“Del dicho al hecho hay un gran trecho”. Calentamiento Global

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Este refrán popular se aplica cada vez más a las políticas públicas cuyo propósito es bajar las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) para combatir el cambio climático. De hecho, las emisiones netas de GEI deberían ser nulas para 2050, si se quiere lograr que la temperatura del planeta no se eleve más de 2º C y preferiblemente no más de 1.5º C respecto de aquella pre-industrial (Acuerdos de COP21). Con esto en mente, las huelgas de los jóvenes por salvar la tierra son una justa llamada de atención a la humanidad, especialmente a ciudadanos, gobiernos y empresas.

La discusión sobre si el calentamiento global es de origen antropogénico o es un fenómeno “natural” ha generado una pasión quizás comparable a la de si el mundo era redondo o plano en tiempos de Galileo. Pero ahora las implicaciones de una u otra postura son más dramáticas. Una sostiene que, si no se reducen las emisiones GEI, podemos llegar a la extinción de la vida en el planeta, y la opuesta señala que si llegara a ocurrir algo a la tierra por el calentamiento global (improbable), no sería culpa de la humanidad, por lo que sería indiferente reducir o dejar crecer las emisiones.

No obstante, hay un gran consenso –entre el 90 y el 100% de los científicos que han escrito sobre el cambio climático– de que los humanos estamos causando el calentamiento global. Entre muchos otros, es el caso de un artículo (2016), “Consensus on consensus: a synthesis of consensus estimates on human-caused global warming” de 10 autores (algunos trabajos referidos en él cubren más de 10,000 estudios sobre cambio climático). Aunque la discusión no está saldada y hay una pugna feroz sobre el tema (véase el artículo de Francisco Gil-White en El Semanario Sin Límites para un punto de vista escéptico respecto al origen antropogénico del cambio climático), sí hay una probabilidad, que parece ser muy alta, de que los humanos estamos orillando al mundo a la catástrofe y, por tanto, más vale actuar y rápido.

Montaña de basura.
Imagen: Pixabay.

Greta Thunberg tiene razón al increpar a los dirigentes mundiales que han arrastrado los pies frente a la situación climática, considerada como una urgencia sin precedentes por la gran mayoría de los científicos. El centro del problema del calentamiento global está en el consumo de combustibles fósiles, como es por casi todos reconocido. El comportamiento de los “líderes” mundiales sugiere que los intereses de los países que representan están demasiado ligados a la riqueza petrolera, o bien, ellos mismos están cooptados por las grandes empresas petroleras, o tal vez son demasiado débiles, o quizás son indiferentes al problema. Ante la ineptitud o la falta de voluntad de los dirigentes para “tomar el toro por los cuernos”, la responsabilidad de frenar el cambio climático recae literalmente en todos los habitantes del planeta.

A nivel global, el sector productor de energía genera aproximadamente la mitad de todos los Gases Efecto Invernadero (GEI); el sector agrícola, el forestal y otros usos de la tierra (AFOLU, por sus siglas en inglés) son responsables de alrededor de la cuarta parte de los GEI; y el transporte contribuye con el 12%. Es decir, estos tres sectores generan cerca del 82% de todas las emisiones de GEI (Our World in Data).

Si observamos el sector de energía, esto es, el mayor emisor de GEI, vemos que su comportamiento no es el esperado ante la emergencia actual. En 2018, la demanda de energía aumentó en 2.9%, tendencia liderada por China, Estados Unidos e India. El mayor crecimiento lo experimentó Estados Unidos, 3.5%, el mayor aumento registrado en ese país en los últimos 30 años, después de haber tenido la tendencia contraria durante el decenio más reciente (BP Statistical Review of World Energy, 2019).

Protestas.
Fotografía: @oliviac_design.

El origen del 40% de las emisiones de CO2 generadas por la producción de energía provienen del carbón y el 35% del petróleo, las dos fuentes tradicionales más contaminantes (Our World in Data).

A pesar de la enorme presión que existe en el mundo porque se reduzcan rápidamente las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI), hay una fuerte tensión entre la necesidad de avanzar hacia la producción de energía sostenible y el interés por reforzar la industria energética tradicional, incluso la más contaminante basada en el carbón.

