Identidad política: clase, ideología, concientización

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Junto con los ingredientes que hemos revisado de sexo y género, raza y color, pueblo y cultura, la identidad de clase y la ideología política conforman el lugar, tanto objetivo como subjetivo, que un sujeto tiene y desempeña en su nicho social. La conciencia de clase ha sido tema de análisis y debate en las ciencias sociales y económicas a partir de la obra de Karl Marx, quien a mediados del siglo XIX propuso que, si bien la explotación era un hecho manifiesto de la sociedad capitalista, los trabajadores no siempre tienen conciencia de ser utilizados de esa manera y es necesario que se les exponga esa realidad y la adquieran por experiencia. Planteó que una creciente conciencia de clase sería condición necesaria no sólo para conquistar salarios y prestaciones justas y dignas como fruto de su labor, sino para revolucionar la sociedad y eventualmente eliminar las clases sociales.

Con frecuencia la discusión académica se ha centrado en temas teóricos, por ejemplo si la propiedad privada es algo natural o social, si la explotación ocurrió en los países comunistas, o si la situación económica ha cambiado de tal manera que ya no es vigente el concepto de clase social. Es verdad que desde mediados del siglo pasado el desarrollo de la empresa y el comercio en el planeta ha dado lugar a múltiples roles, como los gerenciales, los administrativos, los promotores o las diferentes calificaciones y capacidades de los trabajadores. El complejo sistema económico y laboral moderno rebasa las clases sociales identificadas en su momento como proletariado, burguesía o clase media. Ahora bien, las prerrogativas, las obligaciones y la conciencia laboral en las sociedades actuales mantienen una estratificación social, aunque más diversa y diferenciada. La jerarquización se hace muy patente en la deplorable desproporción económica entre pobres y ricos que se ha acentuado desde finales del siglo pasado a raíz de la hegemonía neoliberal y la globalización.

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Dos modelos piramidales de clases sociales. Izquierda: modelo de las clases sociales en la Colombia del Siglo XIX (tomado de Colopedia). Derecha: modelo de tres niveles (tomado de José Luis Trujillo).

Si bien en este último contexto se planteó que la noción de clase social estaba superada, las personas siguen aplicando la noción de clases jerárquicas y estratificadas para describir la sociedad en la que viven y para ubicarse en esa estructura. Esto se ha comprobado empíricamente en sociedades tan democráticas como la inglesa o tan igualitarias como la danesa. La remuneración y la situación económica siguen siendo los criterios para establecer la ordenación jerárquica de la sociedad, suplementados con cotejos del nivel educativo, nivel de vida y perfil ocupacional. De esta forma, además de entender la conciencia de clase como una situación colectiva de rangos y estratos, es necesario considerarla como un atributo subjetivo propio de la autoconciencia. Esto es así porque cada persona, al discernir su trabajo, forma de vida y situación económica en referencia a la organización de la sociedad se piensa y se establece como integrante de cierta clase y con ello adopta ciertas creencias, sentimientos y deseos. Esta noción personal y subjetiva difícilmente puede llegar a ser exacta en referencia al rol que la persona juega en la cadena laboral, los medios de producción, o la estructura social, pero está sujeta a una creciente concientización lo cual tiene un efecto importante en su liberación y su autorrealización, como lo analizó el pedagogo brasileño Paulo Freire. En la filosofía educativa de Freire, el potencial para ser libre en un entorno de dominación apunta a descubrir e implementar alternativas mediante la concientización: el proceso de toma de conciencia que el sujeto experimenta en su aprendizaje sobre el mundo y los obstáculos que enfrenta.

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Portada del libro “Concientización” de Paulo Freire y retrato de este autor y pedagogo brasileño (tomado de Art Station).

