Austeridad Republicana, 1ª Parte

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La austeridad no significa ser un asceta ni un ermitaño o un tacaño.
Más bien invoca a la racionalidad y al equilibrio.
El autor.


La austeridad es un concepto antiquísimo, normalmente equiparable a la sobriedad, seriedad, prudencia y discreción en el comportamiento de una persona que pretenda ser confiable y resulte serlo a los ojos de los demás y de sí mismo. Asumir la austeridad como rasgo existencial ha de cimentarse en una convicción individual, firme y sostenible.  Esta virtud resulta ser enemiga de la simulación y la trivialidad. Sabemos que la austeridad se muestra y se demuestra a través de múltiples manifestaciones condensadas e interconectadas en la triada de pensamiento, palabra y obra, como dirían los primeros cristianos.

En el momento histórico en que estamos ubicados, hay actividades u ocupaciones que por su naturaleza demandan, al menos teóricamente, de austeridad y compromiso. Ello es lo esperado, por ejemplo, de los distintos ministros del culto religioso, de médicos, académicos, mentores, escritores, periodistas, jueces, líderes sociales, pero especialmente de políticos y funcionarios públicos. Desafortunadamente no es así en la mayoría de los casos en todo el orbe y por supuesto tampoco en nuestro país.

En este sentido vale la pena considerar lo difícil que resulta ser austero en la “sociedad del espectáculo” que nos abruma (Guy Debord). Esta se distingue por promover un consumo excesivo e innecesario de bienes y servicios sin reparar en el despilfarro y en el desperdicio, así como en fincar un supuesto éxito basado en una feroz competencia que desconoce al otro que trata de vencer. Ello en medio de un proceso de comunicación roto o al menos fracturado entre sociedad y gobierno.

Austeridad Republicana
Ilustración: Estelí Meza.

No sólo los medios masivos de comunicación sirven de instrumento para tratar de influir o de plano manipular lo que el poder (o el no poder) político y económico pretendan. La revolución tecnológica ha puesto en manos de todos nosotros un móvil “inteligente” por sus múltiples aplicaciones (Twitter, Facebook, Instagram, WhtatsApp, etc.).  Trátese de políticos o de ciudadanos comunes, creemos tener licencia para opinar de todos y de todo lo que acontece en nuestra “polis”, en nuestra casa o hasta en nuestra vida íntima. En este entorno, lo grave es que no hay necesidad de responder por lo dicho… si acaso, y de vez en cuando, un ocasional “usted disculpe”.

Expresado de otra forma, se puede afirmar que la circunstancia domina el escenario, lo cual nos obliga casi todo el tiempo a sobresalir, o por lo menos a estar visibles, en el radar de la actividad de cada cual.

Sin embargo, no todas las circunstancias suponen una influencia negativa; es más, hay algunas que incentivan una resistencia positiva ante “la sociedad líquida” (Bauman). Millones de ciudadanos en la globalidad poseen valores personales, familiares y comunitarios que de hecho comparten con sus semejantes inclusive a escala mundial.  Así se posibilita establecer diques a la descomposición paulatina y hasta de revertir tendencias negativas a la integración social.

De ahí que la Administración Pública tenga una oportunidad para erigirse como ejemplo de austeridad.  Su posición de autoridad, los recursos públicos que gestiona, los millones de servidores públicos que integra con empleo pleno, la posible trascendencia de los programas socioeconómicos que maneja, la indudable influencia y fuerza legítima y legal que representa, entre otros aspectos, la califican como un ente idóneo sobre todo en el propósito de atajar la corrupción, fenómeno tan dañino que ha logrado desarticular a la República.

Austeridad Republicana
Ilustración: Victor Solís.

Por lo descrito, sin duda la “Austeridad Republicana” encontrará dificultades objetivas para florecer, al no tratarse tan sólo de ahorrar para no gastar el presupuesto de todos nosotros, sino de utilizarlo en tareas socialmente productivas que realmente cuenten para superar los índices de desigualdad y pobreza que tanto nos debilitan en nuestra identidad y fortaleza.

El Plan Nacional de Desarrollo, los Planes Sectoriales, el Programa Nacional contra la Corrupción, constituyen elementos que aportan parámetros e indicadores que le brindan viabilidad a la Austeridad Republicana con el fin de coadyuvar a lograr una justa distribución de la riqueza del país.

Esta reflexión de carácter estructural, junto con la promulgación de la Ley Federal de Austeridad Republicana (19 de noviembre de 2019), iniciada por la Función Pública, nos brinda la pauta para mencionar algunas de las principales actividades y decisiones que a mi juicio deberían abordarse para su implementación.

1. La austeridad confirma una actitud comprometida de la Administración Pública Federal con toda la población.
2. La austeridad se asume como una disciplina dual: de los servidores públicos y de cada institución donde laboran.
3. La austeridad es una obligación legal.
4. La austeridad es un programa evaluable en el tiempo.

Próximamente, me referiré a cada uno de estos apartados; por lo pronto, les deseo un mejor 2020.

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