El estudio “The Carbon Majors Database; CDP Carbon Majors Report 2017” es muy útil para esclarecer esta aparente incongruencia. Comienza con datos ampliamente conocidos: la industria de hidrocarburos, sus productos y usos (incluyendo transporte, manufactura, etc.) daban cuenta del 70% de todas las Emisiones Efecto Invernadero en 2015. Si continuara la tendencia de extracción mencionada durante los siguientes 28 años, para el 2100 la temperatura subiría fatalmente en 4º C por encima de aquella de la era pre-industrial.

Emisiones de Gases Invernaderos.
Fotografía: @tomlaudiophile.

Pero la originalidad de este estudio es que rastrea las emisiones históricas acumuladas provenientes de las compañías más contaminantes con GEI, lo que provee una perspectiva diferente a la adoptada en las negociaciones para abatirlos. Es decir, en lugar de analizar el tema partiendo de la división entre países, distinguiendo las emisiones y compromisos de los países desarrollados y de los que están en proceso de desarrollo, o entre países del Norte y del Sur, o entre aquellos responsables históricos de las emisiones y los que lo serán en el futuro, etc., se presentan las responsabilidades de las grandes empresas emisoras dedicadas a la producción de hidrocarburos. Ello permite analizar el origen de las emisiones de GEI desde el lado de los productores, y lo que encuentran no es alentador: 100 empresas –de propiedad estatal, de capital público, y en menor medida de capital privado– fabricantes de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), daban cuenta del 71% de emisiones industriales de GEI acumuladas entre 1988 y 2015. Las ocho primeras empresas que aparecen listadas de mayores a menores emisiones de GEI son:

  1. China (Carbón);
  2. Compañía de Petróleo de Arabia Saudita (Aramco);
  3. Gazprom OAO (Rusia);
  4. Compañía de Petróleo Nacional Iraní;
  5. ExxonMobil Corp;
  6. Coal India;
  7. Petróleos Mexicanos (Pemex);
  8. Rusia (Carbón).

Este estudio coincide bastante con otro muy reciente (The Guardian) que revela que sólo 20 grandes compañías petroleras son responsables de un tercio de todos las emisiones de GEI en el mundo, de las cuales 12 son estatales y están encabezadas por la compañía saudita (Aramco). Pemex ocupa el 9º lugar en esta lista.

Dichas empresas necesitan hacer una transición rápida hacia una menor producción de este tipo de combustibles y deben utilizar una tecnología menos sucia como la de CCUS (Carbon Capture, Use and Storage, por sus siglas en inglés), que captura, usa y almacena el carbono, reduciendo el impacto ambiental del uso de combustibles fósiles para la generación de energía y procesos industriales. A la vez, necesitan diversificar la producción hacia energías renovables con mucha urgencia.

Combustible fósil.
Fotografía: Concepto.

Es difícil esperar que las empresas, especialmente las estatales o con capitales públicos, hagan las inversiones necesarias tanto para innovar tecnológicamente sus plantas con el fin de reducir emisiones o las diversifiquen significativamente hacia energías renovables, pues los ingresos públicos que provienen de sus industrias petroleras son importantes para el sustento financiero de sus países y prefieren orientar sus nuevas inversiones hacia sectores que les reditúen más económica y socialmente (muchas veces con fines políticos en mente). El caso más patente es Arabia Saudita, que no tiene ninguna meta clara de bajar ni producción ni emisiones hacia el año 2050. Pero tampoco se puede esperar cambios relevantes de las grandes empresas de hidrocarburos de Irán, de Rusia o de China. Incluso en México, todo indica que habrá una mayor indiferencia al problema de emisiones de Pemex, dándole preferencia a las inversiones destinadas al fortalecimiento de la industria de hidrocarburos tradicionales y la autosuficiencia energética, antes que a la generación de energía sustentable.

Algunas empresas de capital privado han actuado de forma drástica para preservar su producción. ExxonMobil, enlistada como una de las mayores compañías privadas de petróleo y gas del mundo, ayudó a formar la Coalición Global del Clima (1989-2002) para poner en duda la base científica del cambio climático e “hizo lobby” para que Estados Unidos no firmara el Protocolo de Kioto en 1998, y ha hecho diversas campañas para desinformar sobre la existencia del cambio climático (Scientific America). Sin embargo, no todas las empresas petroleras tienen un record tan negativo; por ejemplo, British Petroleum, no estatal, está invirtiendo en energías renovables desde hace muchos años y en distintas formas, por lo que en 2019 destinará $750 millones de dólares a actividades bajas en carbono, incluyendo energía eólica, solar y carga para vehículos eléctricos (NYT), pero ésta es más bien la excepción que la regla.

