Diferentes épocas, mismo horror

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La República Mexicana ha recordado este 19 de septiembre con un minuto de silencio -símbolo de duelo nacional- y como honra a los fallecidos por los seísmos de la fecha homónima en dos momentos: 1985 (8,1 grados escala de Richter, con cifra inexacta de fallecidos por la diversidad de versiones); 2017 (de magnitud 7,1, con casi 400 fallecidos). Ambos afectaron y devastaron ciertas partes de Ciudad de México. En ambas ocasiones ha sido mayormente afectada la entidad federativa y su zona metropolitana. El terremoto del 2017 acaeció precisamente en el contexto de la realización de simulacros de evacuación y reacción para afrontar emergencias como éstas.

Para empezar, es importante destacar el espíritu mexicano “bravo” y tesonero de marchar ante la adversidad, así como la solidaridad desplegada por voluntarios, cuerpos de socorro, instituciones educativas y enviados internacionales que se sumaron a la compleja labor de rescate a lo largo y ancho de la capital mexicana (afectada por la catástrofe con el temblor de 7,1 acaecido en la megalópolis norteamericana por esta fecha del pasado año).

Creo que la facilidad en la concesión de permisos de construcción, ya lo señala la periodista mexicana Ángeles Aguilar, quien -con base en datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco)- refiere que en la concesión de permisos y licencias de construcción a nivel federal “predomina” cierta opacidad, pues en relación a dichos trámites solamente el 16% de los municipios cuenta con información clara y completa del estatus de los mismos. Lo anterior da pie a pensar en que la ambición desmedida de ciertos grupos o personas particulares -favorecidos por la corrupción y la tolerancia “a propósito” de los servidores públicos- no deja espacios para la reflexión sobre los potenciales efectos o daños que podrían dañar a otros (muchas veces en situaciones de vulnerabilidad) por situaciones de marginalidad, pero también por la falta de políticas públicas de reasentamiento y readecuación de ciudadanos residentes en zonas sensibles a efectos devastadores de los terremotos; además de una rigurosa cesión de permisos para construir nuevas edificaciones con criterios antisísmicos.

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Derrumbe del edificio ubicado en Álvaro Obregón 286, Roma Norte, 19 de septiembre 2018 (Foto: BuzzFeed News).

Lo anterior, a través de una sostenible y progresiva acción en los diversos estamentos federales, como medidas preventivas para evitar que sucesos de tal magnitud vuelvan a ceñir de dolor y desorientación a una sociedad como la mexicana, caracterizada por el emprendedurismo, el espíritu de solidaridad para los próximos de diferentes latitudes y una incesante lucha por el progreso y alcanzar el merecido “estado de bienestar”.

Por otra parte, las cinco placas tectónicas -de acuerdo a expertos del Servicio Sismológico Nacional (SSN)- en las que está asentado el hermano país azteca y, particularmente, la densidad de población de la urbe cosmopolita, deben motivar incluso la generación de contenidos escolares de educación formal que desde preparatoria hagan hincapié en los riesgos de convivir con el “enemigo” y cómo evitar los embates de tal naturaleza, convirtiendo así la prevención en una cultura ciudadana para evitar desgracias, así como pérdidas humanas y materiales a raíz de la acción destructora de estos fenómenos.

Las cinco placas tectónicas, Norteamérica, Cocos, Pacífico, Rivera y, la del Caribe, sobre las que está establecida la república han sido como una especie de salteadores que se activan cuando los ciudadanos menos lo esperan, de manera tal que siempre deben mantenerse en orden las cosas y sistemas de vida cotidianos; además del conocimiento apropiado en escenarios diversos para saber actuar ante tales circunstancias.

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Edificio derrumbado en el sismo de 1985, Ciudad de México (Foto: Manuel Escalera).

Creo que el hecho de haber constituido el Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC), después de los eventos de 1985, como una instancia estratégica de respuesta rápida ante tales situaciones, ha sido un avance extraordinario en la materia, con la acertada asesoría de científicos dedicados al estudio del planeta Tierra, urbanistas, arquitectos, ingenieros, psicólogos, etc.

En definitiva, México es un país que debe seguir demostrando esa energía que nos contagia para construir un mundo más seguro para todos, como un líder global.

¡A México y a los mexicanos y mexicanas que le hacen grande, el saludo de respeto y admiración. Qué Dios les bendiga!

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