Ante el 6º Informe de Gobierno: fortalezas a conservar

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En septiembre siempre es momento de hacer corte de caja y reflexionar sobre el estado del país, en el marco del informe presidencial. Máxime cada tres años, con el cambio de Legislatura, más aún con cada transición sexenal, indispensable, en una alternancia del calibre de la que hoy tiene lugar.

En esta coyuntura, ante las circunstancias cambiantes y la incertidumbre que se presenta de cara al futuro –corto, mediano y largo plazos–, se impone la necesidad de buscar la objetividad y ser realistas en la evaluación de la situación nacional, los escenarios y las prioridades.

Hay que hacerlo desde una visión en la que sepamos separar militancias y preferencias partidistas de los retos del bien común. No es en escenas de estridencia o intolerancia como las que se vieron en el arranque de la LXIV Legislatura donde encontraremos el entendimiento de los problemas y las oportunidades que afronta el país; tampoco las opciones y soluciones reales y efectivas que existen.

Más aún en una transición de gobierno como ésta: una coyuntura en la que resaltan los enormes desafíos en áreas como seguridad pública, Estado de derecho y problemas endémicos como la pobreza que padecen millones de mexicanos, pero en la que ya se dan por sentados avances que no podemos menospreciar por el hecho de haberse vuelto cotidianos, y mucho menos arriesgar.

Es fundamental tener en cuenta pendientes, errores y déficits de un periodo para afrontar al nuevo, pero igualmente considerar en qué se avanzó o qué conservar, fortalecer o complementar. Estos seis años de la historia nacional dejan deudas, pero también avances y logros de gran proyección que no podemos simplemente desechar.

Enrique Peña Nieto
Alfonso Navarrete Prida, secretario de Gobernación, en la entrega al Poder Legislativo del Sexto Informe de Gobierno (Foto: www.quinceminutos.mx).

Objetividad

Tienen razón quienes claman por la necesidad de cambios urgentes en México, tanto como los que llaman la atención en el sentido de que un país no puede hacer tabla rasa de lo que se ha hecho durante años y ha costado tantos esfuerzos.

En este tenor, vale la pena subrayar la trascendencia de dos áreas en las que México ha sido consistente y en la cual dio pasos fundamentales en este sexenio; esfuerzos que no podemos minimizar por sus alcances: una parte sustancial de las reformas estructurales que se concretaron en este periodo, tras muchos años de buscarse sin éxito, y la estabilidad macroeconómica que, aun con puntos de deterioro y flancos perfectibles, México ha ido afinando, conservando en esencia algo cuya falta tanto nos había costado.

Son fortalezas que podemos mejorar o complementar, pero de ninguna manera echar por la borda.

Reformas

En este periodo que termina se dieron 11 reformas. 58 enmiendas constitucionales y 81 a diversas leyes, 21 ordenamientos jurídicos y la abrogación de 15, además de la constitución de tres nuevas instituciones y la actualización de 13.

Primero, las reformas laboral, educativa, energética, fiscal, competencia económica, telecomunicaciones, política-electoral, financiera, amparo y transparencia. Luego vino el Sistema Nacional Anticorrupción, aún por consolidar, y las Zonas Económicas Especiales, con las enormes oportunidades que implican para detonar crecimiento y el desarrollo regional y nacional.

Estas reformas han dado flexibilidad y solvencia adicional ante el complejo escenario internacional que vivimos. Algunas muestras:

  • La dependencia fiscal en ingresos petroleros pasó de más de 35% a alrededor de 22%.
  • La reforma de telecomunicaciones incluso ha incidido como contrapeso en la inflación: de junio del 2013 al inicio de 2017 ésta creció 12.8%; los precios de telecomunicaciones bajaron 29%.
  • El crédito de la banca comercial ha crecido a tasa doble dígito.
  • En energía, hoy tenemos más de 100 empresas con proyectos de hidrocarburos y electricidad, con una inversión estimada de 219 mil millones de dólares.
  • En educación, se marcó un punto de inflexión contra distorsiones inaceptables como la falta de un censo de docentes y la herencia de plazas, en favor de un sistema basado en la evaluación, el desarrollo de la carrera docente y el mérito en las aulas.

declaración

Estabilidad

En los indicadores macroeconómicos clave, este sexenio concluye con resultados que arrojan retos importantes y cuestiones a resolver, lo mismo en materia de inflación que de deuda pública y la necesidad de un crecimiento más sólido, pero que, sin duda, dejan margen de maniobra al país.

Estamos muy lejos de los conflictivos cambios de sexenio de antaño, con el recuerdo de crisis económicas como las de 1976, 1982, 1987 y 1994. Hay varios datos que permiten tener certeza en ese sentido, si bien con matices que hay que cuidar:

  • Crecimiento anual promedio de 2.4%, frente al 1.7% y 2% de los dos sexenios precedentes. Menos que en el de Ernesto Zedillo, con 3.3%, pero como el primer periodo sexenal sin un año con contracción del PIB.
  • En 2015 cerramos con una de las tasas de inflación más bajas históricamente, de 2.1%, aunque en 2017 ésta escaló a 6.7%.
  • En inversión física se prosiguió el crecimiento que se lleva desde los 90, aunque la deuda se duplicó a más de 50%, desde niveles de 30% previos.
  • En general, a pesar de los embates en frentes como el tipo de cambio, caída de la producción petrolera, volatilidad internacional ante circunstancias como el nuevo gobierno hostil de Estados Unidos, se han conservado indicadores de solidez esenciales como grado de inversión.

Retos

Los mayores desafíos de la nación, los más sensibles, están vigentes: el combate a la pobreza; afianzar el Estado de derecho y la gobernabilidad democrática, como bases de la cohesión y el desarrollo de la sociedad; recuperar la seguridad pública, abatiendo los niveles de criminalidad y violencia que lastiman a varias regiones.

Al mismo tiempo, el país ha avanzado en áreas estratégicas para el desarrollo, lo mismo en energía y telecomunicaciones que en frentes como el del Estado de derecho, si bien con pendientes aún cuesta arriba.

Todos estos retos nos convocan, a todos, a entender el estado del país con objetividad y, sobre todo, a participar, desde ese principio de realismo, poniendo por delante el bien común.

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