No cabe duda que la pandemia de la COVID-19, enfermedad causada por el SARS-CoV-2, ha venido a trastornar la vida de la mayor parte de la sociedad y lo ha hecho en muchas esferas desde el punto de vista social, económico y sanitario. El aislamiento al que hemos visto necesario que toda la población nos sometamos, en un intento de disminuir la dispersión del padecimiento, ha acarreado múltiples y diversas consecuencias; aunque una buena parte de los miembros de la sociedad han entendido la necesidad de hacerlo y la van aceptando de manera disciplinada, otra parte no la ha respetado por no compartir la importancia de la contingencia; también muchos otros no la han podido respetar porque sus actividades laborales no se los permiten.
En general, el temor a la enfermedad y el mismo confinamiento han causado angustia y en ocasiones enojo. La imposibilidad de continuar las actividades de trabajo ha acarreado consecuencias económicas muy importantes y que aún no conocemos sus alcances, pero que se vaticina como enorme. Los daños sobre la salud han sido enormes, con muchos enfermos alrededor del mundo, incluido nuestro país y desafortunadamente con muchos fallecimientos, en México más de 1000 hasta ahora; esto ha sometido al sistema de salud a un reto que va enfrentando.
En mi opinión, la mayor debilidad que enfrentamos es el escaso conocimiento que tenemos sobre COVID-19. Estamos ante un nuevo virus que causa una nueva enfermedad y los primeros casos fueron reportados hace apenas cinco meses en China, donde parece haberse iniciado lo que después se convirtió en pandemia. Quienes tenemos algún tiempo de ejercer en la medicina, ya nos hemos enfrentado a la aparición de padecimientos nuevos, como en el caso del grupo de manifestaciones ocasionadas por el HIV, que a pesar de su severidad y la enorme repercusión social y sanitaria, su forma de extenderse era diferente y permitió ir controlando sus repercusiones, y al cabo de un tiempo se consiguieron enormes logros.
Primero se logró establecer medidas preventivas que han conseguido frenar la extensión de la infección, por otro lado, el padecimiento desencadenó una gran investigación en el área de antivirales y actualmente el SIDA ha pasado de una enfermedad que ocasionaba el fallecimiento de los enfermos en corto tiempo y en condiciones de gran deterioro de la calidad de vida, a un padecimiento crónico que puede ser incluso asintomático y que hasta ahora permite una sobrevida larga; pero para llegar a esto tuvo que pasar mucho tiempo. La infección por virus A (H1N1) de influenza en 2009, fue una variante de una enfermedad ya conocida y en unos meses se había logrado obtener la vacuna que fue permitiendo contender con la pandemia.
La COVID-19 es una enfermedad nueva causada por un virus específico hasta ahora desconocido y nos enfrentamos, además, a que tiene unos mecanismos de difusión o dispersión muy particulares, ya que lo hace de manera muy eficiente para el virus. Se ha ido pudiendo establecer que el periodo de incubación oscila entre 7 y 10 días, el curso de la enfermedad no ha podido ser establecido de manera precisa, aunque ya está claro que son factores de riesgo: la edad avanzada, la obesidad y el sobrepeso, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, el embarazo, entre otros. No conocemos el papel que juegan el volumen de la inoculación, la vía; si realmente el virus tiene características neurotrópicas y viaje, cuando menos ocasionalmente, a través del nervio olfatorio y de los que transmiten el sentido del gusto, lo que puede hacer algunos casos además de curso grave, rápido. No sabemos plenamente si ocasiona, como se dijo inicialmente, un estado de hipercoagulabilidad, que puede ser de mal pronóstico y que puede combatirse con anticoagulación precoz; por cierto, aunque no ha sido plenamente probado, en los esquemas terapéuticos se incluye el uso de heparina desde el inicio.
Asimismo, hemos ido aprendiendo que el cuadro más frecuente, tos, odinofagia, anosmia y fiebre, de manera frecuente puede ir precedido por otras manifestaciones como diarrea y vómito (8%), o manifestaciones cardíacas (6%), entre otras formas. Desconocemos el número de individuos que han cursado la enfermedad de manera asintomática o con manifestaciones tan discretas que fueron desapercibidas. Esto puede ser de particular importancia porque el número de contagios sólo puede abatirse cuando un porcentaje de la población (de 60 a 75%) sea inmune.
En México el número de pruebas de diagnóstico ha sido muy bajo, es decir, el valor de pruebas para el diagnóstico agudo en enfermos no graves y la determinación de anticuerpos. En España y en Italia se ha puesto en marcha estudios que intentan determinar esta situación, para ello van a realizar el análisis de varias decenas de miles de individuos para determinar los porcentajes de la población que tienen anticuerpos, y lo van a alargar algunas semanas para saber si la inmunidad es duradera, porque para colmo, hay algunos reportes –si bien es cierto que aislados– de que la inmunidad generada pudiera no ser duradera.
