Dos dualidades: mente-cuerpo en Platón y forma-materia en Aristóteles

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Hemos repasado el arranque de las concepciones antípodas de una sola realidad del cosmos en dos civilizaciones primordiales: el idealismo absoluto en la India y el materialismo griego de los filósofos presocráticos. A diferencia de estas dos tesis monistas, en el periodo clásico de la cultura griega el ateniense Platón (428-348), considerado con frecuencia el mayor filósofo de la antigüedad, planteó que alma y cuerpo son dos elementos verdaderos y distintos, lo cual instituye el dualismo de sustancias o esencias, es decir, una dualidad ontológica o metafísica. Es patente que, para este coloso del pensamiento occidental, el mundo de las ideas impera más allá de los objetos ordinarios y, en referencia al problema mente-cuerpo, nos atañe examinar esta tesis con cierto detenimiento.

Más allá de la naturaleza visible, en un ámbito sobrenatural independiente de la realidad física, se hallaría el mundo platónico de las Ideas o Formas Eternas. Éstas son ideales y arquetipos inmateriales, mientras los cuerpos y las cosas visibles son sus copias efímeras e imperfectas. Esa realidad eterna sin distintivos físicos sólo es accesible mediante la Razón, lo cual supone que las Formas no sólo hacen posible a los objetos, sino que estos sean inteligibles. El ser humano es entonces de naturaleza dual: percibe el universo material con los sentidos de su cuerpo y sólo puede avizorar el prístino ámbito de las Formas con su intelecto.

Platón propone además que existen tres almas en cada ser humano, una racional ubicada en el cerebro, otra irascible emplazada en el pecho y una tercera concupiscible en el abdomen. La más excelsa, la racional, es semejante a los dioses y es capaz de albergar y utilizar el conocimiento. Esta alma inmortal pugna por elevarse al ámbito afín de las Formas Eternas y por ello el deseo de saber es para el ser humano una sed permanente que sólo se satisface con el conocimiento verdadero.

Al proyectar esta distinción rotunda entre alma y cuerpo, Platón puede ser el promotor más remoto del dualismo. Su influencia ha sido enorme, no sólo por la sistemática y racional argumentación que establece como método filosófico indispensable, sino también porque la noción de un alma eterna prisionera de un cuerpo material y efímero fue adoptada y adaptada por el cristianismo. Pero el platonismo no sólo impacta a la esfera religiosa o teológica de la cultura occidental, sino que aflora de manera inusitada en uno de los campos más fundamentales y formales de las ciencias: el de las matemáticas.

Leonardo da Vinci, Dodecaedro
Dibujo de Leonardo da Vinci para el libro De Divina Proportione de Luca Pacioli. El dibujo, datado en 1510, se titula Duodecendron elevatus vacuus y representa uno de los “sólidos platónicos,” figuras tridimensionales que surgen de reglas geométricas. Los realistas matemáticos argumentan que son ejemplos de arquetipos platónicos.

En efecto, algunos investigadores de esa disciplina se declaran platónicos al reconocer que los hechos matemáticos no sólo son productos de la mente, sino que existen fuera de los seres humanos. Así como los geógrafos, los astrónomos o los naturalistas descubren una región de la tierra, una galaxia en los cielos, o un roedor sin ojos en una cueva, los matemáticos descubren formas, reglas o pautas que están en el mundo, pero no de forma visible o palpable, sino como leyes y realidades fundamentales que rigen el cosmos, es decir, como las Formas Eternas de Platón. Se trata literalmente de un realismo matemático.

En una versión derivada pero diferente del dualismo propugnado por su maestro Platón, Aristóteles de Estagira (384-322) pensó que toda realidad tiene dos componentes distintos: su materia y su forma. En esta dualidad, la forma es lo que determina a la materia para ser lo que es. Por ejemplo, lo que estipula a una especie de árbol es su forma general y las particulares morfologías de sus hojas, flores o frutos. Por contraste, la materia del árbol sería la madera, cuya estructura dura y leñosa comparte con otras especies de árboles. Aristóteles planteó que la mente es la forma del cuerpo, una aseveración abstracta que puede ser más clara si se considera al comportamiento como forma y al cuerpo como materia. Examinemos el ejemplo.

