De lo lógico a lo ideológico en la economía

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Como era de esperarse, el gobierno estadounidense cerró parcialmente sus operaciones a partir del día primero de octubre de 2013.

El cierre se debió a que la Cámara de Representantes, controlada por el Partido Republicano (PR), se opuso a la Cámara de Senadores, liderada por el Partido Demócrata (PD), para la autorización del presupuesto anual de los Estados Unidos (USA)

El PR sustentó su posición al proponer el retrasar un año la puesta en marcha de la Ley de salud, ya aprobada por ambas cámaras, promovida por el Presidente Obama.  La ley permite, por primera vez en su historia, que todos los norteamericanos puedan gozar de un seguro de salud, que sería subsidiado con recursos presupuestales, para aquellos que así lo requieran.  La falta de acuerdo se debió, en palabras del Presidente Obama, a que USA es “rehén de una cruzada ideológica” (El País, miércoles 2 de octubre de 2013).

La enfática aseveración presidencial puso el acento del problema presupuestal, convencionalmente más técnico que político, en el reino totalmente de lo ideológico, de una manera clara y sin ambigüedades.  La posición presidencial no tan sólo refleja la naturaleza actual del problema ingente de USA, sino también la manera de como un conflicto ideológico ha llevado al absurdo de querer retrasar la aplicación de una ley transcendental, aprobada previamente por los dos partidos nacionales de USA.

Aún más, el conflicto evidencia un choque ideológico aún al interior del mismo Partido Republicano.  Por ello el veterano Senador republicano John McCain advirtió que la pugna “ya no es percibida como una entre las posiciones de demócratas y republicanos, sino como un conflicto entre republicanos […] Algo que sólo puede debilitar al partido (La Jornada, Economía, martes 1 de octubre de 2013).”  Por lo que un problema presupuestal y económico ha migrado plenamente al terreno de lo político; hecho que a los economistas convencionales puede resultar extraño y fuera de sus libros de texto.

Convencionalmente se asume que la política económica se define sobre bases de racionalidad económica, en la que el homo economicus busca la maximización de la utilidad, la mejor asignación de los recursos, el logro de la mayor satisfacción, a partir de un adecuado procesamiento de la información.  Sin embargo, tal disfuncional y heroico supuesto choca con la realidad y la conducta de los gobernantes y por lo tanto, de los propios economistas.  Más recientemente, se ha asumido que las decisiones económicas se sustentan bajo un principio de objetividad, en la que las preferencias de los “técnicos” están ausentes, por lo que no debe haber interferencia política alguna.  De allí que se haya promovido tan arduamente la necesidad de la autonomía de los bancos centrales, para que la política no interfiera las decisiones monetarias.

Todo ello hace creer, en países como México, que los economistas en funciones públicas son ajenos a toda desviación ideológica y que sus conductas son unidimensionales y unidireccionales.  Es más, entre el gremio de ellos mismos, los economistas que no lo piensen así son disimuladamente excluidos y calificados técnicamente como menores.  Es por ello que en muchos casos las elites de economistas en las esferas de poder entran en un proceso endogámico, de reproducción interna, clausurando las puertas a otros economistas y profesionales que se pliegan a la supuesta racionalidad económica.

José Luis Pérez Hernández (JLPH), brillante economista, traductor de libros técnicos, obtuvo a principios de los 1970´s su licenciatura en el ITAM, con la tesis denominada “De lo lógico a lo ideológico dentro de la Economía”.  En la tesis argumentó la existencia de una carga finalmente ideológica en las decisiones económicas.  Con ello demostró que toda decisión económica sólo puede ser entendida desde el dominio de la economía política.  Por lo que no puede haber política económica, sin política.  Así, sólo se puede entender la política económica desde la esfera de la economía política

La crisis en marcha ha abierto en USA, el Reino Unido, y en Europa, en general, claramente un debate técnico entre los economistas, pero también notoriamente una discusión política; particularmente en materia de las responsabilidades sociales del estado, el banco central, y los gobiernos democráticamente electos.  Al final de la discusión, de tanta tinta corrida y del quebranto de tantos ciudadanos, los posicionamientos técnicos han terminado por asignarse y decantarse en el espacio enteramente de la política y la ideología.

Los economistas conservadores están en contra del activismo económico y social del estado y del gobierno.  La responsabilidad de estos, se asume, es no intervenir ante la eventualidad de la inadecuada marcha de la economía y de los adversos resultados que socialmente pueda producir.  Se piensa que la economía puede operar en automático.  Los economistas liberales y progresistas, asignan al estado y al gobierno un carácter tutelar y de responsabilidad para que el sistema económico opere eficazmente y eficientemente en beneficio del consumidor y del sistema capitalista mismo.  Se parte de que no puede haber mercado sin estado.

