¿Cuentos chinos?: El regreso al vecindario

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La disputa comercial entre Estados Unidos y China tiene casi veinte años, aunque se crea que comenzó con Trump. Tal disputa se ha agudizado en el contexto del cambio estructural económico, financiero y comercial del mundo, particularmente a raíz de la crisis financiera de 2008 y de las políticas proteccionistas que dio paso.  El diferendo políticamente se hizo evidente desde el gobierno de George Bush, entonces con el reclamo de la manipulación del tipo de cambio a la baja del yuan frente al dólar, que permitía abaratar las importaciones procedentes de China. Posteriormente, el ex presidente Obama creyó que era fácil disciplinar comercialmente a China y fallidamente trató de evitar las prácticas comerciales desleales de ese país asiático.

Finalmente, Trump ha aplicado la vieja técnica de aranceles a las importaciones para lograr un mejor equilibrio del comercio exterior de Estados Unidos, relevantemente con China, con el que mantiene un déficit de más de 400 mil millones de dólares. Así, la profundización de las acciones comerciales de Estados Unidos contra China ha generado amplia preocupación internacional.  No tan sólo por sus repercusiones sobre el volumen del comercio, sino también por el cambio de paradigma económico hasta 2008 imperante.

En estos más de cuatro lustros han corrido historias y cuentos haciendo olvidar razones y factores económicos evidentes en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China. En estas tribulaciones, México ha perdido la visión de ser parte del vecindario de Estados Unidos y las oportunidades enunciadas por el cambio económico estructural vivido a partir de la crisis financiera. Por lo que un poco de historia y de identificación de carencias en las entendederas nacionales podría dar luz sobre las oportunidades mexicanas normalmente desperdiciadas, frente a la tan traída y llevada disputa comercial entre Estados Unidos y China.

Obama y Bush.
Los ex presidentes Barack Obama (izquierda) y George Bush (derecha) (Fotografía: The Hill).

Las Naciones Unidas (NU) dieron a conocer en su informe 2013 sobre la inversión extranjera directa (IED), elaborado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo (UNCTAD), un hecho y una posibilidad comercial e industrial favorable para México, entonces y ahora. El informe presentó hallazgos sorprendentes para los países en desarrollo y un cambio estructural en materia industrial que se esperaba tendría profundas repercusiones para Estados Unidos y China, así como posiblemente para México, durante los siguientes veinte años.  Mismos de los que ya han transcurrido casi la tercera parte.

De acuerdo a la UNCTAD, la “inversión extranjera directa declinó en 2012, principalmente debido a la continuada fragilidad macroeconómica (internacional) y a la política de incertidumbre para los inversionistas”, siendo el pronóstico que la inversión a nivel mundial aumentaría de manera moderada en los siguientes dos años (World Investment Report 2013, Global Value Chains: Investment and Trade for Development, UN).  La IED global cayó en 2012 en 18%, por lo que se pronosticó que en 2013 se mantendría por arriba de $1.45 billones de dólares.

El informe enfatizó que la situación global enmascaraba la fotografía real de los cambios mayores que se habían generado; en 2012 por primera vez los países en desarrollo absorbieron más inversión extranjera directa que los países desarrollados.  Situación que marcó un punto de inflexión en los flujos de capital por el crecimiento de los países en desarrollo frente a las escuálidas tasas de crecimiento de los países desarrollados. En contraste, también los países en desarrollo generaron la remisión de casi una tercera parte de los flujos globales de inversión extranjera directa, continuando una tendencia creciente que se estimaba continuaría. Al tiempo que los países en desarrollo recibían en conjunto crecientes montos de inversión extranjera directa, también eran fuente de inversión extranjera hacia otros países. Hecho que hoy es manifiesto ante las inversiones externas de México en otros países y la remisión de utilidades.

En el Informe se indicó que la definición de las políticas nacionales de inversión se dirigió hacia nuevas estrategias para facilitar la inversión extranjera como un medio para crear capacidad productiva y desarrollo sostenido. Numerosos países reforzaron el ambiente regulatorio de la inversión extranjera, haciendo mayor uso de políticas industriales en sectores estratégicos. En este contexto se explica la reforma energética aplicada por Enrique Peña Nieto, aun cuando México desde 1992 se ha carecido de una política industrial integral, habiendo seguido en su lugar una política comercial alienada de apertura del mercado interno.

