Mandela: un gran hombre para su país, no así para su familia

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El reconocido estadista Nelson Mandela siempre estuvo dispuesto a sacrificar su vida privada por la causa de la libertad, y esperaba que su familia hiciera lo mismo.

Por Emma G. Keller, analista de The Guardian.

“Es el anuncio más importante esta semana. El abogado Nelson Mandela y la trabajadora social Winnie Madikizela darán una fiesta esta noche para anunciar su compromiso matrimonial”, publicó el Golden City Post, de Sudáfrica, el 25 de mayo de 1958.

Nelson y Winnie Mandela contrajeron matrimonio cerca de un año después de conocerse. Como muchas cosas en su vida juntos, la decisión fue más política que romántica. Nelson se encontraba restringido por la legislación sudafricana a una pequeña área geográfica, y no se le permitía asociarse con más de una persona al mismo tiempo; además, enfrentaba un juicio por traición a la patria.

Por tanto, no pudo hacerse una gran celebración ni pudieron irse de luna de miel. Tampoco hubo un discurso “mi esposa y yo” tras la recepción, pues Mandela tenía prohibida todo tipo de inserción en reuniones públicas.

Desde el principio de su relación, las circunstancias políticas bajo las que se encontraban causaron un distanciamiento entre Winnie y Nelson, a pesar de su amor apasionado. Esta distancia se extendió desde lo simbólico –representado por su impersonal boda- hasta lo práctico –Nelson mantenía gran parte de su actividad en secreto a su esposa para protegerla- y lo físico, pues 27 de sus 34 años de matrimonio los pasó en prisión.

En los primeros días de su matrimonio, su hogar estuvo lleno de alegría y pasión. Sin embargo, también estuvo llena de miembros de la Policía de Seguridad de Sudáfrica, donde los Mandela frecuentemente tuvieron que presenciar cómo sus cosas eran revisadas y a veces decomisadas.

Winnie también tuvo que lidiar con los camaradas que Nelson llevaba continuamente a casa, a los cuales daba de comer aún contando con poco dinero para comprar los alimentos, lo cual a veces la estresaba hasta el punto de las lágrimas.

Desde que se conocieron, Nelson animó a Winnie a involucrarse en la política, pues ella no estaba particularmente interesada en esos temas ni participaba entusiastamente. Sus ideologías nunca fueron las mismas: ella creía en “nosotros” contra “ellos”, mientras que él se inclinaba por el “nosotros” en su sentido más incluyente. Ella sabía que si quería tener un papel más que mínimo en la vida de Nelson, tenía que involucrarse en la política, así que lo hizo –finalmente, con consecuencias desastrosas.

Los Mandela tuvieron dos hijas, Zindzi y Zeni; Nelson no estuvo presente en el nacimiento de ninguna de las dos, pues se hallaba en su famoso juicio de cinco años por traición. Cuando Zeni tenía tres meses de edad, sorprendentemente él y sus compañeros fueron absueltos, lo que generó una gran celebración.

Sin embargo, al consultar con sus consejeros, Mandela decidió enviar a Winnie a casa sin él. Sabía que estaban a punto de desaparecerlo, y no quiso informarle a su esposa, de nuevo, por su seguridad –y ahora por la de sus hijas-. Esto representó la escena final de su vida doméstica, lo cual fue “desgarrador”, según palabras de la propia Winnie.

“Él estaba fuera de la puerta, pero no pude alcanzarlo, pues una multitud emocionada lo rodeaba. Tomé su maleta pero cuando pude salir él ya no estaba ahí. Alguien vino a recoger su equipaje una hora después. Esa fue la última vez que vi a mi marido como un hombre de familia”, declaró Winnie en una entrevista.

En esos días, Nelson definitivamente no fue un hombre de familia, ¿cómo pudo haberlo sido? El punto es que él decidió no serlo; estaba preparado para sacrificar su vida por la causa de la libertad de su pueblo, y esperaba que su familia hiciera lo mismo. De lo que no se dio cuenta, hasta mucho tiempo después, fue de que la mujer que eligió no era la indicada para hacer dicho sacrificio.

Cuando Nelson cayó en cuenta del error cometido, el daño ya estaba hecho. Adorada por las masas, pero con la desconfianza del Congreso Nacional Africano, Winnie fundó su propia base de poder con su club de fútbol Mandela United. Nelson estaba a punto de liberarse de la prisión con su lucha mientras su esposa mantenía a jóvenes prisioneros en su propia casa. Años de opresión la habían convertido en opresora, y Mandela se culpó de esto. Los jóvenes fueron torturados en su casa de Soweto, en modos idénticos a los que utilizaba la Policía de Sudáfrica.

La culpa que sintió al darse cuenta de lo que pasaba en su hogar, lo obligó a permanecer al lado de su esposa cuando fue acusada de cuatro cargos de secuestro y asalto. Su remordimiento le hizo apoyarse en las autoridades para seguir un juicio inepto, esta vez como un viejo que se quedó dormido mientras su mujer se sentaba en el banquillo. Nunca fue su intención dejarla, y sólo lo hizo –con un breve discurso- cuando la ANC no le dejó otra opción ante las embarazosas actividades de su esposa.

“Damas y caballeros, espero que comprendan el profundo dolor por el que he tenido que pasar”, dijo al finalizar el anuncio de su separación, y luego salió de la sala lentamente.

Afortunadamente, después de ese difícil trance Nelson encontró la felicidad marital al lado de la activista Mozambique Graça Machel, con quien se casó al cumplir 80 años. Una de las escenas más conmovedoras de su vida juntos tuvo lugar cuando un programa de jardinería de la BBC fue a Sudáfrica a construir un jardín en su casa.

Pero la familia disfuncional que procreó junto a Winnie continuó dándole problemas; los años de abandono dejaron huella en sus hijas, y después en sus nietos, que sólo comparten un nombre famoso, pero que cuando su padre y abuelo agonizaba, comenzaron a pelear entre sí por su legado.

En una entrevista a principios de este año, su nieta Ndileka dijo: “Es una falacia presentarnos juntos cuando todo el mundo sabe que tenemos enormes diferencias”. Al preguntarle por su abuelo, ella continuó: “me estremezco al pensar lo que sucederá cuando ese pegamento ya no esté ahí”.

La contribución de Nelson Mandela a Sudáfrica fue enorme, pero la tristeza que su familia tuvo que pagar como precio a su contribución es también enorme. Como sudafricano o ciudadano de cualquier lugar que se encuentra llorando la muerte de Madiba, reserve también un pensamiento para los Mandela. Ellos han estado viviendo con su pérdida durante años.

El Semanario sin límites, con información de The Guardian.

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