Credos: la certeza y el delirio, la duda y la fe

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Los niveles de certeza varían mucho y proporcionan diversos grados de validez y de impacto a una creencia. Kant distinguía tres clases: la opinión, la fe y la ciencia; pero esta distinción no sólo implica niveles de certidumbre, sino diferencias más generales de sentido. Quizás sea más sencillo distinguir grados crecientes de certidumbre entre la sospecha, la impresión, la opinión, la convicción, la obstinación, el dogmatismo y el fanatismo. El máximo grado de convicción ocurre en esta última y siniestra condición, pues el fanático se adhiere y se identifica tenazmente con sus creencias, rechaza cuestionarlas y por ellas puede exponer su vida o llegar a matar. Un polo opuesto del fanatismo podría ser la indecisión, la cual también suele engendrar dificultades, pues si el obstinado y el fanático se encuentran muy dispuestos a entrar en acción por sus creencias, el indeciso vacila. Aunque no determina a la creencia, la voluntad interviene desde la deliberación, hasta la decisión de actuar o no hacerlo.

Contra el fanatismo
Portada del libro “Contra el fanatismo” (2003) del escritor, periodista y pacifista israelí Amos Oz, Premio Príncipe de Asturias 2007.

En algún modo, la creencia entraña una inferencia de probabilidad y podría argumentarse que el opuesto del fanático no es precisamente el indeciso sino el escéptico (del griego skeptesthai: examinar), un calificativo del agrado de muchos pensadores, académicos y eruditos, en especial cuando se trata de la divinidad y de otras creencias religiosas. El escéptico no afirma ni niega: se abstiene de enjuiciar, duda y descree de algunas proposiciones que desde su perspectiva no tienen o no admiten demostración empírica. Pero también tenemos al agnóstico, término acuñado por el anatomista británico Thomas Henry Huxley, llamado “bulldog de Darwin” por su militancia evolucionista. El agnóstico (de a privativa y gnosos, conocer) es un escéptico especializado y radical, pues cree en verdades científicas pero niega que las proclamadas por la religión, la magia, el ocultismo y sus derivaciones tengan o puedan tener validez. Se ha dicho con frecuencia que el agnóstico es un ateo de clóset.

Los filósofos de la mente difieren en su concepción de la creencia como posible objeto de estudio, y, según el Diccionario de Filosofía de Stanford, se pueden distinguir tres posturas distantes o incluso incompatibles entre ellos. La primera, avalada por Jerry Fodor, es que el entendimiento de sentido común o de psicología popular es básicamente correcto en el sentido que las creencias son entidades mentales definibles y analizables, susceptibles y dignas de estudio empírico. La segunda tesis considera que, si bien la psicología puede probar causas de la conducta sin necesidad de postular creencias, este concepto, según Stephen Stich, tiene utilidad para hacer predicciones o para entender mejor las causas de las acciones, como lo propone Daniel Dennett. La tercera es la posición más severa, pues defiende que el concepto mismo de creencia es equívoco e imposible de analizar empíricamente, por lo que Patricia Churchland argumenta que debe ser evitado en todo proyecto científico que pretenda entender la mente y el comportamiento.

escepticismo
Ilustración de la página Skeptic (escepticismo en el sentido etimológico de análisis o indagación.

Ahora bien, la discusión filosófica ha ocurrido al margen de los métodos y análisis científicos que han logrado definir, inducir o medir creencias en la psicología cognitiva y analizar sus correlatos neurobiológicos mediante imágenes cerebrales. Por ejemplo, se conoce que cuando un sujeto afirma creer en un predicado particular, sea religioso o no, se activa su corteza cerebral prefrontal ventromedial. En la actualidad es posible mantener que la creencia es una categoría y capacidad cognitiva que puede ser abordada por diversas disciplinas, como la psicología, la lingüística, la narrativa, la religión comparada, la neurociencia o la fenomenología, de tal manera que esta amplia plataforma transdisciplinaria hace posible su abordaje y mejor comprensión. Michael Shermer, historiador de la ciencia y escéptico autoproclamado, ha analizado cómo las creencias nacen, se refuerzan, se retan y se extinguen en la política, la economía o la religión. Concluye que el cerebro humano está evolutivamente diseñado como un “motor de creencias,” de tal forma que las personas primero albergan una creencia y luego la respaldan con evidencias. Arguye que en el curso de la evolución esto fue ventajoso para detectar pautas previsibles de todo tipo y éstas, una vez determinadas, fueron insufladas de significados.

