López Obrador y las redes sociales

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El revuelo causado en los medios con motivo del contagio del Covid-19 del presidente de la República, Andrés Manuel López Orador, ha sido exagerado y deformado. Las redes sociales se han convertido, en éste, como en otros asuntos, en verdaderas cloacas de drenaje y los medios tradicionales –prensa impresa, televisoras y radiodifusoras– no le han ido a la zaga, en cuanto a contenidos a favor y en contra. Es cierto que en este caso se trata del jefe del Poder Ejecutivo, en un régimen presidencialista como de suyo ha sido desde los albores de nuestra Independencia, a lo que se agrega la pandemia que flagela al mundo entero, la crisis económica y vivir una etapa de transformación del sistema político, económico, social y cultural del país que se ha propuesto el propio presidente.

La algarabía mediática no encuentra sustento alguno previsto en los medios legales. La Constitución General de la República admite sólo tres casos, el de la falta absoluta del titular del Poder Ejecutivo, el de la renuncia al cargo y el de la falta temporal. En ninguna parte contempla el caso de alguna afección a la salud del funcionario que desempeñe la titularidad del cargo. Ni el de la más grave de las enfermedades conocida en la actualidad. Por tanto, no existe ninguna motivación ni fundamento para la “marimorena” –palabreja en desuso que encontré en el diccionario de María Montaner, pero que viene como anillo al dedo para este tema y que es sinónimo de alboroto o bronca– que se ha armado por el contagio del tenaz y célebre tabasqueño.

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Imagen: Aristegui Noticias.

Destaco tenaz y célebre –aunque hay que tener cuidado con los adjetivos, porque como apuntó el gran poeta chileno, Vicente Huidobro, “el adjetivo, cuando no da vida, mata”– por su larga lucha para llegar a la silla presidencial y por su popularidad inicial y sostenida a lo largo de su mandato. A ello, presumo, se debe el debate desatado entre los que lo respaldan y a quienes lo descalifican. La Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, designada como relevo para continuar las conferencias mañaneras, ha tenido que hacer frente a cuestionamientos insidiosos que han llegado a “hipótesis” –así las llamó ella– extremas sobre la salud del presidente de México.

Muchos mandatarios de otros países han sido víctimas del llamado coronavirus. Iniciando con el ya expresidente Donald Trump de Estados Unidos, Jair Bolsonaro de Brasil, Angela Merkel, primera ministra de Alemania, Boris Johnson del Reino Unido, y muchos más líderes que han salido con bien de los efectos de la pandemia. Todos ellos, como en el caso de AMLO, han recibido los parabienes de sus pares deseándole su pronta recuperación y de sus seguidores que, en el caso de México, se cuentan por millones, como lo evidenció la votación más abundante en la historia para un candidato presidencial y el sostenido apoyo que manifiestan las encuestas realizadas.

Pero también han puesto en entredicho a plataformas como Facebook y Twitter, que se han manifestado como empresas privadas que operan por encima de la ley y de los gobiernos. El caso de Donald Trump, al margen de la buena o mala impresión que de él se tenga, se llegó al extremo de cancelar su cuenta y no difundir sus últimos mensajes, violando el derecho que tiene todo ciudadano en las sociedades fundadas en la democracia a la expresión de sus ideas. En este caso, no solamente privaba a un ciudadano común, sino al presidente del país más poderoso de la tierra, como demostración del poder supremo al que han llegado las redes sociales, que maniobran sin regulación alguna la opinión pública, por encima de los gobiernos de naciones soberanas.

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Imagen: The New York Times.

Todo derecho tiene su límite; basta leer en México la arcaica y olvidada Ley de Delitos Imprenta del gobierno de Venustiano Carranza, aún vigente para darse cuenta de ello. Tan vigente es que su última reforma aparece en el Diario Oficial del 4 de noviembre de 2015, aun cuando permanezca en el limbo del olvido y los editores periodistas y empresas editoriales, radiofónicas, televisivas y redes sociales, se la pasen por el popular arco del triunfo. Es cierto que a más de cien años de promulgada requiere de su actualización, pero hasta ahora ningún legislador, partido político o Ejecutivo, lo ha emprendido por temor a los medios de comunicación y plataformas digitales, aunque el senador Ricardo Monreal, coordinador de la bancada de Morena, ya le puso el cascabel al gato, pronunciándose por la necesidad de regularlas.

Finalmente, el presidente López Obrador, se ha presentado en un video, en una de las galerías de Palacio Nacional, a dar cuenta y razón de su estado de salud, saliendo al paso de sus “adversarios políticos”, como sutilmente llama a sus enconados enemigos de variados pelajes, que ignoran que “el odio no es más que la carencia de imaginación” según Graham Greene, autor de la novela El Poder y la Gloria, que relata magistralmente el movimiento cristero en México.


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