Ni buena ni mala, pero tampoco neutral. Planteó así, hace tiempo, en una de sus más famosas y tempranas sentencias sobre la tecnología y su papel en la era actual, el hoy ministro del Gobierno español, Manuel Castells.
Lejos de los primeros augurios que señalaron a Internet como el epítome de la democracia y a la nube como la manifestación de la misma, representantes de las más grandes corporaciones digitales están siendo llamados a cuentas por congresos y gobiernos.
Hace pocas semanas, el Congreso de los Estados Unidos abrió una serie de audiencias en las participaron los CEOs de cuatro de los más grandes corporativos globales: Google, Facebook, Amazon y Apple.
Los legisladores norteamericanos citaron a Sundar Pichai (Google), Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook) y Tim Cook (Apple) a propósito de sus prácticas como actores dominantes en materia de comercio electrónico y redes sociales.
De Serguéi Brin, fundador de Google, quien en 2005 confiaba en que la naturaleza de la red la haría inherente al afianzamiento de las democracias, pasando por John Perry Barlow y su idea de que Internet representaba la más grande fuerza que la humanidad hubiera descubierto nunca, hoy, la visión es más moderada, por decir lo menos.
El asunto fue detonado a gran escala, se sabe, por la proliferación de noticias falsas que incidieron sobre la elección presidencial en Estados Unidos en 2016, y no menos, por los indicios de la intervención de terceros países, a través de las plataformas digitales.
En Europa, sin embargo, el tema es anterior y de naturaleza más amplia que el modo cómo lo asumen los norteamericanos.
Al respecto, Marietje Schaake, eurodiputada de origen neerlandés, señala enfática que donde se prometió un poder emancipador, nos hemos encontrado con el crecimiento monopólico centrado en muy pocos jugadores.
Debería ser una preocupación general, dice la también militante de Democracia 66 en Países Bajos, la invisibilidad con la que el creciente poder de las corporaciones digitales privadas actúa e influyen sobre el ámbito público.
Schaake ha venido insistiendo en ese sentido, en la necesidad de conformar una cada vez más amplia coalición de países que actúen en términos del diseño e implementación de políticas públicas tanto a nivel nacional como multilateral, que ponga a resguardo el sistema de libertades y derechos, esos sí, inherentes a la democracia. En una reciente colaboración para el diario neerlandés NRC, escribe la también miembro fundadora del Grupo especial para la Agenda digital del Parlamento europeo:
Nos hallamos frente al avance silencioso del poder privado en el ámbito digital que trastoca responsabilidad que atañe esencialmente a lo público.
Dice Schaake, este avance toca las tareas centrales del Estado: desarrollar Inteligencia Artificial, construir y operar infraestructura crítica (y protegerla), desarrollar tecnología para la defensa…o acuñar monedas digitales.
Para luego agregar: Para que la democracia sobreviva, el poder y el contrapoder deben estar estructuralmente equilibrados. Se necesita urgentemente una coalición de países democráticos que esté comprometida con esto.
Por su parte, a principios de septiembre, bajo el auspicio de la presidencia alemana de la UE, la parlamentaria europea Margrethe Vestager, señaló que: Los mercados en línea de Europa deberían ser ecosistemas vibrantes, donde las empresas emergentes tengan una oportunidad real de florecer. No deberían ser tiendas cerradas, controladas por un puñado de plataformas de vigilancia, dijo la parlamentaria danesa.
Ciertamente, una parte del intenso debate que se ha establecido, aun con la pandemia en marcha, refiere al comercio.
Mas, no se agota en las transacciones que en este orden se pueden realizar, sino que atraviesa elementos que se relacionan con la propia interferencia de los intereses privados ahí donde debe predominar el interés público.
El sector público está ahora rezagado en cuanto a conocimientos, salarios y talento, señala Schaake, lo que impide que los reguladores garanticen que las empresas de tecnología operen dentro de los marcos legales.
Tres aspectos resultan centrales para la parlamentaria neerlandesa: las asimetrías que pueden derivar de los desarrollos basados en Inteligencia Artificial, la captura de datos e interferencia malignas a través de softwares espías, y el garantizar las libertades democráticas esenciales.
Proveniente de una de las democracias más sólidas, como lo es la de Países Bajos, Schaake afirma con toda convicción que la privatización y digitalización de tareas centrales también toca elementos filosóficos esenciales de la democracia liberal, como la libertad de elección, la competencia leal, la no discriminación y la justicia.
Del mismo modo, dice, al subrayar el papel que a nivel geopolítico juegan estos grandes actores del mundo digital, no se puede separar el lazo entre el desarrollo de la Inteligencia Artificial y tecnologías abocadas al espionaje.
Es necesario prevenir una expansión tecnológica vinculada con regímenes autoritarios en los que la política de supresión de libertades individuales sea la norma cotidiana.
No es aún demasiado tarde, confía Schaake, para reducir el poder los Corporativos digitales en el mundo. La cooperación entre los países es, sin embargo, indispensable.
La neutralidad de la tecnología es una responsabilidad pública, es decir, de los Estados, tal como lo es resguardar las libertades esenciales.
Porque eso son; esenciales.
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La legislación del empleo de la tecnología se ha quedad atrás de los avances de la misma, lo cual obliga a los países a hacer compromisos para proteger la democracia e infaliblemente compromete a los gigantes de las redes a emplear su conocimiento en contribuir a la creación de la legislación y también a detectar todo aquello que coarte a los usuarios en su toma de desiciones. Estamos ante un problema que es de todos.