De esta forma, no puede haber política económica sin economía política, tal como se consideró en los albores de la ciencia lúgubre, especialmente por los economistas calificados como “clásicos”.  Tal aceptación prevaleció hasta principios del siglo XX, cuando la ciencia económica era dominada por el pensamiento europeo, aún por los economistas conservadores de la escuela de Viena.  Después, con la emergencia de USA como país dominante del pensamiento económico, la preeminencia de la económica política dio pasó a la política económica.

En la Universidad de Cambridge, en UK, la ciencia económica a mediados de los 1950´s se enseñaba como parte de las ciencias morales.  En este devenir, la historia de las ideas económicas se enseñó hasta los 1970´s como historia de las “doctrinas” económicas.  Contexto histórico y circunstancia política eran bases para explicar la emergencia de las ideas y doctrinas económicas, como también lo eran para entender el surgimiento de las teorías.  Hoy todo eso parece olvidado.

Si las políticas económicas no son ajenas a una carga ideológica y política, el comportamiento de los otros agentes económicos –las familias y las empresas- tampoco está exento de un perfil psicológico que permea socialmente como una preferencia ideológica o política.  De esta manera el comportamiento de familias y empresas tiene un alto grado de influencia en los fenómenos económicos.

John Maynard Keynes, en su recordaba obra La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, de 1936, acuñó el término animal spirits (espíritus animales), para explicar “[…] la inestabilidad (económica) que resulta de las características de la naturaleza humana […].  Keynes señaló que las decisiones para hacer algo que estimamos es positivo es el resultado de los “espíritus animales”, producto de un resorte espontáneo que impulsa a la acción de preferencia y cuyos resultados se ven en el tiempo.  El maestro de Cambridge enfatizó que los “espíritus animales” desempeñaron un rol importante para explicar la gran depresión del 29.

Tal visión actualizada serviría para explicar las decisiones de los consumidores a partir de su confianza, y su posible efecto respecto al futuro económico general.  Por lo que hoy el índice de confianza es un indicador adelantado para saber cómo se podría comportar el consumo a futuro.  Con una mayor extensión de su aplicabilidad y generalización, se podría pensar también en los “espíritus animales” para explicar el comportamiento de las empresas.  Pero, además, ello puede reflejar la percepción que los agentes económicos tienen del propio gobierno en su toma de decisiones.

La atrevida idea de Keynes de los “espíritus animales” ha servido para explicar las expectativas que asumen racionalmente los agentes económicos¸ teoría desarrollada formalmente en la escuela de Chicago en los 1980´s.  Tal enfoque desvirtúa la importancia del carácter psicológico del comportamiento humano, al tratar de inscribirlo de nuevo en la conducta racional del homo economicus.

En 2009, George Akerlof (Nobel de Economía 2001) y Robert J. Shiller publicaron el libro Animal Spirits: How Human Psychology Drives the economy, and Why It Matters for Global CapitalismAkerlof y Shiller argumentaron que la crisis global ha hecho dolorosamente claro que poderosas fuerzas psicológicas han puesto hoy en peligro la riqueza de las naciones.  Por lo que refirmaron la necesidad de un rol activo del gobierno en la toma de decisiones económicas, ante el reconocimiento de la conducta recesiva de los “espíritus animales.”

Obviamente, la administración de los espíritus animales requiere de la mano firme del gobierno, dado que los mercados por si solos no lo hacen no operan como era de esperarse.  La mano visible del estado hoy es más necesaria para poder salir de la crisis.  Ese debe ser el objetivo inmediato de la economía política, para que haya lógica en el ámbito técnico de la economía.  Ello impone que la voluntad política se manifieste, de otra manera la ideología terminará ahogando a la más elemental lógica económica.

Es indiscutible que en medio de una crisis los “espíritus animales” inundan todos los espacios y se manifiestan en todos los actores económicos.  Estos espíritus, como en USA, pueden exacerbar las consecuencias de una ideología que más que absurda es evidentemente autodestructiva.  Lo dijo ya Christine Largarde, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la Universidad George Washington, “El cierre del Gobierno (de USA) es suficientemente malo, pero el fracaso para aumentar el techo de la deuda sería por mucho peor” (Financial Times, Thursday Octuber 03 2013, Breaking News), añadiendo, por lo tanto, que esto debe ser resuelto tan rápido como sea posible.

A partir del 17 de octubre es probable que USA se declare insolvente para poder honrar su deuda, que es una de las más grandes del mundo.  Si no hay una responsabilidad lógica y elemental para los asuntos domésticos, es posible que los asuntos externos ni existan en el “mundo” ideológico de algunas fuerzas políticas de USA.

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