Crisis económica

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El hilo conductor de mi colaboración en el periódico digital El Semanario es una recopilación de escritos cortos, de la así llamada economía, pero desde una visión no académica y sí cotidiana, la palpable día a día. El cuento de la economía retoma tópicos que pueden parecer sin relación entre uno y el otro, que es cierto, pero visto como un todo, es una expresión de la cotidianidad con tintes económicos y que a veces no nos son tan evidentes.

En esta primera participación quiero hablar de la “Crisis Económica”. En este sentido, hay muchas formas o maneras a través de las cuales se puede medir, algunas de ellas se basan en técnicas sofisticadas de programación, otras con respaldo de organizaciones internacionales, pero ninguna tan fácil de entender como la realidad misma. Bastaría preguntarles a las señoras en el mercado de cualquier colonia, si les alcanza con el mismo billete para lo que compraban uno o dos meses antes. No lo entienden técnicamente, pero la realidad les dice que simplemente ya no les alcanza y que cada día se pone peor la situación con el aumento en el costo de los servicios, ya sea agua, luz y sobre todo gas; ni cómo decirles que están o se enfrentan al proceso que técnicamente se define como la inflación tras la aplicación de las así llamadas reformas estructurales.

El transporte (vaya tema), entre el tránsito y el aumento de las tarifas (de hace unos días), el mal servicio, hacen de esta ciudad un caos total a cualquier hora. Es increíble los tiempos de recorrido promedio (kilometro por hora) de un automóvil.

En fin, mil formas más podría utilizar para desarrollar este panorama desalentador, intentando comprender de qué se trata cuando se usa el término “crisis económica”. Sin embargo, hay un ejemplo el cual podría explicar dicho concepto, mismo que se basa en la realidad, en esto que llamamos vida cotidiana.

En una ocasión, en mi trayecto al trabajo, el transporte tardó mucho en avanzar, normalmente uno piensa que hubo un choque o alguna novedad que provoca que se detenga en una calle de flujo constante. Bueno, el punto importante es que el transito me hizo quitar la mirada y la atención (que no es lo mismo) del libro que traía en las manos. “¡Se venden cachorros de puerco, buen precio! ¡Pregunte!”. Un letrero por demás peculiar.

Un tiempo después, no sé si uno o dos meses después, me tocó ver nuevamente el letrero pero con una peculiaridad distintiva, estaba sobrepuesta la palabra “medianos”. Si antes decía: “¡Se venden cachorros de puerco, buen precio! ¡Pregunte!”. Ahora decía: “¡Se venden (tachado ‘cachorros de’) puercos medianos (se agrega), buen precio! ¡Pregunte!”. Me evocó nuevamente una sonrisa, pero esta vez no por el recuerdo, sino la peculiaridad del reciclaje de materiales.

Y finalmente (ya con esta idea acabo), de nuevo el paso del tiempo me hizo ver o estar frente al letrero, pero esta vez la palabra “medianos” cambió por la de “adultos”, decía: “¡Se venden puercos adultos, buen precio! ¡Pregunte!”. Y caí en cuenta que no se trataba de un local especialista en la crianza de puercos, en sus diferentes procesos de producción, sino que eran los mismos puercos y que, por una extraña razón, no se habían vendido en todo ese tiempo, y eso que la venta inició desde que eran cachorros.

Tal vez en este mes sí los vendan, o quizás en este mes tampoco, lo único cierto es que con el ejemplo se me hizo más fácil entender (por el así llamado sentido común) ¿qué es y de qué se trata una crisis económica?

En este caso, aunque la originalidad de los letreros es innegable, el no vender (cuestionaría el porqué de la no venta ante tan novedosa publicidad) es un claro ejemplo de la crisis económica que con tan peculiar lenguaje nos explican y no entendemos. Al final, tal vez no los vendan por el cariño que generan los puercos, el cual se gana sólo con el tiempo, ya que no puede negarse que es un proceso de sentimentalismo creado por la crisis económica, y en este caso de la crisis de la venta de puercos.

Pero no hablemos de los ejemplos de las demás crisis que determinan la dimensión de una crisis económica, y no por la falta de espacio en estas hojas o por la falta de tiempo de este su escriba, sino por la pérdida de atención ante la explicación de todos y cada uno de los ejemplos a seguir en ese quehacer.

Basta decir que de crisis hablamos cuando metemos la mano en el bolsillo en la búsqueda de una simple moneda más y no encontramos nada.

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Israel Zárate

Es cierto, no hace falta un análisis complejo para explicar que la inflación es mayor estos últimos años y como reflejo diario simple y sencillamente el billete de 100 no rinde como antes. Tengo muy presente un comentario de mi madre que surgió al preguntarle ¿cómo le hiciste para mantener 2 hijos universitarios con el sueldo que percibía mi padre? Y más curiosidad me dio al preguntar ¿cómo le hicieron para construir su casa… si hoy día es carísimo comprar un huevo departamento? La respuesta fue muy sencilla “El dinero alcanzaba para mucho más”. Mi madre no es economista, no recibí un análisis complejo, simplemente me topé con la realidad cotidiana que al pasar de los años ves resumido en muy pocas palabras. Entendí muy claramente que esa es la inflación.

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