Por más que se diga lo contrario, nuestro país está siendo dominado por poderosos grupos criminales, quienes generalmente se identifican como “cárteles” del narcotráfico. En los últimos años se han disputado las plazas y el negocio de las drogas, los bandos delictivos conocidos son: “Los Zetas”, “El Cártel del Golfo”, “La Familia Michoacana”, “Guerreros Unidos”, etc. Actualmente se encuentran en un proceso de restructuración, todos son parte de la llamada delincuencia organizada; sin embargo, hoy por hoy han adquirido una fuerte presencia por su alta criminalidad “El Cartel Jalisco Nueva Generación” (CJNG), “El Cártel de Sinaloa”, inclusive, el conocido como “Santa Rosa de Lima”.
Cuando se formuló la histórica ley contra el crimen organizado, varios académicos expresaron su crítica, señalando que era absurdo pensar en esa denominación, más aún que se les diera ese trato jurídico a criminales de alto relieve, dijeron se les debe identificar simplemente como pandillas o asociaciones delictivas. Hubo quienes en tono irónico enunciaron que sólo faltaba pedirles acudieran ante notario público y solicitar su registro oficial, algo que por supuesto resultaba inadmisible. De lo que no hay duda en la actualidad, es lo correcto de su denominación, “delincuencia organizada”, tienen y lo sabemos, una ordenación con niveles jerárquicos, estatutos y códigos de conducta, donde se señalan derechos y obligaciones de sus integrantes.
En estos organigramas hay un jefe máximo, que es el equivalente a un director general, subdirectores, jefes de departamento, pasando por encargados y responsables de zonas geográficas. Las subdirecciones atienden diversos tipos de delito, hay una encargada de la compra y venta de estupefacientes; otra responsable de secuestros; la hay también del cobro de protección, a la que se le llama derecho de piso. Otra oficina importante se refiere al capítulo de disciplina, sanciones y represalias, donde se castiga severamente el tema de la traición, donde la consecuencia es la pena de muerte. Por supuesto, también se maneja el asunto de la “guerra” contra sus opositores, ahí se ha institucionalizado la figura del “ajuste de cuentas”. Por cierto, esta aseveración es utilizada sistemáticamente por la autoridad, para no investigar a fondo y lavarse las manos cuando se trata de homicidios brutales, donde el descuartizamiento, pasando por evidentes actos de crueldad y sadismo, son frecuentes. Esas carpetas, por cierto, de investigación se mandan automáticamente al archivo, bajo el argumento de que se trata de “ajustes de cuentas” entre bandas rivales.
Sin duda el mando encargado de perseguir a los bandidos ha entrado en componendas descaradas con los “cárteles”, por ello, actúan impunemente. Para justificar actos de gobierno, de vez en cuando detienen a algún “capo” de medio pelo, al que previamente se le ha hecho fama de ser el dirigente máximo, pero en ocasiones es toda una faramalla, basta con observarlos y precisar que son malhechores de bajo nivel intelectual, incapaces de dirigir una organización criminal.
Hay casos de excepción y, en efecto, si se detiene al cabecilla más importante, de manera inmediata se le sustituye, el que funge en segundo lugar asciende a director. Tampoco escapa la posibilidad de que el cártel cambie de nombre, para tratar de engañar a la sociedad e incluso se ha llegado a decir que se acabó con ese grupo criminal.
Se dirá y, con razón, que en todo el mundo hay cárteles y, por tanto, México no puede ser la excepción, la diferencia es que en otras latitudes no llegan a ser tan poderosos como sucede en nuestro país; aquí son los que imponen a los jefes policíacos principalmente a nivel municipal y estatal; a cambio de ello entregan a gobernantes, presidentes y demás funcionarios, cantidades impresionantes. En el ámbito federal, no hay mucha diferencia, solo téngase presente, en el tema de drogas hay una ganancia de más de 500 mil millones de dólares anuales, circunstancia que deja claro que con el manejo de tales montos inimaginables, tienen la capacidad de comprar hasta la más férrea voluntad de funcionarios, sea vía directa o a través de familiares; nunca se acabará el narcotráfico, porque, además, cada vez los dependientes de la droga se incrementan; lo que sí se puede es irlo controlando.
Recientemente la autoridad informó que existen 77 mil personas desaparecidas, consecuencia del crimen organizado, en este mismo tenor se han localizado, más de 4 mil fosas clandestinas, donde se han exhumado cerca de 7 mil cuerpos, en su mayoría incompletos. Estas alarmantes cifras dejan al descubierto la ineptitud, pero, sobre todo, los altos niveles de complicidad y podredumbre.
Lamentablemente, en nuestro país los gobernantes no designan a las personas indicadas y mejor capacitadas. Así, un sujeto que en su vida ha manejado la procuración de justicia o el ámbito policíaco, es designado Secretario de Seguridad Pública y, lo rebasan los sobornos y las traiciones, pero para justificarse, expone estadísticas falsas, asegura a los “cuatro vientos” estar cumpliendo metas que sólo existen en su imaginación.
Ante este panorama desalentador, resulta imprescindible profesionalizar las corporaciones policíacas, ese plan no se puede lograr de la noche a la mañana, tiene que sujetarse a un programa serio, mismo que llevará muchos años, pero que entre más pronto inicie, mejor. Tales instituciones de formación policial tienen que estar dirigidas por personas preparadas.
El gobierno deberá entender que la tan añorada paz social sólo podrá iniciarse cuando haya buenos policías y mejores jueces, este último renglón también es una gran falla.
En tanto no se haga algo serio en este tema, México seguirá estando en manos del crimen organizado, cuyo poder, repetimos, es omnímodo.
Basta ya de que los gobernantes, en todos los niveles, se sigan manejando de manera irresponsable y contrarios al sentir de la sociedad, donde los arreglos corruptos con el bajo mundo son una realidad.
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