencilla.

Walter Mischel
Walter Mischel y la prueba del malvavisco (Imagen: The Star).

A pesar de una patente diferencia de circunstancias, cabe preguntar si los adictos a una droga tan poderosa como la heroína pueden o no pueden resistir el intenso deseo de administrarse la sustancia. Esta resistencia a una poderosa pulsión depende de un cúmulo de circunstancias y facultades, como el arraigo de creencias referentes a la naturaleza de la adicción o en un poder espiritual o transpersonal en el que apoyarse. Se conoce que si el sujeto cree que la adicción es una enfermedad que suprime el poder de decisión, en efecto esta creencia resultará en una disminución o abatimiento de la resistencia.

Se ha debatido mucho si las adicciones constituyen una enfermedad neuro-psiquiátrica o una degradación moral y ésta constituye una polémica relevante a la autoconciencia y la conformación del yo. El nodo del dilema se refiere a si los adictos son responsables de sus acciones y su dependencia o no lo son. Si se tratara de una enfermedad, se suele deducir que no lo son porque los mecanismos cerebrales de la toma de decisiones y del ejercicio de la voluntad están dañados. Ahora bien, aunque sabemos que la adicción es una enfermedad porque ocurre una modificación funcional del cerebro que afecta el control sobre la propia conducta, esto no parece tan determinante como lo que acontece en ciertas enfermedades neurológicas. Por ejemplo, aunque un enfermo del mal de Parkinson quiere hacerlo, no puede controlar su temblor, lentitud de movimiento y rigidez porque ha degenerado un importante sistema cerebral responsable de la modulación motora: el sistema dopaminérgico nigro-estriado. De hecho, el intentar moverse voluntariamente agrava los síntomas mencionados.

adiccion
Cartel de un simposio sobre adicciones del Ayuntamiento de Cádiz.

La disyuntiva sobre la adicción no parece ser entre una enfermedad y una condición moral, pues ambos términos son aplicables a esta condición neuropsicológica con ciertos criterios. Es patente que los adictos sufren un deterioro en su capacidad de autocontrol y se les dificulta tomar decisiones correctas sobre su consumo e implementarlas; pero también que muchos logran un autocontrol suficiente para atenuar o abolir su comportamiento adictivo. Es decir, los adictos tienen una voluntad deteriorada, pero potencialmente suficiente para mediar entre la necesidad del consumo y la consideración de sus consecuencias. Esto no sólo ocurre en los trastornos adictivos que generan conductas compulsivas y trastornan la vida del sujeto y sus allegados, sino también en la difícil y prolongada lucha que muchas personas experimentan entre el placer de la comida y una vida sana o una apariencia estética. De hecho, las decisiones y elecciones de la vida diaria se debaten y dirimen entre los deseos de disfrutar los efectos placenteros de ciertas conductas y los razonamientos sobre sus efectos indeseables, para no mencionar la disyuntiva ética entre la satisfacción de tomar venganza y el sentido de justicia. ¡Cuántas batallas de la vida se dirimen en estas movedizas arenas!

Dado que la afectación de la voluntad y de la agencia es el dilema por considerar, es necesario referir al sistema cerebral de la recompensa, una red de núcleos involucrados en las exquisitas y cautivadoras sensaciones de placer. Este circuito ligado al gozo se sitúa en zonas antero-basales del cerebro que están inervadas o acometidas por abundantes terminales de neuronas de estirpe dopaminérgica, es decir, que utilizan dopamina como neurotransmisor, y cuyos cuerpos celulares se ubican en un núcleo del tallo cerebral. Varios fármacos y muchas conductas compulsivas que producen habituación, dependencia y adicción tienen un efecto intenso en los núcleos del circuito de la recompensa que se relacionan con el placer de su ejercicio y con la avidez de su carencia. Los mecanismos celulares y moleculares de la adicción sobre este circuito están bien dilucidados y corresponden a adaptaciones moleculares de los receptores a los neurotransmisores operantes, en particular a la dopamina y a los opioides endógenos como las endorfinas y las encefalinas.

adiccion al opio
Representación de un fumadero de opio en el Londres de 1874 (Imagen tomada de Wikipedia).

Dado que la evidencia indica que este circuito constituye el principal fundamento orgánico de las más intensas experiencias de placer, como la euforia producida por los opiáceos o la cocaína, el estremecimiento del orgasmo, o el gozoso escalofrío que produce un cierto tipo de música para cada sujeto, el sistema participa crucialmente en la toma de las decisiones que muchas veces van contra lo que la persona considera adecuado, sano, deseable o justo. Pero se debe decir que la voluntad no sólo implica el circuito de recompensa, sino una red más amplia que enlaza múltiples actividades cognitivas, afectivas y volitivas. Sin duda el trastorno del sistema de recompensa afecta la toma de decisiones porque la avidez de disfrutar el beneficio del consumo o el deseo y la necesidad de resolver la abstinencia son compulsiones tan intensas como contrapuestas. Ahora bien, a diferencia de la degeneración del sistema dopaminérgico en el Parkinson, la alteración adquirida por la adicción en el sistema de recompensa es funcional reversible y recuperable, aunque la pulsión persista, como bien lo saben quienes han abandonado el consumo de alcohol por años, pero se siguen considerando “alcohólicos”.

cerebro de los adictos a
El cerebro de los adictos a metanfetamina (derecha) muestran una disminución de los receptores a la dopamina en el núcleo caudado (en rojo y amarillo) en comparación con el cerebro sano (izquierda). Fuente: American Journal of Psychiatry.

El punto es que, si bien la adicción es una enfermedad neuropsiquiátrica adquirida por ciertas prácticas, los afectados pueden ejercer autocontrol, aunque enfrentan una dificultad enorme, grandes sufrimientos, y requieren de una voluntad muy robusta para lograrlo. Esto implica a ese factor llamado “fuerza de voluntad” que podemos identificar y valorar en nuestra experiencia cotidiana y que en parte puede ser la expresión de un hecho neurofisiológico: el polo frontal de la corteza cerebral es capaz de inhibir la actividad de los núcleos clave del sistema de recompensa. En su aspecto psicológico, la fuerza de voluntad se manifiesta o coincide con el grado de determinación, firmeza y resolución con los que un sujeto es capaz de llevar a cabo sus decisiones, intenciones o deseos. El factor varía de acuerdo con múltiples circunstancias y posibilidades, como la constancia, la perseverancia, la paciencia, la iniciativa, el autodominio, el temple o la disciplina, valores que requieren especificación tanto conceptual como cognitiva y fisiológica.

El carácter interviene también y en el lenguaje popular se reconoce que varía en grados que van desde “pusilánime”, “débil” o “inseguro”, cuando escasea; pasa por “confiado”, “seguro” o “firme” cuando es prudente y eficiente, pero puede llegar al exceso en personas llamadas “tenaces”, “férreas” e “implacables”. La fuerza de voluntad implica la posibilidad de resistir la pulsión de llevar a cabo acciones que redundan en una satisfacción inmediata y postergarlas en aras de una recompensa mayor a largo plazo.


También te puede interesar: El yo artificial: prótesis, avatares y robots

5 1 voto
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
1 Comentario
Más viejo
Nuevo Más Votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Raúl Maldonado Rodriguera

A toda persona nos ayudan sus conocimientos y Sabiduría tan decantada que nos comparte.
Muchas gracias .

1
0
Danos tu opinión.x