Durante su aprendizaje, desarrollo y experiencia laboral y social, las personas se plantean objetivos o metas para mejorar su situación, optimizar sus habilidades y conseguir mayor seguridad y satisfacción. Desgraciadamente, entre las diversas naciones y clases sociales es muy desigual la posibilidad de elegir e implementar una forma de ganarse una vida digna y satisfactoria al ejercer una labor grata, apropiada y eficiente en términos de habilidad, creatividad y retribución. Además de mejorar la oportunidad de lograr este objetivo, se plantea como deseable que todo sujeto activo y pensante pueda percibir y categorizar la sociedad en la que vive y su papel en ella en términos de justicia y de ética.

El conjunto de creencias y las acciones que toma una persona en referencia a las clases sociales constituye un nodo crucial de su orientación política y su identidad personal. La identidad política más conocida y reiterada se definió desde la Revolución Francesa como la posición ideológica que un individuo considera tener en una línea continua que va de izquierda a derecha con un centro figurado. Durante más de un siglo la izquierda se definió como el sector liberal, progresista y socialista que defendía la revolución o la reforma para producir una sociedad más justa, y la derecha por el sector conservador, tradicional y capitalista de quienes favorecían una separación de clases como necesaria para la economía y el funcionamiento social. A raíz del colapso del socialismo real en 1989, los conceptos de izquierda y derecha han sufrido una revaloración que no ha llegado a decantarse en una redefinición clara.

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Representación típica en una línea horizontal continua de la izquierda, la derecha y el centro del espectro político (tomada de Blog Salmón).

A pesar de los cambios y variaciones en el significado de los términos, creo que aún se puede mantener que la izquierda favorece el progreso y las reformas hacia una mayor igualdad social y económica en un estado que garantice el bienestar de la mayoría y en beneficio particular de los más desfavorecidos. Por su parte, la derecha apoya la autoridad, el orden y el reforzamiento de las tradiciones, instituciones y condiciones que garanticen la libre empresa, la ganancia y la generación irrestricta de capital. Es posible que la distinción más básica sea la tendencia para acercar, difuminar o desaparecer las jerarquías de clase como peculiar de la izquierda, a la cual se opone la tendencia para consolidar la existencia y las funciones de clases dominantes peculiar de la derecha. Esta bipartición no es del todo coherente, pues se encuentran posiciones autoritarias, libertarias o nacionalistas en los dos extremos del espectro. Más aún, lo que se entiende por conservador, liberal, radical, socialista, burgués, demócrata y otros términos ha variado en diferentes épocas y lugares. Además de la línea horizontal de izquierda a derecha se ha plantado otra variable que cursa del autoritarismo al libertarianismo y que se coloca a 90 grados sobre la anterior para conformar una cartografía dos dimensiones y cuatro cuadrantes para representar el territorio ideológico de manera más completa.

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Gráfica del espectro político en dos dimensiones, con un eje socioeconómico horizontal de izquierda a derecha y un eje sociocultural vertical de autoritarismo a libertarianismo. Los cuatro cuadrantes restantes del cruce ortogonal (a 90º) de estos ejes se dibujan en colores supuestamente representativos de cada ideología política. Modelo basado en las propuestas del psicólogo británico Hans Eysenck (1956) (tomado de Wikipedia).

En la actualidad la investigación científica sobre la identidad política concibe que la afinidad ideológica surge por la confluencia de factores “ascendentes” (a partir de los subsistemas psicobiológicos) de tipo genético, fisiológico, motivacional o moral, con acomodos “descendentes” (a partir del suprasistema social) de enseñanza, indoctrinación, información histórica y política. Hay también influencias “horizontales” que provienen del diálogo y la aprobación o repudio de personas contemporáneas. Phillip Hammack de la Universidad de California ha propuesto un modelo tripartita de la identidad política que integra aspectos cognitivos, sociales y culturales en un marco múltiple poniendo el foco del análisis en los contenidos, la estructura y los procesos. Define la identidad como la ideología estructurada en el proceso discursivo y manifestada en una narrativa personal que se construye y reconstruye en el curso de la vida a través de las interacciones y las prácticas sociales.


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