Una conducta es una forma del cuerpo en movimiento y tiene una función operativa, expresiva y de comunicación de procesos mentales, en tanto que su base fisiológica o material consiste en actividad muscular. Desde luego que la conducta es impensable sin la base corporal por lo que el cuerpo dinámico es una unidad, aunque la acción en movimiento y su soporte muscular tengan ostensibles diferencias en su expresión manifiesta y sus perspectivas de análisis. En efecto, un movimiento corporal intencional, una conducta, puede ser analizada por la psicología o la etología en términos de expresión y comunicación, como sucede con los gestos faciales que exteriorizan y comunican emociones determinadas o los movimientos amenazantes que expresan ira y son descritos como agresión. Pero estos movimientos también pueden ser analizados por la fisiología como contracciones y elongaciones de ciertos músculos, con todo su cortejo de procesos bioquímicos que llegan hasta la polaridad en la membrana de las células.

Sería desencaminado tratar de explicar plenamente la conducta en términos fisiológicos, pues abarca elementos expresivos o simbólicos que no se resuelven sólo por la composición o la mecánica del cuerpo, sino por su forma y significado. Este mismo principio puede aplicarse a la mente y al cerebro como dos aspectos y perspectivas de un proceso singular de naturaleza psicofísica o psicofisiológica que se analiza por separado en su fenomenología consciente y en su base nerviosa. Esta dualidad de perspectivas hace problemático y disputable explicar la conciencia en términos de la fisiología del cerebro, uno de los escollos más debatidos del problema mente-cuerpo, como revisaremos repetidamente.

Platón y Aristóteles
Fragmento central del célebre cuadro “La Escuela de Atenas” de Rafael (1510), situado en el Palacio Apostólico del Vaticano. Debaten Platón y Aristóteles, el primero señalando al cielo y el segundo hacia la tierra, como signos del idealismo del primero y del realismo del segundo (figura tomada de Wikipedia).

El dualismo de Aristóteles, a diferencia del platónico, no reivindica dos sustancias distintas en el ser humano, una espiritual y material la otra, sino dos manifestaciones de un proceso complejo. Se trata al parecer de un dualismo de propiedades, una noción actual en las ciencias cognitivas de dos perspectivas o formas de observar y analizar a un mismo objeto, dos discursos bien distintos sobre un mismo referente, al cual volveremos en varias ocasiones más adelante.

Pero hay un remanente que une a Aristóteles con el dualismo esencial de su maestro Platón: se trata del intelecto. Lo considera inmaterial pues es capaz de recibir y recrear todas las formas, a diferencia del ojo o el oído que por su estructura física están limitados a un tipo de energía, luz y sonido en estos casos. Aristóteles no se pronuncia sobre si esta capacidad intelectual sobrevive a la muerte del cuerpo, pues, aunque pertenece al mundo espiritual, sólo lo hace en potencia. A mi entender, esto quiere decir que, aunque el intelecto del individuo es un elemento superior, no sobreviviría a la muerte pues es facultad limitada al ser humano en funciones; a una unidad alma-cuerpo. Aristóteles enseña que la esencia o sustancia del ser humano no es sólo materia o únicamente espíritu, sino una síntesis de ambos; el cuerpo no es la cárcel del alma, sino parte constitutiva de su misma sustancia. Pero el alma es un elemento superior capaz de inteligencia, razón y conocimiento, además de ser la responsable de los actos del cuerpo.

El dualismo emprendido por Platón y Aristóteles llegó a ser anexado al cristianismo, la poderosa doctrina que campearía en Europa y sus colonias durante siglos. Vayamos entonces al dualismo cristiano y en particular a la esmerada interpretación de Santo Tomás de Aquino, uno de sus más preclaros exponentes.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).
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