Caida libre.
Imagen: Raconteur.

Emblemáticamente, en el Informe se afirmó que el nearshoring para México estaba en aumento, entendido como la práctica de traer las operaciones de manufactura más cerca de los mercados domésticos, en este caso de Estados Unidos. Al nearshoring, también denominado retorno al vecindario (“La inversión de ida y vuelta”, Jorge Eduardo Navarrete, La Jornada, jueves 4 de julio, 2013), en México levantó ímpetu para que más compañías manufactureras buscaran vías para reducir costos, operando más cerca del mercado de Estados Unidos, incluidas las compañías coreanas y chinas.

El proceso de nearshoring, de acuerdo al Informe, se debió a tres factores fundamentalmente relacionados con China.  Un factor fue el rápido crecimiento del costo de la mano en China que hubo hecho menos atractivo industrialmente a ese país, después de haber significado la más grande relocalización de “offshoring” (trasplante) industrial del mundo. El segundo factor fue el elevado y volátil costo del petróleo, que hizo que el transporte de bienes en el Océano Pacífico resultara menos atractivo. Baste recordar que a fines de la década de los 90 del siglo pasado, el precio del barril de petróleo estaba un poco por debajo de los diez dólares y que antes de la crisis financiera rondaba arriba de los noventa dólares, casi 10 veces más, estando ahora en el rango de los 60 dólares. Finalmente, el tercer factor identificado en el Informe fue la apreciación del yuan chino contra el dólar.

Con el nearshoring México resultaba, se decía, el país más favorecido para la nueva localización de manufacturas, aún más que Estados Unidos en sí mismo. Tal situación favorable podría haberse reducido entre los dos países por los costos de transacción de la economía mexicana, sus costos de financiamiento y la energía.  Ahora la afectación por la política proteccionista de Estados Unidos pregonada por el presidente Trump, que explica la revisión del TLC en su afectación al sector automotriz.

Dentro de esta tendencia y ambiente de cambio industrial global presentado en el Informe, se destacó que México aún mantenía un retraso en relación a China, en términos de las opciones de la localización manufacturera.  En tanto China ofrecía, como hasta hoy, la importante ventaja de una cadena de oferta más profunda, en México las compañías internacionales siguen teniendo problemas para encontrar proveedores locales de partes y empacado.  Además, contrario a lo que sucede en China, en donde el gobierno identifica “industrias pilares” y las apoya, en México las pequeñas compañías que están ansiosas de iniciar o hacer crecer sus negocios y establecer relación con compañías extranjeras sufren la falta de acceso al financiamiento, capacitación y orientación. Hecho reconocido ahora públicamente por el presidente de la República y el secretario de Hacienda y Crédito Público.

Fotografía: T21.

Si el informe pudo dejar un claro mensaje para México, es que las compañías manufactureras internacionales estarían más enfocadas regionalmente a diversificar su presencia manufacturera y servir a los mercados regionales, dados el incremento en el costo de transporte y el tipo de cambio y no sólo el costo de la mano de obra.  Los mercados, así se infería, se irían enfocando regionalmente, por lo que México siempre tendría la ventaja de su proximidad geográfica y la preeminencia de un acuerdo de comercio con Estados Unidos. Por lo que era dable decir, hace más de un lustro, que sólo le faltaba hacer a México su tarea que tanto ha sido postergada, y aprovechar las decisiones de política económica que Estados Unidos anunciaba ya con respecto a China.

En el contexto netamente de Estados Unidos, desde el inicio de 2012 el ex presidente Barack Obama en el discurso de State of the Nation se comprometió paradigmáticamente a lograr una economía reconstruida sobre las manufacturas americanas. Con tal pronunciamiento, como fue consignado oportunamente en este medio, sin ambages Obama señaló que “tenemos la enorme oportunidad, en este momento, de regresar la manufactura” al país. Tal como lo hizo a lo largo de su discurso, se mandó el claro mensaje de que la dependencia de importaciones de Estados Unidos con respecto a China disminuiría, significando la clara voluntad política de buscar una reindustrialización americana. Tal dependencia era desde 1986 ya evidente, cuando China era el tercer exportador de importancia a Estados Unidos.  El compromiso de Obama debió haber parecido a muchos inalcanzable y sumamente pretenciosa. Sin embargo, dados los cambios económicos internacionales que han ido aparejados con la crisis iniciada desde 2008, tales palabras fueron estructuralmente concretándose lentamente.