En cuanto al tratamiento la situación también es muy incierta, ya comentábamos lo concerniente a la anticoagulación con heparina. De alguna manera no se ha determinado precisamente el número de enfermos que requieren apoyo respiratorio, los reportes son muy variables, la mortalidad de los que lo requieren es muy alta, aunque los reportes también tienen variaciones que posiblemente tengan relación en la capacidad de las unidades de cuidados intensivos que reportan estos resultados. A los médicos nos causa una gran incertidumbre enfrentarnos a un padecimiento que no tiene un tratamiento específico, esto se incrementa cuando el padecimiento es muy grave. Se han ido haciendo reportes aislados de medicamentos; inicialmente parecía muy esperanzador el uso de cloroquina o hidroxicloroquina con o sin azitromicina; pero el entusiasmo inicial ha ido disminuyendo; se probó con interferón e inmunoglobulina, sin resultados claros.
Se han probado varios antivirales y en este momento los resultados actuales con Remdesivir parecen alentadores, aunque los estudios realizados hasta el momento no permiten saber si realmente puede ser un recurso que disminuya la duración de la enfermedad, el paso de COVID-19 a fases graves y sobre todo la mortalidad. Todos estos medicamentos han podido ser probados porque todos ellos habían sido utilizados en otros casos y, por tanto, habían demostrado su inocuidad o cuando menos su seguridad en el uso humano. No se debe perder la oportunidad de hacer estudios para determinar la eficacia terapéutica de diferentes productos, por tal razón es necesario que se realicen de manera escrupulosa y poder obtener resultados útiles.
Un problema especial es el que constituye la atención de los enfermos –además de lo ya comentado– y los recursos que se requieren. Dejando para otra ocasión muchos de estos aspectos, voy a comentar el riesgo que los trabajadores de la salud enfrentan al contender con la COVID-19. En México no tenemos datos precisos en cuanto a personal infectado ni el número de ellos que ha fallecido como consecuencia de la infección por SARS-CoV-2. En un reciente resumen se hizo saber que más de 43 mil miembros del personal sanitario –como ellos llaman a los trabajadores de la salud– han resultado infectados, y que más del 10% han fallecido. Decíamos que estos datos no son precisos entre nosotros, pero hemos sabido de varios casos de amigos cercanos que han resultado enfermos y que incluso han fallecido. En España se han certificado 43,956 casos de COVID-19 entre el personal de salud con una mortalidad cercana al 10%, los informes destacan muchos casos de médicos y enfermeras de atención de primer nivel. Entre nosotros he sabido de varios casos de médicos enfermos que estando en el hospital no estaban encargados de la atención directa de los pacientes, si no en otras labores dentro del hospital.
Independientemente de poder atribuir la infección y el diverso nivel de la enfermedad a la polémica de la distribución del equipo protector y su calidad, creo que la falta de conocimiento juega un papel esencial en estos casos, no sabemos muchas cosas del virus y un aspecto importante es el entrenamiento en el manejo del enfermo y el equipo protector. Destaco que el único caso de Ébola en Europa fue consecuencia de errores en el manejo del equipo protector por una enfermera que atendía a un paciente trasladado desde África.
Se habla de una vacuna, ojalá pueda estar disponible pronto, hay varios investigadores notables de prestigiosas instituciones empeñados en encontrarla, pero seguramente pasará un tiempo, que siempre resultará largo, para que esté disponible de manera amplia.
El caso es que estamos ante una pandemia que se ha extendido muy rápidamente, que se propaga con facilidad y que ocasiona una gran mortalidad, que sólo tenemos cuatro meses de haberla descubierto y que al mismo tiempo que la enfrentamos la vamos conociendo, así que seguramente para poderla combatir debemos saber más sobre el virus y la enfermedad.
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Queda claro ques esta pandemia es una gran lección de la que todos debemos aprender y prepararnos para que en la siguiente, que inevitablemente vendrá, las carencias sean menores y se aproveche la experiencia de quienes se han esforzado para limitar sus estragos Es indispensable fortalecer nuestro sistema de salud, empeñarnos aún más en la medicina preventiva y en preparar mejor a nuestros médicos. Ojalá los políticos también se preparen se sensibilicen y en verdad busquen el bienestar de todos y no solo el de ellos.
Tomémos esta epidemia como una gran lección
Doctor Ramiro gracias por explicar y dar más detalles sobre éste terrible virus, que nos tiene con un gran temor al contagio. Lo que entiendo es que no se sabe con certeza de un medicamento que cure o disminuya esta enfermedad. Y como usted hace referencia a la deseada vacuna que ya está en estudio, en investigación, esperemos que pronto se encuentre y esté disponible a nivel mundial.
De acuerdo: hay que combatirla y de paso conocerla.