libros de escepticismo
Portada de “El cerebro creyente” y de “Cómo creemos” del estadounidense Michael Shermer, historiador de la ciencia y fundador de la Sociedad de Escépticos.

Por su parte, la psicopatología ha proporcionado nociones muy valiosas para el entendimiento de la creencia. El delirio es el caso más relevante, pues se ha definido como una falsa creencia y la literatura psiquiátrica ha descrito detalladamente delirios de control, de referencia, de persecución, de grandeza, de infestación o de celos. El gran psiquiatra y fenomenólogo existencialista Karl Jaspers consideraba a los delirios como patologías del sistema de creencias por estar enraizados de manera anómala y constituir certezas impermeables a la evidencia. Las cuatro alteraciones cognitivas del delirio serían la convicción sólida, la incorregibilidad, la imposibilidad y la ininteligibilidad. El o la paranoide cree firmemente que es acechado y perseguido, aunque se le pueda probar objetivamente que no es así, o demostrar la incoherencia o imposibilidad de la amenaza que siente. Algunos estudios indican que los pacientes delirantes presentan un sesgo en el razonamiento probabilístico consistente en buscar menos información para llegar a una inferencia. La relación entre el contenido de la creencia como un juicio consciente y la naturaleza de la realidad es relevante para el peliagudo tema de la verdad y que no corresponde elaborar en este momento.

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Portada de el libro “The God delusion” (“El delirio sobre Dios”) y su traducción al castellano como “El espejismo de Dios” del biólogo evolutivo Richard Dawkins, donde propone que creer en Dios es un delirio; ¿es acertada esta idea?

En The God delusion (“El delirio sobre Dios”) de 2008, el conocido biólogo evolutivo y analista de la ciencia, Richard Dawkins, aventuró que las creencias religiosas son delirantes pues no existen pruebas de la realidad de sus contenidos, empezando por la existencia de Dios y otros entres sobrenaturales. Sin embargo, no hay mayor similitud entre el delirio del psicótico y la convicción religiosa. Pareciera ser que Dawkins equipara toda creencia religiosa con la superstición, un tipo de creencia mágica, pero ésta tampoco podría siempre etiquetarse como delirante, porque no suele encuadrarse en una psicopatología personal, sino en una conseja compartida. A diferencia del delirio que invade la conciencia de quien lo padece, el creyente sincero de alguna religión organizada se adhiere voluntariamente y por medio del insight o la esperanza a creencias de amplio y largo arraigo que suelen estar argumentadas y debatidas por sus teologías. También en contraste con el delirio individual y subjetivo, la fe es comunal e intersubjetiva y se expresa en ceremonias públicas de rito y culto. Por lo demás, la duda es frecuente en la fe y, para algunos teólogos y pensadores, el estado de duda, preocupación e indagación sobre cuestiones trascendentales, es la actitud que mejor caracteriza a la fe.

Dado que toda creencia es provisional y tentativa, la disposición a revisar las propias creencias de acuerdo con nuevas observaciones, razones y evidencias es un signo de madurez. Es necesario el desapego o el desprendimiento de la persona en referencia a sus creencias para facilitar su valoración, verificación, rectificación o su cancelación. Esta actitud crítica e inquisitiva es propia de la labor científica para procesar las conjeturas metódicas denominadas “hipótesis de trabajo,” las cuales son creencias justificadas por la lógica y la evidencia para explicar una incógnita que deberán ser sometidas a pruebas, validaciones o refutaciones mediante la investigación y la experimentación empíricas.


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