Así, no debemos dejar de tener presente que de 1994 a la fecha el paralelismo entre China y México evidencia un éxito y una fallida oportunidad económica y comercial.  En tanto México con Tratado de Libre Comercio México resultó ser simplemente un país maquilador, China aprovechó industrialmente su apertura al exterior. El enorme superávit comercial que México tiene con Estados Unidos, del orden de $150 mil millones de dólares, prácticamente se ha diluido con los crecientes déficits que enfrenta con China y otros países, especialmente del sudeste asiáticos, tales como Corea, Vietnam, Tailandia, sólo para dar tres ejemplos emblemáticos (Arnulfo R. Gómez, diversos ensayos).

Ello se explica al considerar que en tanto en 1991 el valor agregado nacional de la manufactura en México era de 1.3% y China alcazaba 2.6%, en tanto para 2015 tales proporciones alcanzaron 1.85% y 23.9%, respectivamente (José Luis de Cruz Gallegos, IDIC, abril 2019). Obviamente China desarrolló una manufactura con mayor contenido nacional y México se tornó en un país maquilador.

Guerra comercial.
Imagen: DF. El Diario de Finanzas.

Por la falta de una clara estrategia económica e industrial, México se volvió un gran país maquilador y una economía dependiente. Para China, Estados Unidos se volvió su gran comprador y México también. Por ello es factible preguntarse si el vecindario del sur no terminó siendo realmente un caballo de Troya para la economía norteamericana. Es claro para México que necesita una política integral, comenzando por el financiamiento para aprovechar el nuevo tratado: política comandada por el nearshoring. A ello habría que agregar la infraestructura de parques industriales, comunicaciones y energía, sin olvidar la capacitación y asesoramiento empresarial por parte del gobierno.

De hacerse así, la mitad de la tarea, la política industrial, estaría ya resuelta por el lado de la demanda de Estados Unidos, dado que México ha sido desde 1995 reacio a establecer una política específica en la materia y de aprovechamiento de sus ventajas comparativas dinámicas. Los afanes de no intervención económica, producto del blackboard econonomics, de que los mercados operan “automáticamente”, han sido finalmente obviados después del gobierno de Enrique Peña Nieto. Únicamente queda, por lo tanto, que la llamada “Cuarta Transformación” asuma el reto de promover realmente el crecimiento y el empleo nacional, de manera racional.

Con el nearshoring el rumbo y destino económico para México parecían al inicio de los 2010 estar resueltos, sin embargo, ello no aconteció así. Una década perdida más. Ante las nuevas circunstancias económicas, hoy se debería asumir razón y lógica económica para aprovechar de una vez por todas las ventajas históricas y las ventajas comparativas dinámicas que significa estar geográficamente al lado de Estados Unidos y tener en ciernes un nuevo Tratado comercial con la economía más grande del mundo.

Guerra comercial.
Imagen: NAI México.

Hagamos votos porque nuestros gobernantes así lo consideren, ante el evidente regreso industrial al vecindario y las políticas comerciales asumidas por el presidente Trump frente a China.  Frente al nuevo Tratado, que para los Estados Unidos es un Acuerdo, es obvio que el regreso al vecindario estructuralmente es una ventaja que México debería aprovechar.

La “guerra” comercial de Estados Unidos con China tendrá repercusiones instrumentales que habrán de llevar años dirimir y resolver. ¿Dónde están los parques industriales y agroalimentarios mexicanos para aprovechar la circunstancia económica regional? ¿Cuál es la política energética y de disponibilidad de agua para tales fines? ¿Dónde está la banca de desarrollo que permita financiar el cambio económico de México?

En tanto nos sacudimos las entendederas públicas y privadas, debemos ser pragmáticos y entender que la política industrial y de innovación de Estados Unidos debe ser de free rider (aventón gratuito) para México. Esta nueva oportunidad histórica no debe ser desperdiciada, frente a las tribulaciones nuestras y los enconos que todos los días alientan al fracaso.

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Publicado originalmente en El Semanario en 2014, como la “Inversión Extranjera y el Regreso al Vecindario.”

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Claudia Gutierrez Mazzotti

Muy buen articulo, muy atinado, como siempre de este autor.

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