Petroleras.

Frente a este panorama, es indispensable una reacción por el lado del consumo de energéticos. Sólo reduciendo drásticamente la demanda de energía proveniente de hidrocarburos, se puede inducir a todas las grandes compañías petroleras a reorientar su producción hacia fuentes limpias. Eso requiere compromisos de muchos tipos y ya hay indicios interesantes, pero que por ahora distan mucho de poder revertir la tendencia a la debacle. Entre las iniciativas asumidas en este sentido, vale la pena destacar que, ante la debilidad de los gobiernos nacionales para frenar las emisiones GEI, las ciudades del mundo han adoptado la iniciativa de avanzar en esta ruta, poniendo en 2020 el límite de tiempo para mostrar resultados alineados con los Acuerdos de París. La Cumbre C40 de Alcaldes de 94 ciudades que concluyó el 12 de octubre en Copenhague, promete resultados interesantes. Ya hay 30 ciudades que reducen en forma continua sus emisiones, siendo la más destacada Copenhague que ha disminuido en un 61% sus GEI desde 1991. Nótese que no hay una sola ciudad de países en desarrollo que forme parte de estas 30.

Por el lado de las empresas hay valiosas iniciativas como el Science Based Target Initiative que registra el proceso de emisiones de GEI mucho más allá de una empresa, es decir, considera toda la cadena productiva, comprometiendo a bajar sus emisiones en cada eslabón. También el RE100 (lanzado en 2014 en Nueva York) es destacable, pues las empresas miembro se comprometen a depender 100% de energía renovable a más tardar en 2050 y se está expandiendo a nivel mundial, con datos a la vista y evaluación anual de los avances.

Sin embargo, la acción de los consumidores y sus cambios de hábitos son indispensables para abatir las emisiones de GEI. Quizás las manifestaciones casi diarias de los jóvenes contra la “extinción del mundo” atraigan la atención de los usuarios de productos finales en el mercado (además de los gobiernos y las empresas). Pero los ciudadanos necesitan mucha más información sobre los problemas causados y sobre cuántas emisiones han sido emitidas por los productos que compran. Así como los alimentos tienen etiquetas sobre sanidad y seguridad, toda producción de todo tipo debería tener una medición de su huella de carbono y hacerla pública. Hacer esto es posible, habida cuenta de la tecnología que ya existe y que algunos ya lo hacen; por ejemplo, ya en 2012, 48% de los viñedos chilenos medían su huella de carbono.

Huella de carbono.
Ilustración: The New York Times.

Al mismo tiempo, estamos en plena Cuarta Revolución Industrial, en la que la computarización, la Inteligencia Artificial, la robótica, etc., están penetrando horizontalmente la economía y la sociedad, y su uso de energía es enorme y está creciendo. Pongamos un par de ejemplos. La tecnología de “blockchain” que permite manejar información en forma inviolable y que hizo posible la creación de las criptomonedas, se está generalizando para múltiples propósitos. Pero de acuerdo a un artículo muy reciente “si Bitcoin fuera un país hoy (el 07/01/19 con un uso de 47 TWh por año), se convertiría en el 53º país en consumo de energía anual; más que Iraq y menos que Singapur” (traducción propia). De otra manera, se calcula que esta tecnología produce el equivalente al CO2 de un millón de vuelos transatlánticos anualmente (The Guardian).

¿Esto lo saben los usuarios de bitcoin y aquellos que están empleando blockchain para muchos otros fines? Es indispensable que lo sepan y que, de mantenerse esa tecnología, se use en formas mucho más ahorradoras de energía.

Asimismo, los centros de información, que se supone se triplicarán en la próxima década,  que incluyen computación en la nube, almacenamiento de datos, material para streaming como Nelflix, servicios computacionales, Internet of Things, entre otros, podrían consumir más energía que toda la industria aeronáutica (The Guardian).

Los usuarios necesitamos saber cuál es la huella de carbono de los bienes y servicios que consumimos, incluyendo toda nuestra actividad electrónica. Con esta información los ciudadanos pueden actuar, aunque los demás protagonistas (de lo que está ocurriendo ambientalmente) lo hagan de manera lenta.

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