¿Hasta dónde debe “mandar el pueblo” en un gobierno?

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¿Podría ser que AMLO está exagerando el ejercicio pleno de la democracia? El presidente electo se comprometió a que en su gobierno mandaría el pueblo mexicano, pero ¿hasta dónde debe mandar el pueblo en un gobierno?

 

Ciudad de México.- Enviar a consulta pública los proyectos de nación en infraestructura, seguridad,  e incluso juicios de valor; se ha convertido en el pan nuestro de todos los días de la antesala del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Aún sin haber recibido la banda presidencial, AMLO ya ha despertado polémica entre sus opositores e incluso algunos de sus seguidores han levantado la ceja por la línea que seguirá su gobierno.

La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) fue un hecho que marcó la polarización entre el gobierno entrante y los inversionistas; decisión que AMLO tomó en consideración a la postura de la sociedad mexicana al someter a consulta la continuidad del proyecto en Texcoco o el desarrollo en Santa Lucia.

Una semana antes del cambio de estafeta, la segunda consulta pública se desarrolla sobre diez puntos clave en el proyecto de Obrador: la construcción del Tren Maya en el sureste mexicano, la construcción de una refinería en el petrolero estado de Tabasco, un programa para la reactivación del campo mexicano, además de otros programas sociales de gran relevancia para sus proyecciones de desarrollo.

Al ser cuestionado en reiteradas ocasiones sobre las consultas, AMLO ha respaldado su decisión en  que “la sociedad mexicana sabe lo que quiere” y es tiempo de hacer valer su voz.

Si bien el ejercicio de consulta es un hecho que resarce el daño en una lastimada y casi desaparecida democracia en México, ¿qué tan bien sabe decidir la sociedad, partiendo más de un análisis profundo de costo-beneficios y no dejándose llevar por la emoción o hartazgo acumulado por décadas?

En uno de sus artículo de opinión para El Semanario, Alejandro Zertuche señala queLos ciudadanos podemos jugar un rol importante si nos ponemos en acción. No se trata de revirar ante decisiones sino de participar para ayudar a tomarlas. Si creemos que los que llegan “no saben que no saben”, entonces hay que sumarle sabiduría en vez de ataques, o si creemos que lo saben todo, entonces sumarle algo de duda para asegurar que tienen el apoyo necesario para lograrlo. No se trata de estar de acuerdo en todo, más bien ayudar a fundamentar para tomar la mejor decisión.”

Tal vez la duda no recaiga en la capacidad de la sociedad mexicana para decidir sobre temas relevantes y estratégicos para el futuro del país, sino en el rol de gobierno que está jugando o pretende jugar López Obrador.

En su artículo “el arte de gobernar”, José R. Castelazo nos recuerda que la palabra “gobierno” proviene de dos antiguas raíces, una griega y una latina. La primera es “kibernan”, conducir o gobernar; la segunda “gubernacullum”, que pasa al castellano antiguo como “gobernalle”, término que se refiere al timón de una embarcación. El gobernante, entonces, se considera como un líder responsable de establecer la congruencia entre la política doméstica y la desempeñada ante las demás naciones.

No se pretende presumir que las consultas públicas del gobierno de AMLO son un error, ya que se basan en el discurso de que las autoridades han “abusado” de su posición y han tomado decisiones que han agredido a los ciudadanos y, por beneficiar a cierto grupo, el costo para la población ha sido alto y lastimoso. Sin embargo, tal vez no todos los temas y decisiones de gobierno deberían ser sometidos a votación ciudadana.

En su opinión sobre la cancelación del NAIM, la Dra. Julieta Fierro señala que “cuando uno cree que el gobierno comete un error o una injusticia es válido protestar, quejarse, denunciar. Si un gobierno se precia de ser democrático no debería organizar votaciones dudosas, ni tirar a la basura los recursos que no le son propios sino de la población.”

Consultas como la conformación de la Guardia Nacional, la construcción de la refinería en Tabasco, el tren maya e incluso la conformación del equipo de empresarios asesores del gobierno entrante; podrían resultar ser un freno para el proyecto de nación de AMLO.

Si la gente hubiera decidido “no” al Tren Maya, por la polémica sobre el costo ambiental que se ha desatado en los últimos días, o en las próximas consultas decide “no” a la conformación de la Guardia Nacional que coloca al Ejército al frente de la unificación de mandos de seguridad, o si decide “vetar” al grupo de empresarios que integran el equipo asesor de AMLO; ¿qué sucederá con los ejes de desarrollo del nuevo gobierno?

Rocío Nahle, la futura secretaría de Energía, aseguró que “si la gente dice que no, vamos a acatar lo que diga la gente“, a pesar de que en el proyecto sexenal sean temas claves. Para Nahle, el plan B consiste en reajustar sus planes y tratar de fortalecer a la infraestructura existente con más inversiones.

Habrá entonces que esperar a que AMLO asuma el cargo el 1 de diciembre, así como el resultado de las consultas y el grado de participación de la gente para poder vislumbrar con mayor claridad el rumo del nuevo gobierno.

“Si asumimos el quid pro quo de la política, por la complejidad que encierra y por el inmenso riesgo que supone reforzar lealtades personales e institucionales, resulta indispensable convencer con argumentos sólidos a los adversarios o vencerlos con la fuerza de la ley. Conducir al país aconseja escoger la opción de gobernar con el pueblo, históricamente es la mejor manera política de trascender,” concluye el Dr. José R. Castelazo en su artículo.

 

 

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