El juego que viene

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Hemos iniciado el año 2021 y, con él, también se ha dado el banderazo de salida a una contienda electoral cuya complejidad y trascendencia habrá de marcar lo que resta del presente sexenio y, quizá, del rumbo general de la República.

La autollamada “Cuarta Transformación” (4T) se enfrentará, en una lucha fratricida, contra todas las expresiones políticas que se han manifestado como su oposición, quienes han decidido crear una coalición que, sin importar identidades, principios, ideas, ideologías y valores contradictorios e incongruentes, habrán de disputarle el poder al presidente Andrés Manuel López Obrador y sus partidos aliados, en ánimo de sumar a todos los que disienten del gobierno, visión y política.

Las fuerzas políticas que pretenden disputar el control de la Cámara de Diputados de la Federación, los congresos de los estados, las gubernaturas y presidencias municipales, apuestan a explotar una situación que, de suyo, es francamente lamentable para un mundo que se presume de civilizado, moderno y racional: la polarización y resentimiento fustigados tanto del púlpito del poder como de las ondas y profundas heridas que la propia interacción humana han generado a lo largo de los siglos.

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Imagen: Asociación de Comunicación Política.

La diferencias creadas por estires y aflojes que han surgido desde que los seres humanos se organizaron en sociedad, han servido de base para que las disputas políticas polaricen y dividan, lo que —paradójicamente— es una forma ideal para generar mecanismos de control y dominación, ya que siempre habrá quienes, tanto de un lado como de otro, puedan liderar movimientos reivindicatorios que prometan someter tanto a unos como otros lo que, al final, siempre será una forma de detentar el poder político, controlar a las personas y saciar sus apetitos. Hoy, en México y en otros países del orbe, esta situación es más cínica y burda que nunca.

En breve comenzaremos a ver mensajes publicitarios dirigidos a generar empatías y, desgraciadamente, a agudizar las heridas que polarizan, todo con el único fin de sumar adeptos a su causa y, consecuentemente, votos que los sustenten en las posiciones de poder a las que aspiran y que, en ambos extremos, habrán de conseguir.

Ambos extremos se enfrentarán en una lucha devastadora en la que desgraciadamente la gente será sólo el instrumento para preservar o acceder al poder, en tanto que las legítimas exigencias y necesidades pasarán, lamentablemente, a un segundo o hasta tercer término.

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Imagen: El Periódico.

Desgraciadamente, por las circunstancias actuales, ni la 4T o la alianza opositora, son una garantía de beneficio social, pues ambos han dejado claro que su interés principal es el control político de las instituciones gubernamentales y no la instauración de un programa de acción definido que beneficie a la gente.

Cada vez más, la finalidad y origen de la República Mexicana, queda más alejado de lo que ordena el artículo 39 de la Constitución: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”.

@AndresAguileraM


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