En momentos de temor, nuestros peores pronósticos parecen hacerse realidad e impiden que llevemos cualquier problema de la mejor manera posible. Llevamos apenas unas semanas de medidas sanitarias para frenar la curva de contagio del COVID-19 y poco a poco el miedo se transmite con mayor rapidez que la información oficial.
A través del 5511-8575-55, la línea de atención que opera Confianza e Impulso Ciudadano A.C., hemos recibido muchas llamadas en los últimos días con un común denominador: saber cómo podemos manejar la incertidumbre.
No tener certeza sobre el futuro es uno de los miedos más comunes de nuestra especie. Nos deja indefensos ante fenómenos sobre los que no tenemos control o intervención, dos de los rasgos que se fortalecen cada vez que avanzamos en lo tecnológico o lo industrial. Si no podemos vencer, con todo lo que hemos creado, a una enfermedad o a una catástrofe natural, entonces estamos a merced de la fortuna, de la casualidad, y eso nos aterroriza.
De diferentes maneras, muchas personas nos han manifestado esa sensación de falta de estabilidad. Ya sea porque no pueden dormir, tienen pesadillas o sufren de ansiedad en momentos que no piensan que deberían hacerlo, quienes acuden con nuestros especialistas necesitan un apoyo emocional para atravesar por esta crisis de la mejor manera posible.
Cada caso es diferente y no puede tratarse de la misma manera, es un ejercicio de escucha y también de comprensión, una práctica muy humana, pero que se nos ha olvidado con el tiempo. No hay nada de malo en tener miedo, lo que no podemos hacer es ocultarlo y no pedir ayuda.
Para muchos, la salida para ser escuchados es la familia, la pareja o algún amigo cercano; sin embargo, nuestra sociedad se ha desconectado tanto, que de tener un tejido social más o menos sólido, ahora tenemos grandes concentraciones de gente que desconfía una de la otra.
Esa separación social se hace difícil de llevar durante épocas de aislamiento. A diario recibimos llamadas de personas que no encuentran las palabras correctas para explicar lo que les sucede, o peor aún, les da vergüenza platicarlo con alguien más, que en apariencia es un extraño.
No obstante, cuando logran hacerlo, en calma y con la seguridad de que están en manos de un especialista, el desahogo les brinda la paz que tanto buscaban. Estamos para ayudarnos entre todos, aunque suene a lugar común, y creo que ya nos dimos cuenta que no tenemos otra opción.
Si vamos a demostrar la fuerza de la sociedad mexicana, del pueblo mexicano, será por medio de ayudarnos y escucharnos. En las tragedias naturales este proceso es muy rápido en medio de cargas enormes de adrenalina, así que la solidaridad nos sorprende y conmueve, más que hacernos entender que es un proceso que debemos alimentar todos los días desde nuestras casas, calles, colonias y lugares de convivencia.
Tendría que funcionar como los planes de protección civil, es decir, tener un plan de actuación emocional para saber qué hacer en momentos de tanta ansiedad. Ya trabajamos en ello, porque es evidente que por muy avanzados que estemos como especie, seguimos siendo vulnerables a otros habitantes de este planeta, por ejemplo, los virus y las bacterias.
Así que debemos entender que este no es nuestro planeta particular y estamos expuestos a muchos eventos sobre los cuales no hay ningún control posible, a menos de que estemos unidos, bien preparados, con un tejido social fuerte, y una idea de comunidad que hoy nos hace mucha falta.
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