Como nativa y habitante de nuestra gran Ciudad de México que integra un complejo mosaico de expresiones de riqueza, diversidad y contrastes, donde conviven distintas realidades, no podía dejar de escribir sobre ella en el marco del Día Mundial de las Ciudades, que tuvo lugar el pasado 31 de octubre.
Como en muchos ámbitos, la pandemia del COVID-19, que parece no tener fin, ha trastocado las dinámicas de los entornos citadinos y puesto en evidencia la necesidad de cambiar la forma en que vivimos y nuestra relación con el medio ambiente si queremos seguir existiendo.
El Plan de Respuesta COVID-19 de ONU Hábitat de 2020 confirma que más de 1,430 ciudades en 210 países se vieron afectadas por esta enfermedad, y que más del 95% de los casos se detectaron en áreas urbanas.
En este contexto sanitario, se agravan los problemas de las capitales como la exclusión y marginación, la inseguridad, los asentamientos humanos irregulares, la violencia, la pobreza y la desigualdad. Se alteran los roles en las familias, sobrecargando a las mujeres que han sido las más afectadas, y se plantean mayores retos de cobertura y calidad en la prestación de servicios.
Cuando se presentan fenómenos naturales o provocados por el hombre que impactan severamente, las ciudades tienen que volverse resilientes; es decir, ser capaces de adaptarse y continuar; de evaluar, planear y actuar, con responsabilidad, para sortear todo tipo de obstáculos. Significa que puedan resistir y recuperarse de una crisis, estar preparadas para proteger y mejorar la vida de sus habitantes, y asegurar su desarrollo.
De acuerdo con datos de la ONU de 2019, se estima que la población mundial alcanzará 9.700 millones en 2050, y como se advertía en el World Cities Report 2016 de ONU Hábitat, el 54% de la población está en zona urbanas.
De ahí la importancia de diseñar ciudades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles, como se plantea en el objetivo número 11 de la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Como parte de sus metas, se busca que las ciudades adopten políticas y acciones que reduzcan el impacto ambiental mediante una adecuada gestión de desechos, o a través de la construcción de espacios verdes, seguros y accesibles, sobre todo para grupos vulnerables; que se planifiquen los asentamientos urbanos; que los recursos se usen con eficiencia, que se garanticen los servicios; y se generen protocolos contra desastres.
Las tecnologías de la información y de la comunicación y otros medios pueden contribuir a mejorar el entorno, los servicios y la atención de necesidades. Ejemplos de ello, son: i) el edificio de oficinas Plus-Energie Bürohochhaus en Austria, que devuelve a la red eléctrica más energía de la que usa, ii) el sistema de abastecimiento de agua de Bombay en India, que ha propiciado una reducción del 50% de las fugas, mediante el uso de contadores inteligentes que se controlan a distancia, o iii) o el huerto urbano que está siendo desarrollado en París por el despacho Valode & Pistre que, valiéndose de una técnica avanzada de hidroponía, pretende alimentar a parte del pueblo francés de manera sostenible.
Cecilia Goya de Riviello, Directora General de Natura, afirmaba que “ser sustentable no es sólo lavar las culpas ni sólo cuidar el medioambiente, sino ser socialmente justo, ser responsable por todo lo que está en mi ámbito de acción, y a partir de ello, también ser económicamente viable”.
Ésta es justo la visión que debe guiar a las grandes urbes, como la Ciudad de México, para que, de forma resiliente, supere las adversidades, y oriente su andar hacia un crecimiento sostenible.
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